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Sombras del pasado. por Seiken

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Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 4.

Avaricia.

— Lo tendrás, pero antes, debes cumplir con tu parte del trato.

Grune asintió sonriendo de medio lado, respirando hondo antes de llevar a cabo su actuación, ansioso por ver a Tygra, la reacción que su futuro compañero tendría al verle, tal vez, hasta lo recibiría con los brazos abiertos.

— Lo hare, si me convierto en el rey de Thundera.

La criatura asintió, necesitaba hombres como ese al mando, Slithe también era de su tipo, ansioso por venganza, pero sin duda, la avaricia de Grune, era mucho más refrescante.

— Y si el príncipe se convierte en mi reina.

Pero carecía de cualquier dote psíquica y su apariencia no era delicada, mucho menos hermosa, no como sus Tyaty, sus perfectos tigres de sensuales cuerpos rayados.

— Ese príncipe será tuyo, no debes preocuparte por eso.

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Leo había escuchado las palabras de Mum-Ra con demasiada atención, tratando de imaginarse que era lo que Tygus vestía para la momia, como lo arreglaban para esa criatura decadente.

Pensando que le gustaría verlo, saber qué clase de actividad realizaba su tigre que era tan llamativa como para que la criatura no pudiera controlarse, un baile, pero que clase de danza y con qué clase de indumentaria le harían entregársele.

Al mismo tiempo, Cristatus era un ave que se placía en las artes, en la belleza, ese anciano poco escrupuloso era la clase de criatura que le enseñaría a su tigre como complacer a una criatura milenaria que deseaba destruirlo.

Había sido hermoso, plumaje azul, apariencia delicada, una criatura que nunca salió al campo de batalla, que aun la criatura pudo encontrar hermosa, pero ya era vieja, desgarbada, muy desagradable a la vista.

Una criatura cobarde que seguramente sentiría pánico cuando viera la mordida en el cuello de Tygus, después de todo, que clase de eunuco era si había dejado que tocaran al Tyaty de la bestia.

Leo rastreo la terminal de Cristatus con los códigos maestros de la nave, esa computadora ronroneaba para el cómo sabía muy pronto lo haría su compañero, quien parecía estaba siendo reprendido por la criatura, que trato de tocar su marca con sus dedos con uñas afiladas, pero su tigre no lo permitió.

— ¡Felino estúpido!

Pronuncio recibiendo un gruñido de su amante como respuesta, sin darse cuenta que los estaba espiando, como podría si usaba las cámaras de seguridad para verlo todo, disfrutando de aquella apariencia que tenía su tigre, maquillado con hermosos colores rojizos, oro en su cuerpo, muñecas y tobillos.

Un traje negro que apenas cubría sus brazos, sus caderas y sus piernas, de las cuales colgaban lienzos de cuero, parecía que debajo de aquellos lienzos estaba desnudo, dejando que admirara esa hermosa piel rayada.

— ¡Cuando Lord Mum-Ra vea esa marca te desollara vivo!

Le grito, golpeando el suelo con un bastón de madera, siendo sostenido por Tygus, quien lo elevo sin cuidado alguno, apretando su cuello con tanta fuerza como para sofocar al pavorreal.

— ¡No olvides quien soy anciano inmundo, porque te mandare a desplumar con agua hirviendo si sigues hablándome en ese tono!

Cristatus era uno de los monjes de la bestia, un creyente de los cuatro espíritus del mal, pero también era un cobarde que retrocedió cuando Tygus lo dejo caer al suelo, observando su mordida con cuidado, recorriéndola con las puntas de sus dedos antes de ponerse un collar que la cubría por completo.

— Cuando Lord Mum-Ra te ponga las manos encima tú te olvidaras de mi Tygus, en realidad, lo único que recordaras será lo mucho que te gusta que esa cosa te coja y lo disfrutaras, gemirás como una ramera, así que no me amenaces muchacho, tú no eres nada más que un objeto bonito para su diversión y no tengo miedo a un tigre con tu don, tu padre también quiso amenazarme, Tigris nunca pudo cumplir su promesa, tu tampoco.

