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Lagrimas de invierno por Icarum

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Notas del capitulo:

Tomen una de sus bebidas o botanas favoritas y disfruten del fanfic.

 
También ya saben, cualquier duda, aclaración o regaño, con toda confianza.

 


Cuando las palabras abandonaron el cuerpo de Finnian, para incrustarse en el joven amo y retumbar en su alma, para hacer  un pequeño eco en su razón y tornar en un remolino sus pensamientos, para abrir paso a la incertidumbre. Impero un ensordecedor silencio, ya nada en ese mundo tan efímero y terrenal importaba, que más daba si se le regresaba con su predador, que impacientemente devoraba todo a su paso.


Como si fuese lo más natural del mundo, con un seco golpe, a parto los brazos del que ahora veía como su captor, de quien no dejó que las llamas lo consumieran junto a su amado, ni le permitía unirse a él. Con un acopio de valentía logró ponerse en ambos pies y aunque las piernas le temblaban y su cuerpo se encontraba a punto de exprimir la última de sus energías, su corazón estaba excitado, parecía que esperaba la invitación de un ser amado.


Emprendió la marcha hacia lo único que sus sentidos podían captar, él solo pensaba en volver a reunirse con su fiel mayordomo, cuando su objetivo parecía cada vez más lejano, y daba la impresión de que nunca llegaría, ya se encontraba desafiando esa vorágine de destrucción.


¡Joven amo, aléjese, no se acerqué más! ¡Tiene que huir de este lugar! – Exclamó desesperadamente Brand, teniendo en su conciencia la existencia de la pólvora, que en más de una vez se le pidió, sacara de la mansión. Él sabía que si el joven amo perdía la vida a causa de la explosión, no podría soportar el peso de esa cruz, ni podría devolver la mirada a ninguno de amigos.


A Ciel no le llegaba ningún estímulo que procediera fuera de la mansión en llamas, y tampoco le importaban, pero su paso se vio detenido cuando sus ojos fueron iluminados por el carmesí avivamiento de las llamas, la mansión se encontraba totalmente engullida en ese infierno, no se podía vislumbrar una forma de entrar, ni una sola para escapar de esa infortuita trampa.


Cuando todo parecía perdido y cualquier persona hubiese afrontado amargamente, la perdida de toda esperanza, él pequeño Phantomhive se encontraba con el corazón aun más acelerado, como si todo se tratara de un emocionante juego. En el fondo y rebelándose contra sus preocupaciones, las riendas de sus emociones comenzaron a ser tomadas por una calma imperturbable, él sabía que Sebastian, no sucumbiría ante algo tan infantil e insignificante, sabía que en cualquier momento aparecería burlándose de su preocupación, con una cínica, pero hipnotizaste sonrisa, lo vería directamente a los ojos, para jugarle una mala broma.


Con paso apresurado entró en la mansión, desafiando las llamas, su cuerpo se encontraba cubierto por una fina película de sudor, su boca se encontraba seca y los labios comenzaban a partirse; por culpa del humo, sus ojos no paraban de lagrimear, se encontraba hecho un desastre, pero él no lo notaba, lo único que ocupaba su mente era ver a su mayordomo a salvo. Para cuando estaba dentro, el recibidor estaba totalmente en llamas, y las escaleras habían sucumbido ante su fuerza, mas no le dio importancia, pues no había nada en los pisos superiores que valiera tanto como su vida, ni tanto como su búsqueda. Sin tomar precaución alguna y con una leve conciencia de lo que hacía, se dispuso a tomar las escaleras de servicio para llegar a la habitación de Sebastian.


En el momento en que su mirada debía encontrarse con la puerta de los misteriosos aposentos del mayordomo, se enfrentó con el escenario que le había advertido Finnian, esa zona de la mansión se encontraba irreconocible, era casi un milagro que hubiese llegado hasta ese lugar, más a sus pies se encontraba el único indicio de que Sebastian había abandonado la escena del siniestro, era su característico par de guantes blancos, y como los rayos de luz que penetran las nubes tras la tormenta, para mostrar el camino a los sobrevivientes, la esperanza comenzó a crecer en él. Lentamente volvía en sí, su mente se aclaraba y no se mofó de su patético comportamiento de no ser, porque aún no encontraba a Michaelis.


