Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lluvia torrencial sobre Shibuya por Inshibuya-out

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aclaraciones del capítulo:

Cada escena está separada por su número correspondiente, ejemplo: 1., 2., 3., etc. Los flash back están situados bajo sus sub números, ejemplo: 1.1., 2.3, 5.5, etc. 
Por lo que si lee un "3.2" sobre un párrafo, es claramente un flash back.

Glosario:


Maryoku: Poder demoníaco de la raza Mazoku.

"Si Shibuya está en ventaja entonces Harajuku está en desventaja": El kanji de Yuuri (有) se lee como "Ventaja". El Kanji ri () se vincula con terminos lucrativos, bancarios (El padre de Yuuri trabaja en un banco, dato importante lol) mientras que Fuuri se lee como "desventaja", añadiendo que Harajuku es la estación siguiente a la estación Shibuya. 
(Su nombre es una gran ironia, lo sé lol)

Mateki: Flauta demoníaca con el poder de crear lluvia.


Fin del glosario.



7.


El panorama no pintaba mejor que el de hacía unos momentos en pleno centro de Shinjuku. Las gotitas de lluvia impactaban precipitadamente contra el agua de la fuente, amenazando con rebalsarla en poco tiempo, si continuaban con aquel ritmo tan desmesurado.
Mantuvo ambos brazos descansando sobre sus rodillas y sus ojos –abiertos par en par– fijos en la danza casi suicida de las chispeantes gotitas que morían con tanta rapidez, que pudo incluso compararlas con los ataques suicidas de los vientos divinos.
Su reflejo perdía forma, crecía, se esparcía y se contraía con gracia, a voluntad del imprudente orvallo. Aquel sonido era tan diferente al sonido de Shibuya, claramente. El suelo libre de pavimento era amortiguador natural del agua que caía del cielo.
Elevó la vista hacia las grises nubes –una que otra gota impactando sus pupilas– y suspiró. Finalmente regresaba a Shin Makoku luego de casi una semana –en tiempo terrestre–.
Se levantó poco después, destilando agua. La lluvia golpeteaba, con fuerza, tanto su coronilla como sus hombros, con insistencia. Estuvo un momento de pie, esperando por ser recibido –como normalmente lo era en aquellos viajes no programados, de los cuales todos tenían conocimiento, menos él–.
El entorno ennegrecido por la húmida penumbra. No pudo divisar ninguna luz entre las densas cortinas de agua.

Yuuri tomó un momento para pensar en lo acontecido minutos atrás, dudando un momento el traer consigo alguna pertenencia. Revisó sus bolsillos con dificultad –arañando la negra y empapada tela con la punta de los dedos– buscando su abertura, aun sabiendo que no había nada en ellos; y en efecto, no había nada en ellos.
No era normal traer objetos a esos viajes, y dudaba que esta oportunidad fuera una de aquellas increíbles excepciones. Aunque…
Si había llegado hasta allí por culpa del infortunio, podía caber la duda de que este jugara de manera chueca, cambiando un poco las reglas y, por una única vez, darle un poco de ventaja. ¿Ventaja? ¿No se suponía que, “Si Shibuya estaba en “ventaja” entonces Harajuku estaba en “desventaja”? ¡Oh! Claramente era una total ironía. Recordó las palabras de Murata. «Bien jugado, destino, bien jugado», terminó de citar y sonrió apretando los dientes, chocándolos  entre si con insistencia. Finalmente, ¿Podría ser esta vez una excepción a la regla? ¿Una minúscula ventaja dentro de su completa desventaja?
Lo sería, ya que, flotando, la oscura sombrilla llegó hasta sus piernas en menos de lo que la respuesta encegueció su acuosa vista.
«Otro golpe de suerte», pensó con una enorme y cansina sonrisa. Tomó el gran paraguas, cubrió sus hombros con el y salió finalmente de la fuente levantando bien las rodillas con cada paso.
Como excepción a la regla, no fue recibido por nadie, pero no se podía tener todo en la vida, ¿cierto?.


8.


Elevó el paraguas descubriendo su vista. El familiar camino de tierra clara era, esta vez, de un color oscuro, emanando de si el tan característico aroma a suelo húmedo. Su nariz picó con agrado. Tan diferente al hedor que desprendían las alcantarillas que rodeaban el cruce de la estación Chiyoda. Si tan solo hubiera recordado el artefacto antes de salir a su dirección... Negó con la cabeza. No sacaría nada con reprocharse faltas del pasado, debía llegar al castillo y buscar a la científica, volver a Shinjuku, realizar el milagro que se suponía tal aparato realizaba y conseguir –por fin– el tan anhelado cromo de tarjetas de los Seibu Lions colección de oro del 85.

