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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Las maletas seguían contra la pared y pese a que Tetsu le había dejado espacio libre en el armario de la habitación de invitados, Aomine no tenía fuerzas para deshacer las maletas, haberlo hecho habría convertido todo en demasiado real y aún no había asimilado del todo que el amor de su vida hubiera llegado al extremo de traicionarle por los egoístas deseos de su padre, ese padre que jamás se preocupó por él.


“Tetsuya”, el pequeño cachorro de Husky Siberiano se había subido a la cama con Aomine y le miraba apoyando su cabeza en su abdomen, pero Aomine se había acurrucado apoyando la espalda contra la pared al lado de la ventana, subido en aquel cómodo colchón con las rodillas encogidas y mirando las maletas del fondo. Le había dicho a Tetsu que quería estar solo y es que no podía dejar de llorar por lo que había perdido.


Sus días más felices habían sido al lado de Akashi, aún recordaba cuando se declaró de manera torpe y directa. Akashi siempre era demasiado directo con lo que quería y siempre se rodeaba de lo mejor, mejores trajes, mejores coches… el mejor jugador de baloncesto de su equipo, quizá sólo fue un trofeo más en sus manos, se sentía tan utilizado y tan desdichado al saber que su felicidad había desaparecido en unos segundos.


No quería que nadie le viera llorar, ni siquiera su mejor amigo Tetsu. Él era Aomine Daiki y jamás nadie le vería derramar una sola lágrima por nadie. Desahogaría todo en ese cuarto, encerrado en esas cuatro paredes hasta que estuviera mejor y pudiera hablar del tema sin pensar en llorar por aquel desgraciado.


Tetsu le había insistido en que se quedase el tiempo que necesitase pero no quería estorbar, así que al día siguiente empezó a buscar algún apartamento barato al que pudiera irse alquilado un tiempo.


El día que llegó Kagami a desayunar con Tetsu se encontró allí a Aomine y pese a que ambos siempre discutían por todo, ese día ambos chicos se comportaron y no dijeron nada que pudiera hacer daño al otro. Aomine no estaba para pelearse en aquel momento y Kagami lo entendía.


- El otro día estuvo Akashi por la cancha, fue a despedirse de todos. Se marcha esta tarde. Su vuelo sale a las seis – comentó.


- Ya veo – dijo Tetsu mirando a un afectado Aomine.


- ¿Se le veía afectado? – preguntó Aomine como si aquello fuera a quitarle esa espina que tenía clavada dentro de su corazón.


- No. Bueno… ya sabes cómo es Akashi, él siempre parece muy frío y distante, supongo que llevará el dolor por dentro, nunca deja que nadie se acerque a él lo suficiente como para hablarle de esas cosas. Tú fuiste el único con quién consiguió abrirse un poco a los demás.


- Me iré a la habitación un rato – comentó Aomine sin muchas ganas de nada.


- ¿He metido la pata? – le preguntó Kagami a Tetsu.


- No. Démosle un poco de tiempo. Olvidar algo así no debe ser fácil, han estado seis años juntos, toda la universidad. Tiene demasiado que olvidar.


Aquella tarde cuando Tetsu se marchó con Kagami a jugar a la cancha del parque, Aomine se fue al aeropuerto viendo por el cristal de la terminal cómo despegaba el avión del que fue su único amor en la vida. Rozó el frío cristal con sus dedos y apoyó la frente en él llorando mientras cerraba los párpados dándose cuenta de lo que había perdido, de lo que se marchaba en aquel avión.


La semana siguiente, Aomine se mudó a su nuevo hogar pero no fue capaz de abrir todas las cajas de la mudanza y mucho menos, de arreglar las cosas sin derrumbarse. Lo peor llegaba a la hora de dormir, sentir el lado derecho donde Akashi acostumbraba a dormir tan vacío era insoportable, pero luego intentaba pensar que era lo mejor, no podía confiar en él.


