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Io ti Penso, Amore por azumicard

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John.

Sentí la adrenalina recorrer por mis venas en todo momento, aún fue del escenario. Mis manos temblaban, no por nervios, sino por felicidad; todo salió bien. No lo podía creer, la sonrisa no desapareció hasta recordar, aquel asiento vacío a metros de distancia. No dejaría opacar mi felicidad por un simple detalle, a paso firme fui al camerino a cambiar de ropa. Al abrir la puerta fui recibido con un ramo de flores, obsequio de Molly.

— Gracias…  – le agradecí con un beso en la mejía y una
amplia sonrisa.

— Es lo poco que pude hacer – hizo una pausa- John…sabes, Sherlock…

Sabía que iba a decir de él; excusarlo.

— No hablemos del tema. Todo salió bien, es lo importante – sonreí como un tonto- Si me disculpas, tengo que cambiarme, la ropa formal nunca fue mi estilo.

Ya solo, me desplomé en la silla y cerré los ojos. Por fin todo había acabado, absolutamente todo. 

Con la poca energía, logré escapar de la lluvia intensa.  Cansado subí cada escalón, que parecía interminable por el cansancio, aún así subí hasta llegar al departamento.  Una taza de té y unas galletas, fueron suficientes para llenar el vació producido por el hambre, más no el otro vació.  Las interminables horas de práctica, sumado la presencia de Sherlock, terminaron por enviarme directo a la cama. En segundos caí en sueño profundo.

No puedo moverme… ¿Acaso es parálisis del sueño? No, es distinto.  Abrí los ojos, no podía ver casi nada, la oscuridad impedía visualizar el problema. Sin embargo,  una silueta frente de mi se hacía más grande y cercano. Ese olor era inconfundible, al igual esos rulos húmedos reposando en mi rostro.  Las ganas de dormir desaparecieron y otras  surgieron.

—  ¿Sherlock, qué haces aquí?

—  También vivo aquí – respondió  agitado.

— Me refiero, qué haces en mi habitación – prendí una lámpara-  ¿Por qué estas empapado, de esa manera?

—  Lluvia.

—  Ya sé que está lloviendo – hacerme  perder la paciencia es su especialidad- Mi pregunta es saber el motivo por el cual estás en así. No de la nada terminas mojado y…

 

 

Mis palabras regresaron a mi boca, así finalizó  el interrogatorio en tiempo record. Sabe muy bien como librarse de cada situación, está no fue la excepción.  A pesar de estar mojado, sentí la calidez a través de sus labios que se movían lento, quizás al ritmo de las gotas de lluvia que se deslizaban por la ventana.  Luego sus manos rodearon mi cuerpo, no dijo nada, lo cual resulta extraño porque palabras no le faltan.  En ese momento pensé en la forma inusual que tiene para disculparse, al menos conmigo. Deber ser difícil para una persona como él, pedir disculpas, debido a su  complejo de superioridad.

 

 

  Despertar tan temprano es una tortura, no porque Sherlock está asesinando un violín como suele hacer, sino otro motivo.  Mis párpados estaban a punto de cerrarse, moría de sueño; solo dormí dos horas y un par de minutos. El sufrimiento se multiplicó al salir de mi cómoda cama, mi cuerpo merecía descansar, no hacer esfuerzo físico. Caminé rumbo a la cocina donde se encontraba Sherlock, bebiendo una taza de café y colocándose un parche de nicotina.

 

—  Deberías dejar eso – le dije.

—  Y tú despertar – acomodó su ropa – Pareces un ser sin vida, caminando por instinto. Así como los personajes de tu serie

—  Se llaman zombis –bostecé – La culpa la tienes tú por mantenerme despierto toda la madrugada.

—  Disculpa, yo no te obligué. Al contrarió, tú lo pedías a gritos “Sherlock, por favor, más”  ¿Acaso ya lo olvidaste?  O debería refrescar tu memoria.

—  ¡No! – tuve que tragarme mis palabras – Hasta… ¿hasta cuándo te irás?

—   Un mes, aproximadamente.

