Kaiba no pudo infectar su baraja pero si logró invocar al “Dragón mayor de ojos azules” sus tres cabezas apuntaban al “soldado celta” de Yugi, entonces este invocó a sus “Espadas de luz reveladora” ellas le dan tres turnos en que Kaiba no puede mover en el campo.
¡Puedes intentar todo lo que quieras pero este duelo es mío!—dice Kaiba con todo su autoritarismo.
¡No lo creas! ¡Este no es solo un duelo más Kaiba! ¡Voy a liberar a Joey de ti!—grita sin tener en cuenta lo que ha dicho. Ahora el público que me conoce se preguntará de que habla y que relación tengo con el cachorro disputado, muchos se darán cuenta de que hablaban de mí. Para mi sorpresa no me encuentro preocupado por ello. Apenas lo tomo como un tema colateral, lo que me preocupa es el resultado de este encuentro. Kaiba se pone de mal humor y me mira por sobre el hombro un momento antes de volverse ante su rival.
Es interesante ser disputado por dos hombres en una contienda nivel mundial. ¿No Joey?—me pregunta el hijo de su madre de Devlin.
Entonces, después de tres turnos, Seto ataca al “Guardia celta” lleno de confianza y Yugi saca un “Ataque reflejado” que manda su ataque devuelta contra su dragón, mandándolo al cementerio. Kaiba queda obviamente mal pero Yug no ha terminado porque su “Guardia celta” aún sigue en el campo y Seto ya no tiene monstruos que defiendan sus puntos de vida que son menos de 1200. El ataque es una segura victoria para mi amigo.
Siento que algo se despedaza dentro mío por gritar y antes de ser consciente de mis palabras las digo--¡No! ¡Yugi no ataques!—
El tricolor me observa con pasmo mientras su “Guardia celta” va a por los puntos de vida de Kaiba y después de un segundo lo detiene. Ha abandonado su segura victoria por mi grito. Kaiba me mira con ojos intensos. Me siento desnudo ante mis amigos y él. Le he protegido, le he salvado, he gritado para que no me pierda.
Estoy atónito por mi actuar.
Te lo dije Devlin. El cachorro es mío—le dice con desconsideración Kaiba a Duke. Yo no me atrevo a alzar mis ojos del suelo, mis manos están alzadas ante mi mirada, miro mis palmas intentando descubrir ahí que me pasó por la cabeza para detener el juego, y es en ese estado cuando escucho las palabras finales del CEO de Kaiba Corp.—¡Este es el final, Motou! Porque tengo a mi “Renace el monstruo” y con él invocaré a mi magnífico “Ojos azules”. ¡“Ojos azules”, ataca al “Guardia celta”!—listo. Kaiba logró vencer por fin a Yugi, gracias a mí. Como comodín fui valioso para él porque ha logrado lo que siempre quiso. Entonces entiendo y miro a mi lado. Al tipo que se presentó ante mí una vez como fan de Kaiba. Al tipo que atizó el fuego para que ardieran las llamas. Todo este tiempo Yugi fue la presa y yo el cebo que le prepararon.
Todo este tiempo lo que hizo Kaiba fue embaucarme sabiendo que tarde o temprano caería en sus redes y cuando creyó que todo estaba pronto tendió la trampa y como todo buen pescador esperó a que el inocente pez picara.
Yo soy la causa de la perdición de Yugi. Soy la causa de mi propia perdición. Veo hacia mi amigo. Mi corazón duele porque me siento un traidor. Le traicioné con mi propia debilidad. Me siento un tipo de la peor calaña y me alejo de ahí mientras Devlin y Kaiba sonríen de gozo.
¿Qué crees que haces perro?—pregunta una voz conocida tras de mí.
Aprieto mis puños con fuerza por las ganas que tengo de matarlo. Me volteo y le miro con furia—Pienso que una mente brillante como la tuya lo deduciría muy bien. ¡Me largo!—le grito. Estamos en el muelle. A estas horas sigue desierto porque faltan al menos 45 minutos para que llegue el ferry.
Yo gané—me dice el muy idiota. ¿Acaso piensa que estoy ciego? Siento tanta impotencia de no poderle atizar.
¡Me importa un carajo si ganaste o no! Yo me voy y espero no verte en la vida, maldito…--le grito.
Tú eres el premio—me dice.
Sigue soñando idiota. Desde hace siglos se abolió la esclavitud. Yo no soy de nadie y voy a donde me da la gana. Además ya cumplí mi cometido. ¿No? Venciste a Yugi. ¡Ya no me necesitas más! Anda a buscarte otro entretenimiento y que te aproveche. ¡Yo me cogeré al primero que vea que no me recuerde a ti!—le digo.
¿Yo?—me pregunta alguien con una voz familiar desde al lado de Kaiba. Es Devlin que me mira muy sonriente el hijo de perra pero a él si lo atizo. En la mitad de camino el engreído me atrapa y evita el ataque.