Un mes y medio pasó desde aquello aunque todas las mañanas, Aomine pensaba en lo que estaría haciendo aquel pelirrojo en Estados Unidos. ¿Habría sido capaz de olvidarle y pasar página? ¿Estaría saliendo con otra persona? Sabía que era estúpido pensar en esas cosas pero seguía sintiendo que le amaba, no podía olvidarle y cada día dolía más.


Aquella mañana, sentado en la tapa del retrete miraba con angustia el aparato en sus manos y por primera vez en la vida… tenía dudas y miedo, tenía mucho miedo. Decidió que tenía que contárselo a alguien y salió al salón cogiendo su chaqueta junto a la bufanda para ir a ver a Tetsu, tenía que estar en la destrozada cancha del parque donde solían entrenar. Necesitaba que le diera el mayor consejo de su vida.


El día había despertado frío, en cualquier momento llovería y las hojas de los árboles se movían con cierta violencia por el aire. Aomine se abrigó un poco más cogiendo la bufanda para taparse hasta la nariz y siguió caminando con lentitud agarrando con firmeza aquel objeto entre su mano dentro del bolsillo de la chaqueta. Aún no podía creerse esto, jamás habían hablado de algo así y ahora… ¿Qué debería hacer? Quizá era el momento donde más echaba de menos a Akashi pero no quería volver con él, no después de su traición. Dolía tanto seguir amándole cuando esa persona te traicionaba. Su cabeza le pedía a gritos que pasara la página ya y su corazón se resignaba a hacerlo.


Cinco largos años de su vida fueron compartidos por la otra persona. ¿Cómo se olvida algo así? Él nunca había sido un gran chico dedicado a la casa, pero Akashi era el chico más ordenado del mundo, ahora por costumbres tras cinco años viviendo con aquel maniático, él mismo tenía todo ordenado en perfecto orden y para colmo… seguía dejando algunas cosas tal y como Akashi lo hacía. Todo le recordaba a él, a sus manías y de vez en cuando, salía alguna prenda de Akashi, una camiseta o algún pantalón de baloncesto. En aquellos momentos era cuando se derrumbaba sin poder evitarlo.


Aunque les había dicho a todos que ya había olvidado a Akashi era mentira, seguía muy presente en su mente y en su corazón. Tenía ira y amor por él, era una mezcla tan extraña de sentimientos. Quizá esperó que Akashi luchase por él pero no lo hizo, se marchó sin tan siquiera haber pasado a intentar despedirse. Seguramente le habría cerrado la puerta en las narices pero le habría gustado que al menos intentase haberlo arreglado.


Al llegar al parque, todos estaban allí jugando al baloncesto y Tetsu se giró enseguida preguntándole si quería jugar, pero Aomine negó con la cabeza. El chico fantasma de la generación de los milagros intuyó que algo pasaba con su amigo, él jamás se negaba a jugar con ellos. Se disculpó ante el resto de los jugadores y caminó hasta llegar a Aomine.


- ¿Ocurre algo? Tú nunca rechazas un reto – le dijo Kuroko.


- ¿Te apetece un batido? Yo invito - le preguntó Aomine y Tetsu entendió que quería hablar en un lugar más privado donde nadie pudiera escuchar su conversación.


- Claro – aceptó y ambos se marcharon hacia la destartalada máquina expendedora que había cerca de la cancha.


Sacó primero la pequeña botella de plástico para Tetsu e iba a darle el botón para sacarse un café pero se detuvo antes de hacerlo y se sacó otro batido. Kuroko observó ese cambio de opinión tan extraño pero no dijo nada mientras daba un sorbo a su bebida.


- ¿Qué tal está? - le preguntó Aomine.


- Está bien aunque son mejores los que sirven en la hamburguesería preferida de Kagami.


- Después de tanto tiempo siendo amigos, no entiendo por qué Bakagami y tú os seguís llamando por el apellido.