Nos quedamos callados, Sherlock continúa bebiendo mientras su mirada está clavada en mí. Decir algo es mi obligación, sin embargo es imposible con el ambiente creado. Mis manos aprietan  con fuerza el pijama, tampoco puedo verle a la cara. El piso es lo único que puedo ver mientras los minutos trascurren. Otro vez estaría lejos; una temporada a solas. Eso suena bien, tranquilidad, por fin volvería a tener  mi espacio, sin tenerlo que soportar. Llegó en buen momento su viaje…  En vez de estar feliz, estoy triste ¿Por qué? Sentí húmedos los ojos, iba a llorar. Rara reacción de mi cuerpo ante una situación como esta.

—  No holgazanees y practica – dijo al dar el último sorbo- Solo por haber mejorado un poco, no te creas un profesional. No eres nada, aún no estás a mi altura – resuena sus palabras -  A mi regreso quiero un recital solo para mí.

—   Sherlock… -dije con voz entre cortada.

—  ¿Me vas a extrañar? – pregunta sonriendo mientras sostiene la taza a la altura de su boca.

—   ¡No! –  le volteé el rostro – No seas engreído.

—   Te estaré esperando.

 Deja la taza sobre la mesa y siento aproximarse a paso  lento  donde estoy. Enseguida su imponente voz susurra en mi oreja; palabras que logra un cortocircuito en todo el cuerpo.  Asiento con la cabeza en respuesta a su pregunta, lo despido sonriendo a lo que él hace lo mismo. Antes de irse, envuelve mi cuello con su chalina azul marino para ocultar la marca. No hubo despedida romántica como suele pasar en las películas.

 

 Las notas, como pequeñas vidas, comienzan su camino desde el silencio amplificando gradualmente su campo de frecuencias hasta ser completamente audibles llegando a diferentes grados de intensidad. Una vez alcanzando su punto más elevado, la inevitable vuelta de regreso las aguarda. Poco a poco sus frecuencias disminuyen hasta retornar a la paz del silencio. ¡Fantástico!, no podía dejar de sonreír. Logré conseguir tocar a la perfección por mi cuenta, sobre todo, con sentimiento.

Silencio, es mi recompensa ante mi victoria personal, para mi mala suerte la señora Hudson también salió de viaje; prácticamente estoy abandonado a mi suerte. El poco dinero guardado me ayudará subsistir hasta fin de mes, debo buscar un verdadero trabajo, aunque eso me podría conllevar a descuidar mis estudios.

— ¡Ah! Porqué no soy rico como Sherlock – di un golpe a la mesa, frustrado por mi situación – Será imposible seguir así.

Han pasado casi dos semanas desde que se fue,  nada fuera de lo normal ha ocurrido en su ausencia. Aburrido, palabra que solía decir casi todo el tiempo, protestaba su falta de inactividad, ahora lo único que tengo de él es su bufanda con su aroma que se va desvaneciendo de a poco.


https://www.youtube.com/watch?v=gZjdAWgjLx8

 

 

 

 

 

 

Los sonidos perfectamente esféricos  ocasionan  que mi corazón retumba en cada nota; es una sensación casi indescriptible. La ejecución de los pasajes rápidos es perfecta. Toca cada nota con mucho cuidado. No puedo seguir parado en medio del instituto sin  buscar al responsable de tal magnífica interpretación.  Acelero el paso lo más que puedo, subir escaleras se convierte en el nexo el objetivo. Sin embargo, al girar a la derecha una multitud interrumpen mi camino. Al parecer, todo tienen el mismo objetivo; el salón de ensayo 221b.  Abrirme pasó sería una misión imposible, hasta algunos instructores estaba ahí entre los curiosos, murmurando sobre la identidad del intérprete. Un prolongado suspiro dio por culminado las intenciones previas, di media vuelta para continuar con mis respectivas clases y olvidar esa única interpretación.

Una hora de intensa práctica no está  dando resultados. Las notas de aquella pieza, aún siguen retumbando en mi cabeza, rompiendo la concentración que suelo tener.  Estoy frustrado de tantas complicaciones durante esta semana, nada parece funcionar a pesar de poner el 100 % de mí.  Estoy a punto de tirar la toalla… o caer en desesperación.  De pronto, una corriente de aire ingresa por la ventana y termina por regar las partituras en el piso del aula.  Una a una voy acomodándolas de mala gana y cuando estoy a punto de coger la última, otra ráfaga con más intensidad lo conduce hasta la puerta.

