Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los príncipes no se casan por amor por Yais

[Reviews - 164]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, antes que nada recuerden que esto es un AU así que tendrá cosas que no les van a cuadrar al principio pero luego lo harán. Además esto sí es un SasuNaru, lo verán, así que no desesperen ;D. Hay cosas que son necesarias pues no puedo ir de un salto a otro sin explicar un poco… bueno, podría, pero creo que eso disminuiría la calidad de la historia, o no sé, tal vez en algún momento aprenda a expresarme mejor... jeje.

 

Capítulo 2

Naruto se miró en el espejo del baño y apresó el flequillo rubio que cubría su frente con los dedos índice y medio. –Creo que necesito un corte –se dijo antes de seguir inspeccionándose.

Tenía 25 años y, como diría su amigo Lee, estaba en “la primavera de su vida”, aunque él no se sentía así. A pesar de que su piel era lisa y brillante o que el largo de su cabello en verdad era adecuado, cada vez que se miraba al espejo se criticaba porque sentía que algo le hacía falta. No notaba que su rostro era atractivo, ni que sin importar quién lo mirara, nadie le creería que a los 20 años había dado a luz.

Sólo aquellos que lo conocieron antes de Sasuke Uchiha notaban “eso” que Naruto ya no podía ver cuando se miraba al espejo. Sabían que sus ojos azules ahora eran opacos y que únicamente se iluminaban cuando sostenía entre sus brazos a su hijo Itachi. Ellos también eran los que comprendían y justificaban su evidente apatía por las relaciones amorosas o la aversión que tenía a las personas “adineradas”. En honor a la verdad, Naruto seguía siendo el chico animado, amable y compasivo que siempre había sido; pero en el fondo de su alma habitaba un niño herido que tenía miedo a volver a ser usado y lastimado. Razón por la cual era incapaz de volver a apreciar su atractivo o los sentimientos como el amor y la confianza.

–¡Narutoooo kuuuun!, el desayuno está servido. –Como todas las mañanas, su amigo Lee le gritó desde la cocina a la vez que golpeaba una cacerola con una cuchara de madera y con eso lo obligó a terminar con su inspección matutina. Era sábado, así que no se preocupó por cambiarse el pijama y prepararse para el trabajo. Simplemente se enjuagó el rostro y salió lo más rápido que pudo de su habitación para hacer que Lee parara ese infernal ruido que hacía con la cacerola.

–¡Buenos días! –exclamó tan pronto entró a la cocina y después fue directo a la mesa en el comedor para darle un apretado abrazo a su hijo–. Itachi –dijo al pequeño con cariño a la vez que le revolvía los cabellos negros. Después le sonrió a Neji, el esposo de Lee, quien también estaba en el comedor.

–¡Yosh!, ya estamos todos en la mesa –Lee lanzó la cacerola y la cuchara al lavatrastos antes de correr al comedor y sentarse en su lugar correspondiente–. ¡Familia, es momento de desayunar!

Naruto esbozó una sonrisa desconcertada a la vez que se sentaba, porque sin importar cuanto tiempo tuviera viviendo ahí, para él seguía siendo un misterio como Lee lograba estar tan feliz todas las mañanas. Neji negó con un gesto de cansancio fingido e Itachi simplemente tomó los cubiertos y se puso a comer.

–Tenten llamó –Lee interrumpió el silencio que no tenía ni medio minuto que se había hecho–. Vendrá a pasar las vacaciones de verano con nosotros.

–¿Tenten oba-chan vendrá? –Itachi se olvidó de su comida y meneó los pies debajo de la mesa demostrando lo feliz que lo ponía la noticia.

–¡Sí! –Lee se emocionó como si también tuviera los cuatro, casi cinco años de Itachi.

Itachi sonrió. –Otouchan –se dirigió a Naruto– tengo que terminarla – y justo después de eso se puso a comer con rapidez.

–¿La qué? –preguntó Lee, pero ni Itachi ni Naruto le contestaron. El primero porque no tenía permitido hablar con la boca llena y Naruto porque se perdió en la felicidad que le causaba ver a su hijo, pues, a pesar de que Itachi había nacido más parecido a Sasuke de lo que hubiera deseado, lo adoraba.

No iba a mentir diciendo que su embarazo había sido sencillo o que era un niño fácil de criar porque no era así. Durante la gestación, Itachi le causó muchos mareos, desmayos, preocupaciones porque no se movía mucho y nació antes de lo planeado

 No fue un bebé que llorara por cualquier cosa o hiciera gran escándalo, algo que agradeció hasta que el pequeño cumplió los dos años y mostró algunos signos de autismo.

