Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Punto de quiebre por malugr

[Reviews - 172]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Nunca había visto realmente un amanecer, es otra de las tantas cosas que jamás había hecho, me daba cuenta de que había pasado gran parte de mi vida viendo sin realmente mirar. Los amaneceres siempre han sido inspiradores, la gente habla de ellos como milagros, una muestra de que no importa cuán oscura sea la noche, siempre termina, siempre hay un nuevo comienzo ¿Cómo debía interpretarlos alguien a quien la luz amenaza con quitarle lo único que ha querido siempre, con total desinterés? Me había prohibido ver la hora o preguntar por ella, pero en sí mismo mi corazón era una alarma que me avisaba contrayéndose dolorosamente el paso de cada minuto, las infames manecillas del reloj no se detendrían aun en presencia de aquel amor asfixiante al que me aferraba con cada respiración, el tiempo no me dejaría amarle más allá de esta noche, que sin duda alguna era la última antes de que nos separáramos. No quería ver aquel amanecer que para mi no significaría mas que el fin, la hora de partir sin el, con una maleta de recuerdos y el alma sepultada bajo los primero rayos de implacable luz.

 Estábamos en la cama, sebastian me abrazaba y mientras mis pensamientos divagaban el me acariciaba, me consolaba en silencio de una forma tan sutil que casi pasaba desapercibida, pero el sabia de mi angustia, era la misma que la suya, teníamos las horas contadas y contra eso no había palabras reconfortantes. Busque su mano con la mía y la tome con fuerza.

 Debían ser cerca de las 4am, no quería confirmarlo pero estaba bastante seguro. Sus dedos se entrelazaron con los míos, la mano de sebastian me pareció más grande que nunca, todo el me pareció enorme mientras mi espalda permanecía pegado a su pecho, acurrucándome tan cerca como fuese posible, intentando quedarme con toda su esencia. Senti ganas de llorar al pensar en que ni squiera sebastian podía protegernos de los asesinos minutos que se carcajeaban de nosotros con su infernal tic tac.

- ¿ciel?

 Su voz me trajo de vuelta, pero no quise responder, mi garganta era un nudo de emociones.  Sebastian se acomodo y se puso sobre mi, enterro su cara en mi cuello y desde ahí trazo una línea de besos hasta mi boca. Tan dulce, tan reconfortante, sus labios eran un sedante y a la vez adrenalina que desbocaba mi pulso.  Separo su rostro del mio y ahí estaban sus ojos.

- No me mires así.- Me susurro.-

Me sorprendió bastante.

- ¿Así como?

- Como si fueses el único con miedo. Estoy a punto de despedazarme.

Todas mis entrañas se revolvieron con su honestidad, lo sé, se bien que esto es una tortura. Alargue mis brazos y me abrace a su cuello, atrayéndolo a mí para otro beso. Sus brazos me tomaron, abrazándome con fuerza mientras que nuestras lenguas se movían con suavidad, acariciándose entre ellas, era como si también se despidieran. De pronto el dulce beso se volvió salado, lagrimas mías, lagrimas suyas, lágrimas de hoy, lágrimas de hace diez años.

 Nuestras heridas respiraciones chocaban en aquel beso, eran un llanto de amantes que no habían logrado reconocerse a tiempo, un llanto de quienes ya se sabían perdidos ¿En que lugar pueden guardarse los fragmentos de un amor así? ¿En qué maleta cabían recuerdos tan pesados? Sebastian se deslizo por mi mejilla, podía sentir su pecho agitado, su respiración entrecortada, aquel indestructible hombre se deslizaba por mi piel tratando de encontrar una forma de consolar sus miedos, no éramos tan diferentes, solo nosotros podíamos amarnos y solo nosotros podíamos herirnos. Sentí su boca en mi oído.

- Vuela conmigo a America.

Mi respiración se detuvo, mientras unas de sus manos bajaba por mi costado, acariciando mis caderas, alcanzando mi muslo. No podía musitar una sola palabra. De nuevo sus labios se posaron contra los míos.

- Ven conmigo, no nos pierdas.

 Las lágrimas poblaron mis ojos.