Leo recordaría aquellas palabras se dijo en silencio, pensando que disfrutaría de aquel espectáculo mucho más aun cuando lo viera en persona, el pelaje de Tygus brillando, la música, ese pavorreal muerto de miedo por ser descubierto.

Después de todo, la pureza de su tigre seguramente había sido encargada a esa desagradable ave de mal agüero y dejar que lo mordieran era sin duda una traición para la bestia, que se complacía de observar el espacio, imaginándose invencible.

— Así que muévete y espero que esta vez no arruines mi trabajo, me costó demasiado tiempo arreglar tu feo pelaje con mis artes, no entiendo porque prefieren el pelaje cuando las plumas son mucho más hermosas.

Tygus se alejo gruñendo por lo bajo, mataría a esa ave, pero no por el momento se dijo enfocándose en lo que se suponía que tenía que hacer, moverse como si se tratase de un combate, movimientos lentos, sinuosos, que algunas personas encontrarían sugerentes, el no, él solo hacia lo que se le ordenaba.

— Repite todo desde un principio, pareces un elefante moviéndote con esa gracia.

Cristatus era un maestro exigente, después de todo era su cabeza aquello que estaba en peligro, porque la de ese joven hermoso ya no importaba, ese tigre estaba muerto desde que se presento el don de los suyos.

Lord Mum-Ra lo haría danzar, tomaría el placer de su cuerpo y después lo torturaría hasta matarlo, para encerrarlo junto a los demás Tyaty, en un sarcófago para que buscara el próximo de una larga colección que guardaba para su deleite.

Un destino triste que no le importaba en lo absoluto, se dijo en silencio, observando al tigre moverse con gracia, debía admitir que era hermoso, demasiado orgulloso de sí mismo y de sus movimientos, pero su cuerpo definido, esbelto, era toda una obra de arte en sí misma.

— ¡Repítelo!

Mucho más hermoso que su padre, el que no vivió demasiado tiempo, quien también portaba una mordida en su cuello cuando comenzó a entrenarlo.

— ¡De nuevo!

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Tygra despertó con lentitud, sus ojos se abrieron para ver un suelo que reconocía, ese era el de la habitación de su padre, Claudius, cuando aún estaba vivo, antes de ser traicionado por Grune el destructor.

Con la misma paciencia se levanto del suelo, escuchando el sonido de unas cadenas repiqueteando al moverse, notando apenas el peso en sus muñecas, observando con horror que grilletes lo encadenaban a uno de los pilares, dándole suficiente libertad de movimiento, pero evitando que pudiera escapar.

 

Su hermano estaba fuera de su vista como cualquier otro felino, estaba solo en lo que fueran las habitaciones de Claudius, por la ventana podía verse su ciudad en llamas, el fuego, las cenizas de su pasado.

Las maquinas de guerra de sus enemigos estaban inmóviles, inertes, estacionadas en Thundera, al mismo tiempo que podía escuchar el sonido de su pueblo, los susurros, los gritos y los llantos, parecían asustados, sin saber que hacer o cómo reaccionar a los lagartos que ahora poseían el control.

Quien fuera que dispuso las cadenas quería que observara el horror de aquel día, la ciudad destruida, la criatura encapuchada sentada en el trono de su padre, Grune a su derecha portando su corona, su ropa siendo aquella armadura dorada.

Sus ojos llenos de júbilo al saberse vencedor, su hermano no estaba a la vista, ni los clérigos, tal vez habían sobrevivido, en un maniquí estaba dispuesta una túnica blanca con dos aberturas en sus piernas que empezaban a la altura de sus caderas, un escote que llegaba al ombligo, así como joyería, un collar de oro, brazaletes del mismo material y unas sandalias de cuero.

En la cabeza del maniquí podía verse una corona de oro, con una piedra roja en la frente, que tenía el escudo de las serpientes enrolladas.

— ¡Pueblo de Thundera!

Grito de pronto Grune, llamando su atención, haciendo que se acercara tanto como podía a la ventana, notando que si bien había algunas partes destruidas de su ciudad, en su mayoría, casi todos los edificios estaban en pie.

