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Inocentes Besos por Riko

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Notas del capitulo:

Inocentes Besos parte II

Esta parte es mas cortita :P , ojala les guste :)

La mujer fue incapaz de decir algo y de forma casi inmediata se acercó a la cama donde ambos chicos yacían sentados y le dio una fuerte cachetada a Kagami. Dejándole la mejilla roja, haciendo juego con el color de su cabello.

—¡Mamá que estás haciendo!—gritó Daiki, horrorizado.

—¿Qué que estoy haciendo?—Repitió la mujer, con sarcasmo— ¡Que estás haciendo tú!—le gritó—.Te doy la confianza para que traigas amigos a tu casa y así es como me pagas?

Aomine se quedó enmudecido, incapaz de decir algo.

La mujer agarró del brazo a Kagami, jalándolo con fuerza.

—Y tú, pequeño pervertido—con el fuerte agarre, se dirigió con Kagami arrastras fuera de la habitación—.Tendré una muy buena conversación con tu madre.

—¡Kagami!—gritó Daiki, con pequeñas lagrimas cayendo desde sus ojos.

 

La mujer había recorrido el camino desde la casa de Daiki hasta la casa de Kagami con este último arrastras, jalándolo del brazo de forma violenta. Caminaba decidida dando fuertes pasos hasta llegar a la casa del pelirrojo.

Una vez fuera de la puerta de la hermosa casa en la cual Kagami y Alex vivían, comenzó a golpear la puerta con demasía, sin soltar a Taiga por ningún motivo. La mujer golpeaba tan fuerte que el pelirrojo incluso temía que esta terminaría por romper la madera cuya puerta estaba hecha.

La puerta se abrió de forma repentina. Alex se encontraba parada en el marco de la puerta con una expresión increíblemente preocupada. Cuando visualizó a la madre de Daiki agarrando el brazo del pelirrojo de forma casi violenta, su expresión no hizo más que intensificarse.

—¿Qué ocurrió? ¿Hubo algún problema con Taiga?—preguntó de forma rápida, tan veloz que las palabras parecían arremolinarse unas con otras.

 La madre de Aomine, ayudándose del brazo del de donde tenía sujetado al pelirrojo, lanzó a este con fuerza dentro de la casa, con una expresión cargada de ira.

—¡Hey! ¡Que le ocurre!—exclamó Alex, enfadada al ver como la mujer había lanzado a su hijo al piso—Cariño, ¿Te encuentras bien?—le preguntó a Taiga, ayudándolo a ponerse de pie. Una vez que Kagami estuvo de pie, se ocultó tras la espalda de Alex, con pequeñas lágrimas resbalando por sus ojos, abrazándola con fuerza y hundiendo su rostro en la espalda baja de ella.

—¡Su hijo es un maldito pervertido!—le gritó la enfadada mujer a Alex, antes de que ella pudiera decir otra cosa—.Por favor, no quiero que se acerque nunca más a mi pequeño Daiki, ¡Si se vuelve a acercar, no tendré problemas con llamar a la policía! ¿Me oyó?—amenazó.

Alex abrió sus labios para preguntarle a la mujer porque decía aquellas cosas tan horrendas de su hijo y sin embargo, después de decir todo aquello, la mujer desapareció rápidamente, sin darle tiempo a Alex de decir nada.

Kagami lloraba desconsoladamente mientras abrazaba a su madre. A pesar del gran porte que tenía el niño, Alex lo tomó entre sus brazos y lo depositó en el sofá.

—¿Qué ocurrió cariño?—le preguntó Alex, con palabras amables y tranquilas, intentando calmar al pequeño Taiga el cual ahora lloraba sin siquiera respirar—.Vamos cariño, mamá no se enojara, mamá confía en ti. Si puedes contarme bien que ocurrió, mamá podrá ayudarte ¿Si?

—De verdad no te enojarás? –preguntó el pelirrojo entre llantos y susurros.

—¿Cuándo he roto mi palabra?—le respondió Alex, entregándole la confianza necesaria a su hijo para que este le hablara.

—Lo que pasa es que…—Se refregó los ojos con la manga de su remera—. Mamá, yo no sé muy bien de que se trata todo esto…Yo sólo…—el chico estaba comenzado a llorar nuevamente—.Aomine…

—¿Qué ocurrió con Aomine? ¿Tuviste una pelea con él?—le preguntó Alex, ayudando al pequeño a expresarse.

