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Punto de quiebre por malugr

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La puerta se abrió y la espaciosa habitación quedó frente a nosotros. Las botellas de un vino espumoso nos esperaban en el minibar y tome directamente de una de ellas, algo me decía que si quería sobrellevar esa noche tendría que beber.

El se había sentado al borde de la cama, y me observaba desde ahí, se notaba que estaba a la expectativa, esperando que yo avanzará primero. Tenía un hermoso rostro y su mirada casi tímida me recordaba al perro de mi vecina, un cachorrito juguetón y asustado de golden retriever, cabello dorado como el mismo sol, por supuesto que era muy parecido. Que tonterías me daban por pensar, necesito otro trago.

Bebí cual naufragó al encontrar la deseada agua dulce y me voltee de nuevo. Me recoste en el bar y mis ojos ahora eran como persianas que dividían la realidad del delirio, abiertos me mostraban al tímido hombre del bar que me miraba curioso, pero al cerrarse, era Sebastián quien aparecía frente a mi, con su vaso de licor sentado de pierna cruzada, listo para devorarme y escupir lo que quedara de mis huesos.

luego de pestañear, avance hacia mi acompañante. Sus manos se retiraron de su regazo para darme lugar y me senté sobre el. Esbozó una dulce sonrisa y yo le besé con fuerza.

Me sujetaba por la cintura y me quito la camiseta con algo de torpeza le ayude un poco y pronto mi torso quedó desnudo. Se inclinó y su boca comenzó a pellizcar mis tetillas, la mordizqueaba y lamia, no me enloquecia la sensación pero tampoco me resultaba desagradable. Mis dedos se entrelazaban en su cabello y mis ojos se clavaban en el techo. No quería cerrarlos, porque entonces "Él" vendría desde lo más oscuro de mi subconsciente y se burlaria de mi fracaso.

subió y su lengua acarició mi cuello hasta mis orejas. Le tire con fuerza del cabello y mordi sus labios hasta que la mueca de dolor que hizo su rostro me indicó que era suficiente.

- ¿te gusta ese juego rudo?

No puede evitar carcajearme perversamente.

- No tienes una idea de cuanto.

Se levantó conmigo en brazos y luego me acostó en la cama y comenzó a quitarme los pantalones,  pronto solo me quedaron los bóxer y el masajeo mi erección sobre ellos. 

No estaba del todo erecto, pero fue suficiente para que el pensara que estaba excitado, así que luego de deshacerse de mis bóxer comenzó a succionar mi pene. Yo apretaba las sábanas en mis puños y mis ojos seguían enfocados en el techo, intentaba mantener a raya a los demonios de mis propios delirios pero poco a poco mi respiración se fue agitando las láminas y caricias de mi amante comenzaban a tener en efecto, sin notarlo ya me había abandonado al placer y mis ojos se apretaban con fuerza. Ven y terminemos con esto.

Mi mente dibujaba la misma habitación de mi realidad, pero estaba bañada en una luz carmín bastante lúgubre y excitante, quien me succionaba ahora era Sebastián y sus poderosos ojos azules, ahora eran rojos como el infierno. Lamia la punta de mi miembro con una lengua que no parecía humana y en su rostro estaba dibujada una sonrisa sátira que dejaba ver unos finos colmillos. Era un demonio en todo su esplendor. Sin necesidad de una caricia más, me corrí.

De nuevo en la realidad la cara del mi rubio acompañante estaba bañada de mi semen, se limpió con la mano y supe que iba a utilizarlo para algo mas. Uno de sus dedos se situó en la entrada de mi trasero y poco a poco lo fue introduciendo. Lo movía suavemente como esperando a que me acostumbrara. Yo aún estaba agitado y la cabeza me daba vueltas por la corrida pero definitivamente no quería parar.

- Más...

El me sonrió algo tímido pero pícaro al mismo tiempo y metió otro de sus dedos en mi. Ahora la sensación era mayor y el se movía con insistencia buscando el punto exacto donde estimularme. De pronto lo había conseguido y mi voluntad flaqueo de nuevo. La luz carmesí volvió y allí estaba el.

El diabólico Sebastián me penetraba firmemente con sus dedos y yo gemia gratamente complacido por su técnica, de nuevo mis manos apretadas en puños revolvían las sábanas bajo de mi. Paró con su tarea y sus ojos de rojo brillante me vieron con descaro, sonriendome me habló con frivolidad.

- Muéstrame ciel, quiero ver como te preparas para mi.