Regresó con paso acelerado hacía el vestíbulo para recomenzar su búsqueda. Súbitamente una presencia lo tomó rápida y delicadamente por los hombros, lanzándolo varios metros hacia atrás, para ser devuelto a los brazos de su captor.


La noche cedió momentáneamente su oscuridad y la calma escapó ante el estruendo. Los ojos del joven amo su encontraban iluminados por el efímero resplandor. La mansión había explotado, sin dejar rastro de la magnificencia que una vez reino sobre el paisaje.


Bien hecho, señor Tanaka – Suspiró Brand aliviado, al ver como su fatídico destino era aplastado, por el simpático y confiable anciano.


Ciel volvió a incorporarse, pero ya no tenía nada conque luchar, la esperanza, la única fuerza que hasta el momento se había dignado a levantar sus piernas otra vez y mantener su cuerpo, había sido apuñalada por el estruendo de la explosión y engullida por la imagen de la mansión volando por los aires. Lo único que logró fue caer sobre sus rodillas, los débiles y delicados brazos se encontraban colgando, sin voluntad alguna, su tronco y pecho, sufrían el mismo destino. En un intento de proteger su cordura, se negó a mirar en dirección del lugar que una vez fue su hogar, su cabeza se encontraba en dirección al piso, como quien espera el momento en que la espada tocará su cuello y acabará con la agonía. Sus ojos empezaron a perder el color, lentamente su ser empezaba a romperse, como si estuviese hecho de porcelana, las lágrimas brotaban de sus ojos, empapando la tierra de bajo suyo y los gritos de desesperación, cubrían la escena. Lo único que mantenía la compostura era su mano derecha, que se negaba a soltar los guantes.


¡Sebastian!, ya basta de juegos, vuelve de una maldita vez. ¡Te ordeno que vuelvas a mi lado!, te ordeno que no me dejes… – “Solo”, fue la única palabra que sus labios no se atrevieron a invocar – Sebastian…


El silencio volvió a reinar paulatinamente, los temblores de su pequeño y desprotegido cuerpo terminaron sin ningún anuncio, las lágrimas comenzaron a secarse y sus brazos volvieron a tener vida y su mano claudico ante la empresa de mantener los guantes con él. El joven amo levantó la cara, haciendo una expresión de duda, que perturbó a todos los presentes.


¿Sebastian? ¿A quién pertenecía ese nombre? ¿Qué estoy haciendo fuera de la mansión? – Interrogaba Ciel a Finnian, con los ojos súbitamente postrados en los suyos, no parecía estar bromeando, ni haber perdido la cordura.


Joven amo, ¿Qué está diciendo? Sebastian, es su mayordomo – Respondió Finnian, aterrorizado, por  las palabras de Ciel.


Una mano se posó sobre Finnian, era Tanaka, que sin soltar su hombro, grácilmente se llevó un dedo a sus labios, para indicarle que dejase de hablar.


Joven amo, lamento decirle que la mansión fue consumida por un incendio y tuvimos que sacarlo mientras dormía. Sobre ese tal Sebastian, debió, ser solo un sueño, no debe preocuparse por eso.


Tanaka, si fue solo un sueño, ¿Por qué su nombre me duele tanto? ¿Por qué siento  tanta nostalgia?


El parche de su ojo cayo, dejando ver, un ojo azul y hermoso, era un ojo normal.


*


Joven amo, estamos por llegar a Royal Albert – Espeto Maylene, mientras sacudía ligeramente el hombro del joven amo, lo que provoco que despertase de su letárgico sueño.


Sebastian… – Susurro, mientras su mirada se alejaba de aquel edificio, devolviéndole su color habitual. Postro la mirada en su mano derecha mientras la abría y cerraba repetidas veces – Saben, aún sigo sin saber, porque ese nombre me es tan familiar y reconfortante.


¿Dijo algo joven amo? – Pregunto Maylene.


No es nada, y mejor vayamos rápido con Lau, tenemos trabajo y no quiero hacer esperar a la reina.

Notas finales:

Como paracentesis cultural y para aclarar ¿Qué rayos es Royal Albert?.

El Royal Albert es una dársena (o muelle de descarga comercial) ubicada en Londres, al este de Greenland Dock (El primer muelle de Londres, este data del siglo XVII) y construido durante la época victoriana, para ser inaugurado en el año de 1880.

 


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