- No me hagas esto.

 Dije tratando de que cambiara el tema, no podía soportarlo, no quería rechazarlo ¿pero cómo podía simplemente desaparecer? Aunque estuviese vacía, aún tenía una vida a la cual debía volver, mi madre, estudios, no puedo, no me hagas esto porque no puedo.

 Su mano levanto ligeramente mi pierna, haciéndose lugar entre ellas, sentí toda su virilidad contra la mia.

- No quiero marcharme sin ti, ahora que te tengo no me hagas despedirte.

- Sebastian es imposible.

 Su brazo me sujeto con mas firmeza y su mano acaricio mi abdomen bajando hasta mi pelvis, la yemas de sus dedos me quemaban, mi mente completamente aturdida se debatía entre el dolor de sus palabras y el placer de su tacto.  Seguia besándome.

- Hazlo ciel.

- Sebastian…

- No lo piensen mas y hazlo.

 Justo entonces le sentí penetrarme.

 Un gemido escapo de mí mientras las lágrimas seguían recorriendo mis mejillas. Poco a poco sebastian fue profanándome, cada centímetro de él se acomodaba en mi interior.

 - No quiero irme sin ti ciel, no esta vez.

Me sentía completamente lleno de él. Sebastián comenzó a moverse, despacio, como si quisiera disfrutar a sus anchas de mi cuerpo. Me besaba y su mano permanecía aferrada a mi muslo, lo sentía intensamente en cada parte de mi ser.

Su cuerpo perfectamente delineado se marcaba con cada sutil embestida, su pecho agitado clamaba melancolía y placer mientras luchaba por arrancarme un "Si" cuántas veces había querido oírle decir aquello y sólo ha servido para darme cuenta de lo imposible que es. No puedo.

Me hundía en sus labios húmedos, y mis manos se deleitaban paseando por su espalda, perfectamente esculpida, todo el perfecto, todo el un milagro. Quería perderme en lo que quedaba de noche, quería ahogarme en esta sensación de sentirlo hasta lo más profundo y de ser necesario morir perdido en el, desintegrarme en mil pedazos y hacerme uno con su cuerpo, con su alma... Morir anclado en su pecho.

- Di algo ciel... - Me besaba con insistencia.-

Mis caderas se levantaban para acercarse más, quería sentirlo, quería ser por completo de él y nunca más olvidar a quien pertenezco.

- Di que eres mío... Dimelo.

Sebastián me levantó y me sentó sobre él, la postura hizo que su hombría llegara aún más profundo dentro de mí, me sentía abrumadoramente poseído. Uno de sus brazos me rodeó, sujetandome, apegandome a él y con su otra mano sostenía mi rostro, obligandome a mirarlo fijamente. Comencé a moverme despacio mientras que sus ojos se entrecerraban, mis caderas se dejaban ir en un delicioso vaivén que ambos disfrutabamos. Sebastián Lucía extasiado y al echar levemente su cabeza hacía atrás pude ver su garganta, tan fuerte, tan atractiva y sin dejar de moverme me dispuse a recorrerla, succionandolo, acariciandole con mi lengua, su piel erizada no mentía.

- Solo a ti te pertenezco.

Inclinó su rostro hacía delante, con ojos brillantes de deseo y amor, sus manos bajaron a mis caderas haciendo presión para que pudiera sentirle aún más dentro de mi, la sensación me causó un escalofrío que me hizo cerrar los ojos mientras me abandonaba en un delicado gemido. Disfrutaba de verme enloquecer por su causa, solo el puede complacerme de ese modo, exitarme hasta la locura y luego satisfacerme por completo, entre aquellos poderosos brazos Sebastián me mostraba los más recónditos lugares de un placer que no creí que existiera, la fuerza, la virilidad, su hombría, la carne deseosa y el alma impaciente... Mi amante, juntos éramos arte.

Me beso con fuerza, dejándome sin aliento en un abrazo con el que sus músculos se tensaron, la fuerte espalda, su definido pecho. Un fino hilo compuesto de nuestras salivas escapó por el borde de mis labios, completamente acalorado sentía el rubor invadiendo mi rostro, mis pupilas dilatadas, mis jadeos... Sebastián se hundió en mi cabello.

