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Avión de papel por girlutena

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Aquel día se había sentido tan pesado, que parecía que las horas pasaban lentamente, el viento frío había empezado a colarse por las delgadas cortinas de aquel pequeño salón, el sol ya se estaba ocultando y Luke no podía apartar su mirada de aquel pequeño y delgado cuerpo.


Lo había visto tan despistado en las otras clases, y no se había levantado de su asiento en todo el día, había deseado ir hasta él, sacarlo de la escuela y poder cuidar de aquel pequeño ser. Un horrible malestar se había impregnado en su pecho desde el día en que había visto aquella escena, había deseado ir a golpear a todos aquellos que lastimaban al menor, pero sabía que necesitaba pruebas, necesitaba ayudarlo.


Adrían se había quedado dormido nuevamente en clase, mantenía oculto su rostro entre sus brazos, podía sentir como las ganas de vivir cada día se agotaban más y más, podía escuchar a lo lejos la voz de su profesor, pero por más que lo deseara, no podía abrir sus ojos, tan solo podía perderse en aquella suave y armoniosa voz.


Luke observó con ojos críticos a su alumno estrella, pero no tuvo el poder para despertar al menor; intentó no pensar en lo que había visto hace unos días, pero la imagen del pequeño mientras corría presuroso hacia el baño, con su pequeño cuerpo tembloroso, y unas manchas de sangre en su pantalón, no podían salir de su mente.


Los cabellos ondulados del menor yacían pegado a su frente y Luke pudo darse cuenta de las marcas rojas que empezaban desde su cuello, mientras que sus cabellos ondulados intentaban cubrir aquella manchada piel lampiña, frunció ligeramente su ceño cuando aquella misma opresión se instaló en su corazón.


El sonido del timbre sonó por todos los pasillos y los suspiros llenos de alivio por parte de los alumnos se dejaron escuchar, mientras dejaban sus lápices sobre las mesas.


-Bueno chicos, espero el avance de sus ensayos antes de que finalice la semana. -Los alumnos no pudieron replicar ante las fuertes palabras del mayor. Pero Luke intentó demorar un poco más, mientras iba guardando sus cosas, esperando que todos los alumnos salieran del lugar.


Lentamente fue acercándose hasta la mesa del menor, y sintió un fuerte retorcijón en su estómago al ver como los cabellos de Adrían se ondulaban por detrás de su cuello. Deseó acariciar aquella tersa piel, besar y dejar su propia marca, pero rápidamente se dio una bofetada al imaginar el cuerpo de su alumno debajo de él, gimiendo tan alto su nombre.


Frunció su ceño al notar como las pequeñas marcas se escondían por debajo de la delgada camisa, soltó un leve bufido al sentir como la sangre empezaba a hervir en su interior, al observar minuciosamente como aquellas cicatrices se veían enrojecida, a tal punto de que podía doler.


Supo que algo malo le estaba pasando al castaño, su instinto protector y celoso, desearon albergar aquel menudo cuerpo entre sus brazos, deseaba llevárselo lejos y que olvidara todo lo malo que pudo haberle ocurrido.


-Adri. –Luke sonrió suavemente al escuchar el murmullo somnoliento del menor, apoyó suavemente su mano sobre el hombro del menor e intentó removerlo con suavidad. –Ya terminó la clase.


El menor enterró su somnoliento rostro entre sus brazos, al sentir como los labios del moreno se pegaban a su oído.


-Pro... Profesor. –Luke sonrió suavemente al ver como los nervios empezaban a albergar en el menudo cuerpo del niño, y sintió una emoción al ver como esas mejillas se teñían de un suave carmín. –Lo... Lo lamento mucho... Yo no quise...


-Tranquilo Adrían. –El mayor apoyó sumamente su mano sobre el hombro del menor, se sintió horrible al ver lo pálido que estaba su amado niño, pasó con delicadeza sus dedos sobre la pálida mejilla del menor, sintiéndola fría. -¿Te encuentras bien?


-Yo... –Los ojos azules del menor se prendaron de los hermosos ojos del moreno, esos ojos verdes, que le hacían sentir seguro. Deseaba decírselo, contarle todo, y esconderse por siempre en aquel cuerpo; mordió su labio inferior al sentir como una horrible opresión volvía a instalarse en su pecho, sus ojos empezaron a picar, pero no deseaba llorar, no quería que nadie más tuviera problemas por su culpa.


-¡Adrián! –Luke frunció ligeramente su ceño al darse cuenta que los nervios empezaban a cubrir el cuerpo del menor.