— ¡Nuestro benefactor Lord Mum-Ra el Inmortal ha decidido perdonar nuestra deshonrosa traición del pasado!

Tygra apenas podía escuchar lo que decía Grune, no entendía de que estaba hablando, solo que los traiciono por poder, vendiéndolos a esa cosa sin alma, con esa mirada llameante envuelta en esa túnica roja.

— ¡Sólo debemos pedir perdón, arrodillarnos frente a nuestro amo y la ciudad regresara a la gloria que los traidores nos robaron, nosotros unidos con Lord Mum-Ra seremos grandes y yo, su defensor seré su rey!

Poco a poco los felinos al verse rodeados por las maquina, los lagartos fuertemente armados, así como la destrucción de su ciudad comenzaron a arrodillarse, muchos maldiciendo el nombre de su padre, porque no pudo protegerlos, adorando a este nuevo señor y a su mensajero.

— ¡Juntos maldeciremos el nombre de Leo y a su traicionera descendencia que nos ha abandonado a nuestra suerte!

De pronto, la estatua de su padre fue derrumbada por los lagartos al mismo tiempo que los felinos iban arrodillándose, hasta que ningún permanecía en pie, todos preferían mantener su vida que morir con honor.

— ¡Solo el príncipe Tygra ha decidido permanecer en la ciudad, el es valiente y pronto, muy pronto lo verán a mi lado, como mi compañero!

Tygra retrocedió al escuchar esas últimas palabras, observando el maniquí, comprendiendo de pronto que esa ropa era para él, ese cuarto era la habitación del rey, eso quería decir que Grune viviría en ella.

— ¡Yo, el rey Grune, el destructor, he salvado sus vidas!

Grito de nuevo, elevando los brazos al cielo, la criatura se retiraba para que disfrutara de la gloria por sí solo, observando de pronto hacia su balcón, sonriendo al ver que presenciaba su derrota.

— ¡Larga vida al rey Grune y su Tyaty!

De pronto Tygra trato de liberarse, jalando de las cadenas, pero era inútil, no tenía fuerza suficiente para eso, sólo podía desesperarse, pensando lo peor, que su querido hermano estaba muerto a manos de ese bastardo traicionero.

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Tygus danzo por horas, todo ese tiempo tratando de mantener su peinado, el maquillaje, cada ínfimo detalle en su sitio, escuchando de pronto que Cristatus guardaba silencio, tal vez por fin se había cansado de gritarle o comprendió, que hablaba en serio cuando le decía que lo desplumaría con agua hirviendo.

Lo que no vio fue que Leo ingreso en esa habitación, recargándose en la pared, retando al pavorreal a decirle que hacer, ordenarle que se retirara y como Cristatus era un ave inteligente, guardo silencio, esperando que Leo no estuviera presente por ordenes de Lord Mum-Ra, aun no terminaba su trabajo.

Leo perdió el habla cuando vio a Tygus danzando, no era como el baile de las aves, este carecía de la gracia que tenía su tigre, el que se movía como si estuviera peleando con un enemigo invisible, con movimientos claros, hermosos, insinuantes.

Su pelaje brillando a causa del oro que se le aplico, el cual no se movía mas de lo que su tigre deseaba que lo hiciera, su cabello estaba arreglado, su ropaje acrecentaba la desnudez de su cuerpo, la sutileza de sus rayas, el rojizo de su pelaje, la suavidad del mismo.

Su marca estaba cubierta por un collar de oro, pero estaba seguro que de no hacerlo, su belleza solo sería mucho mayor, casi tanta como su sensualidad, se dijo ordenándole a Cristatus con un movimiento de su cabeza que los dejara solos.

El ave por un momento quiso negarse, ese león deseaba al Tyaty de su amo, el brillo de sus ojos, la sonrisa torva que usaba lo delataban, sin embargo, entre obedecer a la criatura y sobrevivir, prefería seguir respirando.

Tygus finalizo su baile con algo de cansancio, esperando que Cristatus lo insultara, parecía que nadie lo respetaba más, ni Leo, ni esa leona, ni una sucia ave demasiado vieja para ser hermosa, pero que se movía como si creyera que aun podía seducir a cualquiera con un solo guiño de sus ojos.