«Milagro…», paró en seco, con la mano derecha despegando de su piel el cuello del empapado uniforme. ¿Qué clase de milagro realizaría dicho aparato? Según Anissina-san podía cambiar el tiempo a voluntad, ¿con poderes psíquicos?, ¡pero él no poseía tales poderes!. –A esas alturas, y por lo poco que sabía, él era bastante común–. Oh, claro, bastante “común” con poderes que sobrepasaban los del universo mismo –del cual era parte–, y tan “común” que incluso, y no conforme con todo lo común que había destacado hacía un rato, guardaba en su interior otra entidad mucho más poderosa que su estando consiente, quien salía a flote en cada ocasión de real riesgo, salvándole el pellejo con maneras poco ortodoxas, pero bastante impresionantes.


«”Maryoku”, Yuuri. ¿Estás bromeando?. Vaya, no cabe duda que no estás tomando atención en absoluto, ¡¿por qué no estás tomando atención de todas formas?!. Días como estos, en que el agua de lluvia entra por tus orejas, es cuando más me necesitas, ¿cierto?».
«Puede ser», Yuuri contestó rápidamente. No convenía dejarle sin una respuesta. El Wolfram de su cabeza no le dejaría en paz si tomaba su tiempo en responder.
Y a todo esto, ¡¿desde hacía cuanto que existía un Wolfram en su cabeza?!.

«No, no. Primero me dejas en vergüenza frente a toda esa gente, ¿y ahora te inmiscuyes en MIS pensamientos, burlándote de mi por un simple chiste sobre poderes psíquicos? Se lo que es el Maryoku, lo sé. ¡He estado escuchando todo este tiempo!. Está lloviendo, Wolf. Estoy empapado hasta los huesos, tengo frío y solo quiero llegar de una vez al castillo, pedirle a Anissina-san el aparato aquel del clima, cuyo nombre no recuerdo, pero sospecho tu lo sabes; porque lo sabes todo, ¿verdad?. Pero, Wolf, respóndeme una duda, si lo sabes todo, ¡¿por qué entonces no me advertiste de este torrencial la semana pasada?! No, no hace falta que respondas, porque se que no eres más que una parte de mi masoquista subconsciente con un grave complejo de inferioridad, que no encontró mejor solución que darte un espacio entre mis tantas neuronas para seguir martirizándose. De todas formas, ¡¿por qué estás acosándome todo el tiempo?! Sí, estamos comprometidos. Eso lo recuerdo, lo mantengo presente, por lo que no hace falta recordármelo ahora y burlarte por ello. Lo entiendo y hasta… Lo acepto del todo-- ¡Espera! ¡No vengas y saltes sobre mi, ¿de acuerdo?! Ah… Si simplemente no fueras tan…¿apasionado? ¿Es esa la palabra correcta que describe tu amor incondicional por mi? “Amor”… Si tan solo fueras un poco más distinto, digo, no distinto de esa clase de “distinto”, si no que… ¡Ah! ¡¿Desde cuando he comenzado a pensar de esta manera sobre ti?! ¡Basta! ¡Tú eres un Wolfram creado por mi subconsciente, no eres el verdadero Wolfram!. Si lo fueras, no hubiera empezando esta conversación en primer lugar y-- Ya llegué».
Frente a las grandes puertas del castillo. Escuchó las exclamaciones de sorpresa de los guardias, quienes corrían apresurados a su encuentro.

«…Enclenque».
Bajó su vista, observando como su par de zapatillas desaparecía en medio de un gran charco.


9.


—¡Su majestad! —. Exclamó con asombro una sirvienta que cargaba la última cesta con sábanas mojadas en agua de lluvia.
Yuuri sonrió con un ápice de vergüenza, tal como lo había hecho con los guardias. No se esperaban el ver al gran y majestuoso Maou empapado hasta los dedos de los pies y lleno de barro, caminando hasta el castillo como cualquier aldeano, al parecer. Volvió a observar a la doncella. Su uniforme de trabajo estaba totalmente empapado, al igual que sus oscuras ropas. La muchacha descubrió su rostro de unos chorreantes mechones claros de cabello y le dirigió la palabra nuevamente.

—¡Su majestad, pescará un resfriado aquí afuera, en medio de esta lluvia! ¡Dios! ¡Está completamente empapado! ¡Debe entrar al castillo inmediatamente! ¿Eh?, digo, ¡Perdone mi falta de respeto!— La doncella casi dejó caer las sábanas al barro en medio de una venia en busca de perdón por tal atrevimiento. Yuuri simplemente levantó la mano libre y negó con esta.

—Está bien. Esto de aquí a impedido en parte que termine como esponja —realizó un ademán con su barbilla, apuntando hacía el paraguas negro que cubría su coronilla—. Conrad y los demás…¿Están? Quiero decir, ¡No fui recibido por nadie! ¡Ni siquiera por Wolfram! De seguro está dentro, ¡él muy sinvergüenza totalmente seco y frente a la chimenea!—. La joven rió por lo bajo, enderezándose al fin. Negó con la cabeza, su semblante se ensombreció levemente.