Gastó mucho dinero en doctores hasta que uno de ellos le aseguró y comprobó que su hijo estaba en perfectas condiciones. Itachi simplemente era muy inteligente y por algún motivo había decidido que su imaginación era más entretenida que le mundo real. Afortunadamente ya había pasado esa etapa.

En la actualidad su hijo sabía leer, hacer operaciones matemáticas complicadas y amaba la música. El primer instrumento que había aprendido a tocar era el piano y ahora iba a clases de violín y flauta transversal. En realidad, si no hubiera tenido la ayuda y experiencia de Lee y Neji; o los ánimos de la hija de ambos, Tenten; no sabría cómo manejar a su hijo.

–Una canción –contestó Naruto de repente, su subconsciente procesó la pregunta que Lee le había hecho justo después de que Itachi abandonó la mesa– quiere hacerle una a Tenten. –Lee y Neji sonrieron orgullosos, como si el pequeño prodigio fuera en realidad su nieto, y después ambos miraron a Naruto como unos padres que le otorgaban su aprobación. Naruto les sonrió de vuelta.

El teléfono móvil de Neji comenzó a sonar y este se levantó de la mesa a la vez que, con un gesto muy imperceptible, se disculpaba con su esposo. Lee elevó la barbilla fingiéndose airado pues consideraba que el desayuno era sagrado y el tiempo que pasaban como familia lo era mucho más. Neji sonrió. –Moshi moshi –contestó el teléfono a la vez que se inclinaba para depositar un besó en la coronilla de su pareja y después abandonó la habitación. Entonces fue el turno de Lee para sonreír.

Naruto ladeó ligeramente la cabeza y sintió una mezcla de paz, felicidad y tristeza. Las dos primeras emociones se debían a que Lee y Neji lo hacían sentir parte de una familia y la última a que, de cierta forma, no podía evitar anhelar poder compartir ese nivel de complicidad con otra persona.

Lee era mucho más escandaloso que él y parecía un niño pequeño a pesar de que ya tenía 36 años y Neji, con sus 41 años, era un hombre serio y bastante calmado. Ambos eran tan diferentes y a la vez tan similares, justo como Sasuke y él lo habían sido en su tiempo.

Tras el último pensamiento Naruto agitó la cabeza y se empinó su jugo de naranja tan rápido que se atragantó. –Cof-cof-cof –comenzó a toser y a intentar jalar aire.

Lee tomó rápido una servilleta para abanicar a la altura de su rostro. –Naruto kun, mira para arriba, arriba –hizo ademanes tan graciosos que tan pronto el rubio pudo respirar correctamente se comenzó a reír. Ambos lo hicieron hasta que les salieron lágrimas de los ojos y tuvieron que callarse pues les dolía el estómago.

–¿Sabes Naruto kun?, eres mucho más lindo cuando ríes –comentó Lee al aire y como respuesta el rubio se encogió de hombros–. Supongo que ¿has pensado en la propuesta de Gaara kun?

Naruto repitió el ademán –no hay nada que pensar. No voy a irme con él de vacaciones. No puedo dejar solo a Itachi.

–No va a estar solo –Lee volvió a usar su tono casual– estará con nosotros y vendrá Tenten. Además, sólo serán unos días.

Naruto cerró los ojos e hizo un mohín de disgusto al tiempo que se cruzaba de brazos. –Gaara es mi amigo Lee, no me gusta de esa manera y nunca me va a gustar así. Nos divertimos cuando estamos juntos, pero sólo eso. No voy a pasar unas vacaciones de verano románticas con él.

Por regla general Lee era lo suficientemente amable como para comprender que cuando alguien se negaba a hablar de un tema debía respetar sus deseos. Pero se le había metido en la cabeza que Gaara y él harían una buena pareja y Naruto no encontraba manera de hacerle entender que no era así.

Después del nacimiento de Itachi, Naruto se distanció de las personas de su edad pues ellos preferían ir a los bares que hablar de pañales. A pesar de que aún convivía con sus amigos, las cosas ya no eran iguales. Gaara fue el primer amigo de su generación que hizo en los últimos cuatro años. Lo conoció en la escuela de buceo donde Lee daba clases y se agradaron al instante.

Gaara era pediatra y le gustaban los niños, así que no lo callaba cuando él hablaba sin parar de Itachi. También tenían los mismos gustos en música, libros, películas y hasta comida. Habían salido como amigos varias veces y aunque Naruto se divertía en su compañía, últimamente lo estaba evitando porque Gaara había revelado tenerle una sutil intención amorosa y no deseaba avivarla.