De pronto escucho el sonido de un aplauso, al mismo tiempo que unos pasos acercándose a él, observando con horror que Leo no respetaba nada y que todos le temían, aun esa ave que decía no temer su furia, se retiro cuando el comandante quiso que lo hiciera.

— ¿Qué haces aquí?

Pregunto retrocediendo varios pasos, notando la visible excitación de Leo, quien avanzo en silencio, llevando sus brazos a su espalda, recorriendo el oro que adornaba su pelaje, manchándolo con el negro de los delicados diseños que le pintaban encima, los que debía mantener intactos durante su danza.

— Solo quería echar un vistazo, cualquiera haría lo mismo que yo.

Le informo llevando su mano a los pliegos de tela en su cadera, acariciando sus piernas, deteniéndose a pocos centímetros de su sexo, tal vez sabía que solo esa túnica cubría su cuerpo, las joyas y el oro.

— Dijiste que no festejaríamos hasta que tú derrotaras a Lord Mum-Ra.

Leo al escucharle decir eso se relamió los labios, besándolo de pronto, arrancándole su collar para poder ver su marca, la que estaba como la había dejado, su tigre era inteligente, sabía que hablaba en serio cuando le prometió lastimar a ese albino.

— Pero como marcharas a una larga misión por la penúltima piedra de guerra, quise venir a despedirme y verte danzar.

Tygus apretó los dientes, sabía que se marcharía pronto, pero no pensaba que Leo lo buscaría antes de eso, que no podría cumplir su promesa de no tocarlo antes de su victoria.

— Quiero que lleves esto contigo.

Le informo dándole una esfera plateada del tamaño de un puño, era una maquina que le diría donde se encontraba, que mandaba una señal de auxilio en caso de necesitarlo, sorprendiéndose por ese gesto de un león que sabía era demasiado controlado.

— No quiero que pase lo de la misión anterior, si necesitas ayuda, solo llámame y yo iré por ti.

Tygus gruño de nuevo, empujando a Leo sintiéndose insultado, preguntándose si acaso lo creía un inútil o un estúpido, jamás le pediría ayuda, no la necesitaba.

— ¡No soy una maldita cortesana! ¡Soy un guerrero!

Le recordó como si pudiera olvidarlo, sosteniendo a Tygus de las muñecas, lamiendo su cuello ronroneando al sentir su calor corporal, escuchando la sorpresa del mayor, que jadeo al escuchar como desabrochaba su vestimenta, dejándola caer al suelo.

— Parece que soy bueno desvistiéndote.

Susurro en su oído, separándose para poder admirar su cuerpo, sentándose de pronto como si esperara que reanudara su entrenamiento, logrando que Tygus se sonrojara, dudando si acaso debía cubrir su cuerpo.

— Danza para mí, quiero ver tu hermosa piel sin esa túnica estropeándola.

Tygus sabía que tenía que seducir a Leo, quien recargo su barbilla en su mano derecha, esperando que simplemente le obedeciera, pero comenzaba a sentir temor cada vez que el comandante se le aceraba.

— Ya te dije que no te tomare, sólo quiero verte bailar.

Pronuncio, sonriendo cuando Tygus le obedeció, tratando de concentrarse en sus movimientos, no detenerse de pronto cuando Leo se movía, sus ojos azules fijos en cada uno de sus músculos, las rayas de su pelaje, pegados a su piel desnuda, admirándolo.

— Eres hermoso, mi Tygus, realmente hermoso.

Tygus no podía dejar de pensar que Leo se comportaba como si fuera el amo de aquella nave, como si Lord Mum-.Ra ya no importara más, tal vez, eso era cierto, esa criatura ya no importaba porque sería derrotada, lo único que se preguntaba era, si podría escapar de su promesa como supuso en un principio que lo haría.

O simplemente cambio de amos, unas cadenas por otras, pero al menos ese león no era tan desagradable como la criatura se dijo como tratando de convencerse de su decisión.

