10-Alguien más.
Tras los chasquidos en la roca Joseph apuntó a un árbol y tiró, derribando al tirador. Los guardias del general ya lo rodeaban para llevárselo mientras todo piloto se ocupó de la seguridad de los civiles ya que a ellos se les permitía llevar armas. Joey tenía en la mira aquello que había caído y tras una mirada a su amigo ambos corrieron en pos del eventual perpetrador sin mirar atrás mientras un castaño le veía correr hacia los arboles con atención mientras uno de los soldados le pedía que se retirara con Mokuba y el grupo.
Al llegar debajo del árbol el rubio miró la zona aledaña, el que había disparado estaba en modo de huída por lo que ambos se decidieron a seguir cursos distintos de búsqueda. Joseph decidió ir hacia la derecha pues no tenían tiempo para revisar cuidadosamente los rastros. Ya la policía militar alertada debía estar cerrando los accesos por protocolo. Si no eran ellos alguien más podía atrapar al tipo aunque era seguro que ambos querían ser la persona que lo condujera a un tribunal.
Joey salteando arbustos de los boscosos alrededores del cementerio militar empezó a sentir su pierna debilitada. Durante esos años a veces esta se resentía mas que otras obligándolo a usar bastón pero últimamente con la medicina para el dolor y el ejercicio esos días eran los menos.
Víctima de su propia falta de entrenamiento en resistencia el melado hubo de detenerse y al hacerlo se apoyó en un tronco con un gesto de dolor.
Fue entonces que percibió los suaves ruidos de una persona que corría por el mismo territorio subrepticiamente. Sus ojos y oídos se agudizaron buscando la dirección de los sonidos y una vez detectada su ubicación el rubio repuso repentinamente sus fuerzas y se lanzó en pos de aquel que de seguro era la persona que había disparado contra el general.
Después de correr a todo vapor un tiempo determinado se lanzó sobre el sujeto derribándolo estrepitosamente para sacar después su arma de reglamento mientras apoyaba su rodilla sobre la espalda del otro y le retorcía un brazo.
¡Quieto! Si te mueves yo…--dijo pero no pudo acabar su advertencia porque de pronto un ruido sordo se sintió y algo le salpicó la cara.
Su mano se fijo en su mejilla y al alejarla pudo ver en ella la mancha carmesí. ¿Había sido herido?—se preguntó sorprendido antes de darse cuenta de que no sentía ningún malestar y estaba consciente. ¿Entonces debía ser…?
Efectivamente el tirador yacía ahora bajo el con la cabeza parcialmente destruida. Entonces se puso a pensar como soldado y se dio cuenta de inmediato que un segundo tirador se hallaba cercano. Agachado corrió en pos de la dirección de este y se quedó un tiempo tratando de oir de nuevo movimientos o jadeos proporcionados por una persona en las cercanías pero solo pudo percibir el silencio marcado por los sonidos propios de un lugar apartado lleno de animales pequeños. De pronto sintió sonidos de una persona que se acercaba corriendo y apuntó en su dirección para verse repentinamente ante la cara de David que le preguntó de inmediato--¿Qué sucedió? ¡Oí un disparo!—
Debía haber permanecido demasiado en modo de espera para que Atherton le alcanzara.
¡Hay un segundo tirador! ¡El primero fue ejecutado cuando lo atrapé!—informó a su amigo.
¡Maldición!—dejó escapar el ojos azules con voz contrariada--¿Sabes donde está?—preguntó luego agachado junto a él observando a su alrededor. El melado negó con la cabeza y otra vez el pelinegro maldijo.
Después de un tiempo de búsqueda llegaron las patrullas militares e intercambiaron impresiones. Todos buscaban. Joseph, libre del apuro de la peligrosidad de un enemigo oculto pues si el otro empezaba a disparar en esos momentos sería descubierta su posición y ahora carecía de ventajas por lo que suponía que no dispararía ya que pensaba que era un profesional, se dedicó a la búsqueda de rastros. Volviendo con David por sus pasos y por donde había pasado luego de ver ser asesinado al primer perpetrador, se vio consternado ante una nueva prueba que pasó por alto al pasar. Era una huella. Hubiera sido posible que fuera de alguien pasando sino hubiera estado enfrentada al tronco de un árbol y es cuando se le ocurrió. Miró hacia arriba y se vio a si mismo parado en uno de las ramas.
¿Qué sucede?—le preguntó su amigo acercándose al verlo mirar con atención las ramas del árbol.
¡El estuvo aquí!—dijo sin dejar de mirar las ramas el rubio, refiriéndose al asesino--¿Cómo pude ser tan idiota de no darme cuenta de que esperó a que pasara para escurrirse por el otro lado?—
Pero en definitiva él no puede…--dijo Atherton hablando de que el otro no podía salir de la base en esos momentos.
Entonces tenemos a un enemigo ocultándose en la base y es mejor que lo atrapemos antes de que dañe a alguien más. ¿No crees?—preguntó Wheeler mirándolo a los ojos por lo que el otro asintió también muy serio.