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Avión de papel por girlutena

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Notas del capitulo:

....sé que a los pocos(?) que leen esta historia casi ni les importa... pero empecé esta historia con una persona a la que pensaba cercana... pues al final termino siendo que No :V

así que iba a dejar de escribirla... pero me dije "que culpa tiene esta pobre historia...además soy yo la que le dio vida y tiene que continuar" ... así que a leer!!!!

Desaparecer era algo que tanto habías deseado con todo tu corazón, algunas veces, cuando leías los libros de la biblioteca, pensabas que el amor era algo efímero, algo que desaparecía apenas las puntas de tus dedos lograban rozarlo. Las emociones revoloteaban en el interior de tu pecho, cerraste tus ojos, esperando que el amor, el cariño que le tomaste a los personajes principales se alejara.


Otras veces pensabas que era eterno y doloroso, lo comparabas como una herida lacerante, que está ahí, palpitando con dolor en tu pecho; una herida que no se puede cerrar, y tú no esperas que se cierre pronto. Porque muy a pesar que duela, tu corazón palpita con fuerza cada vez que lo vez, tan solo sea por unos cortos minutos, pero está ahí. Aquel dolor punzante, aquel que quema, de pronto se convierte en mariposas que revolotean en tu estómago, con ganas de hacerte sonrojar, tus manos sudan, pero intentas controlarte cuando le ves sonreírte, y tus mejillas se sonrojan con fuerza cuando sus ojos te miran, te observan; muerdes tu labio inferior y le ves sonreír con gracia, para luego girar suavemente su mirada cuando otro profesor o alumno le habla.


Aquel amor que duele y quema, es un amor eterno. Un amor que esperas que dure mucho, y que a pesar de que el fuego se extinga, siga ahí; en cenizas. Porque no deseas que se apague.


 


Abriste lentamente tus ojos, mientras fruncías ligeramente tu ceño al sentir como el frío del aire acondicionado se colaba hasta llegar a tus pulmones, sentías como aquella gran maquina se movía ligeramente por culpa de la turbulencia.


Tus ojos se abrieron de golpe al ver lo alto que te encontrabas, tus manos se apoyaron en la pequeña ventana y observaste con una emoción desbordante como las esponjosas nubes se abrían paso, ocultando lentamente al sol, los hermosos colores del atardecer se veían tan vivos y resplandecientes.


Los picos de las montañas debajo de ti se veían tan pequeños, que casi podías compararlos con tus problemas, pero antes de que pudieras hundirte nuevamente, sentiste como una pequeña e inocente caricia se colaba sobre tus hombros, reconocías aquel varonil aroma. Una pequeña sonrisa se plantó en tu rostro, y él sonrió, cerraste lentamente tus ojos al sentir como acariciaba con cariño tu mejilla.


-Me encanta verte sonreír. -Y por él sonreías a pesar de la oscuridad que cada día te absorbía.


-¿A qué hora llegaremos? –Habías intentado ocultar tu sonrojo mirando hacia la ventana, pero podías ver el reflejo del mayor, aquellos hermosos ojos observándote con una pequeña sonrisa.


 -Aún falta media hora. -Sentiste un nudo en tu estómago cuando sus dedos acariciaron ligeramente las puntas de tus cabellos ondulados, deseabas sentir más aquellas suaves caricias, pero el mayor se separó lentamente hasta apoyar su espalda en el asiento y cerrar sus ojos, tu mirada se fijó en aquel varonil rostro, tenía una quijada fuerte y pómulos marcados, una piel limpia. Era un hombre que podía tener a cualquiera en la palma de su mano. -Cuando lleguemos, tomaremos un avión hacía Cherski.


-¡¿Pero eso está a horas de Moscú?!


-Al parecer nadie te informó que tu hermano fue trasladado a otro instituto. -Luke observó cómo los hermosos ojos del menor empezaban a opacarse, su pecho se estrujó con fuerza, y sin poder, ni querer evitarlo, lo aferró con fuerza entre sus brazos. -¿Qué está pasando, pequeño? Cuéntame.


Pero él no dijo nada, tan solo dejó que su cuerpo se llenara de aquella sensación de sentirse protegido, sus manos se aferraron con fuerza a la camisa de su profesor, dejando que la misma tela limpiara sus amargas lágrimas.


 


No había podido observar más que nieve, desde que bajaron del segundo avión, tuvieron que tomar un autobús, y luego alquilar una pequeña carreta, el cual los llevaría hasta el pequeño pueblo de Cherski. Todo el camino era nieve, los altos árboles se encontraban desnudos y los pequeños animalitos salían a buscar algo para poder comer.