- A nadie más muestres este rostro.

Parecía una súplica, como si estuviese sufriendo, poco a poco se resignaba al hecho de que yo no podía simplemente irme y ahora en su dulce modo aquel hombre temido y respetado se hacía menudo ante la idea de no tenerme a su lado, me pedía con todo su ser que jamás me diese a otro, que permaneciera con el aún entre los kilómetros. Los azules ojos de mi amado eran húmedos, mientras lágrimas surcaban su rostro ¿A quien no se le habría roto el corazón? Le abracé con fuerza.

- Te pensaré cada instante de mi vida, lo juro, hasta que volvamos a estar juntos. - le afirme.-

Se aferraba a mí como un niño, no quería dejarme y yo hubiese dado todo por poder convencerme a mi mismo, pero sabía que no era correcto y precisamente porque lo amaba no podía ir con el, no podía irrumpir en su mundo de ese modo, más pronto que tarde su rostro estaría en todos los medios y el reconocido y respetado abogado sería pisoteado por la prensa y destruido por un mundo que seguramente nunca entendería de cuantas formas su amor me ha salvado. Debía por su bien causarle el menor de los males, ésta vez no había lugar para mi orgullo y debía pensar en lo mucho que el podía perder.

- Y yo a ti.

Sebastián suspiró.

Apoyé mis manos en su pecho y comencé a empujarlo para que quedara del todo acostado. Sobre su pelvis podía apreciar por completo cada línea que se dibujaba en su cuerpo, perfección.

Comencé a moverme de nuevo mientras que veía con nitidez mi reflejo en los húmedos ojos que me contemplaban absortos. Con movimientos suaves me dejaba ir sobre su miembro que se deslizaba entre mi carne, firme, invadiendome por completo, liberando un calor insoportable en mi interior. Mis manos en su abdomen podían sentir los marcados abdominales que subían y bajaban acompasados con su respiración.

Sebastián me veía con ojos entrecerrados mientras que alguna lágrima rodaba por su rostro, sus labios ligeramente separados dejaban escapar los eróticos gemidos que envolvian todos mis sentidos, era una imagen intensa, era conmovedor y a la vez excitante, estaba convencido de que nunca hubo un pecador más enamorado de su castigo que yo ¿Quien no estaría dispuesto a morir derretido sobre aquella piel?

Me abandonaba al placer que sólo el podía darme y ansioso por más, mi ritmo se fue elevando, al instante las manos de Sebastián me tomaron por los brazos obligandome a acostarme sobre el, acomodandome en su pecho.

- Quiero que lo hagas despacio.

Sus palabras me erizaron. Sentí sus manos recorrer mi espalda, acariciandome en un dulce y erótico abrazo mientras yo le veía ruborizado hasta el infinito producto de su gentileza, la ternura era algo que me hacía avergonzar como si fuese un virgen descubriendo el sexo. Sebastián acarició mi cabello y luego sus manos me incitaron a moverme, un vaivén enloquecedoramente sutil, despacio, podía sentir cada milímetro de su virilidad y mi piel se erizo estimulada por aquella sensación. Me miraba encendido directamente a los ojos, su brazo izquierdo fue hacía atrás para poder apoyarse sobre su codo en la cama levantando el torso ligeramente, la otra de sus manos acariciaba mi rostro y el pulgar pronto estuvo recorriendo mi labio inferior.

- Eres hermoso...

Sebastián jadeaba las dulces palabras que me sonrojaban hasta el alma mientras seguía penetrandome, apenado intenté girar mi rostro pero su mano me lo impidió.

- Estoy enamorado... incluso de la cadena que me mantiene unido a ti.

No podía ni hablar, un nudo en mi garganta me lo impedía, tenía el corazón en un hilo y todo mi cuerpo temblaba. Estaba desbordandome de un sentimiento demasiado grande como para contenerlo, temblaba excitado, Emocionado, enamorado...

- Te amo Sebastián.

Y aquellas palabras fulminaron todo en mi interior.