— Sin duda alguna, hoy no es mi día de suerte  -doy un corto suspiro.

 Me agacho con el fin de recoger esa endemoniada partitura y la puerta se abre. Unos zapatos bien lustrados se asoman, lentamente voy levantado la mirada. En el proceso un sinfín de nombres giran en mi cabeza, pero la menos indicada  da con la identidad de la persona.

— Es gratificante tenerte bajo mis pies – ríe al ver mi expresión de sorpresa.

— ¿Sher…Sherlock? ¿Qué haces aquí? – Cuestiono al verlo -  ¿No deberías estar en Alemania?

— Realmente, ahora debería estar en Berlín.

— ¿Qué haces aquí?  Lestrade debe estar buscándote como un desquiciado – me puse de pie.

— Tengo un asunto importante que resolver antes de ir a Berlín.
 

De la expresión divertida que tenía al inicio, pasa a una seria.  Lo que vino hacer si es importante para él para haberse tomado tantas molestias, más para una persona de compleja personalidad.  Preguntarle el porqué, tal vez termine dando la razón a sus distintos cuestionamientos a raíz de la pregunta. Prefiero callar y continuar con mis propios asuntos, no todo gira a él.

 — Espero lo resuelvas rápido porque si no tendré a Lestrade encima de mí, gracias a tu irresponsabilidad. No soy tu niñera – respondo y le doy media vuelta para seguir con la respectiva práctica.

Al tercer paso que doy, siento su mano sobre mi brazo, con un certero movimiento termino junto a él y por último, posa sus labios sobre los míos.  Es una acción que me tomó por sorpresa, nunca creí que fuera capaz de hacer algo así. Debía terminar el beso, es incorrecto por el lugar donde nos encontramos y debido a las circunstancias. Sin embargo, soy incapaz de alejarme, al contrario, sigo su ritmo.

 — John… -susurra- debía hacerlo, no tengo mucho tiempo.

— ¿Hacer qué? –le cuestiono y vuelve a besar.

El solo hecho de entablar contacto visual, es suficiente para borrar los demonios existentes en mi cabeza y el contacto físico produce endorfinas que solo lograba con la música.  Ahí va de nuevo la corriente de aire, revoloteando las partituras regadas otra vez sobre el piso.  No quiero decirle adiós, quiero continuar a su lado, pero es imposible, el tiempo juega en nuestra contra.  Ahora puedo confirmar que el responsable de poner el conservatorio de cabezas, está a punto de ocasionar un nuevo desastre si no pone fin a sus acciones. Una simple caricia es lo que necesitaba, al parecer él también. Llevamos varios minutos tomados de la mano sin decir nada, al igual cuando estaba en tiempo de meditación, según él.  

 — Ya es hora – lo escucho decir y siento apretar su mano contra la mía -  Si tan solo hubieras actuado como sueles hacer, tendríamos tiempo de sobra. Pero, tenías que ser otra versión de John Watson.

— Soy el mismo.

— No –niega- Rompiste el patrón establecido por ti.  Impredecible, viniendo de una persona común y aburrida. 

Ahí va con sus infaltables comentarios. ¿Acaso quiere invertir el tiempo en discusiones sin ningún fin?  Colma la paciencia con facilidad, así que me veo obligado a callarlo con un beso inesperado, porque no es su especialidad.

 

 

 

 

Sherlock

Berlín es una de las ciudades europeas con más óperas y salas de conciertos, donde la música forma parte de la vida de sus ciudadanos. Razones suficientes para aceptar venir a dicho país y comprobar si la Orquesta Filarmónica de Berlín es una de las orquestas sinfónicas más importantes del mundo. Además, fuentes confiables aseguran que la mujer está en Alemania, la última vez en ser vista fue en esta ciudad.  Debo localizarla de inmediato,

— No defraudes a la familia, hermanito.

Escucho decir a Mycroft, quien está en la misma habitación, tomando el té de la tarde, acompañado de pasteles.

— El único que va a defraudar a la familia, serás tú por comer esos pasteles que tienes prohibido. A mami no le gustará saber de tu crimen.

Al instante deja en su lugar el pastel que tenía en la mano y solo bebe té.