El mayor le había colocado su abrigo sobre los delgados y tembloroso cuerpo, mientras que él tan solo se había apegado a aquel cuerpo para darle un poco de calor. Cerró lentamente al escuchar las palabras del anciano que conducía la carreta.


Cherski era un pueblo olvidado, donde los pobladores tenían que hacer lo suficiente para no morir en las heladas del invierno. Habías estado tan triste al saber que tu hermano se encontraba en la mitad de la nada, olvidado por las que personas que debían cuidarlo. Sentiste el brazo del mayor aferrarse a tu delgado cuerpo. Tan solo ocultaste tu rostro en el pecho del rubio, desean llegar rápido y poder asegurarte de que tu pequeño hermano estaba bien, o eso era lo que deseabas anhelar.


La mitad de tu cuerpo se encontraba cubierto por el grueso abrigo de Luke, sus mejillas se habían teñido de un fuerte carmín al hacer esfuerzo al respirar, tus pequeños pies se habían enterrado bajo la nieve, pero no podías dejar de observar todo aquel desolado lugar. Sus cuerpos se habían quedado estáticos fuera de un pequeño local, no era viejo, pero tampoco era seguro, aunque la nieve cubriera casi todo el lugar, se podía observar como la reja se encontraba oxidada, y el jardín en mal estado. Adrían tomó lentamente la mano del mayor, intentando sentirse seguro, y Luke tan solo la apresó un poco más, dándose el valor necesario para ingresar a aquel lugar.


Para suerte de Adrían el lugar era cuidado por unas monjas, quienes fueron tan amables de brindarles un poco de café y un lugar cálido para esperar a su pequeño hermano.


Adrián no podía sentirse más que nervioso, vería a su pequeño hermano después de muchos años, sus dedos se retorcijaron entre la tela del abrigo, mientras que sus ojos se fijaron en el gran cuerpo de Luke. Podía notar aquella mirada, seria y profunda, sabía que se encontraba pensando, analizando, talvez ya sospechaba de los problemas que existían en su familia, pero aun así tan solo deseaba ver, abrazar y besar a su pequeño hermano.


Se habían escuchado unos fuertes pasos recorrer todo el pasillo, pero sus ojos no deseaban alejar de la espalda del mayor, su corazón latía con fuerza, necesitaba contar todo lo que estaba pasando, lo necesitaba, aspiró profundamente para poder hablar.


-¿¡Qué haces aquí!? -La puerta se abrió abruptamente, haciendo que el mayor se alejara de sus pensamientos, Adrían se puso rápidamente de pie, y los dos observaron como un joven de cabellos castaños, casi rubios y de ojos claros, les veían con aturdimiento.  


-Pensé que te alegraría de verme. -Su voz sonó despacio y entrecortada, sus lágrimas empezaban a picar en sus ojos, y su corazón empezaba a doler. Agachó su mirada, esperando que el menor le gritara y le exigirá que se vaya.


-Claro que sí, hermanito. -Rápidamente el joven se acercó al cuerpo de Adrían y lo aferró con fuerza, ambos cuerpos cayeron despacio al frio suelo. Adrían escondió su rostro en el pecho del menor, mientras que aquel joven escondía el suyo en los cabellos de su hermano.


Luke se sintió extraño al ser testigo de aquella escena, su corazón dolió, podía ver el amor fraternal de aquellos dos jóvenes y se preguntó cuánto tiempo estuvieron separados. Podía notar que el joven no pasaba de los quince años, talvez menos.


Lentamente el par de hermanos fueron separándose, pero sin querer romper aquel abrazo, lentamente el joven fue consiente de la otra presciencia en la habitación, y frunció ligeramente su ceño, intercambiando su mirada entre el mayor y su hermano.


-Joaquín, él es mi profesor. Luke. -Adrían había tomado la mano de su pequeño, ya no tan pequeño, hermano menor, y lo llevó lentamente hasta el mayor; con una confianza tomó la mano de su profesor, haciendo que los dos se sonrojaran levemente. -Él me trajo a verte.


El menor asintió suavemente, sabía quién era el mayor, había escuchado su voz cuando habían hablado por teléfono, pero no pensó que en menos de una semana le trajera a su hermano. Lentamente una pequeña, pero sincera sonrisa, empezó a mostrarse en su joven rostro, y sin que ninguno fuera consiente, abrazó aquel ancho cuerpo.


