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Tocado y hundido por Nessa_Snape5

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<b>Parte II. Hundido.</b>


 


 


<CENTER><i>I love the way you hurt me / Amo la forma en la que me dañas


My tears your wine / Mis lágrimas son tu vino


Your thoughts would draw my plan for a cruise in vain / Tus pensamientos dibujarían mi plan para una salida en vano


Like talons in the pale moon shine above us / Como garras de la pálida luna que brilla sobre nosotros


My gained pleasure in pain is slowly vanished when / Mi dolor ganado con pena se desvanece cuando


you sink deeper and deeper into a void you are venomous love / te hundes más y más en el vacío, eres un amor venenoso.


 


Bed of nails – Alice Cooper</CENTER></i>


 


 


Aquella noche después del encuentro con Lucius, Severus no se sentía con fuerzas para abandonar las mazmorras. Ni siquiera para empezar una maldita poción más. Al fin y al cabo, el esfuerzo de prácticamente todo un día de trabajo se había esfumado tan pronto como Lucius había aparecido. Y sabía por experiencia que por mucho que intentara arreglarlo aquello no tendría solución hasta al menos el día siguiente. Para entonces ya tendría de nuevo la capacidad de volver a enfrentarse al recuerdo de Lucius en su laboratorio; entrando a destruirle los nervios, incluso sin proponérselo.


 


Suspiró resignado. No era tonto como para no darse cuenta de que no tenía cabeza para ponerse a elaborar más pociones; no mientras las palabras que le había dicho Lucius siguieran dando vueltas en ella.


 


<i>“Te estás arriesgando más de lo que se consideraría sensato.”</i>


 


Un escalofrío le recorrió de nuevo y tuvo que servirse un vaso de whisky para aplacar esa sensación. Le asustaba lo que aquella frase podía significar. ¿Lucius lo sabía?


 


Dio un largo sorbo de whisky y tragó rápido. Necesitaba quitarse el mal sabor al precio que fuera, pero el nudo en su garganta parecía hacerse cada vez más grande.


 


Unos pensamientos de ese tipo en alguien que estaba desarrollando un doble juego en una guerra mágica no eran apropiados y sí demasiado peligrosos. Debía tener cuidado aunque dominara la oclumancia, pues no era una ciencia exacta y nunca se podía llegar a dominarla completamente. En un momento de debilidad alguien un poco más diestro que él podría desarmarle, acceder a sus pensamientos y descubrirle.


 


Y Severus temía con todo su alma que ése alguien hubiera sido Lucius. No sabría qué pasaría entre ellos si eso llegara a suceder. La sola idea le aterraba.


 


Los hielos tintinearon en el vaso al tiempo que las brasas de su chimenea comenzaron a crepitar y la cabeza de Lucius apareció entre ellas. Severus dio un salto en su silla al oír su voz.


 


– Conecta la red flú – dijo antes de desaparecer de nuevo.


 


Se dio cuenta de que la voz de Lucius sonó amortiguada y quiso pensar que era por la chimenea, pero un mal presentimiento le invadió. Conectó la red tan rápido como pudo y esperó a que Lucius apareciera por ella.


 


Cuando finalmente Lucius entró, sus dudas quedaron confirmadas. Por un momento el rubio lució con su usual porte erguido e imponente, pero al intentar salir de la chimenea su bastón apenas pudo sostenerle y prácticamente se derrumbó en los brazos de Severus. Con dificultad el profesor logró conducirle hasta la cama donde procuró que se tumbara de la manera menos dolorosa posible, pues parecía que todos y cada uno de los huesos de Lucius habían sido maltratados.


 


– Lucius, ¿qué te ocurre? ¿Qué demonios...?


 


Se sorprendió cuando al despojarle de la ropa para intentar examinarlo no apreció ni un solo rasguño. El cuerpo del rubio no había sido herido de manera brutal como él pensaba, al menos exteriormente. La razón acudió entonces a él de manera violenta: la maldición cruciatus no dejaba marcas físicas. Eso debía de ser obra del Señor Oscuro.


