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10 Años de soledad. por LeonSmith

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Notas del capitulo:

Hola, aquí feliz de que aún tenga lector@s... O eso espero. u.u Hacía mucho que no actualizaba éste fic, y me disculpo por eso. Trataré de dedicarme de lleno a terminarlo, quizá unos cuantos capítulos más.

Por mientras, quiero agradecer a Lucy, Anani, ChiRuChiRu-chan y a Bloomdelasnieves por sus reviews y por animarme a escribir.

Sin más por el momento, espero lo disfruten. 

 

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Al día siguiente de los análisis de Tony, Max bajó a la oficina del rector para dilucidar sus sospechas. Después de una desgastante conversación, Pedagius dejó bastante claro que los exámenes no mostraron ninguna anomalía con el joven cadete.

 ─ ¿Estás seguro? – Max no podía dejar de lado su corazonada de plomero.

 ─ ¿Acaso estás dudando de mi intelecto, Tennyson? – el cerebrocrustáceo se levantó enérgicamente de su asiento, bastante ofendido.

 ─ No, es sólo que…

 ─ Dígame, Tennyson, en primer lugar, ¿por qué trajo al chico Thompson a mi Academia?

 ─ ¿Eso qué tiene que ver en estos momentos?

 ─ ¿Acaso no hubo un motivo para brindarle acceso al centro educativo más importante de éste sector de la galaxia? – caminó lentamente hasta quedar frente a él - ¿Qué lo impulso a convertirlo en un plomero?

 ─ Tú y yo sabemos el motivo, leíste los archivos. – comenzaba a irritarse con el ambiguo interrogatorio.

 ─ ¡Quiero que tú me contestes! – sonrió con arrogancia - ¿O es acaso que tu patética especie primate no es capaz de articular una simple respuesta?

 ─ ¡¿Quieres una respuesta?! – había salido de sus casillas - ¡El chico nos salvó a todos de una inminente muerte! ¡¿Feliz?!

 ─ Entonces, ¿cuál es el motivo de tus dudas? – el rector retiró su monóculo y comenzó a limpiarlo con una pequeña franela negra - ¿Tan increíble es que un joven, cuyas habilidades fueron suficientes para detener a un poderoso ectonurite, haya logrado superar un patético entrenamiento contra un viejo piscciss volanns?

Max estaba a punto de contestar algo, pero la lógica de Pedagius era bastante consistente. Era cierto que su mejor amigo, aún siendo uno de los mejores plomeros de la historia, ya no estaba en sus mejores años; además, nunca tomó en cuenta el arrojo y estrategia con las que contaba Tony.

 ─ Verás, Tennyson, Thompson es uno de mis mejores cadetes. En poco tiempo ha logrado bastantes cosas, no dudo que pronto sea promovido para tomar el curso máximo de supervivencia. – El abuelo no sabía qué decir, aquella prueba era famosa en la organización porque en ella sólo participaban los mejores cadetes de cada planeta. – Deberías dejar tus ideas conspiracionistas en los recuerdos de tu apagada juventud, y dar gracias que el material que has traído a mi Academia ha sido todo menos una pérdida de tiempo y recursos.

 ─ Está bien, Pedagius. – se levantó con pesar – Sólo te pido que, si llegara a pasar algo extraño o fuera de lugar, me lo informes, el muchacho es un gran amigo de mi nieto.

 ─ No lo dudes, Tennyson. – caminaba hasta su asiento – A cambio de que mantengas a tus patéticos galvan fuera de mi laboratorio.

 ─ Sí, como digas…

Habiendo salido de la oficina, Pedagius continuó leyendo los informes de laboratorio. No obstante a su renuencia a aceptar algún error, también sabía que algo sucedía con Tony; sin embargo, a él le parecía algo más ventajoso que catastrófico.

 ─ Si todo sucede como calculo, yo seré el próximo Magistrado de la sección terrestre. Todo depende de usted, joven Thompson…

. . .

En un lugar de Bellwood, los chicos descansaban sobre el auto de Kevin. Gwen leía algunos volantes informativos de las universidades más cercanas, Kevin jugaba con unas esferas de diferentes materiales (tratando de perfeccionar sus poderes) y Ben, Ben estaba jugando con el omnitrix, queriendo ocultar su molestia.

 ─ Ben, cada que juegas con tu maldito reloj terminamos en un desastre mundial. – exclamó Kevin, manteniendo su mirada en el aparato alienígena. Para su mal genio, el castaño hizo caso omiso de sus palabras, parecía ignorarlo a consciencia. - ¡Ben! – comenzó a aventarle las esferas que tenía en sus manos.

 ─ ¡Déjalo tranquilo, Kevin! – aunque su prima trató de defenderlo, el joven héroe ni siquiera sentía los golpes de los duros materiales sobre su rostro.

 ─ ¡Deja de defenderlo! ¡¿Acaso a ti no te harta su maldita actitud de niñita deprimida?!

