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Sombras del pasado. por Seiken

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Este universo está basado en dos historias que escribí de los Thundercats que es Afecto y Encuentros Fortuitos, no deben leerla para comprenderla, aunque si se los agradecería mucho, también es una especie de universo espejo en donde algunas personalidades han sido modificadas, es también un universo alterno.

Los Thundercats no me pertenecen, solo escribo esto como entretenimiento mío y espero que de alguno que otro lector.

Esta historia, como todo lo que escribo, es Slash o yaoi, contiene las parejas Leo/Tygus, Lion-o/Tygra y algunas otras, pero estas son las principales, así como relaciones sexuales entre personas adultas, extraños giros del destino y algunos otros detalles.

Espero que les guste y que me dejen uno que otro comentario o sugerencia.

Sin más, les dejo con la cuarta historia que escribo de esta serie que marco mi niñez y que no debieron cancelar tan pronto.

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Resumen.

Lion-O y Tygra comparten mucho más de lo que desean admitirlo, mucho más que simple hermanos adoptivos, o descendientes de dos clanes cuya enemistad no inicio en ese planeta. Durante varias vidas han logrado encontrarse, pero fueron los primeros aquellos que iniciaron ese círculo y serán ellos, quienes descubran que no todo es lo que parece. Después de todo, la historia la escriben los vencedores.

Sombras del pasado.

Capitulo 5.

Escudo.

“Pero para asegurarme que si me necesitas me llamaras, Bengalí saldrá contigo, si hay problemas, no dejaras que tu hermano sea lastimado, no es cierto, Tygus”

Tygus estuvo a punto de preguntarle que clase de compañero era que amenazaba a su clan, pero Leo desconecto su terminal antes de que pudiera responderle, haciéndole ver que hablaba en serio, si acaso lo necesitaba, tendría que llamarlo.
— Eres un maldito bastardo enfermo.

Pronuncio, esperando que Leo lo escuchara y eso hizo, porque necesitaba vigilar a su compañero, no dejaría que nada lo lastimara, mucho menos la criatura, porque ya había visto lo que les pasaba a los Tyaty.

Los sarcófagos con los cuerpos perfectamente bien conservados en hileras perfectamente organizadas, cada uno de ellos con una inscripción, un nombre y un numero, le recordaba su propia colección de espadas y de solo pensar en Tygus compartiendo ese destino, le hacía perder la fe en el futuro, creer que todos sus esfuerzos fueron en vano.

Además, si lo veía dormir, podía imaginarse a sí mismo en su cama, durmiendo a su lado y era más fácil para el conciliar el sueño de aquella forma.

Siendo que Tygus fue la primera persona que le hizo sentir seguro en esa nave, aunque por el momento creía que lo único que le importaba era su deseo por sus lindas rayas o su cuerpo perfecto, pero estaba equivocado, el estaba enamorado de ese tigre.

Aun recordaba esa primera ocasión como si hubiera sido ayer, cerrando sus ojos podía verse a sí mismo corriendo en los pasillos oscuros de la nave, tratando de perder a tres leones que tenían una misión encomendada por uno de sus hermanos, quienes eran mayores y tenían miedo que al ser el único hijo de la leona alfa, él heredara el poder de Claudius.

Cuando su padre siempre buscaba la forma de perderlo de vista, olvidarse que su cachorro era un pequeño león que carecía de las dotes especiales de sus padres, imaginándolo un estorbo más que su heredero.

***

Su padre no lo amaba, eso lo sabía bien, la única razón por la cual no estaba muerto era porque se trataba de su hijo, el primero de su amada esposa, quien murió dándole a luz, por lo cual no podía permitir que nadie lo dañara, aunque solo se tratara de un león enano que carecía de las características que hicieron grande a su raza.

Leo estaba oculto en uno de los túneles, el polvo se había levantado en nubes pesadas que delataban su ubicación al mismo tiempo que le escondían de momentos, pero sabía a sus ocho años, que no sobreviviría, que esos leones darían con él y lo asesinarían.

Podía escuchar sus pisadas, el movimiento nada furtivo que realizaban buscándolo, seguramente usando uno de los localizadores de calor para llegar a él con mayor rapidez, llamándolo como si se tratase de un pequeño gatito, pensando que simplemente les permitiría matarlo.

— ¡No hagas esto más difícil!