— Ya deberías irte – afino las cuerdas del violín.

— Lo haré cuando Lestrade regrese –sonríe luego de dar un sorbo-  Dejarte solo es un peligro para la función de hoy. No voy arriesgarme, ya desapareciste una vez.  Y no estoy dispuesto  utilizar mi poder solo para buscarte, hermanito.

—  Lo haces todo el tiempo – continuo con la afinación- Justo ahora tienes una conferencia en Londres con  representantes de cinco países, pero prefieres hacer el trabajo de otra persona.

— No, Sherlock. Nunca haría el trabajo de un tercero.

— No de cualquier tercero - respondo con una sonrisa sarcástica.

Debo aguardar 20 minutos de completo aburrimiento dentro de una habitación y mi única herramienta se me fue arrebatada. Sin violín no puedo entretener a mi cerebro, miro a mi alrededor de que puedo hacer en mi eterna espera. Las copas sobre la mesa, la jarra con agua que me dejó Lestrade, serán mis herramientas para crear sonido.  Me pongo de pie para preparar el experimento. En los vasos vierto un poco de agua, mojo el dedo índice y pasa suave por todo el borde de la primera copa. El sonido se da correctamente como lo había planeado, para crear melodía, aumento más agua a la segunda y tercera copa.

— Que hermoso, querido - una voz familiar escuchó detrás de mi -  Estoy sedienta ¿Podrías darme un poco de agua?

Volteo con la copa en la mano y veo a la mujer, lleva puesto un ceñido vestido color vino, resaltando sus atributos; típico en ella. Bebe el agua lento, tiñendo la copa con su labial rojo. Sonríe al terminar de beber el líquido.

— Estaba muy sedienta - camina y se sienta - Te ves muy apuesto ¿cenamos?

— Porque debería cenar sino no tengo hambre - tomo asiento también.

— Buscarme por la ciudad debe ser agotador.  Debo admitir que  tu red de informantes saben seguir rastro, lástima que no era mío - sonríe - ¿A qué quieres jugar hoy, violinista sexy? - cruza las piernas, mostrando el escote.

— No dispongo de tiempo.

— Falta 10 minutos, tiempo suficiente para hacer lo que tu imaginación desee o prefieres que escoja; sería todo un placer - sonríe de lado, inclinando el rostro.

 

 

Lo sucedido en esa habitación no es de gran importancia para entrar a detalles, solo un encuentro  fortuito. Vivo a través de  la música. Todo lo que siento, lo que soy, lo que yo  quiere ser, lo pongo en mi música. Me conozco, no muchos lo hacen.  Tampoco quiero que lo hagan, pero esta persona llama mi atención por varios motivos. Dejar pasar la oportunidad, sería un desperdicio, debo aprovechar mientras la tengo cerca de mí.

A dos metros de distancia, veo al director acercarse, mi momento ha llegado. No debo permitir que me afecta la última conversación, puedo con esto y mucho más.  La concurrencia es como lo previsto, ningún rostro conocido en el rango de mi visión, nada novedoso en esta actuación. ¿Aburrido? es la pregunta rondando en los escasos segundos para el comienzo. Me posiciono sin dejar de prestar atención al rededor. Así empieza la primera pieza del programa de esta fría noche.

Los aplausos  resonación en el teatro, fue una perfecta interpretación por parte de mí, porque a un integrante de la sección de cuerdas tuvo un par de errores ¿Acaso no son profesionales? Si hubiera sido un ensayo le cuestionaría su falta profesionalismo.  A continuación la última pieza, espero ahora encontrar perfección, no acepte para tocar con aficionados, quería un reto y no lo tuve. Desperdicio de tiempo.

— Llega tarde - la voz profunda de la mujer le da la bienvenida a John - Tu Romeo no está nada mal. Gentil, pero no tan suave. Un poco testarudo, pero sincero

—  Si... así es él - responde viendo a Sherlock regresar al escenario.

—  No, estaba hablando de su actuación

—  Pero es bastante testarudo, no solo un poco. Y no es para nada suave. Pero es increíble - sonríe como un tonto al hablar de él, siente tanta pasión - Mi sueño es tocar una pieza de piano a su lado.