Mi cuerpo giró bruscamente en la cama para colocarme boca abajo, me afinque en mis rodillas y deje totalmente levantado mi trasero mientras que mi pecho permanecía pegado a la cama. Lami dos de mis dedos y luego estire la mano hacia mi parte de atrás y poco a poco los fui metiendo dentro de mi propio ser. Su rostro perverso me miraba complacido mientras permanecía de pie tras de mi. Note como quitaba su cinturón y desabrochaba el pantalón. Mi cuerpo temblaba y sudaba bajo la encendida mirada de Sebastián.

Una voz ajena a aquella escena me saco de mi trance. Mis ojos abiertos me dejaron ver que tras de mi estaba mi conquista del bar. Sus ojos castaños me miraron casi apenado.

- Lo siento, pero voy a meterlo ya.

Asenti y agitado respondí. 

- Hazlo, pero no hables más.

Lo odioso de mi tono no menguo sus deseos por poseerme, así que casi ignorandome separó mis nalgas con una de sus manos y encontró mi entrada con la punta de su miembro. Me penetró rápidamente.

El arco que hacía mi espalda se pronunció aún más, y escapó de mi un gemido que resonó en toda la habitación. Sus manos apretaron mis caderas y comenzó a moverse con cierto cuidado. 

De pronto la tenue sensación de unos ojos café en mi nuca, se transformó en un calor infernal que casi me quemaba. Ahora las cuidadosas embestidas se habían transformado en fuertes estocadas que amenazaban con partirme en dos. Una de sus manos tiro de mi cabello echando toda mi cabeza hacia atrás, aqulla boca se acercó a mi y sentí el corte de sus colmillos en mis labios y pequeñas gotas de sangre se mezclaron en nuestro violento beso. Se separó de mi y me miró furiosamente excitado con aquellos feroces ojos rojos. Las embestidas lejos de calmarse, cada vez eran más fuertes.

Le escuchaba claramente respirar con violencia dejando escapar esos toscos y masculinos gemidos que yo conocía tan bien, sentí como mi piel se marcaba dónde sus grandes manos me apretaban con dolorosa fuerza.

Sebastián tomo una de mis manos y la guió hacía mi miembro, reconocí su deseo y entonces comencé a masturbarme mientras su mano rodeaba la mía. Estaba casi asfixiandome entre mis propios gemidos. Estaba a punto de venirme.

Con violencia giró mi cuerpo dejándome boca arriba y se acomodo entre el espacio de mis piernas. Su miembro quedó en la entrada de mi trasero y sus diabólicos ojos me quemaron. Me beso con ansias, la sangre de nuevo brotó de mi labios y entonces me penetró de un golpe, tan profundo que sentí que me desvanecia.

Una, dos, tres conté las incansables embestidas y mi cuerpo convulsiono en violentos espasmos, entonces una de sus manos me tomo por el rostro obligandome a verle...

- Aquí está la daga de doble filo. Mi tormento será siempre buscarte furioso para que sólo seas mio y el tuyo será esperar ansiosamente que te encuentre, mientras me dibujas en el rostro de otros hombres.

La firmeza de su decreto y la fuerza de una última embestida me hicieron venirme mientras mi cuerpo se retorcia en el más placentero extasis.

Agitado respire para calmarme y sobre mi pecho jadeaba cansado el cachorrito rubio que también se había corrido. Me agradeció con un beso y recostandose de un lado de la cama, se quedó profundamente dormido. Me pareció buena idea seguirle. Me acomode en mi lado y cansado cerre los ojos, no veía a Sebastián pero al lámer mis labios me di cuenta de que si estaba sangrando ¿como diablos me hice esto? Intente pensar pero de inmediato me dormi.

Desperté a eso de las 8:30 am y desde entonces me dedique a basear las botellas del bar y fumar incansablemente. Invertí tiempo en un largo baño de burbujas en el jacuzzi y luego seque bien mi cabello. Al final de todo regrese en bata a la cama.

Me senté en la cama y contemple las botellas y cajas de cigarrillos en el suelo. A mi lado aún dormía el joven del bar y su cabello dorado brillaba con el toque de los rayos de luz que se colaban por los enormes ventanales.

- Bonita vista...

Casi listo para levantarme e ir a vestirme furiosos golpes amenazaban con tumbar la puerta de la habitación. El hombre a mi lado desperto alterado por el fuerte ruido de los golpes.

- ¡CIEEEEL!

La voz que grito furiosa del otro lado de la puerta yo la conocía muy bien. Toda la sangre en mi cuerpo se congeló.


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