—Su excelencia lord Weller se encaminó, junto con su excelencia lord von Voltaire y su excelencia lord von Christ y sus respectivas tropas, a resguardar y prestar ayuda a los pequeños pueblos del noreste, aquellos que cruzan los puentes, cerca de los ríos. Su excelencia Lady von Karbelnikoff y su excelencia lord von Bielefeld se han quedado a cargo del castillo y de la joven princesa. Todos estamos bastante preocupados por ellos. Este mal tiempo…No se pudo hacer nada, fue un estado de emergencia. Se han hallado trabajando desde hace unos días… Desde que comenzó este fatídico torrencial…Majestad, por favor. Entre al castillo. Le prepararé rápidamente el baño, ropa seca y una buena sopa caliente—.La joven sonrió levemente, mostrando seria preocupación por el joven monarca.

Yuuri suspiró, apretando con fuerza el mango del paraguas. Ahora entendía porque nadie había ido a recibirle. Habían cosas más importantes en aquellos momentos que su importuna llegada…Esta clase de lluvias eran realmente desastrosas, nada comparado con las lluvias en Japón, aun cuando las alertas de marejadas se mantenían entre ceja y ceja. Tal vez no se encontraban en medio de una isla, pero si en suelos de tierra fáciles de convertirse en ríos de barro, provocados por los aluviones. Luego, por una fracción de segundos, mientras seguía a la doncella por los pasillos, recordó su propósito tan egoísta.
Sintió vergüenza de si mismo como gobernante, todos se encontraban luchando contra los inconvenientes de la lluvia torrencial y el se encaminaba hacia un baño de agua caliente y una sopa caliente junto a la chimenea. No, ¿pero que podía hacer contra el nefasto clima? ¿Partir a caballo hacía aquellos pueblos y ayudar con su resguardo? ¿Era seguro cabalgar entre medio de la llovizna? Los caminos estaban completamente bloqueados, convertidos en oscuras masas blandas, por la constante lluvia. Pensó un momento y cerró el paraguas cuando llegó a la entrada del palacio. Este escurrió agua disipando un poco el barro de sus zapatillas. La muchacha volteó, extrañándose al no escuchar el sonido de los zapatos embarrados haciendo fricción contra el mármol tras de si.

­—Su majestad, ¿se encuentra bien?—. Le dirigió la palabra. Yuuri mantuvo la mirada fija hacia sus zapatillas llenas de barro y levantó la cabeza cuando el tiempo se hizo eterno, al menos para la muchacha, quien en un arrebato por despabilar a su soberano, sacudió la cesta provocando ruido.

—Eh…S-Si. Annisina-san, ¿en donde está?—. Preguntó tartamudeando ligeramente.
El plan tenía que mantenerse. Debía. Estaba siendo egoísta y cobarde; bastante egoísta y cobarde, pero su impulso adolecente gritaba hasta desgarrarse la garganta que el motivo principal de su viaje era el obtener el artefacto mágico y pirar de allí velozmente. Regresaría una vez cumpliera con su cometido y podría participar incluso en la reconstrucción de todos los pueblitos arrasados por las inundaciones. ¡Mejor aun!, utilizaría el artefacto para parar la lluvia y luego piraría hacía Shinjuku. Era mucho mejor el realizar el milagro en sus respectivas tierras antes de partir a su hogar, en la tierra. Si el artefacto funcionaba como el mismo Mateki, estaría frente al edificio Tashikamaya en un abrir y cerrar de ojos.

—Su excelencia Lady von Karbelnikoff se encuentra junto a la joven princesa, en el despacho de su excelencia lord von Voltaire…—enmudeció al no recibir respuesta en un considerable lapso de tiempo—. ¿Su majestad?—. La muchacha se estremeció al notar que el joven se había desviado del camino hacia su habitación. El camino de lodo dejado delataba la dirección hacía el despacho.


10.


—¡Yuuri!—. Greta corrió hasta él y lo abrazó por la cintura, estirando sus pequeños brazos todo lo que pudo para abarcar más de él. Yuuri acarició sus rojizos cabellos, pero inmediatamente reaccionó, alejándola.

—¡Estoy empapado, Greta! ¡Te resfriaras!—. Advirtió con una amplia y bonachona sonrisa. Greta rió suavemente y negó, escondiendo sus brazos tras su espalda.

—¡Su majestad! ¡Ha vuelto! —Exclamó Anissina con una gran sonrisa.

Greta mantuvo la persecución por un gran abrazo de parte de su padre, pero Yuuri se reusó entre picaras risas y negaciones de cabeza. Para cuando la pequeña princesa logró calmarse –obteniendo finalmente ese ansiado abrazo–, Yuuri pudo dirigirse hacía la científica.