Lentamente fue volteándose, para poder observar a aquel joven de cabellos lacios y de un rubio teñido, esos ojos marrones y fríos, no le daban ninguna buena impresión. Frunció su ceño, al ver como aquel joven se acercaba con pasos lentos hacia Adrián.


- ¿Quién eres? -Adrián no se había dado cuenta cuando había sido el momento en el que su profesor se había puesto delante de su cuerpo, y deseó que su primo se marchara sin él.


-Mi nombre es Mateo y soy su primo. –El joven hizo un ligero de movimiento con su cabeza, señalando al menor, quien intentaba esconderse detrás del mayor. –Vámonos ya, Adrían.


Mateo frunció fuertemente su ceño al ver como su primo intentaba aferrarse a la camisa de aquel hombre, pero sonrió de una forma arrogante, la cual a Luke no le agradó nada, le vio sacar una fina corbata de su bolsillo, y apretó con fuerza sus manos al darse cuenta que aquella delgada tela pertenecía a su alumno; deseó golpear a aquel joven y abrazar con fuerza el tembloroso cuerpo de Adrián.


-Nos... Nos vemos mañana, profesor.


Luke tan solo pudo ver cómo el menor se iba a lejano de él, sabía que algo malo le pasaba, pero esperaba que sus sospechas no fueran reales. Observó cada rasgo del rostro de aquel muchacho, y se sintió incómodo al tener aquella mirada burlona sobre él.


 


A aquella hora de la tarde las madres ya se encontraban llevando a sus hijos a casa, dejando las calles desoladas y frías. No podía sentir el viento frío chocar contra su rostro, sus cabellos azabaches se movían suavemente, mientras que los sonidos de las ramas de los altos árboles se agitaban con fuerza, se podía percibir el sutil aroma de tierra mojada, pero sus pies siguieron caminando, su mente se encontraba en blanco, pero su subconsciente solo deseaba llegar a su destino.


Siguió caminando lentamente por las desoladas calles, sin importarle que las primeras gotas de lluvia cayeran sobre su cuerpo. Intentó respirar con calma, pero no podía dejar de pensar en su pequeño alumno, en las marcas que había visto en aquella lampiña piel, ni la sonrisa burlona de aquel joven, un horrible malestar se instaló en su estómago al darse cuenta que había llegado a la casa en la que vivía Adrián.


Quiso ir tocar la puerta y sacar al menor de aquel lugar. Pero tan solo se quedó de pie, sin sentir como la lluvia cubría su cuerpo, sus ojos se fijaron en la última ventana, donde suponía que estaba el menor. Apretó con fuerza sus manos, sin importarle que sus uñas se incrustaran en las palmas de sus manos, pudo ver como la sombra de un hombre aparecía detrás de las cortinas, deseó ir y patear a aquel hombre.


Aspiró profundamente y tocó con fuerza la puerta de aquel lugar, tuvo que esperar casi unos cinco minutos para que el hombre de la otra vez le pudiera abrir la puerta, pudo sentir el aroma a tabaco y cerveza desprender de aquel grotesco cuerpo.


-Usted. -Tuvo que esperar a que el hombre le diera autorización a que lo dejará pasar, no vio nada extraño en el interior. Agradeció con una pequeña y forzada sonrisa a la mujer que le dejó una taza de té. - ¿A que ha venido?


-Necesito hablar sobre el rendimiento de Adrián. -Le vio fruncir fuertemente su ceño, pero no podía irse de aquel lugar sin antes poder verlo. Vio como la mujer subía al segundo piso, y no pudo evitar que su corazón diera un vuelco al verlo llegar con un ancho pijama, sus cabellos revueltos y con una, reciente, marca en su mejilla.


-Se ha golpeado con la puerta. -Retiró rápidamente su mirada del rostro compungido del menor, y asintió ante las falsas palabras de aquel hombre, que debería haberlo cuidado.


-Adrián se encuentra en el primer puesto de la escuela, y por ello ha sido seleccionado para que participe en las pruebas especiales que se realizaran la próxima semana en Moscú.


-Eso no será posible. -La voz del mayor había sonado tan tosca y brusca que pudo observar claramente como el brillo especial en los ojos del menor se opacaron rápidamente.


-Será muy bueno para él, será reconocido para cuando sea hora de que tenga que escoger una buena universidad.


- ¿Será el único en ir? -La voz de la única mujer se escuchó suave, pero cansada.


-No, claro que no. Otro grupo de alumnos irá también.


-Bueno en ese caso puede ir. -El hombre frunció fuertemente su ceño al escuchar las palabras de su mujer, el ambiente se había vuelto pesado, e intentó no sonreír al ver la mirada llena de agradecimiento por parte de su alumno. -No tendremos que pagar nada. ¿Verdad?