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Grune ingreso en las habitaciones del rey con lentitud, esperando ver a Tygra vistiendo esas cadenas, ver su expresión cuando le dijera que esa túnica seria su ajuar de novia, que ya le había liberado de ese león incestuoso, de las garras de Claudius y su clan.

— ¿Me extrañaste mi príncipe?

Le pregunto al ver que retrocedía con rapidez, jadeando al verle, sus muñecas estaban laceradas por sus intentos por liberarse, haciendo que se preocupara, caminando con lentitud en su dirección.

— ¡Eres un traidor!

Grune negó aquello con un movimiento de la cabeza, ya no era joven, pero su melena estaba peinada con cuidado, no quería estar desaliñado frente a su príncipe, quien le observaba con desagrado.

— Sólo hice lo mejor para ti, para Thundera, al aliarme con una fuerza superior, aunque la educación de Claudius no te deje verlo.

Tygra se mantuvo a una distancia prudente para que pudiera usar sus cadenas en su contra, sin embargo, Grune camino en dirección de su túnica, tocándola con delicadeza para asegurarse que fuera de la mejor tela que podían encontrar en el reino.

— ¿Te gusta tu vestido de novia mi príncipe?

Tygra negó aquello, no le gustaba y no se lo pondría, retrocediendo muchos pasos más cuando Grune de pronto empezó a tirar de las cadenas, jalándolo en su dirección, su brutal fuerza siempre había sido superior a la suya.

— Que lastima, porque a mi sí, mi príncipe.

Tygra lo ataco de pronto, saltando en su dirección para cortar su mejilla con sus garras, cayendo al suelo cuando Grune uso las cadenas en su contra, amarrando sus muñecas con ellas, relamiéndose los labios antes de besarlo con fuerza, su único diente cortando su labio por culpa de la brusquedad que uso para besarlo.

— Gatito, no deberías estar enojado, te prometí que regresaría a cuidarte, que no permitiría que nada nos separara y yo, cumplí mi promesa.

Susurro recorriendo su mejilla con delicadeza, restregando su cabeza contra la suya, para después, alejarse al notar que sus muñecas estaban sangrando, maldiciendo en voz baja su necedad.

— Te has herido gatito, ahora tendré que llamar a un médico para que te cure.

Tygra se alejo cuando tuvo la oportunidad, necesitaba saber que le había hecho a su hermano, porque los separaron, esperando que su leoncito estuviera vivo, seguro, ese era el deber de los clérigos.

— ¿Qué le hiciste a mi hermano?

Grune medito que hacer, llamarle a un médico o atender las heridas de su príncipe por sí mismo, decidiendo que lo mejor era cuidarlo como su futuro compañero, buscando un trapo con el cual limpiarlo, quería pasar tiempo con Tygra antes de que formalizaran su unión, poseerlo en ese momento, lo único que haría sería estropear los pétalos de la flor, no deseaba que eso pasara.

— Te abandono, prefirió cuidar su pellejo que a ti, mi príncipe, yo en cambio le pedí piedad a nuestro amo para que no te destruyera y colgara tu piel a la mitad de la plaza, justo encima de la estatua de tu captor.

Grune lo jalo de las cadenas y lo libero para poder curar sus heridas, rodeándolas con los paños que corto de uno de sus múltiples trajes, los que no usaría, no necesitaba más que una armadura, en cambio, su tigre solo vestiría lo mejor que estaba a su disposición.

— No quiero tener que encadenarte de nuevo Tygra, pero sabes que si me obligas a ello, lo hare.

El príncipe trato de mantenerse quieto al principio, hasta que Grune lo soltó por unos instante, oportunidad que utilizo para desvanecerse momentáneamente y correr hacia la puerta, esperando que pudiera salir por ella.

La puerta se abrió, pero de pronto choco contra una barrera inexistente que le hizo sentir como si un relámpago deambulara por su cuerpo, gritando antes de caer al suelo con el pelaje erizado.

— Puse unas cuantas barreras para contenerte en nuestras habitaciones Tygra, parece que ese cobarde no estaba tan loco y la tecnología si es útil después de todo.