—Anissina-san, sobre uno de tus artefactos mágicos…— la mujer parpadeó intrigada, sin borrar la amplia sonrisa. Tan amplia, que sus mejillas parecían doler por tal estiramiento—. Me pregunto si “Arcoíris bajo tus párpados-kun” aún se encuentra contigo, bueno…Lo necesito—. Finalizó con algo de vergüenza.
Recordó el terror de Gwendal, recordó esa expresión de terror en su rostro cada que la mujer traía consigo un nuevo invento. Pensó que tal vez, solo tal vez, debía sentirse aterrado y no ansioso por ser el conejillo de indias esta vez.

—¡Oh! ¡Su majestad! ¡Esto es tan asombroso! Sabía que “Arcoíris bajo tus párpados-kun” alcanzaría el interés de su majestad Yuuri tarde o temprano. Lo supe desde el momento en que sus manos tocaron su cómoda forma, ¿bastante cómodo, verdad?— Yuuri abrió la boca para argumentar, más fue callado—. ¡Demasiado cómodo diría!. ¡Ahora es el momento, en el cual nos convertiremos en espectadores del sorprendente milagro de mi más importante invento! ¡Un paso más para el progreso de la tecnología en Shin Makoku y sus países aliados!—. Anissina rió, inmersa en, lo que los más habidos en el tema conocen como; “El éxtasis del inventor”.

Ahora era cuando el terror comenzaba a subir por sus rodillas, hasta su estómago. Yuuri tragó espesa saliva y rió con una tonta expresión. ¿Qué perdía con hacer feliz a una persona? Anissina-san lucía demasiado feliz –aterradoramente feliz–. Tan feliz que su felicidad estaba inundando el cuarto con “feromonas de participación”, podía saborearlas con el paladar. «¿Qué es lo que podría perder? ¿Mi vida? ¿Para que quiero vivir de todas formas?», con divertido sarcasmo, respondió a su pregunta.

Greta observaba todo con mucha atención, la cara de espanto de su padre y la risa casi diabólica de su modelo a seguir. No había querido preguntar nada, ya averiguaría que era ese tal “me como tus pulmones-kun” ¿era pulmones-kun? Greta se llenó de dudas.

Yuuri se mantuvo expectante a los movimientos de la mujer. Esta no había abandonado el despacho en busca del artefacto aún, más se había colocado en cuclillas, frente a uno de los grandes estantes de madera y comenzado a mover cosas, en busca de algo. ¿Acaso estaría el artefacto allí?. Quiso carraspear un poco para indicar su impaciencia, pero quedó a medió sonido gutural cuando la joven científica – joven en apariencia humana– finalmente se enderezó y volteó nuevamente hacía él.

—Su majestad. “Arcoíris bajo tus párpados-kun”—. Extendió "el control de Nintendo 64" y Yuuri lo tomó con seguridad.
Un silenció se apoderó de la estancia. Greta colocó sus manos a ambos costados de Yuuri y estiró su cuello buscando con la mirada el artefacto del cual tanto hablaban. Era “Arcoíris bajo tus párpados-kun”, aclaró la duda del nombre. Sonrió con pena por su tonta confusión de nombres.

—Eh…¿Anissina-san?—. Yuuri rompió finalmente el silencio. Anissina lo miró con un ademán de atención—. ¿Cómo es que funciona?—. El rostro de Greta tomó un ligero tono morado.

«Debes estar bromeando. Dime que estás bromeando», la voz de Wolfram. Un escalofrió recorrió como la electricidad su espinazo.

—¡Maryoku! ¡Funciona con Maryoku! ¡Lo sé!—. Gritó apresuradamente, apretando el aparato y separando las piernas. Las dos féminas le observaron extrañadas y un tono rosáceo coloreó sus mejillas.

—Así es, su majestad, Maryoku. “Arcoíris bajo tus párpados-kun” necesita de todo el Maryoku disponible de su usuario, su majestad Yuuri, para realizar, ¡el impresionante milagro de manipulación del clima de los corazones!—. Con ambos puños al nivel de su pecho, exclamó el párrafo de introducción del dichoso aparato. ¿“Clima de los corazones”? ¿Había dicho “clima de los corazones?”

—¡Anissina-san!, con “clima de los corazones” quieres decir que, ¿no cambia el clima a voluntad? Digo, ¡Todo el clima, solo un clima!. ¡El clima de afuera!. ¡Esta lluvia torrencial! ¡El entorno! ¿¡El agua que cae del cielo!?—. Yuuri exclamó moviendo sus manos, el aparato se agitaba de arriba a bajo, en círculos.

—¡Oh! Claro que no, es imposible cambiar el clima a voluntad, más es posible cambiar el clima de aquí—. Colocó su mano sobre su propio corazón.
Yuuri bajó los brazos y suspiró. Todo por nada. A la final el aparatito solo podía cambiar poéticamente el corazón de las personas. No estaba en sus planes tal giro de trama, ¡se suponía que si cambiaba el clima!… Bueno, jamás lo había visto en acción, de hecho, jamás le habían dicho que si cambiaba el clima del entorno a voluntad, ¿O sí?, tal vez debía recapitular unos cuantos actos hacia atrás y…No, no había tiempo. ¡Todo había sido inútil!.