-Muchas gracias por traerme a mi hermano. -Luke tan solo asintió lentamente, aún aturdido ante el inesperado abrazo, acarició suavemente los cabellos de ambos chicos y salió de la habitación. Sabía que los dos hermanos necesitaban hablar, recuperar los años perdidos.


Escondió sus manos en los anchos bolsillos de su abrigo y caminó lentamente por el patio cubierto de nieve, pensando y pensando. Los golpes que había podido observar en la lechosa piel de Adrían, sus tíos y aquel primo.


-Muchas veces el frio es un buen amigo. -Pudo escuchar la voz de la anciana monja, quien se encontraba sentada en una de las bancas, observando el desolado paisaje, caminó hacía su dirección, pero no se sentó, se quedó de pie, sintiendo como el frio golpeaba con suavidad su cuerpo.


Todo el lugar se encontraba cubierto de un blanco impoluto, tan hermoso tan resplandeciente. Llenó sus pulmones de aquel frío y limpio aire, intentando atar cabos sobre aquella familia.


-Ellos se necesitan. -La voz de la mujer le sacó de sus cavilaciones, sus pulmones empezaban a llenarse de aquel aire frio. -Esa gente, no es buena.


-¿Habla de sus tíos? -La mujer asintió suavemente, y rápidamente un horrible peso cayó sobre su estómago, apretó con fuerza sus puños, deseando ir y llevarse a los dos jóvenes con él.


 


 


-Te gusta. -El menor observó como las mejillas de su hermano se tiñeron de un suave carmín, no necesitaba ser un genio para darse cuenta. -Ya no soy un niño, Adrián.


-Hermanito. -El mayor se aferró a su cuerpo, sintió el dulce aroma que siempre lo había caracterizado. No le gustaba saber que su hermanito estuviera viviendo tan lejos. Pero estaba bien, estaba sano y salvo. Sonrió ligeramente al sentir como Joaquín lo aferraba con fuerza, aquel pequeño niño que ahora le pasaba de altura y peso.


-Quiero irme de aquí. -Joaquín se separó suavemente de los delgados brazos del mayor y acunó aquel rostro tan suave y delgado. Le sintió temblar, sabía que nada bueno estaba pasando en la vida de su hermano. -¿Qué te a ocurrido, hermanito?


Ya no pudo retener las lágrimas, los dedos del menor acariciaron suavemente sus mejillas húmedas. Su pecho dolía, sabía que no podía retener aquella vida, se aferró al cuerpo de su hermano, lo necesitaba. Necesitaba sobrevivir.


Cuando Luke ingresó a la habitación pudo sonreír despacio al ver como los dos hermanos habían caídos dormidos en el pequeño mueble, Adrián se aferraba al menor y Joaquín, a pesar de ser más joven, parecía mucho más grande ante el mayor.


-Profesor. -Se detuvo al oír la suave voz de Joaquín, tan solo en un susurro. -Salve a mi hermanito.


-Tranquilo. -Acarició los cabellos de los mas jóvenes y les cubrió con una delgada manta. -Descansa.  


 


Necesitó sentarse en el sofá del frente, observó a los dos hermanos dormir profundo y tranquilos, una pequeña y triste sonrisa se plantó en su rostro, había sentido la necesidad de proteger al pequeño Adrían, pero no se había dado cuenta de lo lastimado que había estado.


Dejó que el peso de su cabeza cayera lentamente hacia atrás y pudo observar por primera vez una copia de la obra del Juicio Final de Miguel Angel.


“Cuando Joaquín llegó apenas contaba con 5 cortos añitos, su pequeño cuerpo estaba lleno de golpes, nuestra doctora nos indicó que había sufrido de maltrato físico, y sufría de una anemia severa, su peso no era el adecuado para un niño en crecimiento. Todas las noches lloraba soñando con su hermano, en las mañanas se volvía reservado, sentado en el alfeizar, observando el cielo blanco”


-¿Luke? -El mayor abrió sus ojos y se sentó correctamente, observando como Adrían se separaba suavemente de su hermano, sonrió ligeramente al ver cómo le daba un pequeño beso en la frente del menor para luego acercarse. -Yo… muchas gracias por traerme. Yo...


-Adri, no estás en tu obligación a contarme nada.


-Pero quiero hacerlo. -Asintió suavemente, dejando que el menor se sentara sobre la pequeña mesa de té, aún sin soltar sus manos. -Ellos… ellos no son buenos.

Notas finales:

uwaaaa 

qué les pareció!!!!!!!!!

cuentenme sus opiniones!!!! y ...bueno ahora más que necesitaré un poco de ideas haber como continuar esta historia *-* 

 


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