El chico negó con la cabeza y añadió:

—No fue eso mamá, yo… Aomine es mi amigo y lo quiero… Y yo… Ya no sé qué está pasando…—susurró, en un enredo de palabras.

—Dime Taiga, ¿A ti te gusta ese niño?—le preguntó Alex, acariciando sus cabellos.

—¡Claro que me gusta! ¡Es mi amigo después de todo!

—No estoy hablando de que te guste como amigo, mi pequeñín. Verás, hay diferentes formas de gustar. Esta el gustar que se tienen los amigos, con los que la pasas bien y juegas, está el gustar que le tienes a tu mamá y familiares, como el gustar que te tengo yo a ti por ejemplo mi querido hijo. Y finalmente se encuentra el gustar, que es como el que mamá tenía con papá antes de que este se fuera al cielo, ¿lo recuerdas?

—Sí—respondió Kagami, asintiendo con la cabeza.

—Entonces, ¿Sabes cuál es el ‘gustar’ que tienes por Aomine?—Alex acariciaba la cabeza del pelirrojo, jugando con sus cabellos de forma tranquila, con una expresión amable en su rostro.

—No lo sé…—respondió. Alex suspiró con paciencia. Sabía que algún día tendría que explicar este tipo de cosas a su pequeño.

—Cuando estás con Aomine, sientes como cosquillas en el estómago, te sientes feliz de verlo porque sólo te gusta pasar el tiempo con él, sientes como que tu corazón comienza a latir más fuerte como si se fuera a salir y cosas así… ¿Sientes algunas de esas cosas cuando estás con él?—preguntó Alex, llena de empatía.

—Sí—respondió. La tristeza en sus ojos se había transformado en emoción al notar lo sabia e inteligente que era su madre—.Me dan ganas de abrazarlo y cosas así, de estar con él para siempre—dijo finalmente de forma alegre.

Alex se calmó así misma. Aquella última frase había tocado una fibra muy importante dentro de ella. Su pequeño Taiga ya estaba creciendo y aquello la llenaba de emoción. Inspiro hondo y espiró de forma lenta para evitar que lagrimas rebeldes escurrieran por sus ojos.

—Muy bien mi pequeño…Ese gustar—comenzó—.Ese gustar es como el que mami tenía por papá.

—Pero mamá es mujer y papá es hombre—respondió Taiga, con un signo de tristeza en su voz— ¿Es posible que sienta ese gustar por él aunque sea hombre?—Preguntó, con ojos preocupados, como si la respuesta de aquella pregunta definiera su existencia.

—Por supuesto que sí, mi querido Taiga—Alex sonreía mientras pensaba en cuál sería la mejor forma de explicar esto a su hijo.

—¿Entonces porque la mamá de Aomine me golpeó cuando vio que lo besé?

—¿Qué? ¿Te golpeo?—preguntó Alex, con una súbita ira ascender hasta su cerebro.

—Sí. Aunque no me dolió mucho pero igualmente no me gustó—respondió Kagami, elevando los hombros en señal de que aquello era una nimiedad.

«Esa vieja de los mil demonios me las va a pagar», pensó Alex, intentando calmar su ira.

—Lo que ocurre Taiga, es que no toda la gente sabe aceptar el amor, para algunos, ver a dos hombres besándose es algo horrible, pero eso es simplemente porque no están acostumbrados. Si te gusta una persona, da igual que sea niña o niño, mientras tú seas feliz, no hay problemas.

Al escuchar las palabras dichas por su madre, Kagami sintió como la felicidad se arremolinaba dentro de su corazón. ¡Eso quería decir que lo que sentía cuando estaba con su amigo era normal!

Al ver la expresión de felicidad marcada en el rostro de Taiga, Alex se sintió tranquila, desde que Kagami llegó a la casa hablando de aquel niño, Alex inmediatamente pensó en que quizás el interés de su hijo por aquel moreno no fuera sólo en términos de amistad. Era una mujer bastante perceptiva y había reconocido de inmediato aquellos signos que le alertaban sobre un posible amor en el sentido romántico de su pequeño hijo por el moreno.