 ─ … - a decir verdad, Gwen llevaba días sin querer salir a patrullar con su primo pues, además de tener que soportar sus ya recurrentes migrañas, la actitud derrotista y engreída del castaño eran agotadoras.

 ─ ¿Lo ves? Hasta tú estás molesta con el fenómeno.

 ─ Ben, ¿estás bien? – tomó el hombro de su primo, tratando de reconfortarlo.

 ─ No, no estoy bien. – pulsó su omnitrix y, transformado en Jetray, salió volando del lugar, dejando más preocupados a sus amigos.

 ─ ¡¿Ves lo que ocasionas?! – miró a su novio con enojo.

 ─ ¡¿Yo?! ¡¿Quién fue la que lo tocó?!

 ─ ¡Cállate, Kevin!

. . .

Ya entrada la noche, Ben se encontraba bebiendo un smoothie sobre una gran roca, dentro del bosque. Abrazando sus rodillas con su brazo izquierdo, maldecía su humor y la forma en la que había tratado a sus amigos, sabía que su intención era hacerlo sentir mejor.

Sin embargo, no podía quitarse de la cabeza la soledad y la impotencia que sentía por no poder siquiera abrazar al chico que se había convertido rápidamente en pieza importante de su vida.

 ─ ¡Todo esto es un asco! - De pronto, un resplandor de luz verde apareció a su lado, dejando ver a un pequeño y conocido galvan. - ¡¿Azmuth?!

 ─ Tiempo sin verte, Ben.

 ─ ¿Pasa algo? Sabes, no es buen momento para salvar al universo.

El alien se sentó a su lado y lo miró con detenimiento. – Tennyson, hace tiempo que quería hablar contigo de algo importante. – Antes de que el castaño pudiera preguntar, Azmuth continuó con su charla. - ¿Estás seguro que derrotaste completamente a Fantasmático?

 ─ ¿De qué hablas? Claro que estoy seguro, yo mismo vi como se quemaba con la luz.

 ─ Verás, el omnitrix ha mandado algunas señales que indican ADN de ectonurite.

 ─ ¡¿Qué?!

 ─ Así es, no parece que él se encuentre en la base de datos de tus alienígenas, pero parece ser que hay una leve señal de vida, procedente de su especie.

Ben quedó viendo su omnitrix, no sabía qué pensar sobre la información que acababa de escuchar. - ¿Hay posibilidades de que haya sobrevivido?

 ─ La lógica me dice que no, pero los precedentes… - ambos quedaron en silencio por un par de minutos, mientras Ben cambiaba su mentalidad a “modo héroe” – No quiero alarmarte, sólo quiero que estés muy atento a lo que pasa a tu alrededor, no quiero que nada le pase a mi omnitrix.

Ben estaba a punto de reclamar, indignado, pero reconoció que era la extraña forma que tenía el galvan para mostrar su preocupación por él. – Te prometo que nada pasará, Azmuth.

 ─ Confío en ti, Ben.

El brillante alienígena desapareció tan pronto como un parpadeo, mientras Ben se negaba a creer en la supervivencia de su peor enemigo. El frío del bosque le recordó lo tarde que era, así que se transformó en XLR8 para regresar lo más pronto posible a casa.

. . .

Un par de semanas después, Ben se encontraba jugando sus videojuegos del Sumo Slammer, mientras atiborraba su boca con sus amadas papas con chile. Iba a terminar el nivel máximo, cuando su insignia de plomero comenzó a sonar.

 ─ Demonios, ¿ahora qué? – puso pausa a su partida y activó la comunicación - ¿Qué pasa?

 ─ ¿Ben?

El castaño casi se atraganta con sus papas al escuchar su voz. - ¡¿Tony?!

 ─ ¡Ben!, me da mucho gusto escucharte.

 ─ ¿Cómo pudiste comunicarte? ¡¿Acaso te graduaste ya como plomero?!

 ─ No, aún no. El Magistrado… tu abuelo me dio permiso para platicar contigo.

El rostro de Ben se iluminaba con una bella sonrisa, hacía mucho que no se sentía tan feliz. – Genial, ¿podré visitarte pronto?

 ─ No lo creo, Ben. Aún no puedo recibir visitas.

El joven héroe frunció el ceño, mientras su garganta se tensaba. – Ya veo, ¿te han tratado bien en la academia?

 ─ Más o menos, es muy duro el entrenamiento.

 ─ ¿Has hecho amigos?

 ─ Sí, hay un chico viscoso que es genial, siempre nos metemos en problemas, se llama Keer.  

Ben apagó su consola y se recostó en su cama. – Te extraño mucho, Tony. – un corto pero notable silencio se creó en la conversación.

 ─ Lo sé, Ben, yo te extraño aún más. Hay días en los que no puedo pensar en otra cosa que no sea en ti… y en mi motocicleta.