Lo sentí palpitar en lo más profundo de mí, mientras un seco gemido se clavó en mis tímpanos, y su esencia me inundó, todo él se dejaba ir en un orgasmo y yo incapaz de soportar más me vine de una forma casi agónica, me derretia sobre su cuerpo con mis puños apretados, en un gemido agudo y sutil, sentía que aquel placer me enloqueceria por completo.

Me derrumbe sobre su pecho, jadeando suavemente absolutamente aturdido, embriagado por mis sensaciones y emociones. Sebastián seguía dentro de mí y se incorporó levemente para girarnos. Me abrazaba tiernamente mientras se colocaba sobre mi y con una dulzura asesina me acurruco bajo su cuerpo. Me beso despacio arrancandome los últimos jadeos de mi pecho.

- Te amo ciel.

Aquella perfecta boca pronunciaba mi nombre como si fuese un rezo sagrado, atesorandolo entre sus labios y me sentía tan seguro, me sentía a salvo del mundo sabiendo que aquel amor del que me hablaba era real, era invencible y eterno.

- Acompañame a ver el amanecer.

Tuve que tragar algo nervioso.

- Tengo miedo del mañana...

Beso mi frente y me miró.

- No importa que ésta noche termine y no importa a donde nos lleve la vida, encontraré la forma de llegar a ti de nuevo, una y otra vez, hasta que el destino no tenga más remedio que aceptarnos.

- Juramelo, jura que no nos abandonaras.

- Te juro que nos mantendré juntos, no nos perderemos de nuevo.

...

Sebastián se puso un ligero pantalón, lo observaba desde la cama dirigirse hasta su armario buscando algo que pudiese servirme, finalmente dio la vuelta con algo parecido a una manta de satén de un apasionado color azul profundo. Me fui acercando al borde de la cama y al llegar me tendió su mano para ayudarme, note al ponerme en pié que mis piernas temblaban, aquello no me extraño, luego de semejante noche es un milagro que aún pueda levantarme.

- ¿Estás bien?. - Dijo un sonriente Sebastián. -

- Lo estoy.

Me cubrió con la fina manta pasándola sobre mis hombros, cayendo graciosamente hasta mis rodillas. Me abrigue bien en ella y me dejé guiar por el brazo de Sebastián, que me sostenía por la cintura.

Abandonamos la habitación a través de los ventanales, pronto mis pies entraron en contacto con la arena, no pude evitar crisparme y retroceder, recordé que estaba lleno de heridas.

- Lo siento, continuemos, estoy bien.

Sone tan convincente como pude, pero a Sebastián no podía engañarle y con un solo movimiento me levantó del suelo, me sentía avergonzado con la posición, parecía una absurda princesa incapaz de caminar.

- Son sólo unos metros ciel, estoy seguro de que tu orgullo puede soportar eso.

Me veía y sonreía con dulzura.

- Supongo que sí, pero no deberías hacer fuerza.

Me enfurruñe en su pecho y supo que hablaba del disparo.

- Estoy perfectamente, no te preocupes.

Lo demás fue silencio, mientras absorto por la belleza de aquel horizonte me calentaba contra su tibio cuerpo. Pronto estuvimos en la propia costa, y Sebastián me acomodó en la arena a pocos centímetros del agua, la brisa proveniente del océano era fría, la arena ya extrañaba al sol y a sus tibios rayos. Él se sentó conmigo, me abrió un lugar entre sus piernas y mi cabeza descanso sobre su pecho, sus brazos me rodearon, y apoyó su mentón entre mi cabello. Por un minuto no hubieron palabras, solo dos cuerpo enternecidos con el tacto del otro, adorandose bajo aquel oscuro manto, cielo estrellado, a punto de teñirse de cálidos colores.

- ¿Debes regresar hoy?. -Pregunté. -

- Es inevitable, hay un millón de cosas que debo hacer y que ya no pueden esperar más.

- ¿Es duro ser abogado?

 Musite aquella frase como intentando cambiar un poco el tema.

- Es para lo que soy bueno, lo disfruto, aunque al principio no lo sabía.

- ¿A que te refieres?

El cuerpo de Sebastián se puso algo tenso.