—¿Yuuri?—. Greta se acercó a él nuevamente. Lucia preocupada por la expresión de desilusión impregnado en su rostro. Temió que el motivo de su sorpresiva llegada hubiera sido meramente por ese artefacto, ¿lo había sido? ¿Y que había con ella y su papá Wolf? Pensando en Wolfram…¿Por qué no había llegado ya a encontrarse con Yuuri? ¿Acaso el detector en su corazón se había arruinado con la lluvia? Pensó que si alguien era capaz de saber de su llegada antes que nadie, ese era él. Tenia una especie de sexto sentido cuando se trataba de su papá Yuu, pero…¿Por qué esa puerta no se abría aún?
Greta observó la puerta, inmersa en pensamientos confusos. Yuuri se quedó observándola. Había querido responder a su llamado, pero para cuando buscó sus brillantes ojos, ella ya se encontraba observando la puerta del despacho.

—¿Acaso no es ese el motivo por el cual su majestad ha venido hasta aquí?¿Hay algún clima de corazón que quiera cambiar?—. Anissina preguntó con sus manos sobre sus caderas. Yuuri negó con la cabeza.
Ya no importaba contar cual había sido el motivo real de su visita. Observó nuevamente el aparato sobre su mano derecha y lo apretó. Tampoco valía la pena preguntar como funcionaba, no le servía de nada. Tendría que volver con las manos vacías y esperar esa eterna semana en casa. Otro suspiro abandonó su cuerpo.

—Yuuri, ¿te quedarás?—. Greta alejó la mirada de la puerta y formuló la pregunta más certera de toda la noche.

—Eh…No puedo. Tengo cosas que hacer en...Bueno, casa, la escuela, muchos deberes, ¡cientos de ellos!— la mirada de la joven se ensombreció—¡P-Pero! ¡Volveré en una semana! Bueno, una semana en la tierra, que serian…Hmm…Tres y cinco son quince…El martes habrá luna llena…Y el domingo pasaran ese aburrido programa sobre cactus…—comenzó a contar con los dedos, murmurado cosas sin sentido y arrugando el ceño, sin poder encontrar el número correcto ni la escusa correcta. Temió que si era un número excesivamente alto o una escusa exageradamente falsa la niña entraría en un cuadro depresivo. Le dolía en el alma ver esa expresión en su rostro, pero no podía quedarse. El tiempo en ese mundo pasaba o bastante lento o bastante rápido. ¡Era difícil ponerse de acuerdo cuanto era el tiempo correcto entre cada visita!

—Greta-chan…—Anissina la llamó—.Su majestad tiene muchas cosas que hacer en su propio mundo. Cosas que no sabemos, más de que son importantes, lo son. ¿Recuerdas el regalo de lady Veneno? ¡Podríamos probarlo muy pronto!. Además, estoy segura que con una hermosa sonrisa de la joven princesa, Gwendal no podrá decir que no, ¿verdad? — La mirada azulina brilló en complicidad y la expresión de desolación de la pequeña se suavizó. Era cierto, el aparato para saber cuando Yuuri regresaría.

«“Gwendal no podrá decir que no, ¿verdad?”», si tan solo pudiera advertirle, aconsejarle que corriera muy lejos. Yuuri sonrió algo incómodo.
Greta sonreía nuevamente. Lo había entendido gracias a la persuasión de la científica. Se sintió feliz de contar con su apoyo, aun si había sido para justificar una blanca mentira. ¿Cuántas blancas mentiras se habían acumulado hasta ahora?. Demasiadas. No era para nada un buen ejemplo a seguir. Para nada.

—Supongo que lo conservaré como un recuerdo—miró el artefacto en la palma de su mano—. Ahora si debo ir--

La puerta del despacho se abrió violentamente, acompañado de un poderoso trueno. La habitación se iluminó en blanca luz, dibujándose una alargada sombra negra que tocó el techo.

—¡Greta! ¡¿Has salido del castillo?! ¡Hay barro por todas par--—.

Wolfram observó a Yuuri. Yuuri observó a Wolfram, sintiendo un leve hormigueo en la mano derecha.
Greta observó a sus padres y Anissina sonrió, con la mirada fija en la mano derecha del monarca.


11.


—Yuuri…Volviste—. Wolfram cerró la puerta tras de si. No pudo disimular el gesto de hastío por el piso lleno de barro. En efecto, el desconsiderado que había estado corriendo por todas parte con los pies embarrados había sido el enclenque que tenia enfrente. Suspiró calmándose, respirando hondo. No debía enfadarse por el piso, ya alguien lo limpiaría; alguien trabajaría en ello.