—  Ese sueño ya lo cumplí, un dueto de violín con Sherlock Holmes - responde provocándolo -  Un exquisita experiencia, no cree así.

— La suya fue en circunstancia distintas, no será como la mía - dijo firme - Prefiero estar en pie, así tengo una mejor vista de Sherlock.

Dicho eso John camina hasta la parte posterior y se coloca en una zona privilegiada a la vista. Las palabras de la mujer no logra borrar su amplia sonrisa y la emoción por estar en un fascinante teatro, rodeado con prestigiosos espectadores y presenciar a la orquesta sinfónica de Alemania. Disfruta al máximo cada minuto como un es espectáculo único y una fuente de conocimiento.  No fue el único en ovacionar de pie finalizado la última pieza musical, el público está más que complacidos; los aplausos no cesan por varios minutos. 

Sentado en el sillón de una habitación, espero impaciente a volver al hospedaje y dejar atrás todas las ceremonias protocolares. Fumar aplaca un poco el desagrado de convivir con personas superficiales que tienen la idea errónea de venir a felicitarme, acompañado de ostentosos regalos. No estoy donde supuestamente debo estar, cuando sea la hora indicada enviaré un mensaje a Lestrade para sacarme de aquí, mientras desaparezca el tumulto, permanezco fumando.

El límite de tiempo ha culminado, ya no escucho bulla en los pasillos, es momento de enviar el mensaje. Del bolsillo sacó el celular y escucho dos personas entablar conversación, la cual tiene problemas de idioma. Por la distancia no logro entender del todo,  así que continúo con la acción.  El sonio de pasos acercándose me obliga a estar atento.

— Maldición y ahora donde me metí – escucho decir a alguien.

Indeciso a donde ir, se mantiene quieto al frente de la habitación donde estoy. Apego la oreja a la puerta.

— ¿Debí voltear a la derecha o izquierda? Esto es frustrante, no sé para que vine – un suspiro profundo resuena – Me rindo.

— Que ordinario eres – digo al abrir la puerta.

— ¡¿Sherlock!? – grita al verme – Casi me matas de un susto, que demonios haces aquí.

— Esa debería ser mi pregunta, John – Lo observo recostado en el marco de la puerta, estoy a punto de terminar de fumar mi tercer cigarro – Es una zona privada, no deberías estar aquí.

— Por eso dice, cuarto de servicio – responde irónico.

—  Ideal para mantener lejos de todo esa multitud – ¿Porqué tardaste?

— A personas como yo, tenemos que utilizar el servicio público. No viene un auto de lujo a la puerta de nuestro departamento y nos deja en el aeropuerto.

— Sin contar la barrera del idioma – lo interrumpo- la causa de tu retraso. Te escuché hablar; tu alemán es pésimo.

— Ya te dije que fue por…

Dejó caer la colilla del cigarro, doy dos pasos y lo abrazo fuerte, la razón es evidente. No tengo que decirlo,  solo trasmitirlo con lenguaje no verbal. Igual que la música, no necesita palabras para llegar al espectador,  las notas hablan por si solas.  La inesperada acción resulta extraño para John, responde algo inseguro porque cree que hay un acondicionamiento. Y no está equivocado, aprendido al menos una cosa de mi actitud.

— No, Sherlock, olvídalo – responde enojado, luego de susurrarle- Siempre es lo mismo, me utilizas para tu beneficio, mejor dicho utilizas a las personas como piezas de ajedrez.  No, es no. ¡Entiéndalo! Solo vine a verte y ya terminó la función, regreso a Londres. Dejé muchos pendientes por venir aquí.

— Tu vuelo no sale hoy.

— Buscaré otro – saca su celular.

— No tienes los recursos para buscar otro vuelo, y si fuera el caso, hace mucho que te hubieras ido a Londres. Además, – confisco el dispositivo y le cojo de la mano – no estás en posición para exigir algo en contra de tu verdadera voluntad.

