Camino a su casa, desde el taxi, pudieron ver cómo las nubes fueron escureciéndose cada vez más, hasta desatar una tormenta.
— ¿Quieres quedarte a dormir en casa? — Le preguntó Ryuhei cuando el vehículo se estacionó frente al edificio donde él vivía.
— Ehhh… ¿No seré una molestia? — Repreguntó Shota, con una media sonrisa.
— Para nada, Sho-chan. Tú nunca eres una molestia — Afirmó el morocho.
Ya que su compañero no iba a aceptar un no por respuesta, el pelirrojo optó por hacerle caso y seguirlo, aunque eso significara correr hasta la entrada del edificio y quedar chorreando agua en el proceso.
—Permiso — Dijo el menor, sacándose unas mojadas zapatillas al entrar al departamento de Ryuhei.
— Oh —Dijo el aludido, intentando que se encendiera la luz de la recepción —. Parece que se cortó la luz…
— Qué mal…
— Espera aquí, ahora te traigo algo para que te seques—Dijo el dueño del lugar, rápidamente, quedándose descalzo y dirigiéndose a su dormitorio, del cual regresó con un par de toallas y ropa —. Cámbiate aquí, yo iré al dormitorio.
— Gracias — Dijo Shota, con una sonrisa. Terminó de vestirse con una remera larga y un pantalón deportivo y se dirigió al comedor. Pudo ver, a través de la ventana que aunque apenas fuera el atardecer, el cielo estaba oscuro.
— Ya está — Dijo Ryuhei —. ¿Quieres comer algo?
— ¿Por qué tienes puesto eso…? — Le preguntó Shota, sonriendo, al verlo llegar al comedor vestido sólo con una campera de pelo de peluche color celeste.
— ¿Eh? ¿Por qué? ¿Te gusta? — Repreguntó el aludido, modelando para el pelirrojo.
— Ehh… En realidad… Eso es mío — Reconoció Shota, con una sonrisa.
— ¿Qué? ¿En serio? — Dijo Ryuhei —. Aunque… ahora que lo pienso… Lo encontré hace un par de meses… Pero cuando les pregunté a los demás si era de alguien, el único que lo supo fue Ryo-chan…
— ¿Ryo? ¿Y qué te dijo?
— Que era un regalo para mí…
— Bueno… Claramente, te mintió…
— Pero es lindo. ¿Dónde lo compraste?
— Voy a regalarte uno para tu cumpleaños, lo prometo.
— Gracias — Dijo Ryuhei —. ¿Quieres comer algo? O al menos…, lo que aún no se echó a perder por el corte de luz…
— Está bien — Respondió Shota, siguiendo sus pasos hasta la cocina.
— Al menos la lluvia no tiene punta de convertirse en un tifón, ¿no? — Le preguntó el mayor, hurgando su propio refrigerador.
— Sí, eso parece — Dijo el aludido, acostándose sobre sus espaldas, ya que Ryuhei estaba de cuclillas.
— ¿Qué haces? — Le preguntó, acariciando sus cabellos con algo de dificultad.
— Nada. Te abrazo. ¿No puedo?
Como respuesta, Ryuhei cerró el refrigerador y se hizo hacia el costado, para terminar sosteniendo el cuerpo de Shota con ambos brazos.
— Claro que puedes — Susurró, dándole un corto beso sobre los labios.
— ¿Por qué siempre haces eso…?
— ¿Qué cosa?
— Sorprenderme… con un beso…
— Porque me gusta la expresión que pones cuando lo hago.
— Y…, ¿qué clase de expresión es?
— Creo que la de una persona enamorada — Shota se acomodó en el placentero agarre que los brazos de Ryuhei mantenían sobre su cuerpo y besó sus labios tantas veces como le fue posible. Ninguno de ellos fue efusivamente apasionado. No quería romper esa atmósfera de cariño puro que ambos habían armado, aún sabiendo que su propia cordura no les iba a permitir aguantar eso por mucho tiempo, pero fue Ryuhei el que decidió ponerle fin al recordar algo —. ¡Ah! Hay helado en el congelador… ¿Quieres un poco?
Shota sonrió ante su comentario.
— Claro.