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Punto de quiebre por malugr

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Fue, sin duda, un día muy interesante. 

Rodaba de un lado a otro en mi colchón y me convencía a mi mismo de que mi mente no estaba torcida, de que los sucesos que transcurrieron en el día no eran más que el eco de una mente joven dibujando escenas eróticas en cualquier lienzo. Mi firmeza se transformaba en debilidad, y mi convicción se quebraba con cada tic tac del reloj en mi mesa.

Marcaban la una y treinta de la madrugada. 

Luego del percance de Sebastián el día había transcurrido normalmente. ¿Normalmente?  Ya había quebrado cosas como el sexo precoz, la atracción sexual hacía un miembro de mi propia familia y por último había asumido que los pactos tio-sobrino eran razonablemente justificables basándose en los deseos carnales, pero... En que parte del manual para pecadores aparecía la atracción hacia la sangre? En que momento de la historia mi cuerpo había respondido a la carne rasgada?

Marcaban una y treinta y tres de la madrugada.

Solo habían pasado tres minutos y yo entre mis sabanas no pensaba en Sebastián, ni en su polla, ni en mi madre que dormía en uno de los cuartos, yo solo veía palpitar la mano sangrante de Sebastián ¿Le doleria? 
  
Desde que sus dedos se posaron en mi nuca y habían detectado el calor en mi cuerpo desee que se arrepintiera de ponerme en evidencia. ¿Yo estaba caliente?  oh Sebastián si algo comparten tu piel y la mía es el hecho de que si una arde, la otra también y si tus dedos sintieron mi calor en la nuca, mi nuca también sintió el calor en la yema de tus dedos, subiendo por tus nudillos, por tus brazos. Lo bueno de estar en el infierno es que las almas vecinas se conocen y tu y yo Sebastián estábamos puerta con puerta en lo más profundo del averno. 

Marcaban una y treinta y ocho de la madrugada.

La fiebre seguía, mi excitación no menguaba y desde mi cama veía la puerta de mi cuarto, como esperando que alguien apareciera. ¿Que pasa ciel, esperas que te besen en tu cama como a una princesa? El simple tono de mi propia burla me hizo levantar de la cama. Si quiero algo, lo tomare.

Ya en la puerta de mi cuarto, no sabía que hora de la madrugada era.

En silencio abandone mi habítacion y vi la sala, en absoluta calma y a pesar de la densa oscuridad, avance con firmeza pues sabía exactamente a donde me dirigía.

La puerta de su habitación estaba abierta, que suerte. Pero al entrar me di cuenta que no estaba.  

Salí de nuevo y decidí salir a tomar algo de aire a la terraza, y tras los ventanales le vi, estaba afuera hablando por teléfono.

Abrí en silencio la puerta y el volteo a verme aún hablando por su celular, yo cerre de nuevo y seguí hasta las jardineras dónde el tenía un paquete de cigarrillos abiertos, tome uno y fume. No planeaba poner atención a su conversación, pero claro que fue inevitable escuchar.

- vamos a ver, saul debe permanecer en el caso, es de él y ningún otro miembro del bufete va a arruinar su historial por limpiar los desastres de su incompetencia. - Sebastián hablaba con serenidad y severidad al mismo tiempo, recordé que el era abogado. -

- Entiendo que el que pierda perjudica a la firma entera pero yo estoy del otro lado del océano y no creo que nadie más tome el caso, la solución sería que lograra el mejor acuerdo y luego sacarlo del bufete...

- mierda... Si lo entiendo.

- Bueno nada que hacer, tendré que encargarme a la vuelta, de todos modos en unos 15 días estaré allá y lo hablaremos.

En quince dias se marchaba... Casi lo había olvidado, de pronto me sentía irritado. Sebastián había terminado su llamada y ahora se había sentado a mi lado, encendió un cigarrillo.

- ¿Que pasa? ¿Insomnio?

- Supongo que si, salí a tomar algo de aire, no pretendía escuchar.

- No era nada ultra secreto ¿con quien pensaste que hablaba?

- No lo sé, quizás alguna novia esperándote ansiosa.

- Muchas mujeres me esperan ansiosas, pero ninguna tiene mi número.

- Entonces si eres un mujeriego...

- Por su puesto, es un talento que tengo, como tu... - Me miró haciendo referencia a lo muy promiscuo que era-

- Ya no salgo con mujeres, los hombres son más simples.

Sebastián tomo mi rostro por la barbilla con una de sus manos y me miró con una mezcla de burla y de celos.

- El problema niño, es que el único hombre de verdad con el que has estado he sido yo.

Me soltó la cara y se levantó mientras tiraba su cigarro, por alguna razón no respondí, quizás ya estaba cansado.

- buenas noches ciel, no duermas tarde.

  Entró a la casa y yo seguí sentado algunos minutos. Que diablos me importaba si era un mujeriego, en quince dias se habrá ido y todo acabará. De nuevo estaba irritado.

cerré la puerta de la terraza y de nuevo estaba en la oscuridad de la sala, trate de hacer memoria ¿Que diablos había venido a hacer?  ¿Porque Salí de cama en primer lugar? De pronto vi mi rostro en uno de los espejos y mi mentón estaba levemente manchado, era sangre? Estaba a punto de entrar a mi habítacion pero...

Camine hacía el cuarto de Sebastián y ahí estaba el, acostado con los brazos cruzados tras la cabeza y sus ojos brillaban mientras me miraban fijos. Si, el me estaba esperando, y sin decir palabra ladeo un poco la cabeza mientras sonreía, "vas a pasar ciel, o te quedarás solo mirando" oh si yo entendía muy bien cada gesto de su lasciva mirada "avanza y cierra la puerta ciel" y así lo hice.

  Subí a la cama y me senté sobre el, seguíamos en silencio solo mirándonos. El adelanto una de sus manos y toco mis labios con las yemas de sus dedos, note que era la mano herida. Cuando digo que las almas igual de corruptas no necesitan palabras para entenderse hablo muy en serio, esta era una de esas conversaciones en tinta indeleble.

"muéstrame lo que hay bajo esas vendas" ahora su otra mano también se puso al frente y quito el ya teñido de rojo vendaje que cubría la palpitante cortada. "se que te encanta ciel, ¿que tanto disfrutas verme herido?" tome su mano entre las mías y la presione un poco, lo suficiente como para que sangrara de nuevo y las gotas cayeron sobre su pecho, resaltaron rojas sobre su blanca piel y pase mis dedos sobre ellas para dibujar finas líneas sangrientas sobre su torso.

La cara de Sebastián mezclaba el dolor con el placer, sonreía levemente mientras mis manos tomaron nuevamente la suya, iba a apretarla de nuevo "¿te duele Sebastián, de verdad te duele?" le preguntaron mis ojos, y mientras se sentaba y apretaba fuertemente mis manos en su puño herido, fue su boca la que me respondió.

- Si me duele, pero no te preocupes, haré que nos duela a ambos.

Que frío sentí.


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