 


Se separó de Lucius los escasos segundos que tardó en ir a su armario de pociones personal y sacar de él un ungüento que le aliviaría el dolor. Lo guardaba para sus propias sesiones ante Voldemort pero ahora Lucius lo necesitaba más que él.


 


– Estoy bien, Severus – se quejó, intentando hacerle parar cuando comenzó a aplicarle el ungüento sobre las articulaciones.– Es sólo... cansancio...


 


– Sí – resopló irónicamente el profesor. – Estoy convencido de que una sesión de cruciatus debe ser bastante agotadora.


 


Una sonrisa se dibujó en el rostro del rubio aunque con bastante esfuerzo, pero a partir de ese momento se dejó hacer sin oponer más resistencia. Sabía que no haría cambiar de opinión al terco Severus, que le aplicaba aquella pomada con precisión médica, y realmente lo necesitaba.


 


En el fondo se moría de ganas de preguntarle a Lucius qué diablos había pasado para que Voldemort lo hubiera castigado de aquella violenta manera. Sí, sabía de sobra que aquel mago era un sádico y pocas veces necesitaba una excusa para descargar su furia en una sesión de tortura; pero era muy raro que lo hiciera con Lucius, uno de sus más fieles y valorados seguidores.


 


Cuando Severus terminó con aquello y se disponía a cerrar el tarro la mano de Lucius atrapó la suya. No hicieron falta palabras para que Severus leyera el mudo agradecimiento que había en los ojos grises.


 


– ¿Vas a contarme qué sucedió?


 


Lucius giró la cabeza hacia el otro lado. Se había acabado el agradecimiento y la complicidad. Y Lucius odió eso de Severus, su manera de llegar siempre directamente a todo. Fuera lo que fuera. Fuera quien fuera.


 


– Me preguntó por la poción. – Severus palideció.– Le dije que había venido a buscarla. Y que se había roto cuando me aparecí y se cayó de mi bolsillo. No sé si me creyó – continuó Lucius.– Supongo que sí, y por eso me castigó.


 


Severus apenas podía encontrar su voz. Si lo que decía Lucius era cierto, tenía suerte de que sólo le hubiera tocado sufrir una sesión de cruciatus.


 


– La poción no estaba lista. Debiste decirle eso.


 


Lucius volvió a mirarle, esta vez con furia.


 


– Si a mí me cayó una lluvia de cruciatus por romper un frasco de poción que supuestamente estaba hecha, ¡¿qué crees que te hubiera hecho a ti de saber que ni siquiera la habías terminado?!


 


La rabia y la certeza de las palabras de Lucius le llegaron como un mazazo y le hicieron perder cualquier intención de batallar con él. Tenía razón, y era imposible quitársela. Trató de mantener la compostura pero tuvo que sentarse en la cama para recuperarse de la impresión de que, si no llega a ser por Lucius, probablemente él habría estado muerto en ese momento.


 


La voz del rubio le llegó lejana, a pesar de que estaban a menos de treinta centímetros en la misma cama.


 


– Quiere otra poción lo antes posible.


 


Severus asintió con cansancio. De repente su cabeza estaba nublada intentando asimilar todo lo que estaba escuchando. Ya no podía estar seguro de nada. Tendría que ir con pies de plomo a partir de ahora en todas sus misiones. Podría ser que el señor oscuro no desconfiara de él abiertamente, pero sabía que entre Lucius y él no tendría duda sobre a quién eliminar primero.


 


Y Lucius, su Lucius, que había estado casi a punto de morir en su lugar.


 


<i>Hundido.</i>


 


Lucius le tomó de la barbilla y le hizo mirarle.


 


– No sospecha de ti.


 


Algo se removió dentro del pecho de Severus en ese momento con las palabras de Lucius. No quiso hacer preguntas. Algo realmente confuso que hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas que trató rápidamente de hacer desaparecer. La mezcla de alivio y preocupación se le pintaron en el rostro a partes iguales. 


 


Lucius pareció darse cuenta de eso y se incorporó torpemente en la cama a causa del dolor, quedando sentado también. Apretó los labios con frustración. No quería ver a Severus así. No podía.


