Los dedos de sus pies se sumergen un poco entre la arena húmeda y logra sentir un cosquilleo cuando el agua salada regresa con un poco de espuma y le moja hasta las rodillas. Cuando puede sentir que el aire tibio golpea en su cara y el olor salino le entra por las fosas nasales, puede suspirar cansinamente alejando a su vez, parte del estrés mental.
Lejos, muy lejos de él puede escuchar como Amy arranca de su garganta una nota grave, convirtiéndola en el canto más salvaje que en alguna ocasión haya escuchado y a la vez, siendo la nota que va llena de sentimiento, dolo y amor. Así lo siente, así lo puede explicar.
Han pasado cien días y aún tiene el olor a limón y chocolate entre los dedos, la sensación de un abrazo; las cosquillas de sus medios besos en el labio inferior, los estragos de sus mordeduras en el cuello y si cierra los ojos, un par de suspiros haciendo eco en su memoria. Duele y el nudo en su garganta se aprieta y afloja a ratos queriéndolo torturar con un recuerdo, con un pasaje o aroma que le atormente y le haga padecer, entonces, sólo en ese momento es cuando siente la sumisión de su habla queriendo susurrar un “adiós” que no llega.
Su intento es vano porque ni las cosquillas que causa la arena las siente, el anillo sigue en su mano y no lo retira, vuelve a ponerlo en el lugar donde ha estado por más de quince meses y hace su mano un puño. No. Adiós jamás.
Amy le recuerda que el amor es un destino designado y a YiXing le parte el corazón, no en uno, ni en dos, lo parte en pedazos de la misma cantidad que las estrellas en el cielo, de los besos nunca contados y de las pestañas que recuerda haber contado: Sueños. Ilusiones perdidas o guardadas entre esos pedazos de corazón, de alma, de felicidad.
— Adiós no.
Reitera su pensamiento pretensioso, no es YiXing quien habla, son sus pedazos de corazón.
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La segunda vez que Amy le da un consejo, sabiendo que no será le último, le acaricia el oído con tres notas altas diciéndole que el amor simplemente es un juego en que no se apuesta y en el que si se hace, se gana; oh esa chica y sus líos amorosos.
Cuando fuma recuerda viejos tiempos, las nubes se esponjan y salen desfilando entre sus labios flotando hasta lo más alto, se pierden entre curvas sensuales cerrando pensamientos inoportunos e insulsos que no llegan a zurcir sus emociones, pero si a calmar la ansiedad que le da piquetes en las yemas de los dedos. Duele.
— Mierda, alguien se pudre acá… ¿Estas en casa YiXing?
— Aquí
— ¡Carajo hombre! –el grito se escucha más de cerca y se agudiza para convertirse en regaño. BaekHyun ha llegado molesto esa tarde- ¿Acaso estás fumando YiXing?
— No, sólo estaba aspirando de este cigarro –muestra el chino- ¿vez? Es de menta
— Que te hagas el gracioso sólo me da otro nivel de tu estupidez.
BaekHyun suspira y se tira en el sofá amoldándose a la apolillada decoración que cube el sofá, YiXing cala fuerte del cigarrillo reposando entre su dedo índice y medio, el silencio no cabe cuando el chico coreano niega chasqueando su lengua.
— ¿Cuándo acabará esto, YiXing?
— ¿Qué es “esto”?
— ¡Esto! Todo tu viacrucis hasta llegar a la amargura, porque le he apostado a los chicos que seguro te suicidas en dos días
— Hijo de puta
— Durarás tres, tienes razón.
— Así está mejor.
El coreano sube sus pies a la mesa que decora el centro de la sala, ahí sólo hay tres marcos con fotos de diferentes personas, están llenos de polvo pero YiXing no los quiso quitar desde el día dos, es definitivo que con el humor tan enervante del extranjero, BaekHyun no le pida limpiar un poco el departamento.
Los silencios le tranquilizan, a BaekHyun le desesperan y por eso habla.
— Para de fumar o te dará cáncer
— Deja de coger o te dará SIDA
— Moriré por recibir placer.
— Moriré por pendejo entonces.
— Quienes aman mueren por la misma causa, por pendejos y no por cáncer, así que dame esto –reclama BaekHyun retirando los tres cuartos de cigarrillo que descansaban en los finos dedos de YiXing. El hombre se deja ser regañado porque no tiene otra opción, ni más de dos pulmones.-
— Te odio
— El sentimiento es mutuo querido.
— ¿Cómo está ChanYeol?
— Cagando piedras… ese es otro idiota que si no se cuida se lo llevará la mierda, yo le dije que no iba a gastar ni un centavo más en sus operaciones –BaekHyun ama a su novio, sólo que su forma de expresarse no tiene algo de tacto.-
— Se va a morir
— Es su culpa no la mía
— Si yo me muero ¿dirás lo mismo?
— Posiblemente no, seguramente diré “Aquel pendejo que no se quería ni la mitad de lo que su ex.” ¿Te gusta el título? Tal vez en tu epitafio mande a colocar “En memoria del chinito culo sociable de todo Seúl. Te recordaremos por siempre, menos tu ex”
YiXing no puede aguantar su carcajada y la tira al aire hasta que se hagan ecos en el departamento, como si quisiera que todos supieran que BaekHyun es un tremendo exagerado, vulgar y gracioso. Lo odia, pero es su mejor amigo. En tantos días no le había dado un ataque de risas así, en dos mil cuatrocientas horas la alegría se había visto ensombrecida por su constante pensamiento amoroso, pero lo merecía ¿verdad? Reír un poco, lo necesitaba.
— Venga ya, límpiate los mocos y vamos por unas cervezas, me revienta el chosto que no salgamos cuando estamos en vacaciones
— Está bien BaekHyun
— Uhg, y por favor tírate dos litros de desodorante, apestas a muerto.
— Te alcanzo abajo.
— Bien, bien.
BaekHyun gruñe palmeando el hombro de su mejor amigo y se adelanta a salir primero por la puerta. YiXing corre por el pasillo que da hasta su habitación, es la última puerta y la única decorada con pegatinas para bebés. Extraño, pero había sido la hija de la casa quien había mal colocado todas esas pegatinas con brillantes. Cuando el chino entra busca una camiseta nueva que ponerse y al buscar algún desodorante, se topa con una laca en color chocolate. Mierda se regaña recordando que también es su culpa que eso siga ahí. No hay de otra, lo usa y cuando el olor le llega a la nariz, incluso a la lengua, su jodido moreno le regresa a la mente.
Perfecto, jódeme más la vida, pero no te dejaré de amar así.
Dice a una fotografía, rogando diez mil veces entre sílabas que el morenito no salga de cuadro y le apriete el cuello hasta fallecer.