- Supongo que por costumbre – le contestó mientras se tomaba su batido – ¿Ahora me dirás qué te pasa? Dudo mucho que me hayas apartado de los demás para hablar de batidos o de cómo nos llamamos Kagami y yo.


Aomine no le contestó enseguida sino que permaneció mirando pensativo su botella mientras la movía entre sus manos. Normalmente sería muy directo y soltaría lo que le pasaba sin dudarlo pero... ni siquiera él había podido asimilarlo aún y decirlo en voz alta lo convertía en algo real.


- Puedes contarme lo que sea, soy tu amigo y no te juzgaré – le animó Kuroko.


Sus palabras calmaron un poco al antiguo jugador del Touou, quien pensó que lo mejor era dejar de darle vueltas y soltarlo de una vez.


- Estoy embarazado.


Pese a que mantenía su habitual rostro inexpresivo, Tetsu estaba sorprendido. Cuando Aomine averiguó que podía concebir, él fue una de las primeras personas a las que se lo contó así que no se había sorprendido por eso sino porque pensaba que su amigo no quería tener hijos todavía, estaba centrado en conseguir su oportunidad para convertirse en jugador profesional.


- ¿Es de Akashi? - le preguntó y le vio asentir apretando sus labios - ¿Se lo has dicho?


- No y no sé si contárselo, no después de lo que me hizo.


- No te voy a decir lo qué tienes que hacer o lo que no, es decisión tuya pero, mi consejo es que se lo digas. Lo que hizo durante el torneo es algo despreciable pero no es tan grave como para que le quites su derecho a ser padre, el bebé también es suyo – le dijo con su seriedad habitual – Tampoco la vida que está desarrollándose en tu interior tiene culpa de lo que ocurrió ni de vuestra separación, por lo que no le niegues la posibilidad de tener a sus dos padres.


Aún podía ver las dudas en la mirada de su mejor amigo por lo que le dio un último empujón al adivinar lo que pensaba.


- Nadie dice que tengáis que volver a estar juntos sólo por el bebé pero al menos cuéntaselo y que él decida si quiere formar parte de la vida de su hijo o no.


- Supongo que tienes razón, lo que haya pasado entre él y yo no debe repercutir en nuestro bebé, no es su culpa que su otro padre sea un imbécil – le dijo con una sonrisa triste – El problema es que no tengo forma de comunicarme con él, no sé su número de teléfono ni su dirección actual.


- Puedes preguntárselo a su padre – le sugirió Tetsu y vio que Aomine puso una mueca de desagrado.


- No sabes lo que le odio y el sentimiento es mutuo. No creo que vaya a querer decirme cómo contactar con su hijo ahora que por fin se ha librado de mí.


- Si sabe que es para darle esa importante noticia, supongo que lo hará. Quizás se le ablande el corazón al saber que va a ser abuelo.


- Ese demonio no tiene corazón pero supongo que tendré que intentarlo por el bien de mi bebé.


Ambos observaron a sus amigos jugar a lo lejos en silencio hasta que Aomine lo rompió.


- Estoy asustado – le confesó casi en un murmullo – Akashi y yo nunca hablamos sobre tener hijos y ahora... ¿cómo voy traer a una vida yo solo? ¿Cómo voy a mantenerlo y cuidarlo? Dudo que Akashi vaya a abandonar su sueño después de lo que hizo para conseguirlo.


- Nunca se sabe pero aunque así fuese, no estás solo. Siempre me tendrás a mí y al resto de los chicos, te ayudaremos en todo lo que podamos y estaremos a tu lado.


- Gracias, Tetsu, eres un gran amigo – le dijo sonriendo a la vez que extendía su puño.


Kuroko captó el gesto y lo chocó con su propio puño con una pequeña sonrisa en su boca. Aomine se terminó su bebida y lanzó la botella a la papelera encestando sin problemas.


- Será mejor que me vaya, me queda un largo camino hasta la mansión de los Akashi – le comentó.