- Estudié derecho imitando a un héroe de mi infancia.

No pude evitar separar mi rostro de su pecho para poder ver el suyo, Sebastián me pareció mucho más joven mientras hablaba... Me miró y comprendió mi desconcierto.

- Vincent, tu padre, para mi fue un hermano. Era el mejor hombre que conocí y cuando fue mi turno de convertirme en uno, elegí seguir sus pasos, así fue como estudie leyes.

Me estremecí al escuchar aquello, tenía años sin hablar de mi padre.

- Poco es lo que puedo recordar de él.

- Eras muy joven... Yo hubiese dado todos mis años de vida solo por darle a él unos minutos más. Era tan amable y a la vez tan fuerte, protegía a los suyos de todo, incluso del dolor que nos provocaba verle sucumbir ante la enfermedad, siempre sonreía, siempre...

- ¿Crees que nos vea desde algún lugar?

- ¿Te preocupa que así sea?

- Supongo, ¿Que crees que pensaría de nosotros?

- Vincent no puede culparme...

Sebastián sostuvo mi cara entre sus manos.

- Debe saber que me ha hechizado la criatura más hermosa del edén, que me he enamorado hasta de las cosas que más odias de ti mismo, que no puedo ni quiero tener una vida sin ti.

Todo mi cuerpo vibraba Emocionado.

- Espero que sepa que es mi intención cuidarte para siempre y que soy yo quien se desvive por las palabras que pronuncias. No volveré a amar a nadie tanto como te estoy amando a ti, aquí, ésta noche.

Mi corazón latía con tal fuerza que sentía la sangre fluir por mis venas. Avergonzado oculte mi rostro.

- ¿Como puedes decir algo así en voz alta?

- Porque es cierto ¿Crees que baste para que vincent me apruebe?

- No tendría más opción.

- ¿Porque lo piensas?

Me enfurruñe aún más entre mi manta y su cuerpo, como un niño apenado de hablar.

- Porque también yo me he enamorado y no tengo intenciones de renunciar...

Justo frente a nosotros el cielo comenzó a abrirse, como si la oscura cortina nocturna se desgarrara justo ahí en donde el mar se confundía con el cielo... La claridad comenzó a emerger.

- Ciel phantomhive, esa ha sido la más hermosa confesión que he recibido jamás.

No pude evitar levantar el rostro para mirarlo, sentía algo de burla en su tono, como si riera...

- ¿Acaso estas burlandote?

Pero al verle me topé con una ternura infinita.

- Estoy agradeciéndote.

Por unos instantes nuestros ojos fueron los únicos hablando, era incapaz de apartar mi mirada y no pude evitar alzar mi mano hasta que las yemas de mis dedos se encontraron con su mandíbula; le di una tierna caricia y Sebastián cerró sus ojos como lo habría hecho cualquiera que esperaba ser besado. Subí un poco más y mis labios se apoyaron en los suyos al tiempo en que tibios rayos de sol pintaron el paisaje de un color naranja, una explosión de colores bautizó nuestro último día juntos, antes de que el sol se pusiera ésta tarde, Sebastián y yo nos separariamos y quien sabe cuanto tiempo pasaría antes de volver a encontrarnos, quien sabe si el amor podía seguir vivo, asfixiado entre tantos kilómetros.

- Te amo. -Susurre. -

- Te amo. -Contestó. -

- ¿Aunque no vaya a América?

Sebastián hizo silencio, un silencio aterrador que duró varios segundos.

- Lamento haberte pedido algo así, fui egoísta.

- No es la respuesta que espero.

- No ¿pero es que acaso necesitas una? ¿Me dejarás de amar por no seguirte a Londres?

- Por supuesto que no.

- Exacto ¿como podría amarte menos por no ir a América? Has elegido el camino correcto.

- Sin ti...

Sujeto mi mentón para verme directo a los ojos.

- Nunca vas a estar sin mi.

- Pero... Estaremos tan lejos.

- Estuve alejado estos años pero ahora iré seguido a Londres, cada vez pueda.

- Dos meses al año ¿Y mientras tanto?

- Te pondré cachondo por teléfono...