 ─ ¡Tonto! – sonrió con soltura, le hacía mucha falta su tonto sentido del humor.

 ─ El rector me dijo que si seguía tan bien en mis entrenamientos, podría ser uno de los cadetes más rápidos en ascender a plomero.

 ─ Así que ahora tu eres el nerd de la clase, ¿eh?  

 ─ Muy gracioso.

 ─ Quizá sea hora de que tengas tu propio bravucón… yo podría ofrecerme. – sugirió con un tono de voz bastante sugerente.

 ─ No lo creo, galán. Pero ya en serio, pronto tendrás noticias mías, Ben.

Aliviado, Ben relajó la tensión que había acumulado en las últimas semanas. – Eso espero, ya me aburrí de jugar videojuegos sólo.

 ─ ¿Sólo te has aburrido de eso…?

Casi instintivamente, la mano de Ben bajó hasta su entrepierna, como guiada por la (nada) sutil indirecta de Tony. – Sí, sólo de eso.

 ─ ¿De verdad? ¿No se te ha entumecido la mano… de tanto jugar?

 ─ Me das asco. – el joven cadete comenzó a reír victorioso, mientras Ben aguantaba las ganas de unírsele.

 ─ Vale, Benji, debo irme, ya me he pasado del tiempo que tu abuelo me dio.

 ─ Está bien, prométeme que no tardarás tanto en comunicarte.

 ─ Qué más quisiera. – se escuchó un ligero suspiro – Espero poder abrazarte muy pronto, no desesperes.

Una agridulce sonrisa apareció en el rostro de Ben, sabía que tenía que ser maduro y soportar el tiempo suficiente para reencontrarse con Tony. – Está bien, puedo sobrevivir sin tu horrible chaqueta naranja.

 ─ Lo qué digas. No salves al mundo sin mí, héroe.

 ─ Es un hecho.

 ─ Adiós.

 ─ Hasta pronto.

. . .

Aunque aún necesitaba su presencia, Ben se había tranquilizado bastante tras haber escuchado la voz de Tony. No tardó mucho en verse reflejado en sus misiones junto a su prima y su Kevin.

En Bellwood se sentía una extraña calma; hacía días que no se habían encontrado con alienígenas con ansias de caos, fenómenos peligrosos o lunáticos traficantes de armas. Todo era bastante tranquilo.

Por su parte, Max trataba de dejar de lado sus sospechas y presentimientos, pero algo dentro de su mente le indicaba que algo grande y peligroso estaba a punto de pasar. Algo que nadie más podía sentir.

Pedagius presionaba al máximo a su pequeño experimento; el pobre de Tony era sometido a pruebas y entrenamientos cada vez más demandantes, inclusive fuera de su rango como cadete.

Pero, para sorpresa de todos, el joven humano no se rendía ante todos los obstáculos que el rector le ponía. Poco a poco iba ascendiendo de nivel, ganándose el respeto y la admiración de la mayoría de sus compañeros.

En un par de meses, tiempo récord, había logrado posicionarse en el rango más alto dentro de la Academia. Al llegar a ese punto, Pedagius aprovechó la oportunidad para hacer su útil movida; promovió al joven para ser el representante de la Tierra para El Curso Máximo de Supervivencia, el mayor reto para un cadete (reservado para lo mejor de lo mejor que podía ofrecer un planeta).

La noticia llegó hasta oídos del abuelo Max, quien condicionó la participación de Tony a cambió de un pequeño favor, el cual Pedagius no tardaría en acceder, todo a cambio de lo que podría lograr usando al joven Thompson.

. . .

Una habitual noche (llena de tareas, lecturas y dolores de cabeza), Gwen regresaba a su habitación, después de haber bajado por un té helado. Estaba a punto de continuar con sus actividades, cuando la presencia de maná extraño la puso bastante nerviosa.

 ─ Hola, Gwen.

La anodita volteó hacia su cama y encontró una visita indeseada. - ¡¿Charmcaster?! – se disponía a atacarla, pero su rival la desconcertó al tirar al piso su bolso mágico y levantar las manos, en son de paz.

 ─ Espera, sólo vine a hablar.

 ─ Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.

 ─ ¿Estás segura? ¿No quieres hablar de eso que tú y yo sabemos, pero que todos los demás ignoran? ¿O quizá, hablar de tus molestos dolores de cabeza…?

 ─ ¿Cómo sabes que…?

 ─ Si quieres saber, baja tu mano y relájate.

La pelirroja obedeció y se sentó sobre su escritorio. – Muy bien, te escucho.

Notas finales:

Eso ha sido todo por hoy, espero que les haya agradado. Cualquier cosa quieran sugerir o comentar, no duden en dejar un review. Les recuerdo que la canción perteneciente a éste capítulo se llama Be Somebody de Kings of Leon.

Soy León Smith, les deseo smoothies, pláticas con alienígenas, muchas pruebas extenuantes y, sobre todo, muy buenas lecturas.

 

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