 

Solucionado el asunto que requería de John, ambos estamos en el ascensor del hotel donde estoy quedándome mientras duren las presentaciones.  No deja de mover su pie derecho contra el piso, el sonido es verdadera tortura, ni quisiera lleva un ritmo adecuado. Las puertas se abren en el piso 7 y salimos con dirección de la habitación 705.  Callado se mantuvo todo el trayecto del teatro hasta aquí, ahora lo escuchó suspirar 2 veces seguidos. Introduzco la llave, la puerta se abre y le doy el pase para ingresar al recinto.  Da tres pases antes de detenerse, porque queda maravillado por la decoración de la habitación, el cual tiene un piano y una amplia sala para ensayar.

— Es… es increíble, Sherlock… - su rostro refleja felicidad absoluta.

— No has visto toda la habitación.

Corre al piano, solo lo observa detenidamente.

— Es para tocar John, no para ver – le digo aflojando el corbatín del traje.

—  ¿No está afinado verdad? – su respuesta es ácido como la expresión del rostro.

— Lo toqué toda la noche y suena de maravilla.

— Mentiroso – se sienta- No voy a caer en tus trucos.

Tomo asiento como él,  dejó el saco sobre el sillón, al tiempo que cruzo las pierna y entrelazo los dedos de ambas manos.

— ¿Quieres jugar, John? – los colores se subieron al rostro – Si ganas podrás tomar el avión que tanto deseas, pero si pierdes cumplirás un petición mía.

— Se te olvida que ya cumplí un capricho tuyo – responde algo enojado y avergonzado- Ganaré en tu juego. Nueva propuesta, si gano me llevas a Londres, si pierdo… solo pierdo, porque ya cumplí una petición tuya. ¿Aceptas?

— Acepto, John Watson.

 

 

Acerca su mano izquierda al teclado, a escasos centímetros del contacto se detiene y empuña los dedos. Con mirada fija en su objetivo, realiza la acción. La nota Do se escucha en la habitación y así varias notas musicales dan vida a una pieza musical.  Es singular que haya escogida algo así para tocar aquí, es común, pero una interpretación casi perfecta. Tiene mucho por practicar cuando regrese.

— Empieza de nuevo, desde el final del canon – le digo al finalizar.  

— Aunque si te soy sincero, no deje de pensar en ti desde aquel día – responde sin verme al rostro, tiene aún la mirada en el piano.

— Todos sacrifican algo por la música.

— ¿Tú que has sacrificado?

— Mucho – dejo el saco encima del sillón y me acerco a él – Por ejemplo, mi lógica.

La respuesta crea risa en él, parece no comprender la magnitud de mi sacrificio. La lógica es inquebrantable para mí, sin embargo, cambió al conocerlo. Que idiota, pero...  algunas veces los idiotas pueden hacer cosas maravillosas.  Avanzo más y más hasta llegar a su encuentro.

— Gane, John.

— Es magnífico este piano.

— No, el instrumento solo es el medio, tú hiciste el resto del trabajo.

— Vaya, vaya, acaso estoy escuchando un cumplido del grandioso Sherlock Holmes – sonríe – Debe ser el mejor día de mi vida.

El sarcasmo es tan obvio que nos lleva a reír por varios segundos. Incluso ahora... todavía ambiciono que John esté a mi lado y escucharle tocar el piano todos los días.  Mis pensamientos son interrumpidos por el inesperado beso de John, quien me toma con la defensa baja.  Recurre a la típica táctica utilizada en sus exnovias; principiante.  Debo enseñarle respeto, no compararme.

— Sher… Sherlock, qué estás haciendo – pregunta sorprendido al cargarlo.

— No es obvio.

Por el color rojo en sus mejías entiende mis intenciones y al punto donde llegaremos si obviamos algunos pasos previos.

—  Si, pero esto es… - esconde la mirada.

— Si deseas lo podemos hacer en el piano – lo bajo – Solo no debemos ensuciarlo, porque dejaremos suficiente evidencia. Sin mencionar que… - con un beso me calla, el cual correspondo de manera apropiada; con la misma intensidad.

—  Deja de parlotear, no hay tiempo. Ya es medianoche y ambos tenemos vuelos que tomar – aclara su voz algo temblorosa y mira en dirección contraria al dormitorio – Vamos.

—  Por ahí está el baño.

— ¿Qué? Ehrrr… - cae en pánico al percatarse el significado de sus palabras.