 


– Sev...


 


Fue apenas un susurro, pero logró captar su atención en medio de la vorágine de pensamientos. Severus le miró y Lucius no pudo evitar acercarse para besarle. Todo el dolor que sentía en sus huesos y articulaciones quedó olvidado cuando Severus le correspondió, abriendo su boca para dejar entrar a su lengua. 


 


El sabor que tanto había añorado le inundó de nuevo, su olor le llegó a envolver como la primera vez. Por un momento, posiblemente por el delirio de la fiebre y la cruciatus, su mente lo transportó  a otro momento y a otro lugar en el que las preocupaciones que les habían llevado a esa situación no existían. Duró hasta que al moverse para pegarse más a él sintió el lacerante dolor que deja la maldición cruciatus en los huesos. Entonces recordó la tortura a la que le había sometido Su Señor escasas horas atrás. Y el pánico que experimentó cuando por un momento le pareció ver en sus ojos rojizos que no le había creído al decirle que el vial de poción se había roto en su bolsillo al aparecerse.


 


Por un segundo la estampa del cadáver de Severus cruzó por su mente; sin saber a ciencia cierta si lo había imaginado o había sido Él quien había puesto esa imagen ahí.


 


Una sensación muy parecida al terror se dejó sentir en todo su cuerpo en aquel momento y ahora, al recordarlo, la experimentaba de nuevo. Aún con Severus entre sus brazos, ofreciéndole su boca, mezclándose con él, Lucius sintió el mismo escalofrío al darse cuenta de que el peligro era más real de lo que ambos podían llegar a imaginarse.


 


Insistió más en aquel beso. Sus huesos y articulaciones aún seguían resentidas a pesar de la poción que le había aplicado Severus. Pero nada de eso le importó. Quería tenerlo de nuevo. Quería romperse contra su cuerpo. Quería demostrarle que aquello era lo que de verdad Severus deseaba; demostrarle que su lugar estaba junto a él, luchando juntos por el Señor Tenebroso. Que aquello de jugar al buen samaritano bajo las faldas de Dumbledore era una tontería porque en realidad su alma era tan oscura como lo era el alma de Lucius. Pero sabía también lo obstinado que era Severus. Y que cuando una idea se le metía en la cabeza no había forma humana de hacerle cambiar de opinión. Y para desgracia de Lucius el muy inconsciente había decidido ser el infiltrado de Dumbledore entre las filas del Señor Oscuro.


 


Severus nunca se lo había confesado, pero no hacía falta. Él dormía con Severus. Él le hacía el amor. Lo conocía desde siempre. Pero tampoco le había dicho jamás que le había descubierto. Era mejor así. Dejarle jugar a ser un espía y tenerle bien vigilado era más fácil que enfrentar una conversación de aquel calibre con Severus.


 


Severus, que ahora lo recostaba sobre la cama y buscaba con tal desesperación su piel que Lucius por un momento se sintió deseado. Aunque no debía engañarse. Quizá el profesor sólo buscaba consuelo en su cuerpo para infundirse algo de valor después de ver a Lucius tan malherido y pensar que podría haber sido él. 


 


Lo que fuese que Severus buscaba en él, Lucius se lo daría.


 


Así que lo amó, olvidándose por completo del dolor que sentía en todo su cuerpo, y logró que Severus se olvidara del sabor amargo que le dejó el saberse casi descubierto. Le hizo gritar su nombre y gimió de éxtasis al estallar dentro de su cuerpo.


 


Lucius salió de la habitación usando la red flú a primera hora de la mañana, llevándose consigo un pequeño vial de poción del armario secreto de Severus. Sabía que ahí podía encontrar un frasco preparado del tipo que su Señor necesitaba.


 


Ni un solo remordimiento cruzó por su cabeza al hacerlo. Era tan simple como que si Severus no apreciaba su vida lo suficiente para conservarla, Lucius lo haría por él. 


 


Fuera al precio que fuera.


 


<CENTER><b><u>FIN</u></CENTER></b>


 


 

Notas finales:

¡Gracias por leer! Cualquier comentario es bienvenido. ¡Besos!


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