—No te preocupes Kagami—le dijo al pequeño, abrazándolo—. Yo me ocuparé de hablar con la madre de Aomine para que puedas seguir jugando con él ¿Sí?—A Taiga la reconfortó escuchar aquellas palabras, ya que precisamente las neuronas de su cerebro se encontraban haciendo sinapsis histéricas, pensando en que pasaría si él y Aomine fuesen separados para siempre.

 

Las semanas habían pasado y a pesar de las palabras dichas por su madre Kagami y Aomine no habían vuelto a encontrarse. Taiga había ido a escondidas a observar la casa de su querido amigo pero al parecer, no había nadie. Hace casi 2 semanas que no se encontraba ni el auto del papá de Aomine, ni tampoco había visto el precioso gato gris de la madre del peliazul. «Tal vez se lo llevaron para siempre»

Kagami se encontraba deprimido, había llegado el tiempo de asistir a la escuela, sin embargo él no tenía ninguna intención de hacerlo. No quería salir de su habitación, ni tampoco quería jugar básquet. Nada era lo mismo sin su querido Aomine rondándolo por ahí y haciendo su vida más divertida. A pesar de lo mucho que Alex intentaba animar al chico, diciéndole que lo más seguro era que hubieran ido a tomar unas vacaciones post-año nuevo, que Aomine volvería pronto… Nada daba resultados.

Al día siguiente del incidente en casa del peliazul, Alex había ido temprano a la casa de este, para hablar con la mujer, explicarle las cosas y hacerla entrar en razón. Sin embargo se cansó de golpear la puerta, notando que la casa al parecer se encontraba vacía. Los días se transformaron en semanas, y las semanas en meses.

 

Una de aquellas tantas noches, Kagami se preparaba para dormir como todos los días, teniendo la esperanza de que su amigo apareciera, cuando sintió como unas pequeñas piedritas se estrellaban contra el vidrio de su ventana. Asustado, abrió la ventana con cuidado y se asomó con precaución. Ahí fue cuando lo vio.

El pequeño Aomine se encontraba en el patio de su casa, haciéndole señas con los brazos y sonriendo alegremente. Kagami se abrigó rápidamente y bajo las escaleras cuidando no hacer ruido para no despertar a su madre. Abrió la puerta con cuidado y salió al encuentro del peliazul.

—Aomine—susurró, dándole un gran abrazo al chico—.No sabes cuánto te extrañé—mencionó.

Daiki correspondió el abrazo de forma tímida y aquel color tan característico ascendió por su rostro, haciendo juego con el cabello de Kagami.

—.Yo…también te extrañé—respondió con voz dudosa y temblorosa, afianzando el abrazo que mantenía con el pelirrojo—Kagami…Yo…—Daiki tragó saliva—.Me vengo a despedir de ti…

Al escuchar aquellas palabras, el pelirrojo deshizo el abrazo, y fijó sus ojos en los del peliazul.

— ¿Qué? ¿Por qué?—preguntó, con palabras que chocaban unas con otras.

—Mi madre dice que nos iremos a vivir donde la abuela…—La tristeza que se apoderaba de los ojos de Kagami generaba un intenso dolor en el pecho de Daiki.

— ¿Pero por qué? ¿Por qué ya no pueden vivir en la casa de aquí?—Taiga sentía como su mundo se estaba apagando lenta y progresivamente.

—No lo sé…Sólo es algo que decidió mi mamá…Hemos estado viviendo con la abuela los últimos 2 meses y ahora vinimos a la casa sólo a desocupar y llevarnos lo último que queda. Ella se metió a darse un baño y yo aproveche para venir a despedirme—susurró, intentando evitar el llanto.

— ¡Pero yo te quiero!—le dijo Kagami, con ojos que desbordaban lágrimas.

—Yo también te quiero, Kagami…Pero tengo que irme con mi mamá—Las lágrimas finalmente comenzaron a brotar de los ojos del peliazul—.Lo siento Kagami…—Se disculpó, de forma instintiva por hacer llorar a su querido y único amigo.

Daiki se acercó al pelirrojo y entrelazó ambas manos con las de él. Juntó su frente con la de él y ambos pequeños se quedaron observando fijamente a los ojos. De forma tierna, el peliazul depositó un inocente beso en los labios del pelirrojo.

—Prometo que vendré a buscarte después—prometió el peliazul, deshaciendo el agarre, despidiéndose y corriendo rápidamente en dirección a su casa.