Grune comenzó a caminar en su dirección, escuchando como Tygra trataba de levantarse con demasiado trabajo, sosteniéndolo del cabello para obligarle a mirarlo, relamiéndose los labios al verlo tan hermoso como cuando era un cachorro a su cuidado.

— Solamente yo puedo entrar y salir a mi antojo mi príncipe.

Tygra apretó los dientes cuando volvió a besarlo, gimiendo cuando abrió la boca para respirar, sintiendo la lengua de Grune invadir su cuerpo, su sabor abriéndose paso en sus sentidos, mareándolo con él.

— En unas cuantas horas Lord Mum-Ra unirá nuestras vidas con un ritual de antaño, en el que usaras tu vestido de novia, después de eso iniciara la luna de miel con tu rey, el verdadero.

Le informo, recorriendo su cuello como si quisiera morderlo, abandonándolo en su habitación, seguro de que si pasaba más tiempo con su príncipe, terminaría tomando su cuerpo por la fuerza antes del ritual, así no podría demostrarle cuanto lo amaba.

— Tu no serás rey, pero si podrás ser mi reina.

Pronuncio de pronto, antes de reírse en voz alta, alejándose con un paso demasiado lento, escuchando como se movía con esfuerzo, maldiciéndolo con los dientes apretados, rasguñando el suelo con sus uñas.

— ¡No seré tu reina!

Le grito, caminando en dirección de su supuesto vestido, tratando de rasguñarlo, destruirlo hasta que no quedara nada de esa horrenda ropa, sin embargo, una barrera rojiza lo cubrió provocándole dolor, protegiéndolo de sus garras.

— No soy tuyo, yo… no seré tu reina.

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Tygus estaba sentado en su cama, aun recordaba la forma en que Leo le observaba, la intensidad del deseo en aquellos ojos azules, preguntándose porque no lo tomo en ese momento, porque no hacerlo en cualquier instante en que estuvieran solos.

Comenzaba a preocuparse por su futuro, si eran derrotados se mataría antes de que esa criatura lo tocara, pero si ganaban, como podría alejarse de Leo, el comandante parecía tener todo bajo su control, cada pequeño aspecto de su vida.

No esa criatura, era Leo quien significaba un verdadero peligro para él, se dijo en silencio, abrazando sus rodillas, recordando las palabras de Tykus, ese león estaba dispuesto a despellejar a Bengalí, a derrotar a Mum-Ra, dañar a su maestro, a cada criatura que alguna vez se le hubiera acercado.

Creía que le pertenecía, que dormir juntos seria un festejo, su premio cuando derrotara a la criatura, no estaba dispuesto a dejarlo ir, eso lo sabía perfectamente y comenzaba a comprender que no era si lo poseía, sino cuando.

“¿No puedes dormir?”

Escribieron de pronto en su terminal, agregándole dos signos que parecían un rostro alegre al final de aquella pregunta, era él, su comandante le estaba hablando como en el pasado.

Eso era nuevo, porque llevaba años sin comunicarse con el por ese medio, lo que helo su sangre fue que sabía que estaba despierto, haciendo que observara la ventilación, donde decían estaban ocultas las cámaras de vigilancia de esa nave.

“¿Que quieres?”

Escribió saliendo de su cama, para sentarse en su escritorio, destapando una botella con un líquido ambarino, licor que conseguían de contrabando, necesitaba un trago, algo fuerte, seguro que ya no podría volver a dormir jamás sin creer que Leo le observaba.

“Mañana saldrás a una larga misión, quería recordarte que si necesitas ayuda, debes localizarme”

Tygus no escribió nada en mucho tiempo, para después, cerrar su terminal, cubriéndose con sus sabanas, preguntándose donde se encontraba la endemoniada cámara para destruirla en cuanto regresara.

“Voy a extrañarte”

Podía escuchar el sonido del mensaje escribiéndose, los dedos de Leo tocando los botones con sutileza recostado en su cama.

“Si pudiera no enviarte lo haría, así estaríamos juntos, tu y yo, solos”

Se lo imaginaba sonriendo, como si lo que escribiera fuera reconfortante.

