Habían pasado tres días y JongIn no volvía, La casa había perdido brillo, se volvió abandonada como una choza en medio de un desierto, desamparada y nostálgica, vacía como un cuerpo muerto, desprotegida, fría y sucia, por más que se empeñara en limpiarla. Kyungsoo realmente se sintió solo. Tal vez lo extrañara, tal vez no. Quizá solo era porque no estaba acostumbrado a aquello, no lo sabía. Pero le remordía la conciencia y estaba preocupado ya que ese comportamiento era completamente antinatural en un genio.
Era medio día cuando tocaron la puerta.
Kyungsoo fue apresuradamente a abrir la puerta con pulso de abuela, pensando que sería JongIn y que le reprendería por idiota. Pero no, en su lugar, Había un joven flacucho, más alto que él –porque todos eran más altos que él- Y aparentemente de su misma edad. Kyungsoo lo miró de pies a cabeza y frunció el ceño, total y brutalmente decepcionado.
—¿Quién eres tú?.
—¡Encantado de conocerte! Soy Zhang Yixing, tu vecino.
—Ahh— Kyungsoo no supo que más decir ante el *chico de sonrisa brillante* y levantó su mano torpemente en señal de saludo. Pero sin esperar que le hiciera pasar, el vecino entró a la casa sin más, y eso le cayó como patada en los huevos a Kyungsoo.
Zhang Yixing era el típico vecino indeseable que piensa que por vivir al lado tiene una especie de derecho sobre la casa contigua. El privilegio de ir cuando le dé la gana, entrar y quedarse viendo tv toda la tarde. Dios, Kyungsoo conocía bien esa clase de vecinos y los detestaba. Pero la verdad de las cosas era que en ese momento no deseaba que se fuera por dos razones, la primera era que estaba poniéndose de los nervios por permanecer tanto rato solo y la segunda, era que no quería estar vulnerable para cuando JongIn llegara. Era triste de aceptar, pero era cierto, Kyungsoo le temía ahora que sabía el control que podía ejercer sobre su vida. Lo extraño era que precisamente era a él a quien, con poca paciencia esperaba desde que se había marchado. Era por él que su cabeza iba a estallar de pensamientos contradictorios. Kyungsoo sabía que podía largarse ahora que no estaba, ¡Era su única bendita posibilidad caída del cielo para escapar!, pero su corazón era atacado por algo que no solía sentir a menudo por ningún genio: la culpa.
Insistía en que JongIn era raro y si en un comienzo le deseó mal, como fue que él dijo, nada impedía que le deseara mal nuevamente. Pero algo se removía dentro suyo cuando veía esos ojos desamparados, algo… algo que le era imposible de explicar.
“¡MALDICION LE HECHO DE MENOS!”
Por su parte, YiXing no lo vio venir. Todo su valor se fue por la borda en cuanto vio los mugrosos muros teñidos de pintura desgastada, eran los mismos, no podía ser… estaba dentro de la casa que había evitado durante diez años. En el momento de ingresar se le vinieron tantos recuerdos a la mente que sintió auténticos deseos de dar media vuelta y correr lejos a algún lugar donde los recuerdos no pudieran alcanzarle.
Estaba horrorizado pero Kyungsoo no notó nada.
—Bueno, le falta una manito de gato, pero dentro de todo está bastante bien— mintió, nada estaba bien en aquella jodida casa, menos con su espíritu deambulando por cualquier parte menos donde debía estar, morando su hogar y protegiéndolo. Dios, Kyungsoo sintió puras ganas de vomitar al ver a Yixing dentro como “pedro por su casa”, siendo todo tan oscuro a su alrededor, tan frio, húmedo y tétrico que, a los ojos de Kyungsoo parecía como si el vecino no se diera cuenta de nada, e incluso le sonreía desde su sitio. Bien, era hora de ofrecer algo al recién llegado.
—¿Te gustan las palomitas de maíz?
Todos hemos escondido algo tras una sonrisa. Hay veces en la vida en que simplemente es lo único que podemos hacer ante situaciones adversas, los músculos faciales reaccionan automáticamente como un modo de defensa ante mentiras o situaciones sin control.
Sonrisas sin mostrar los dientes, pernicioso gesto que mantuvieron Kyungsoo y Yixing por unos segundos en que el tiempo pareció detenerse y todo el cuarto giró a su alrededor convirtiéndose en nada.
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