Cuando llegó esa invitación no supo como tomarla y ahora estaba ahí parado frente a gente que desconocía y que obviamente no eran de su misma condición social. No era que les temiera ni nada pero lo aburrían la fastuosidad y la soberbia que ahí no medraban.
Señoronas de clase acomodada junto a espigados tipos que tenían un aire a naftalina. En algunos lugares tipos jóvenes con mente vivaz y garras afiladas. Y en medio de toda esa conmoción estaba el dueño de casa, Fye DeFluorite.
Kurogane miraba todo con su típico fruncido ceño hasta que pasó una bandeja con bebidas y escogió una de la que bebió un trago mientras observaba a lo lejos al ojos azules que charlaba animadamente con una de esas señoronas, su marido y una joven que extrañamente lo tomaba del brazo.
De pronto lo miró y pareció disculparse antes de dirigirse hacia él.
¿Se puede saber que haces aquí?—preguntó el rubio.
Tú deberías saber pues tú me invitaste—le dijo el ojos rojos con mal talante y el ojos azules frunció el ceño.
Perdón… ¿Es usted el señor Fuko?—se adelantó una joven de cabellera negra recogida en un rodete y al parecer de carácter alegre. Él solo cabeceó observando a la joven que minutos antes se colgaba del brazo del rubio mientras la miraba con atención--¡Es un placer conocerlo, mi nombre es Amaterasu! Soy la prometida de Fye—soltó como para decirle que tocaba en esa fiesta mientras el ojos rojos sentía un sabor amargo en la boca.
Fye entonces le preguntó a ella--¿Cómo sabes quien es él? ¿Acaso fuiste tú quien le envió la invitación?—preguntó el jefe del clan.
Si, Mika me dijo que ustedes tenían negocios juntos y que sería buena idea invitarlo—contestó ella señalando a un rubio de ojos azules que los miraba divertido desde el otro lado del salón.
Kurogane no necesitaba que se lo presentaran, Mikaela DeFluorite era el primo de Fye, hijo de su difunto tío. Fye frunció su ceño con disgusto mientras los tres se miraban.
Me disculpo, quisiera hablar con su prometido unos minutos de negocios—le dijo a la joven Kurogane antes de caminar hacia un lado. Fye tenía que seguirlo y además quería hablar de todo eso. Kurogane fue hacía la primera puerta y fijándose que adentro no hubiera nadie entró siendo seguido por el rubio quien iba a hablar mientras cerraba la puerta a su espalda cuando se encontró empujado contra ella y cuando levantó la vista vio esos intensos faros rojos desde muy cerca, una pregunta le heló la sangre--¿Cuándo pensabas decírmelo?—
¿Cómo querias que supiera que él…?—preguntó el ojos azules.
¡Hablaba de tu prometida, idiota! ¿Cuándo rayos me ibas a hablar de ella?—preguntó el intenso pelinegro.
¡No puedes estar…!—dijo el ojos azules sorprendido.
¿Qué no puedo?—preguntó el ojos rojos.
Esto no tiene que ver contigo—le retrucó Fye haciendo que la sangre le hirviera al pelinegro.
¿Qué no tiene nada que ver conmigo?—preguntó Kuro.
Agradezco lo que has hecho por mi pero de ningún modo voy a cambiar mis planes por lo que hemos hecho estas semanas—dijo el ojos azules con su mirada seria.
El pelinegro sintió que era golpeado por sus palabras pero no acusó nada, solo sacó la mano que se afirmaba en la puerta al lado de Fye y este lo tomó como que el otro se había calmado y trató de alejarse pero de pronto una mano lo agarró y sus labios fueron fundidos por un calor ascendente proveniente de los otros labios.
Aún no lo entiendes. ¿Cierto?—preguntó el ojos rojos--¡Tú eres mío!—Su lengua profundizó en la cavidad. Por un momento se perdieron en los labios del otro pero después de un momento Fye recobró el sentido y empujándolo de pronto lo gritó.
¡Yo no soy de nadie y menos de un estúpido cavernícola como tú que cree que las personas son propiedades!—dijo antes de irse de la habitación.