Mi respiración esta agitada, mi corazón a mil, mis manos ateridas sobre mi pantalón y los ojos de Kaiba fijos en los míos.
¿Qué fue eso de ahí afuera, perro?—me pregunta luego de halarme por la puerta y cerrarla mientras intento reponerme del susto.
Tsk!—digo con fastidio de mi mismo, intento abrirme paso por la puerta de nuevo para irme y él me detiene—Te dije que no hay manera de que yo me acueste contigo en esa cama—
¿Qué demonios te está pasando? Creí que entendías perfectamente la situación—me dice con el ceño fruncido—Aunque conociéndote tal vez confié demasiado en tu razón—agrega.
Yo me frustro—Comprendo perfectamente lo que pasa aquí—
Pues lo dudo. ¿Si no por que te molesta tanto esa cama?—me pregunta señalándola--¿Acaso creíste que te llevaría a mi cama? ¿Querías eso perro? ¿Es por eso que estás así?—me pregunta con disgusto.
Con placer le tiraría un balde de agua helada—¡No, no es eso! Sé de sobra cual es el asunto entre nosotros. Lo que no haré es acostarme en donde acuestas a la gente como si fuera ganado—
¿Acaso crees que he pagado por sexo aquí? ¿Es eso lo que te molesta? Si piensas eso no me conoces lo suficiente. Yo no necesito tal cosa para traer a nadie. ¡Créeme que puedo tener a quien yo quiera en esta habitación!—me dice el muy rufián.
¡Tampoco es eso! Soy muy consciente de que puedes traer aquí a casi un cuarto de millón y créeme que no me interesa. Lo que te estoy diciendo es que yo no me acotaré contigo en el lugar en que te acuestas con la gente como si fuera ganado. ¡Podré ser un tipo simple pero no seré uno más en la lista de esa cama—le digo sin reparos.
¿Acaso crees que el despacho es algo diferente?—me pregunta con su aire de “¿No te das cuenta?
Entonces caigo que en ese lugar también ha estado con otros—Me importa un bledo si te acostaste con alguien más allí—le digo aunque sentí un nudo en el pecho cuando de forma tan cortante él lo mencionó—Es diferente. ¡No es tu matadero! No voy a…--
¿No vas a qué?—me dice molesto apretándome contra la pared mientras sus ojos están a milímetros de los míos—¡Estoy cansado de tu idiotez! Dime Wheeler. ¿Cómo empezó todo esto?—se queda unos segundos en silencio esperando mi respuesta mientras recuerdo como fue todo pero me niego a decirlo--¿Querías un duelo, no es así? Te acostaste conmigo por un duelo. Yo no te violé. Tú aceptaste tener sexo conmigo y ahora te haces el decente—me acusa.
¡Yo no me hago nada! Sé perfectamente cómo empezó esto. Sí. Me acosté contigo. Me dije que por una vez no pasaría nada. No era que me iba a morir de la tristeza porque al otro día no nos saludaramos. Y tú cambiaste las reglas. Dijiste “Vas a necesitar más de un duelo, Wheeler” y me tomaste de nuevo—le acuso encendido.
¡Y tu después veniste por más!—me recuerda.
No tengo problemas en admitir que me gusta el sexo contigo. ¿Por qué iba a tenerlo?—le pregunto y veo como eso le sorprende un poco. ¿O acaso me hice para atrás cuando quitaste los duelos?—le recuerdo casi venenosamente—Pero eso no te vuelve nada especial para mí. Tenemos sexo y me largo. Si ahora crees que porque trabajo para ti me voy a portar como un cachorrito que cumple tus caprichos estás muy equivocado Kaiba. En el momento que yo quiero me puedo conseguir a cualquiera que ocupe tu lugar y sea menos molesto. ¡No eres el único que tiene más de una persona con quien acostarse!—le digo furioso.
Algo en sus ojos cambia, el azul casi se pone negro y me empuja firmemente contra la pared con una mano mientras la otra se posa en mi barbilla. Su mirada es intensa mientras la esgrime en mi contra y su otra mano mantiene mi barbilla alta para que no pueda quitar mis ojos de los suyos. Su pulgar de pronto está en mi labio inferior y lo acaricia casi con malicia—¡Así que hay otros esperando! ¿Quiénes son?—pregunta.
Me llena de sorpresa con la pregunta. No puedo responderle porque de hecho no hay nadie más pero eso no evita que conteste--¡Eso no te importa! Con quien yo me acueste no es problema tuyo como con quien tú lo hagas no me afecta—
Me obliga a recostarme en el piso empujándome y poniéndose sobre mí, siento el peso familiar de su cuerpo, su boca muy junto a la mía. Sonríe con malicia antes de proseguir—Puedes negar todo lo que quieras pero sé cuanto deseas estar conmigo y aunque intentes engañarme se te nota—me dice mientras sus labios van a mi cuello, entonces emito un gemido casi silencioso—Si tanto te molesta la cama podemos hacerlo en la alfombra. ¿Te molesta perro?—me pregunta antes de que sus labios toquen los míos.