Kagami se quedó parado observándolo de forma pensativa. Tenía que hacer algo, no podía quedarse así y dejar que su amigo, aquel amigo tan importante se desvaneciera de su vida. Sin pensárselo dos veces corrió hacia la habitación de su madre en busca de ayuda.

—Alex—pronunció el pelirrojo, moviendo la cama de su madre para despertarla— ¡Alex, despierta!

— ¿Qué ocurre Taiga?—Alex abrió levemente los ojos y se los refregó con la sabana de la cama. A continuación, tomo las gafas que descansaban en la mesita de noche y las posicionó sobre sus ojos.

—Alex, Aomine volvió, está en su casa, pero se volverá a ir—dijo desesperado—.Por favor ve y habla con su mamá… ¡Me prometiste que hablarías con ella! ¡Por favor mamá!

Al observar lo desesperado que se encontraba su pequeño, a Alex no le quedó otra alternativa que levantarse de su cómoda cama, y comenzar a vestirse rápidamente. Con tal de evitar un trauma que marcaría de por vida a su pequeño, ella haría lo que fuera.

Madre e hijo salieron de la casa con dirección hacia la vivienda de Aomine y sus padres. La temperatura a esas horas de la noche era muy baja y el frío que recorría las calles le había congelado la nariz al pequeño Kagami. 

Llegaron a la casa y Alex comenzó a golpear la puerta, rogando que la mujer atrevida que había osado golpear a su hijo abriera la puerta y fuera capaz de darle aunque fuese un minuto de su tiempo.

Después de expectantes 5 minutos, finalmente la puerta se abrió. El rostro de la mujer se desfiguró en una mueca de desagrado al notar a la rubia y su pelirrojo hijo. Tanto fue el desagrado que tuvo la mujer al verlos, que se dispuso a cerrar la puerta apenas estuvo abierta. Con su mano, Alex evitó que la mujer cerrara la puerta y observándola a los ojos con determinación, le pidió:

—Por favor, señora, sólo quiero un minuto de su tiempo. Escuche lo que tengo que decir…

—Sólo 5 minutos... Y deje a su niño a la vista—respondió.

La mujer abrió la puerta completamente y dejo pasar a Alex y al pequeño Kagami. Alex le indicó a Taiga que se sentara en uno de los sofás mientras ella y la madre del peliazul se dirigieron al otro extremo del living para platicar.

—Seré muy directa—comenzó Alex—.Por favor, no se lleve a su hijo del vecindario—pidió la rubia, prácticamente en un ruego—.Sé que para usted es confuso todo que pasó entre mi hijo y el suyo, pero por favor entiéndalos ¡Son sólo niños! …Ninguno de ellos tiene la culpa de sentir lo que sienten el uno por el otro… Si usted separa a su hijo del mío…—Alex hizo una pequeña pausa, dando énfasis en lo que diría a continuación—.Usted dejará una herida incurable e imborrable en los corazones de ambos chicos.

La madre del peliazul guardó silencio, analizando las palabras dichas por la rubia. Lo que planteaba era bastante razonable, pero aun, así, no era lo suficientemente convincente para ella.

—Discúlpeme, Alex-san, pero yo también le seré sincera—Esta vez, la mujer hablo más tranquila y resignada—.Lo único que yo vi, fue a su hijo besando a MI hijo…Ni siquiera estoy segura de que realmente ellos sientan algo el uno por el otro, después de todo son sólo niños…

— ¿Ha hablado usted con su hijo sobre el tema?—pregunto Alex, expectante—.Bueno, yo si he hablado con el mío y me quedó bastante claro que siente algo romántico por el suyo… ¿Por qué no hace la prueba y le pregunta al pequeño Aomine?

De forma dudosa, la mujer llamó a su pequeño peliazul, cuyos ojos se llenaron de sorpresa cuando bajando la escalera, divisó a su querido pelirrojo.  El moreno se acercó a las dos mujeres y de forma amable y tranquila, su madre le preguntó:

—Daiki, ¿Qué sientes cuando estás con Kagami?

— ¿Eh?—el rostro del chico se volvió color carmesí— ¡Por-Por qué me preguntas cosas tan vergonzosas como esas!—respondió el moreno, en una especie de tartamudeo.

