Zhang Yixing corrió a su casa bajo los suaves copos de nieve que caían sobre su piel. Su corazón latía estrepitosamente y la cabeza le daba vueltas pensando en su visita a Kungsoo esta tarde. O más bien dicho, su visita a la antigua casa de JongIn.
Estaba afectado, con una de sus manos se tapaba la boca, sintiendo todavía el nerviosismo a flor de piel. Y es que no se podía creer lo que acababa de hacer. Hace unos meses no le habría cabido en la cabeza la locura de meterse en ese hogar, el que juró no volver a pisar hace diez años. De verdad que no se creía capaz de estar dentro más de un minuto, pero lo hizo, no lo pensaba real hasta que Kyungsoo lo echó sin ningún reparo, estuvo fuera y vio la puerta cerrar justo al frente de su rostro.
Ya resguardado bajo el techo de su propia casa, Yixing no pudo hacer otra cosa que apoyarse en el muro repleto de garabatos que adornaba la sala principal.
—¿Qué mierda fue todo eso, Kim JongIn?- Cerró sus ojos fuertemente, intentando reprimir los recuerdos que se colaban en un remolino de dolorosas imágenes, como una película al interior de mente incontrolable.
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—Yixing.
— ¿Qué?
— ¿Estaremos siempre juntos?- Una sonrisa serena se dibujó en el rostro del mayor al oír aquellas palabras. El sol llegaba directamente a la infantil cara de JongIn, y el mayor lo miraba maravillado porque le hacía brillar.
—Sabes la respuesta-
— ¡Pero yo quiero oírla con tu voz!-
—Sí, siempre juntos, hasta incluso después de muertos- Sus manos se juntaron en una ingenua señal de pacto, como si con aquellas palabras el destino estuviera obligado a seguir sus deseos.
Las semanas pasaban tal cual fueran meses en los tiernos trece años de Yixing, él podía disfrutar de la vida sin ninguna otra preocupación más que su mejor amigo JongIn, su labor era hacerlo feliz y su droga era verlo sonreír. Iban a diferentes escuelas puesto que JongIn aún estaba es quinto grado y él ya iba por el octavo. Así que se desvivía esperando la hora en que su vecino llegara a casa, mirando por sobre la pandereta a cada minuto, siendo sorprendido más de una vez por la señora Kim, quien reía ante su impaciencia y lo invitaba a pasar amablemente. Todos los días eran igual ya que JongIn pertenecía al club de danza y debía ensayar después de las clases, el mayor pensaba que eso era genial, que JongIn era la puta madre y que él era el ser más afortunado del mundo por tenerle, por ser quien estuviera con él por siempre.
A esa corta edad, Yixing ya lo amaba y estaba dispuesto a esperar el tiempo que fuera necesario para que la mente infantil de su vecino lo mirara como algo más.
Pero no previó nunca que todo se podía arruinar en un abrir y cerrar de ojos.
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***
Yixing comienza a llorar y de pronto, claras letras aparecen a su lado derecho, grabadas en el muro blanco como por arte de magia.
“Yixing no llores”
El dueño miró de reojo la aparición, sin sorprenderse y como por costumbre, sacó un lápiz del bolsillo de su chaqueta y escribió: “¿No me odias? ¿No crees que soy un monstruo?”
“Yo nunca te voy a juzgar porque soy parte de ti”
“Eres más que eso, Chanyeol, eres más” Yixing secó rabiosamente sus lágrimas y se sentó frente a la pared, acarició con sus dedos las letra que había escrito su genio, sintiendo que la tormenta en su interior se apaciguaba con cada frase. Conmovido infinitamente por ellas.
La conversación siguió, el espacio en blanco ya se estaba agotando en aquella pared que grababa todas y cada una de sus charlas. Y es que esos dos adoraban dialogar sobre todo. A pesar de esto, Yixing evitó mencionar su visita a la casa del lado, y Chanyeol no le contó que había conversado nuevamente con JongIn.
Ambas situaciones recordaban un momento doloroso que evitaban a toda costa pero que, sin embargo, los mantenía atados con cadenas a un pasado que moldeó lo que serían sus vidas en el futuro.
Chanyeol, como buen genio, adoraba con todo de sí a su dueño. Lo complacía cuanto más podía y le consentía cuando éste estaba triste. En otras palabras, Yixing era su vida. Siempre se consideró un afortunado puesto que tenía cómo comunicarse con él a través de la escritura. Puesto que, obviamente su dueño no lo podría ver porque era un humano normal, se resignaba al hecho de observarlo, tocarlo, e incluso abrazarlo y que Yixing pasara de él, como si se tratara de aire. Era doloroso, pero no existía ningún dueño que pudiese ver a su genio. Chanyeol pensaba que aquello era imposible, hasta aller, que llegó JongIn a contarle “su problema”, y sintió tanta envidia de él que no pudo darle siquiera un consejo decente más que entregarle pistas sobre su pasado que, el muy idiota al parecer no tomó en cuenta.