—Wolfram... Sí, volví, pero…

—Bien, es bueno que llegaras. Lady von Karbelnikoff y yo hemos estado cubriéndote desde que esta nefasta lluvia comenzó. Mi hermano mayor y Conrart están…—. Wolfram fue interrumpido.

—Lo sé, una sirvienta me lo contó todo. Pensaba ir a ayudarles, pero no lo hice…—. «…No lo hice ya que corrí hacia aquí para buscar este aparto que no sirve para nada y regresar a Shinjuku, para ir por un cromo de tarjetas coleccionables. Y antes de que digas algo; si, son realmente importantes…Al menos para mi», completó su respuesta. No estaba mintiéndole ni faltando al código de confianza en la pareja, solo omitiendo información.

—Bien, no deberías tampoco. Salir con este mal tiempo…Tendrías un accidente y en vez de ayudar, serías una molestia—. Suspiró colocando ambas manos en sus caderas. Desvió la mirada, observando por sobre su hombro, hacia la puerta. «Las flores. Me distraje otra vez. Se estropearan, todas ellas…», se mantuvo de esta manera, mordiendo su labio inferior, bastante incómodo. Al menos Yuuri había regresado, con él nuevamente a cargo podría preocuparse completamente por ellas. “Podría”, si es que su corazón detenía su intento de escapar por su boca, ¿por qué deseaba escapar en un momento como este?

—Gracias por preocuparte por mi, Wolf—. Una risilla incómoda escapó por sus labios. “Molestia”, que manera tan cariñosa de referirse a él sufriendo un accidente. Bueno, no era que Wolfram fuera cariñoso con él de todas formas, pero, al menos, hubiera tenido el amago de endulzar sus acidas palabras, aunque fuera por el respeto de su hija presente.

Greta observó la extraña conversación de sus padres. Un aura incómoda flotaba espesa alrededor de ambos, ¿por qué se sentía como si quisieran huir del otro?
Volteó para observar a Anissina, esta había tomado asiento para continuar con el bordado. Lucia como si esperara algo, ¿pero qué?.

—No debes agradecérmelo…—.Volteó nuevamente, mirándole directo a los ojos. Anissina-san y Greta se encontraban también. No estaban solos, por lo que estaba bien; bastante bien. Últimamente se había tornado incómodo estar a solas con Yuuri. Si, bastante extraño... Y las flores, ¿qué con ellas? Tenia que partir, pero Yuuri estaba-- No, debía concentrarse en las flores, las flores eran importantes. Yuuri lucia bien –mojado y lleno de barro, pero lucia bien al fin y el cabo–, no debía preocuparse por él, debía preocuparse por las flores. Ellas lo necesitaban.

«Por que soy tu prometido», finalizó Yuuri en su mente con un gesto de infantil burla, imitando su gesto de confianza, ese gesto engreído –un tanto atractivo, debía admitir– que le caracterizaba. Estaba tan seguro que Wolfram finalizaría con esas palabras su línea, como siempre lo hacia cuando justificaba las razones de sus actitudes sobreprotectoras para con él.

—…Todos trabajamos duro para que seas un rey consiente—. Wolfram finalizó, cubriendo sus verdosos y brillantes iris con las hebras rubias de sus largas pestañas.

Fue como un puñetazo en el estómago, ¿y eso que había sido? ¿Había fallado en  acertar con el discurso de “Soy tu prometido y quiero lo mejor para ti”? Un momento, esto no debía sorprenderle. Estaba recordando, ahora era cuando llegaban los recuerdos a su mente. Wolfram había estado actuando “extraño” –dentro de toda se extrañeza– con él últimamente. Normalmente pisaba sus talones en todo lo que hiciera o no hiciera dentro del castillo o en las excursiones o en los viajes que realizaba para fortalecer los lazos con otras naciones. Incluso en las horas de extenuante trabajo de papeleo, Wolfram no se encontraba alrededor. Habían pasado días, semanas desde su extraña conducta. ¿Acaso estaba considerando el dejarle? ¡¿Lo estaba dejando?! ¡¿Por qué?! No había dejado de actuar como normalmente lo hacía con él. Seguían en buenos términos, como amigos…¿Amigos? Eran amigos, aunque…Los amigos no están “legalmente” comprometidos, ¿verdad? Vamos, no era momento para pensar como un idiota y poner en duda lo más obvio. Pero, si Wolfram lo estaba ignorando, era porque…¿Se había cansado ya de la persecución por su atención? ¿Sería eso posible? Wolfram tenia una fuerza de voluntad abrasadora, una que pensó que no se extinguiría aun con los más fríos desaires. No obstante, hay un punto en que la paciencia se acaba para todos. Y si le dejaba, ¿qué pasaría con ellos? ¿Sería lo mismo? Pero más importante, ¿dejaría que eso cambiase?

—¿Yuuri?— En coro Wolfram y Greta le miraron preocupados. Yuuri se había quedado mirando sus pies sin hablar. Greta le abrazó por el costado, intentando atraer sus pies a la tierra nuevamente.