- ¿Vas a ir andando? Está lejos.


- Una parte del camino sí, necesito despejar mi mente y hacerme a la idea que tengo que ver a ese horrible hombre para decirle que necesito hablar con su hijo... No creo que vaya a ser un momento agradable.


- ¿Quieres que te acompañe? - le preguntó Kuroko.


- Gracias por el ofrecimiento pero no, es algo que debo hacer yo solo – le respondió moviendo su mano en señal de despedida mientras comenzaba a caminar.


Tras andar durante un rato y coger diferentes medios de transporte, llegó a la enorme mansión perteneciente a Akashi Masaomi. Se detuvo frente a las gigantescas puertas de reja y las observó embelesado, a pesar de haberlas visto con anterioridad, le seguía impresionando la magnitud de aquel lugar. Se acercó al portero automático, le dio al botón y esperó a que alguien le atendiera.


A los pocos segundos, la dulce voz de una mujer se escuchó por el interfono, seguramente se trataba de una de las criadas.


- Emm... hola, soy Aomine Daiki, me gustaría hablar con el dueño de la casa, el señor Masaomi – balbuceó un poco debido a los nervios.


- Espere un momento, por favor – le contestó aquella señorita cortando la comunicación pero a los pocos segundos regresó – En estos instantes, el señor Akashi no puede atenderle. Si desea puede pedir cita en su oficina, que tenga un buen día.


Aomine se quedó mudo de la impresión. Ese cretino ni se había molestado en averiguar qué era lo que quería o necesitaba, había pasado directamente de él dejando que su criada se encargarse de él sin ni siquiera darle la oportunidad de hablar. Era un muy mal comienzo.


Volvió a darle al interruptor malhumorado, pero esta vez ni se molestaron en contestarle. Cabreado, insistió una y otra vez pero al ver que no iba a obtener respuesta alguna, buscó con la mirada la cámara de seguridad que debía apuntar hacia la entrada de la mansión.


- Ey, da la cara, maldito cobarde, tu hijo va a ser padre y necesito saber su nuevo número para llamarle y contárselo – gritó moviendo sus manos sobre su vientre como si tuviese una barriga enorme por si acaso no le estaban escuchando.


- Deja de armar tanto escándalo – se oyó una voz grave a través del interfono que le sobresaltó y Aomine se acercó hasta el aparato.


- ¿Me vas a dejar aquí fuera o me vas a dejar pasar y decirme cómo puedo contactar con tu hijo para darle la noticia?


- No necesitas contactar con Seijuuro porque si realmente estás embarazado, él no es el padre.


- ¿Cómo se atreve a decir que...? - comenzó a decir indignado pero el hombre al otro lado del aparato le interrumpió.


- Ni pienses que vas a enredar a mi hijo en tu problema, seguramente te habrás follado a un don nadie que te habrá dado la espalda en cuanto se ha enterado de la verdad y habrás pensado que si decías que era de mi hijo, conseguirías sacarle una parte de su dinero para la manutención de tu engendro y usarla para vivir tú con lujos y sin ninguna preocupación. Pues no vas a conseguirlo así que será mejor que abortes y te ahorres futuros problemas.


Aomine escuchó cómo colgaban al otro lado dejándole con la palabra en la boca. Estaba muy, pero que muy cabreado, jamás le habían tratado así en su vida, nunca le habían ofendido tanto en tan poco tiempo. Ese malnacido se creía que todos eran como él que usaban sucias artimañas para conseguir sus propósitos. Lo peor es que ni siquiera quería su dinero, sólo quería hacer lo correcto e informar a Akashi de la situación pero aquella familia ya le había insultado demasiado.


- A partir de este momento, este bebé es solamente mío, ¿me escuchas? - gritó hecho una furia antes de darse la vuelta para marcharse de ese lugar – no se os ocurra ni a ti ni a tu hijo buscarnos jamás, para vosotros ya no existimos.


 


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