–No debe ser algo romántico si no quieres, sólo creo que necesitas relajarte. Haces muchas cosas y nunca paras.

–Mira quién habla –Neji entró al comedor y se burló de Lee con tono juguetón para después mirar a Naruto–. No debes ir con Gaara –ordenó cual padre celoso–, pero sí necesitas unas vacaciones.

–Como si me pudiera dar ese lujo –rumió el rubio.

–Claro que puedes. No quieres –Neji contestó de inmediato y Naruto arrugó la nariz. –Desde que Itachi nació no te has tomado ni un día libre.

–No quiero un día libre. ¿Por qué querría tomarme un día libre de mi hijo?, me gusta estar con él – contestó a la defensiva.

Neji se sentó en la mesa y entrelazó las manos como si estuviera a punto de revelar uno de los misterios más grandes de la vida. –Yo amo a Lee, pero hay momentos en los que me canso de él. Es normal que quieras tener unos días sólo para ti.

–¡¿Qué?! –Lee exclamó y en un gesto dramático enterró la cabeza en la mesa. Entonces Neji hizo un ademán que decía “a esto me refiero”.

 

 

A las 8:30 de la noche Naruto comenzó a juntar la basura de la casa para llevarla al contenedor en la calle. Era verdad que desde el nacimiento de su hijo no había descansado ni un momento. Cuando no estaba trabajando o estudiando, estaba cuidando de Itachi e incluso, en los momentos que tenía tiempo libre, hacía turnos extra o tomaba trabajos de verano.

Claro que creía que le hacían falta unas vacaciones y deseaba relajarse, pero no quería hacerlo. Y aunque Itachi tenía que ver con su reticencia, no era su motivo principal. La verdad era que las pocas veces que se dio un tiempo para sí mismo se arrepintió de hacerlo. La razón era sencilla: cada que tenía la mente despejada pensaba en Sasuke. Le molestaba hacerlo, pero se justificaba diciendo que pensaba en él porque deseaba encontrárselo de frente para preguntarle “¿por qué?” y darle un puñetazo. O a la inversa, lo que le naciera primero.

Necesitaba cerrar ese capítulo en su vida.

–Naruto, hola –el rubio ya había depositado las bolsas en el contenedor e iba de vuelta a casa cuando escuchó una voz conocida a sus espaldas. Se giró.

–Hola, Gaara –. El mencionado estaba parado a mitad de la acera. Parecía que a diferencia de él, sí había trabajado pues traía puesta una camisa color blanco y un pantalón de vestir. Como siempre traía el cabello rojo peinado hacia atrás y sus anteojos dentro de la bolsa de su camisa. –¿Cuánto tiempo tienes parado ahí? –le preguntó con tono de cautela.

–Vengo siguiéndote desde que saliste de casa.

Naruto sintió que un escalofrió le recorrió la espalda. En verdad, de verdad, le agradaba Gaara, pero su amigo era ligeramente aterrador cuando hacía cosas como esa–. Ya te dije que no seas tan… extraño.

Gaara negó, él no creía que fuera extraño. –Estabas murmurando. No quería interrumpir tu plática con tu amigo imaginario.

Naruto se sonrojó levemente. –Como sea. Es de noche, no me culpes si un día te mato de un golpe –hizo un ademán de karate y remprendió el camino a casa–. ¿Quieres pasar?, Lee hizo chocolate y estoy seguro que en algún lugar hay galletas de mantequilla.

–No, gracias –Gaara contestó tan rápido que aquello sonó bastante sospechoso –en realidad vine para invitarte a cenar.

El rubio inhaló, dispuesto a negarse.

–Hice una reservación en el Belfast.

–¿En el Belfast? –Naruto tardó unos segundos en reaccionar.

Belfast era el nombre del restaurante más famoso y cotizado de la ciudad, aunque él no estaba impactado por eso, sino porque Belfast era el nombre que le habían puesto a la casa de su familia después de que lo despojaron.

El restaurante era tan famoso que nadie podía entrar en él sin reservación y Naruto, evidentemente, no había puesto ni un pie en el lugar desde hacía mucho tiempo. Al principio pasaba por fuera y miraba a través de las ventanas, pero de unos años a la fecha había dejado de hacerlo.

–Sí, creí que te gustaría ir. Tengo un conocido que me ayudó con la reservación.

Podría resultar curioso que la persona que deseaba conquistarlo casualmente le estuviera otorgando la oportunidad de visitar su antigua casa, pero Gaara no sabía nada de su pasado. Ni siquiera Neji o Lee sabían que había sido dueño de ese lugar. Ellos creían que el banco le había quitado una casa pequeña en esa zona porque no pudo pagar la hipoteca.