-No, claro que no. Todo cuenta a cargo de la escuela. -Adrián sabía que aquello era mentira, había recibido la nota, pero no tuvo el valor de entregárselo a tu tío, sabía tenía que pagar y que por ello no iba a participar en los exámenes especiales.


- ¿Cuándo tendrá que irse?


-Saldremos dentro de tres días. -El mayor gruñó por lo bajo al tener la penetrante mirada de su mujer. -He traído los papeles que necesito que firmen.


Adrián no se permitía sonreír, pero sentía una felicidad inmensa al ver como sus tíos firmaban aquel papel, sería libre tan solo por pocos días, pero iba a disfrutarlo al máximo.


-Muchas gracias por su tiempo. -La mujer tan solo le dedicó un asentimiento ligero, mientras lo acompañaba a la puerta, deseaba cruzar una mirada con el menor, pero necesitaba mantenerse tranquilo. Pudo observar como aquel hombre había salido de la sala con una mirada furibunda, que llevó a preocuparle por la salud de Adrián.


La lluvia seguía cayendo con más fuerza, pero podía sentir como aquel peso se había aligerado siquiera un poco.


Adrián se escondió rápidamente en su pequeño cuarto, enterró su rostro entre la delgada almohada al escuchar los fuertes gritos de su tío, escuchó como algo chocaba con fuerza en la pared, y supo que talvez esa noche no sería tan buena.


-¡No podrás tocarlo! -Podía escuchar los gritos de sus tíos y la de su primo. Cerró con fuerza sus ojos, esperando que aquella cálida mirada de su profesor le protegiera aquella noche.


- ¡Maldita sea! -Yo haré lo que quiera.


-Si deseas que alguien vea las marcas que dejas en su cuerpo y llamen a la policía. ¡Pues hazlo! -La voz de la mujer se escuchó molesta.


- ¡Maldición!


Por primera vez, desde que llegó a vivir a aquella casa, pudo dormir por más de seis horas seguidas, podía sentir como sus músculos se encontraban relajados, su mente había podido despejarse, cuando abrió sus ojos, aún era muy temprano y las gotas de la lluvia anterior seguían cayendo suavemente, cerró lentamente sus ojos al sentir como el aroma a tierra mojada envolvían su cuerpo.


Sabía que era imposible que aquellas marcas se borraran en dos días, pero no le importaba si alguien las veía, deseaba poder hablar con alguien y que lo sacaran de aquel infierno, deseaba poder ver nuevamente los hermosos y brillantes ojos de su hermanito y poder tener una vida tranquila. Soltó un ligero suspiro al sentir el agua helada recorrer su cuerpo, cerró lentamente sus ojos, intentando dispersar todo pensamiento oscuro que empezaba a rodearlo.


Intentó borrar su pequeña sonrisa, mostró aquella mirada vacía al despedirse de aquella familia, y al fin, sintiendo todo el frio en su cuerpo, aquella pequeña sonrisa empezó a mostrarse en su delicado rostro, deseaba ver a su profesor y poder agradecerle, esperaba llegar temprano y que el mayor ya lo esperara en la biblioteca.


Y ahí lo encontró, en el mismo lugar de siempre, la suave luz del día chocaba contra sus cabellos color ébanos, aquella hermosa mirada verde se encontraba perdida en las letras de algún extraño y antiguo libro, aferró sus manos en el borde de su camisa y se dio el valor de caminar hacia el mayor.


-Muchas gracias por lo de ayer. -Luke alzó lentamente su mirada. El menor estaba ahí, al frente de sus ojos, observándole con una hermosa sonrisa, con esos ojos brillantes que tanto amaba, sin poder evitarlo lo atrajo hacia su cuerpo, abrazándolo con fuerza. Enterró su rostro en aquellos cabellos castaños, sintiendo el aroma a nueces y castañas desprender del menor.


-Yo… no hay problema. -Se sintió mal cuando tuvo que alejarse del menor. Pero le dedicó una pequeña sonrisa al ver como aquellas pálidas mejillas se habían teñido de su suave rosa; acarició aquella tersa piel, esperando que sus miedos desaparecieran lentamente.


-Sé que al lugar que vamos está cerca de donde vive tu hermano. -El menor levantó rápidamente su mirada, pero Luke mantenía su mirada perdida en el libro. -Tal vez podamos ir a visitarlo.


Adrián asintió fuertemente, sentía que en cualquier momento se pondría llorar, podría ver a su pequeño hermano, podría besarlo y asegurarse de que se encontraba bien.


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