No pudimos evitar carcajearnos.

- Jajajajaja estas completamente loco.

- Lo digo en serio.

- No hay nada de serio en esa idea sr Sebastián Michaelis.

- ¿Que tal Skype? Es una buena opción.

- Por dios ¿Acaso estas escuchan...

En medio de mi oración un travieso Sebastián me robó un beso. De nuevo se sonrojaban mis mejillas...

- Eso es muy infantil...

- ¿Te parece?

Me sonreía, se bien lo que hacía, luchaba por tranquilizarme, trataba de disipar mi angustia, de reconfortarme y ciertamente estaba lograndolo.

- Será mucho tiempo estando lejos...

- ¿Y que más da? Estoy seguro de poder hacerte sonrojar aún del otro lado del mundo.

- No digas tonterías...

Sebastián me fue acostando sobre la arena, acomodándose sobre mí, apartó el cabello en mi frente, y sus labios me besaron con delicadeza...

- Te extrañare infinitamente, te pensaré cada día y te imaginare a mi lado cada noche desde esta tarde hasta que volvamos a vernos, porque sí volveremos a vernos, no importa cuantas veces nos despidamos, siempre nos reencontraremos.

- Eso va a doler. -Sonreí preocupado. -

Sus dedos recorrieron traviesamente la abertura por donde se separaba la manta, iban a su paso descubriendo mi pecho, mi abdomen... Su índice se detuvo en mi vientre.

- Será un placer que usted me rompa el corazón.

Mi corazón estaba agitado, su dedo seguía en el mismo sitio, me quemaba.

- ¿Terminarás lo que inician tus caricias?. -Sugerí tentadoramente. -

- Por supuesto... Pero...

- ¿Pero?

- Después de comer.

Agilmente se levantó conmigo en brazos, Sebastián parecía ignorar su herida, era como si me preocupara más a mí que a él, sin embargo no dije nada, solo me dejé cargar de nuevo hacia la casa, la verdad es que la idea de comer había capturado toda mi atención.

Mientras avanzabamos mis ojos se concentraron en el horizonte, ciertamente era un espectáculo mágico, el mar parecía pintarse con los colores que el cielo desprendía, a pesar de todo y de cuánto temí su llegada, ahora que le veía por primera vez, me parecía casi poético y tremendamente esperanzador. Me di cuenta de que Sebastián me observaba.

- ¿es reconfortante no?

- ¿El amanecer?.- pregunte.-

- No, darte cuenta de que a veces no son tan malas las cosas que nos preocupan.

- Supongo... 

Siguió avanzando hacia la casa y yo me mantuve en silencio deseando que así como podía sobrevivir este amanecer, pudiera sobrevivir al adiós.

...

Se paseaba agilmente de un lado a otro de la cocina, había olvidado lo bueno que era en esto, un olor denso a huevos y tocino impregnaba el aire, era tan familiar.

- ¿No deberían venir tus mujeres a cocinarte?

- ¿Son esos celos?

- No en relidad.

- JA! Bueno pues no estoy cocinando para mí, lo hago para ti y no dejaría que nadie más te atendiera.

Se dio la vuelta y me miró mientras se recostaba en el mesón junto a la cocina.

- ¿Que ocurre?

- Hace diez años hacíamos ésto. Tu sentado en la mesa, elegias el menú y yo cocinaba, llenabas la cocina con preguntas audaces, un chiquillo brillante.

- Jajaja así que es por eso que me siento en un deja vu.

- Extrañe eso durante mucho tiempo, luego sin darme cuenta lo sepulte.

- ¿Que más recuerdas?

- La primera vez que nos vimos.

- ¿Como fue?

- Llegué con tu madre y tu estabas en el jardín trasero... Ella nos presentó, tenías una mirada increíblemente intensa, curiosa.

- ¿Que pensaste?

- Que eras hermoso supongo.

- Pedofilo...

Nuestras risas estallaron.

- No de esa forma ciel, solo un pequeño muy adorable.

- ¿Nada más?

Sebastián se giró y de nuevo se concentró en la comida, ahora comenzaba a servirla.

- Nada más detective.