Al escuchar y observar aquella respuesta, Alex no pudo contener una ligera risa que se escapó entre sus labios. Con sólo escuchar aquella respuesta y ver esa reacción, a Alex le quedaba bastante claro que lo que sentía su hijo por el pequeño moreno no era unilateral. La madre de Daiki se quedó observando un largo rato a su hijo, de forma pensativa. No necesitaba hacerle más preguntas a su hijo para saber qué era lo que sentía y que era lo que pensaba. Incluso aquellas reacciones de vergüenza y nerviosismo eran las mismas que solía hacer ella en su juventud cuando sus amigas le preguntaban qué era lo que sentía por el ahora Sr. Aomine.

—No te preocupes corazón, ve a jugar con tu amigo si quieres—le dijo al peliazul, al cual este respondió dando un brinco de felicidad y corriendo a encontrarse con el pelirrojo.

Al momento en que ambos chicos se reencontraron, se abrazaron con fuerza y felicidad. La madre del peliazul los observó por largo rato, fijándose en la mirada que su pequeño de ojos azules le dedicaba al pelirrojo. Era la misma mirada que su amado esposo le dedicaba a ella desde que se habían conocido.

—Muchas gracias—agradeció Alex.

—Alex-san…Creo que le debo una disculpa por golpear a su hijo. Cuando los vi besándose, me sorprendió mucho y la verdad no supe cómo reaccionar… Sólo espero que esta decisión sea la correcta y no me arrepienta después—concluyó, sin quitar la vista de su amado hijo.

—Le prometo que no se arrepentirá.

 

*****

Kagami se encontraba fuera de la casa de Aomine, esperando a que atendieran su llamado a la puerta. Dirigió su vista al su reloj de muñeca y comprobó que ya se le estaba haciendo demasiado tarde. Estaba a punto de golpear la puerta una vez más, cuando esta fue abierta de par en par.

La madre de Aomine se encontraba tras la puerta, vistiendo un delantal de cocina color azul y con el cabello amarrado de tal forma que le ocultaba las numerosas canas que a esa edad ya poseía.

—Buenas noches, Keiko-san—Kagami la saludó de forma respetuosa, haciendo una reverencia.

—¡Oh! Eres tu Kagami-chan…—La mujer esbozó una ligera sonrisa—.Vamos, pasa—Keiko entro a su casa, dejando la puerta abierta tras de sí, seguida por Kagami.

—Vas a tener que esperar a Daiki, ese chico a veces se demora más que yo vistiéndose y usando el baño—bromeó la mujer, a lo que Kagami respondió riéndose ligeramente y sentándose en uno de los viejos sofás que adornaban la casa— ¡Daiki, Kagami-chan se encuentra en casa!—gritó la mujer hacia las escaleras, en dirección a la habitación de Aomine.

—¡Enseguida bajo!—gritó en respuesta el peliazul.

—Kagami-chan ¿Quisieras una taza de té? –ofreció la mujer, de forma amable.

—Estoy bien así—respondió Kagami—.Muchas gracias de todas formas, Keiko-san.

 

5 minutos transcurrieron. Kagami se encontraba distraído en su celular cuando oyó los pasos del moreno descender rápidamente por la escalera. 

—Hasta que te dignaste a aparecer—saludó el pelirrojo, sonriendo ligeramente.

—Cállate idiota, tú también me haces esperar lo mismo cuando te paso a recoger—respondió el peliazul. Se acercó al pelirrojo y depositó un beso fugaz en sus labios.

—Mamá, vamos saliendo con Kagami, volveré tarde—avisó. La mujer salió de la cocina secándose las manos con un pañuelo.

—Por favor, tengan cuidado al salir ¿sí?, Ya sabes Daiki, cualquier cosa que ocurra, me llamas al móvil.

—Lo sé mamá, no tienes que ser tan cuidadosa, Kagami y yo ya tenemos 21 años. Nadie sería capaz de meterse con nosotros—dijo finalmente, posando su brazo por alrededor del cuello de Kagami y sonriendo de forma alegre.

—Yo también se eso, Daiki, pero una madre nunca deja de preocuparse—respondió la mujer, de forma amable—.Por favor, cuida de mi pequeño, Kagami-chan—le encargó al pelirrojo.