–Naruto –Gaara lo llamó porque no le respondía.

–¿El Belfast? –rió tontamente –es que wow, me parece que es muy tarde y no estoy listo. No tengo ropa para ir a un lugar como ese.

–¿Cuándo te ha importado la forma en que te vistes?

–¡Siempre! –protestó.

Gaara lo señaló para enfatizar la idea de que a Naruto no le importaba hacer el ridículo si de ropa se trataba. En ese momento el rubio traía puesto unos pantalones blancos con lunares en naranja, una camiseta negra con una espiral al frente, también en color naranja; y usaba unas pantuflas con unos picos, como alas, que hacían parecer que llevaba un par de murciélagos en los pies.

–La reservación es a las 10, esperaré a que te cambies.

Naruto se rascó la cabeza, haciendo su típico gesto de nerviosismo. Una parte de él deseaba ir a su antigua casa, otra no quería entrar al lugar y encontrarse con que los nuevos dueños habían destruido todo.

Decidió ir cuando Lee le dijo que probablemente esa sería la única oportunidad que tendría de entrar al lugar. Se puso la ropa más aceptable que tenía y sin prestarle atención a Gaara, se subió a su coche y permitió que lo llevara al Belfast.

Como no tenía ánimos para hablar y Gaara no era alguien comunicativo, viajaron en silencio. Evidentemente su amigo se dio cuenta de que algo le ocurría, pero no lo cuestionó, simplemente le tocó el hombro cuando llegaron al restaurante para llamar su atención.

Cuando Naruto vio la casa inhaló hondo. Por fuera lucía igual porque la regulación municipal prohibía que las fachadas de las construcciones antiguas fueran modificadas, pero por dentro las cosas serían diferentes. Estaba tan nervioso que ni siquiera se incomodó cuando Gaara lo tomó del antebrazo y lo guio al interior lentamente. De hecho, se aferró a él pues tan pronto cruzó el umbral cerró los ojos.

Escuchó a la gente platicar y reír discretamente; así como a la hostess ubicar la reservación de Gaara y pedirles que la siguieran. Entonces la curiosidad venció a su miedo y abrió los ojos.

El techo era tan alto como lo recordaba. También seguía hecho con tablones y sostenido por vigas de madera. Cedro, para evitar que las termitas hicieran sus casas en ellas. Se veía igual al original, justo como él le indicó a los restauradores. Los nuevos propietarios no habían metido mano ahí.

Después pasó su vista por las paredes y se llevó la primera desilusión. Para agrandar el espacio, los dueños abrieron arcos y pusieron algunos pilares de refuerzo. No se veía mal, pero eso hacía que todo luciera sustancialmente diferente. Los límites entre lo que antes fue la sala, el recibidor, el comedor y la cocina ya no existían.

Al fondo habían dejado la pared que separaba los dormitorios pero ésta ya no tenía su acabado rustico. Fue pulida y revestida con nuevas capas de cemento y cal. Por último, el piso ya no estaba forrado con losa roja, sino con enormes bloques de mármol negro, también perfectamente pulido.

No esperaba que sus cosas siguieran ahí, pero eso no evitó que se desilusionara cuando no vio el retrato de su abuelo colgado en la alta pared del fondo.

 

–Naruto –Gaara volvió a reclamar su atención cuando llegaron a la mesa que tenían asignada, después de que hizo a un lado la silla para que se sentara. Naruto obedeció como si fuera un robot, estaba tan absorto que ni siquiera protestó cuando Gaara se tomó la libertad de pedir por él.

No fue consciente realmente de lo que ocurría a su alrededor hasta que el mesero puso frente a él un tazón de –¿ramen?

–Es lo que más te gusta –su compañero se justificó.

–Sí, pero, no imaginé que lo tuvieran en el menú.

–Quien sabe, tal vez es común. –Gaara se dedicó a comer el platillo que él había pedido. Un filete de res en salsa agridulce con pimienta y patatas.

Naruto agachó la cabeza. Acababa de recordar que cuando salía con Sasuke, no acostumbraban visitar restaurantes caros. Uchiha no quería que fueran a ese tipo de lugares y se justificaba diciendo que no servían comida que se ajustara a los gustos de ambos. Le decía “en ningún buen restaurante sirven ramen” y a causa de eso siempre comenzaban una discusión infantil.

Pero ahora que lo pensaba, Sasuke jamás lo llevó a un lugar donde sus conocidos pudieran verlo con él. Probablemente porque se avergonzaba o porque siempre tuvo planeado abandonarlo y no deseaba dar de qué hablar.