Avanzó hacía mi con el desayuno, yo permanecía sobre la mesa, el tomó una silla y se sentó junto a mi, su plato al lado de mi pierna descubierta hasta el muslo. Noté que hizo un esfuerzo por ignorarla y concentrarse en su comida. Puse mi plato en mi regazo y comí, por un momento sólo hubo silencio mientras cada uno devoraba su comida.

- Esta delicioso.

- Me alegra que te guste.

- Quiero oír más.

Sebastián levantó el rostro, pasó un servilleta por su boca y me dedicó una mirada, estaba algo incómodo.

- Es difícil...

- ¿Me querías?

- Te adoraba de mil formas diferentes, luego hubo un punto en el que todo se distorsiono. He cargado con éso muchos años... Creo que aún lo hago.

- No digas éso, lo haces parecer un error.

- Que te amara no me daba derecho de hacer lo que hice.

- Te lo estoy dando yo ahora.

Sonrió forzado, como si aquello no bastara para aliviarlo.

- Es parte de lo que somos ahora, no me arrepiento. De hecho hubiese querido ser mayor...

Ahora me veía absorto. Me baje despacio de la mesa y pase una de mis piernas sobre su regazo, así pude sentarme sobre el viendole directamente, seguía cubierto con la manta. Sebastián suspiró.

- Si hubiese sido mayor quizás podría recordar.

Mi mano se deslizó por su hombro hasta su mano, la sujete y la acerque a mi rostro. Cerré mis ojos.

- Tal vez pudiera recordar tus palabras, y el toque de tus manos. - Dije susurrando contra su palma.-

Seguí guiando su mano para que se deslizara por mi cuello.

- Tal vez pudiera recordar tus expresiones, y tu respiración...

- Ciel...

Seguí bajando su mano hasta mi pecho por el espacio donde la manta de abría... Ahora le miré a los ojos.

- Los besos que me diste y la forma en que me tocaste, la gentileza, el deseo...

Su mano se deslizaba por la parte baja de mi abdomen y el Lucía mareado, con una respiración turbia y ojos entrecerrados, como si pudiera imaginar lo que yo le decía mientras que observaba el recorrido de sus dedos sobre mi piel. Solté su mano que permanecía a centímetros de mí miembro y lleve las mías a mis clavículas, despacio deslice los dedos hasta mis hombros dónde se encontraron en ambos lados con la fina tela, un leve toque bastó para que la prenda se deslizara con gracia por mi piel, cayendo y dejando mi desnudez completamente expuesta ante él. Me sentí más erótico que nunca, sorprendido de mis propias palabras y de la lasciva forma en la que estaba seduciendolo. Me miró sorprendido y aturdido al mismo tiempo.

- Si hubiera sido mayor... Me habría entregado a ti antes que a ningún otro.

- No sigas...

Me acerque a su boca tanto que sentí su ardiente respiración...

- Soy el mismo ahora que esa noche... Te he deseado siempre, tanto como tu a mí, nada fue un error, nada fue impuro.

Su frente se apoyó con la mía y nuestras respiraciones seguían mezclándose.

- ¿Estás liberandome?

- Es mi turno de hacerlo.

Ay cosas que tienen más valor en esta vida que todo el oro de todas las naciones... Nunca olvidaré esa mirada agradecida. Sebastián recorrío mis muslos, y pronto sus brazos me rodearon a la altura de la cintura, antes de darme cuenta nos estábamos besando.

- Gracias... Yo... No se que decir ahora.

- Eso es sorprendente dicho por un abogado.

- Es el efecto que causas en mí.

 Sus audaces ojos me recorrienron y note su alivio acompañado por una buena dosis de deseo, sabia cual era el siguiente paso... Pero antes...

 - ¿No es reconfortante?

 Me miro algo extrañado.

 - Quitarnos de encima las cosas que nos preocupan...- Dije haciendo referencia a lo que me habia dicho sobre el amanecer.-

 Nos fundimos en un abrazo y sin una palabra mas le guie hasta la habitacion, para danzar entre las sabanas al ritmo de los intensos rayos de luz de nuestro primer amanecer, los de nuestro ultimo dia.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).