“Pero debo mantenerte alejado del costal de huesos”

Imaginarlo en la oscuridad, apenas iluminado por la tenue luz de su terminal.

“No dejare que te lastime, lo sabes verdad”

Escribieron de nuevo, haciendo que Tygus quisiera borrar los mensajes, pero no lo hizo, notando que Leo estaba escribiendo algo más, seguramente era importante, o le daría la oportunidad de comprender que estaba pasando.

“Pero para asegurarme que si me necesitas me llamaras, Bengalí saldrá contigo, si hay problemas, no dejaras que tu hermano sea lastimado, no es cierto, Tygus”

Tygus estuvo a punto de preguntarle que clase de compañero era que amenazaba a su clan, pero Leo desconecto su terminal antes de que pudiera responderle, haciéndole ver que hablaba en serio, si acaso lo necesitaba, tendría que llamarlo.

— Eres un maldito bastardo enfermo.

Pronuncio, esperando que Leo lo escuchara y eso hizo, porque necesitaba vigilar a su compañero, no dejaría que nada lo lastimara, mucho menos la criatura, porque ya había visto lo que les pasaba a los Tyaty de la criatura.

Además, si lo veía dormir, podía imaginarse a sí mismo en su cama, durmiendo a su lado y era más fácil para el conciliar el sueño de aquella forma.

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La criatura encontró el jardín con demasiada facilidad, la estatua de Leo y la de Tygus, comprendiendo que ese sucio león deseaba a su cachorro tanto como para llevarlo consigo a su ciudad.

Esas eran dos tumbas, era bueno ver que Leo no perdió sus viejas costumbres, manteniendo los cuerpos en perfecto estado, pero no comprendía la razón de eso, sólo que se tenía que hacer.

Por lo cual, sentándose en un cómodo trono le ordeno a los reptiles que cavaran, quería verlos, destruir el cuerpo de Leo y conservar el de Tygus, el que tal vez, si el poder que sentía era una señal, su amado cachorro aun podía serle de utilidad.

— ¡Caven hasta que lleguen a sus cuerpos!

Les grito, escuchando el reconfortante sonido de un epitafio destruirse, la piedra derrumbándose con el poder de una raza que siempre pensó era insignificante, ansioso por ver el cadáver que lograría resucitar con facilidad, los cuatro espíritus del mal eran más fuertes que nunca y la muerte, no era inamovible.

— Lord Mum-Ra.

Ese felino era mucho más avaricioso de lo que supuso, sería rey de Thundera, tendría a su amante rayado, quien les llevaría con los otros tigres, su raza favorita oculta en alguna parte de ese sucio planeta.

— ¿Qué estamos buscando?

Pregunto el felino, ayudándole a la criatura a levantarse, para ver como se sorprendía cuando no había cadáver alguno en esas tumbas, sólo un sarcófago vacio cuando deberían existir dos cuerpos.

— ¿Mi Lord?

La criatura entrecerró los ojos, Leo siempre había sido demasiado astuto, tanto como para esconder sus cuerpos en un lugar seguro, pero aun así, sabía que el don de su cachorro seguía presente, por lo cual aun podía resucitarlo.

— Destruyan este sitio, que no quede nada en pie.

Ordeno, dándole la espalda, tratando de pensar en donde podían encontrar los tesoros que Leo robo durante su rebelión, el libro, las piedras y su Tyaty.

— Que nadie recuerde que alguna vez existió Leo.

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Este capítulo está dedicado a Seenae, Loisceles, Stephan Nightray Crosszeria, Bermellón, Paty, Bella, Slapy, ALF15 y Okami.

Espero que les guste, ahora, unas preguntas del millón.

¿Qué pareja es su favorita?

¿Qué villano prefieren?

Y sobre todo…

¿Qué mundo les gusta más, el presente o el pasado?

¿Quieren que Grune tenga a su príncipe?

De responder esas preguntas, me harían muy feliz.

Para los que desean saber cómo se pronuncia Tyaty: Es Chaty, Tjaty, «el que es la voluntad del amo, los oídos y los ojos del rey».


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