 

 

Es torpe, combinado con ingenuidad, sin embargo su calidez ha llegado a cautivarme de manera sorprendente.  Volvemos a estar en la misma situación, uno frente al otro, con las características para iniciar un coito. Mi cerebro se había excitado con exceso con todo cuanto había ocurrido, y en mi interior las más extrañas fantasías y conjeturas acaparan mi cordura. En cuanto aprieto más fuerte su mano, siento la tensión en los músculos y aceleración en su pulso. Resulta dificultoso apartar de mí cierto sentimiento de afecto hacia el hombre que me arrancó del mundo lógico.

Rodeo con mis brazos su cuerpo tensionado, así lo conforto y transmito seguridad en él. Tímido a su estilo responde al estímulo, apoya su cabeza en mi cuerpo para no poder ver la expresión facial. Mantengo esa postura hasta sentir que tengo permiso para descubrir su rostro, así obtener un gratificante beso lleno de pasión. La sensación es indescriptible como la primera vez, a pesar de haberlo hecho innumerable veces con su consentimiento y otras sin ella. No dejo de acariciar sus manos que se enlazan con los míos. Son tan firmes y algo cortas para un pianista no importa porque  logra grandes cosas con esas manos.

— Sherlock, debemos respirar – dice al romper el beso – Lo disfruto, pero tengo y debes respirar – sonríe al ver mi cara de incomprensión – Cuando te volviste un profesional en esto.

— Siempre lo fui.

— No me refiero como músico, sino como… ya sabes – aprieta sus manos contra las mías – Tan intenso como lo eres en la música, nunca imaginé verte así porque tu egoísmo siempre relucía. El señor perfección.

— ¿Acaso, estás coqueteando conmigo?

— No es obvio – me jala de la camisa para continuar con el beso.

La necesidad de contacto físico reluce cuando John desbotona la camisa con gran rapidez, enseguida la despoja del cuerpo. Sus manos recorren por toda la extensión de mi espalda y detiene en el abdomen. En respuesta, le despojo la mitad de sus prendas de vestir, queda en ropa interior, situación que no parece importarle. Continuamos las caricias y besos hasta llegar a la cama, donde caímos rendidos por la pasión.

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=CU9RgI9j7Do

 

 

Cada caricia en su piel es una nota musical. Poco a poco estoy componiendo la más bella melodía nunca antes escuchada. Entre sábanas nuestros cuerpos danzan al compas de la respiración agitada por los movimientos acelerados. Su temperatura corporal me llena de energía para seguir penetrando en lo más profundo de su ser. Como respuesta, pronunciar mi nombre una y otra vez, en cada estocada. La sincronización de nuestros cuerpos es perfecta.  Los besos se han convertido en mi nueva adicción, quizás más que los cigarrillos; son adictivos. No puedo estar tranquilo con solo uno, a pesar de ser duradero y agradable, necesito más, mucho más. No dejo su boca solo, sino es para escuchar esos sonidos. Su timidez se refleja cada vez que pretendo ver su rostro, con ayuda de uno de sus brazos lo oculta, más no calla.

Absurdamente logro parar el tiempo cuando estoy con John y así permanecerá hasta dar por culminado el acto.  Esto es una mezcla de sensaciones, como si fuera una obra musical de Chopin; el preludio cuando los besos y las caricias motivan a nuestros cuerpos sentir más contacto. Presto agiato La brillantez y la dificultad de ejecución se manifiesta ampliamente aquí. Un movimiento violento y doliente que se hace cada vez más fuerte.

Finalmente llega  Allegretto: Es "el canto de la despedida”, que se esfuerza en vano por sonreír, amable gracioso, cortés; pero el dolor íntimo y oculto traiciona la agridulce sonrisa.  Abrazo fuerte a John, no quiero dejarlo ir, no quiero que la mañana de por culminado nuestro pequeño momento. Y volveremos a estar separados porque olvidé mencionar que la gira será por otros 3 largos meses. 

 

Dormir es una actividad no practicada, al igual la alimentación, pero al conocerlo cambió.  Sentir su calidez hace que mi cuerpo pierda energía y los ojos se cierren de a poco, teniendo como última imagen el rostro de mi querido John Watson.

 

 

 

Notas finales:

Antemano agradecer por su apoyo a través de sus comentarios T.T me animan a continiar escribiendo esta historia.


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