—Ah, si…Hm, bueno yo…—. Se sintió algo estúpido por preocuparse por el tema del compromiso con Wolfram enfrente. Él normalmente no pensaba en eso en absoluto, ese era el trabajo de Wolfram…Oh, cierto, un trabajo que estaba renunciando poco a poco y no lo disimulaba muy bien.
Sintió los brazos de Greta rodearle y dio un respingo. ¡Pescaría un resfriado si continuaba abrazándole!
Wolfram sonrió suavemente al presenciar la tierna y divertida escena. Su pecho se contrajo cuando la imagen de las flores piqueteó nuevamente sus pensamientos. Ahora su mirada se enfocaba en los brazos de Greta, el vestido naranja de Greta, la tela negra del traje que hacía lucir a Yuuri tan atractivo y…¡estaba completamente mojada!.

—¡E-estas completamente empapado! ¡Ve a darte un baño ahora! Llamaré a alguna sirvienta para que…—.Exclamó preocupado; preocupación que dio una pequeña esperanza a Yuuri de que los planes de renunciar fueran solo producto de su atormentada imaginación.
Wolfram tomó el pomo de la puerta y lo giró.

—No hace falta, Wolf, yo…—. Cierto, debía marcharse. No podía quedarse aún con Greta tirándole de las ropas y Wolfram corriendo por ropa seca.
Nuevamente la culpabilidad tocando el timbre de su puerta. «No, no, ¡¿por qué no puedo ser egoísta y simplemente pensar por mi?¡».
«Por qué todos nos preocupamos por ti, ¿acaso no lo hacemos? ¡Piensa en Conrart y en los demás, mira a tu hija, mírame a mi!», ¡¿pero que demonios?! ¿Por qué Wolfram le hablaba en su mente cuando lo tenia enfrente?. Quiso tirar de sus húmedos cabellos, más el aparato seguía en su mano derecha.

­—Yuuri no puede quedarse ya que tiene muchos, muchos deberes en su casa, Wolfram—. Habló finalmente Greta, escondiendo mitad de su rostro tras la espalda de Yuuri.

Wolfram detuvo su mano y dejo está sobre la superficie de metal.
«Oh, con que era por eso…», una delgada línea se dibujó en su rostro. No había volteado aún. No quería voltear, porque si lo hacía y observaba la tonta sonrisa de “lo siento” de Yuuri era seguro que le saltaría encima para arrancarle la cara. Pero no lo haría, no quería que su pequeña hija presenciara tal brutal escena de violencia doméstica.
¿Y en donde había quedado? ¡Ah, si! Simplemente había venido a saludar a Greta, tal vez traerle un obsequio de su mundo, aunque no había visto nada fuera de lo común en la estancia…A excepción de ese extraño aparato en su mano derecha…¿Ese aparato no era…? Oh. Tan claro como el agua de lluvia. Había venido por el aparato simplemente. Entonces ni siquiera había sido Greta el motivo…Y para que ponerse a si mismo como uno. Jamás era un motivo para Yuuri. Tan desconsiderado de su parte…
Su cabeza comenzaba a doler junto con el pecho, y las flores… ¡Las desdichadas flores! ¡Y él perdiendo tiempo con una pared cuando las flores se ahogaban! No. No perdería el tiempo en recriminar nada, ya que, se había prometido no hacerlo y había funcionado. Yuuri no había comentado nada sobre su ausencia en el último tiempo, por lo cual no había sido tan importante; desaparecer de su vida no lo era en absoluto.

—¿Acabas de llegar y ya piensas irte?—. Wolfram relajó sus hombros –con la última reflexión en mente y el despecho latiendo en su pecho– y volteó finalmente. Yuuri se tensó al observar la brillante e intensa mirada, ardiendo como místico fuego esmeralda. Wolfram lucía aterrador –bastante atractivo aterrador–. Yuuri dio un paso atrás, empujando suavemente a Greta. Su mano derecha comenzó a temblar por si solo, ¿pero qué…?

—Ya era hora—. Anissina dejó nuevamente la tela y abandonó la silla.
El brillo azulino fijo en el pequeño y brillante aparato en la temblorosa mano derecha del monarca.

La ira de Wolfram comenzaba a formar una sombra negra tras de él. Yuuri observó boquiabierto como desde la negrura una violenta tormenta surgía. Iracunda llovizna entremezclada con feroces vientos y truenos, muchos truenos. Peor que el clima del exterior, mucho peor. Al menos ese no era provocado por él, pero este; este de aquí se lo comería vivo.

—¿W-Wolf?—. Tartamudeó cuando el frío caló sus huesos. Wolfram estaba furioso, al menos la tormenta tras de si lo plasmaba. Al parecer su llamado le había tranquilizado un poco, puesto que sus ojos perdieron intensidad y, junto con un último resoplido de viento, suspiró.

