Seto cruzó el umbral de la comisaría donde tenían detenido al rubio. Dentro una multitud se arremolinaba a su alrededor. Había caras amargas y aburridas, caras desesperadas y con esperanza. La suya no dejaba adivinar sus pensamientos aunque se dejaba ver un ceño fruncido que podía traslucirse como hastío.
Lo llevaron a la sala de interrogatorios y los dejaron solos.
¿Y Yami?—preguntó el melado al verlo.
Eso lo hastió más—Él pidió ser tu abogado pero Pegasus sama pensó que yo era una mejor opción. Si estás en desacuerdo yo…--dijo el ojos azules.
El otro esbozó una sonrisa apenada—Lo siento. No yo… Es que no pensé que tu quisieras…--dijo Joey.
No quiero y menos ahora—le contestó Seto.
¡El gatito está celoso!—dijo Wheeler.
¿Te parece momento adecuado para tus bromas?—preguntó Kaiba.
La expresión del otro cambió pero no sus ojos que entonces el castaño se dio cuenta de que habían estado opacos desde el principio—Creo que alguien logró lo que quería—dijo al aire.
Con que te declaras inocente—aludió el ojos azules y el otro lo miró sorprendido—No me digas que no hace falta aclarar. Todos los que sabemos de tu historia podemos argüir que el viejo te trató siempre mal y motivos para vengarte no te faltaban. Además tú mismo lo aclaraste en mi casa. Katsuya sama era el único que evitaba que hicieras lo que querías con tu vida. Ahora que ya no está puedes hacer lo que quieres—
¿Te parece?—preguntó señalando el lugar con una ceja levantada el otro abogado—Además… ¿De hacerlo crees que dejaría mis huellas en el arma homicida?—
Es lo único que deja dudas aunque ¿Cómo sabes que fue un arma si…?—preguntó dudando Seto quien se había sentado en la silla frente a la suya.
¡Tranquilo, galán! Me lo dijo la policía—respondió el rubio levantando una mano para que se calmara.
¡Por lo que ya has firmado tu declaración!—dijo Kaiba.
Mi abogado no había llegado y como sabrás… entiendo algo de leyes—le dijo Joseph algo hastiado de que el otro lo subestimara y de estar allí—Mañana me llevarás ante el juez por lo de mi fianza—El castaño se levantó y caminó hacia la puerta con su maletín--¿Qué haces?—preguntó Joey.
Parece que no me necesitas. Mañana me llamas por lo de la fianza por si necesitas ayuda con el monto—dijo el ojos azules sin voltear.
La mano estaba por golpear para que el guardia viniera a abrir la puerta cuando escuchó un sonido que lo paralizó.
Te amo—era nada más un susurro pero lo escuchó con la claridad del cristal.
¿Qué… dijiste?—preguntó Seto con voz normal aunque todo lo demás en él estaba paralizado.
Que te amo. Siento ser tan idiota a veces pero como tú dijiste lo único que evitaba que hiciera lo que quisiera con mi vida era Katsuya sama—admitió el melado. El otro volteó y lo miró con una pregunta en sus ojos—No, yo no fui. Pero soy el chivo expiatorio perfecto. ¿No lo crees?—preguntó después—Mi familia nunca me quiso. Mi existencia siempre les desagradó, aun así él planeaba darme la conducción de la corporación. Siempre pensé que irían tras mi pero se ve que son más astutos de lo que pensé y fueron por él—
¿Insinúas que tu familia ha hecho esto y te inculpó?—preguntó el ojos azules con una mirada afilada, estaba midiendo al otro con la mirada.
El otro sonrió ampliamente—Siempre lo has pensado. ¿Cierto?—preguntó.
No dudo de tu capacidad para lograrlo pero en vista de que te has mostrado más propenso a salvar gente que a matarla me permito dudarlo—admitió Kaiba que aun no digería del todo la confesión de amor del otro, despacio volvió a su asiento y dejando su portafolio en el suelo a su lado se acodó en la mesa.
Sin mencionar que me debes dos—dijo Joseph mostrándole dos dedos. El otro suspiró y chirrió los dientes un poco pues no le gustaba recordar que le debía--¿Qué vas a hacer?—preguntó luego y el otro lo miró sorprendido—Si no te gusta la idea de defenderme puedes…--
¿Te has vuelto idiota aquí dentro o qué?—preguntó Seto.
¡Que sorpresa! Pensaba que siempre habías creído que lo era—preguntó Wheeler sonriendo.
Deja de bromear y sonreír o dejaré de tomarte en serio—dijo Kaiba.
¿Ah? ¿Quieres decir que prefieres que llore y te ruegue que por favor me defiendas?—preguntó el melado juntando sus manos sobre la mesa mientras su cuerpo medio se estiraba sobre esta y fingía mirada de perrito.
El ojos mieles se sorprendió cuando el otro agarró sus manos y tirándolas hacia él juntó sus caras y contestó—Sería bueno—antes de intentar unir sus labios con los del otro pero el rubio lo impidió poniendo su palma sobre los suyos. Los ojos azules lo miraron molestos.
No me contestaste—dijo Joey.
Por un momento el otro no supo a que se refería hasta que recordó la confesión—Te amo. ¿Contento?—preguntó el castaño algo ahogadamente por la mano con un talante impaciente.
Si—dijo el ojos mieles sacando su mano y permitiendo el apasionado beso que siguió.
Ese fue el momento en que el guardia se preguntó como estaría todo dentro y miró por la ventanilla para lograr divisar a esos dos en pleno beso. Los ojos le quedaron como platos. No era que estuviera prohibido. A veces los maridos defendían a sus esposas pero entre dos hombres…