—Mamá no hagas eso… ¡Es vergonzoso!—reclamo Daiki, con las mejillas tan rojas como el cabello de Kagami.

El pelirrojo se largó a reír y posteriormente, depositó un beso en la mejilla del moreno.

—No se preocupe, Keiko-san…—dijo confiado—.Cuidaré a su hijo como si de mi propia vida se tratase.

Sin decir más, la mujer despidió a ambos chicos con una sonrisa.

 

Aquella noche de año nuevo, Kagami y Aomine habían decido salir por su cuenta. Habían cenado en un lujoso restaurant y luego se habían ido con sus manos fuertemente entrelazadas en dirección hacia el lugar donde se dispararían los hermosos y brillantes fuegos artificiales que recibirían el nuevo año. Desde que tenían 11 años que ya era una tradición vivir la transición de un año a otro juntos, ya fuese cenando en un restaurant, juntos en casa viendo una película o yendo a deleitarse  con los fuegos de fin de año como esta era la ocasión.

Finalmente habían arribado al lugar donde sería el espectáculo. Ambos jóvenes se habían instalado en una apartada terraza, lejos de los demás. Sus manos se encontraban entrelazadas, siendo un reflejo del amor y el cariño que había entre ellos. 

El espectáculo había comenzado, las luces de diferentes colores, rojo, amarillo, verde, violeta…Los colores que uno pudiera imaginar se encontraban en el cielo, haciendo contraste con la oscura noche, dibujando preciosas y brillantes formas, deleitando a todo aquel afortunado que tuviese puestos sus ojos en el cielo, aquella noche a esa hora.

Daiki se apoyó en el hombro de Kagami y este deshizo el agarre que tenía con una de las manos de Aomine y en cambio, posó su mano al nivel de la cadera de este, atrayendo al chico hacia sí. Ambos chicos estuvieron así quizá cuanto tiempo, en silencio observando como la pirotecnia se lucía en el cielo, mostrando todo el don que tenía su arte. Los sonidos de la gente de fondo, asombrada por el espectáculo, llegaba tan sólo como un rumor a sus oídos. Una vez más, el mundo exterior había dejado de existir y en aquel momento, sólo existían el uno para el otro.

—Aomine—comenzó el pelirrojo, con una voz cargada de amor y cariño.

—¿Qué ocurre?—preguntó el de cabellos azules, con la vista fija en el cielo.

—¿Puedo besarte?—preguntó el pelirrojo, con una sonrisa traviesa curvando sus labios.

—Ya te he dicho que dejes de preguntarme, idiota—La voz de Daiki sonaba tranquila, sin embargo, él era un manojo de nervios. Aquellas situaciones siempre lo hacían avergonzarse y ponerse nervioso, como si fuese siempre la primera vez.

—Te seguiré preguntando siempre, ya que cuando éramos pequeños me dijiste que sólo podía besarte si tú lo deseabas—La risa ligera que Daiki tanto amaba de Taiga invadió sus oídos.

—Está bien…—respondió el peliazul, con aquel sonrojo característico que tanto amaba Taiga—Puedes…hacerlo…—Y dicho esto, Aomine volteó ligeramente su rostro en dirección al pelirrojo, el cual depositó sus labios en los suyos.

Aquel beso había sido muy similar a los que ambos se regalaban cuando eran pequeños. Había comenzado de forma tierna y casta y luego Daiki había entreabierto sus labios para permitir que el delicioso vaivén de la lengua de Kagami invadiera su cavidad oral. Aomine correspondió el beso de manera tímida, cómo solía hacerlo desde que era pequeño, le gustaba dejarse hacer y que Taiga fuese el que llevara las riendas de aquel contacto, como había sido desde que se habían besado tantos años atrás en la vieja cancha de la vecindad.

El espectáculo de pirotecnia había acabado mas sin embargo, el amor que ambos jóvenes tenían para entregarse el uno al otro, era tan brillante como las luces que habían surcado el cielo y tan eterno como como lo era el cielo mismo, en su máximo y amplio esplendor.

Notas finales:

¿Que tal les pareció? Espero les haya gustado, no se de donde ni como se termino escribiendo este fic, espero no se haya notado que estaba escrito de forma rapida.
igualmente mañana lo beteo xD

ACTUALIZADO: Capitulo I y II beteado :)

¡Gracias por leer!


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