—Ya. Es cierto. También tienes tus propios asuntos en donde vives, mucho más importante que todos los pueblos arrasados por la lluvia, al parecer –espetó con malicia, con la hermosa sonrisa altanera pintando su bello rostro– Trata de solucionarlos y no los empeores con tu enclenques nata, ¿de acuerdo?—. Sonrió con un ápice de aflicción. Tanto Greta como Anissina notaron su malestar. Wolfram lucia lastimado, aun si la dura sonrisa confianzuda dictaba lo contrario. Todos lo notaron, todos menos Yuuri, quien seguía observando la tormenta que consumía poco a poco a Wolfram.
¿Acaso era real? ¿Solo él podía verlo? Volteó buscando las miradas de asombro de las mujeres, pero no encontró ninguna. Simplemente él podía presenciar como los truenos iluminaban la habitación.
Un pensamiento aleatorio y ridículo cruzó por su mente; El aire acondicionado. Dejarlo encendido en la habitación durante toda la noche y entrar al día siguiente para encontrar todos los muebles bajo nieve.
No, eso sería más una anécdota de televisión, de esas en que las familias de los programas de las cinco recuerdan y ríen juntos a la hora de cenar, pero esto, en cambio, era inquietante, “una enorme tormenta dentro de una habitación”. Sintió algo de pesadez en el pecho al ver la figura de Wolfram desaparecer entre la tempestad.

Al no recibir una respuesta, continuó. Los vientos aumentaron su intensidad.

—Bien, me retiro. Las flores de mi madre se ahogaran si no las quito del jardín…Buenas noches y buen viaje—. Giró la perilla y abandonó el despacho. Y con el sonido de la puerta cerrarse, Yuuri escuchó un último estruendo.

—Wolfram…—. Greta murmuró su nombre preocupada, alejándose de Yuuri para pararse frente a la puerta. Volteó observando a Yuuri, implorando un “Ve por él” con la mirada, pero Yuuri simplemente se encogió de hombro y dirigió su mirada a sus pies.


12.


—Su majestad…¿Pudo verlo?—. La voz de Anissina le sacó de su letargo. Parpadeó y dirigió su oscura mirada hacia su rostro.

—¿Qué fue eso? ¡Era enorme! Por un momento pensé que alguien había dejado la ventana abierta. Él…¿él está bien? Toda esa tormenta a su alrededor…¡¿Acaso ha sido maldecido por el dios de la tormenta?! ¿Es por eso que no ha parado de llover por días? No me digas, seguro que con esa lengua afilada y actitud de señorito caprichoso lo ha ofendido con uno de sus característicos desaires y ¡zas! ¡Maldición por mil años! ¡Y ni su cara bonita pudo librarlo de ello! —. Movió los brazos, gesticulo con las manos, arrugó el ceño y cambió el tono de voz con forme articulaba cada palabra totalmente asombrado. Por un momento se olvidó de la extraña atmosfera que les había rodeado en cuanto comenzaron con su “ extensa conversación”.


—“Arcoíris bajo tus párpados-kun”, su majestad. Acaba de ver el corazón de su excelencia.

—¡¿Qué?! P-pero, ¡era un tormenta peor que la tormenta de afuera! Comparado con esa tormenta, ¡esta tormenta es un cálido día de verano, perfecto para un picnic­ en familia!— apuntó con el pulgar, con suma exageración hacia las grandes ventanas. Un relámpago encendió toda la habitación­­—. Eso no puede ser su corazón. Wolfram es una persona…efusiva –sonrió con nerviosismo recordando lo efusivo que podía llegar a ser– pero creo que esto es una exageración—. Finalizó relajando los brazos. Sus manos tocando sus rodillas. “Arcoíris bajo tus párpados-kun” seguía firme en su mano derecha.

—No es una exageración. No puedo decir si es o no el verdadero clima del corazón de su excelencia, puesto que solo el usuario de “Arcoíris bajo tus párpados-kun”, su majestad Yuuri, puede ver el corazón de quien realmente anhela.

—¿”Anhela”?— Greta inclinó ligeramente su rostro. Una traviesa sonrisa se formó en su rostro— ¿Yuuri anhela a Wolfram?—. Observó a Yuuri.
Yuuri dejó caer el aparato –al igual que su quijada– al suelo.

Anissina suspiró. “Arcoíris bajo tus párpados-kun” no conforme con poder cambiar el clima de los corazones y poseer un cómodo diseño, también era resistente a las caídas.


Notas finales:

Fin del segundo capítulo.
(Actualizaré solo fines de semana lol)

Gracias a quienes dejaron reviews y a los que no, ¿qué esperan? lol

Aclaro que no "mato por reviews", pero sin ellos, ¿Cómo sabré que esta mal o que esta bien con lo que he escrito? lol Y claramente no soy un sabelotodo como Wolfram lool




Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).