 

Prefiero la comida casera Dobe Sasuke se recostó en el sillón y le subió el volumen al noticiero de la mañana.

–Yo también Teme –contestó Naruto y se paró a un lado de su interlocutor– pero ya no puedo estar encerrado aquí más tiempo. Sin hacer nada.

–Y ¿qué quieres hacer? –Sasuke le sonrió levemente, pero de una forma tan sugerente que Naruto no pudo hacer otra cosa más que sonrojarse y sentir que la respiración se le aceleraba. Sabía lo que significaba ese brillo en los ojos de su interlocutor.

–Salir.

Su compañero continuó con su sonrisita y lo tomó de la mano para hacerlo caer sobre él –no lo creo –comenzó a besarlo y Naruto gimió levemente.

–Sasuke, estoy ha-blando en-se-rio –cada palabra salió entre cortada pues su pareja devoraba su boca con avidez y no lo dejaba hablar.

Apenas tenían una semana viviendo juntos y no podían evitarlo. Cada vez que se rozaban, aunque no lo hicieran con intenciones sexuales, terminaban en la cama. Había comenzado la plática decidido a hacer que Sasuke aceptara acompañarlo, aunque fuera al parque, pero no pudo evitar caer en su juego. Simplemente adoraba la forma en que su pareja metía sus manos debajo de su playera y jugaba con el borde de su pantalón.

Le gustaba sentir como su cuerpo hervía de impaciencia para que dejara de acariciarlo sutilmente y comenzara a darle besos en el cuello. Que masajeara sus muslos, que se adentrara en él y lo hiciera ver destellos de luz blanca cada vez que cerraba los ojos. Sentir que el aire le faltaba y aun así no poder detener sus exclamaciones de placer.

–Te quiero, te amo, te adoro Sasuke.

–Y yo, te deseo tanto – Naruto jadeó y las emociones, junto con las corrientes eléctricas de excitación inundando su cuerpo, fueron tan fuertes que los ojos se le empañaron.

 

–Es un simposio –de pronto Naruto escuchó a Gaara hablar y regresó a la realidad. Mitad avergonzado por las cosas que estaba pensando, mitad enfadado porque, a pesar de que Sasuke nunca le dijo que lo amaba y lo había tratado como basura, seguía pensando en sus momentos de intimidad. Probablemente ya había vivido en celibato más tiempo de lo que una persona como él debía vivir.

–¿Un simposio?

–Sí –Gaara continuó hablando, obviando el hecho de que Naruto no le había estado prestando atención en todo ese tiempo–. Es más como una reunión con antiguos colegas y quiero que me acompañes.

Naruto parpadeó y negó. –Lo siento, no puedo encargarle a Lee y Neji san que cuiden de Itachi. No es correcto.

–Sólo serán 3 días, la próxima semana.

Estaba sintiéndose incómodo ante la insistencia de su amigo. Tenía tantas cosas en la mente que olvidó por completo el tema. –Ahora vengo, voy al baño.

 

Caminó en dirección a donde recordaba que estaba el servicio, pero se topó con un muro falso. Así que tuvo que levantar la vista en busca de señalamientos y terminó descubriendo que el lugar ahora estaba en lo que antes fue la oficina de su abuela. Cuando entró, imaginó el enorme escritorio de caoba de la mujer en lugar de los lavabos y se recargó en ellos, recordando las muchas veces que fue a pedirle un consejo a la sabia Tsunade.

Lamentablemente, si levantaba la mirada, frente a él ya no estaba la mujer rubia, de ojos azules y pechos prominentes. Únicamente estaba un espejo mostrando su reflejo. –Abuela, ¿por qué? –susurró.

Había otra razón muy sencilla para explicar por qué cada vez que se relajaba un poco pensaba en Sasuke. No quería ahondar en ello y mucho menos deseaba aceptarlo en voz alta. Pero que aun después de ver su casa destrozada fuera capaz de recordar “esos momentos” sólo podía significar que aún lo anhelaba.

Golpeó la frente contra el lavabo y aunque le dolió bastante no se quejó. En vez de eso tomó una decisión, acompañaría a Gaara a su evento y si algo pasaba, lo dejaría pasar.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, y muchas gracias a todas las personas que me dejaron un comentario, estoy en proceso de darles respuesta. Me hicieron muy feliz :D. Si las cosas salen como lo planeado nos leemos dentro de 10 días, con un capítulo que, les prometo, sí será emocionante y no una especie de relleno O.o.

Un beso y un abrazo a todos

Yais


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).