Estaba moviendo y moviendo sus dedos mientras sus ojos atisbaban la hermosura de esos cielos estrellados que habían olvidado el dolor en aras del placer. Sus labios se unieron y la música surgió de la garganta de ambos mientras el cuerpo de Fye se estremecía bajo suyo.
¿Cuánto placer podía llegar a sentir por tenerlo entre sus brazos? Se preguntó mientras sus labios se despegaban de los suyos para seguir la línea de su fino cuello.
E-res un pervertido—dijo el rubio mirándolo cuando empezó a succionar uno de sus pezones mientras su cuerpo aun movía sus caderas hacia los succionados dedos de DeFluorite.
Mira quien lo dice—contestó roncamente y con una sonrisa Kurogane mientras sus labios bajaban más por la línea del estómago hacia una parte más al sur.
El ojos azules hizo hacia atrás con la cabeza al sentir el delicioso y angustiante toque de sus labios sobre su miembro viril, sus caderas no pararon el ritmo pero se elevaron para aumentar el contacto mientras las manos atadas le proveían una deliciosa angustia.
Tiraba hacia sí sintiendo como su cuerpo era aproximado hacia el cabezal debido a que ellas no cedían, pero el mismo cuerpo que cedía ante ellas se rebelaba ante él pues al terminar la tracción que lo alejaba de Fuko este mismo reiniciaba su acercamiento hacia él.
Ansiaba las manos de Kuro en su piel, sus labios ardientes y a todo él que se desplegaba sobre su cuerpo tan fuerte y sereno, con sus ojos rojos llenos de deseo y sus actos que solo servían para que su cuerpo hirviera de lascivia.
Sus ojos se encontraron de nuevo y nada dijeron porque ellos se comunicaban de manera no explícita pero ambos entendieron que ya era hora de dejar sus pretensiones aunque la voz de Fye no permitía derribar la última barrera.
¡Ni creas que…!—esa era la señal esperada. Kurogane sacó sus dedos del interior de DeFluorite haciendo que este soltara un pequeño gemido de protesta y luego un estremecimiento recorrió su cuerpo cuando entró Kuro en él, primero moderadamente como el arribo de las olas a la playa en un día calmo, luego fue subiendo hasta convertirse en la potencia de un jabalí salvaje en arremetida.
El rubio mordió sus labios en aras de no hacer mucho ruido y la visión de esos labios siendo reprendidos duramente por su amo a los ojos del pelinegro resultaban la cosa mas sexy que hubiera visto mientras el sostenía sus piernas en alto para poder entrar más y más en él.
De pronto los movimientos de Kuro se paralizaron y los ojos azules cerrados se abrieron buscando el problema para hallar los rojos mirándolo desde lo alto.
Espero que lo digas—informó su predador.
¡Ni en un millón de ahhhhh!—Fye se cortó cuando sintió el erecto miembro deslizarse hacia afuera de tal modo que solo la punta quedara dentro.
¿Estás seguro?—preguntó el de los ojos rojos viendo como todo Fye se tensaba—Todo esto se solucionaría con solo una palabra—agregó.
Si crees que sería tan pueril para caer por ti es que eres idiota—lo desafiaron los ojos azules.
De pronto Kurogane recordó las antiguas miradas, aquellas distanciadas que gritaban yo soy mejor que tú y se dio cuenta de que ahora esas miradas solo podían lograr que deseara más al otro, que deseara más arrancar de esa voz casi pedante un “por favor” desesperado. Seguía con esas ansias locas en su interior de sentirlo suyo y dominado, de ver ese orgullo tan grande suyo caer por él porque de seguro él estaba locamente enamorado de ese idiota de ojos azules con sus debilidades y todo y sentía su orgullo destrozado cuando sus piernas temblaban por la ansiedad de hacerlo suyo.
Entró en él con una gran estocada y ánimo febril que no le permitió dar a sus movimientos más suavidad que la de un toro en embestida mientras oía los fuertes jadeos de aquel que no deseaba que oyeran sus gritos de placer. Golpeó con dureza la entrada en castigo por aquellas palabras, él tenía que amarlo de la misma manera en que él lo estaba haciendo. Sino sus esperanzas terminarían ahí y ahora.
¡Dilo!—dijo con firmeza porque sentía que ya no podía aguantar más.
¡No! ¡Ah!—es todo lo que escuchó Kuro por parte de Fye antes de que el otro volviera a sellar sus labios con fuerza para no ser oído. Se estremecía, vibraba y sufría bajo él. Sus manos se lo decían como las de un ciego le indican las letras a ser leídas. El cuerpo bajo él sufría la misma pena y angustia por alcanzar el climax mientras el suyo también se debatía por colonizar su interior.
La liberación fue rauda y potente provocando la del ojos azules que se arqueó al punto de casi quebrarse mientras sus manos se aferraban a los barrotes de metal con toda la fuerza que alcanzaban.
Sus cuerpos sudorosos cayeron juntos y ambos sintieron no solo la humedad del sudor de sus cuerpos sino otra diferente que empapaba sus estómagos y que se vertía del interior ahora despojado del líder del clan DeFluorite.