Pronuncio el primero, al mismo tiempo que otros dos le rodeaban, uno de ellos era una hembra, una de las esposas de su hermano mayor, quien al verle desenfundo su arma, ella creía que una vez que el heredero de Claudius hubiera muerto, su esposo sería el elegido, ignorando que su hermano mayor era el último en la línea de sucesión.

— ¡Cuánto te mate Leo, nosotros avanzaremos un grado en la evolución de nuestra especie!

Leo retrocedió e intento escapar, pero choco con un tercer león, quien lo sostuvo de los brazos, obligándolo a hincarse para que pudieran disparar sin trabajo alguno, hundiendo una bala en su frente.

— ¡Es más, Claudius nos agradecerá el habernos desecho de ti!

El pequeño león no dijo nada, él sabía que tenía razón, su padre le odiaba y lo quería muerto, sin embargo, al nacer vivo su honor familiar le exigía protegerlo, al menos lo suficiente para mandarlo a una misión en un planeta externo, en donde podrían matarlo sin que se sintiera culpable por eso o hubiera roto su promesa a su madre.

— Algunas últimas palabras Leo, no vas a suplicar por piedad o decirnos que no hagamos nuestro trabajo, sólo eres un niño, hijo de Claudius y la leona alfa, pero no lo harás verdad, porque sabes que tu a nadie le importas.

Leo no lloraría se dijo en silencio al mismo tiempo que la leona comenzaba a oprimir el gatillo y de pronto se escucho un estruendo que clamo la vida de uno de los presentes, pero no la suya, en un instante la pareja de su hermano cayó al suelo con un hueco en su cabeza, un agujero sangrante que lo mancho de aquel liquido rojizo.

— Pensé que los leones cuidaban a sus cachorros con su vida, pero veo que ni siquiera eso pueden hacer bien.

Pronunciaron a sus espaldas, una voz demasiado joven, la de un adolecente que no podían ver con sus ojos, pero si con los rastreadores de calor, escuchando como de nuevo un disparo atravesaba el hombro del soldado que sostenía a Leo, dándole la oportunidad para escapar de aquel sitio, sin embargo, no lo hizo, no podía moverse a causa de la sorpresa y el temor.

— ¡Allá esta!

El que tenia la mira de visión nocturna señalo un punto alejado, el que tenía una serie de tubos largos, del grosor de un tanque de aprovisionamiento que tenía un triangulo rojo que decía “precaución”

— ¡Dispárale maldición!

No debían disparar, pero aun así lo hicieron, dos ráfagas poderosas de un rifle de pulso que atravesó los tubos de gas, de los cuales broto un gas de color amarillo que comenzó a inundar ese túnel al mismo tiempo que unas luces giratorias de color rojo, acompañadas de una sirena, comenzaron a ordenarles que salieran de ese sitio, en cuestión de segundos las compuertas de seguridad se cerrarían.

— ¡Eres un imbécil!

Grito el segundo, notando como algo, un ente invisible pero que se veía rojizo en sus lentes de visión nocturna, jalaba a Leo de la muñeca, corriendo en dirección de la salida e intento seguirlos, pero de nuevo, quien fuera que estaba ayudando a ese león, disparo en su contra, dándole a uno en el muslo y a otro en la rodilla.

— ¡Rápido, que no hay tiempo!

Leo nunca había escuchado una voz como esa dirigirse a su persona, parecía asustado, genuinamente preocupado por su bienestar y su mano se sentía caliente, suave, le hacía sentir seguro.

— ¡Espera!

Leo se detuvo cuando las puertas sellaron esa parte de los túneles pero escucho los golpes de los leones tratando de salir de allí, pero siguió caminando cuando el extraño ser invisible lo jalo con fuerza, conduciéndolo a unos túneles más adentro, seguro que pronto los insectos de mantenimiento limpiarían el destrozo, reparando el tubo de gas venenoso para otras especies.

— Aquí no es seguro, sígueme.

Caminaron varios minutos entre la oscuridad, las alimañas, el moho y los tubos que a veces atravesaban los túneles de mantenimiento hasta que llegaron a lo que parecía un cuarto seguro iluminado por una lámpara de emergencia que irradiaba una luz amarilla que a veces parpadeaba.

En la pared Leo pudo ver varios dibujos que parecían la obra de un niño de siete años, al menos, no eran como los suyos que captaban la belleza de la naturaleza o lo que observaba con tanta maestría que podrían jurar que se trataba de una fotografía, sin embargo podía ver que se trataban de mapas, una cabeza de un felino rugiendo y el cuasi diseño de un arma.

Al menos era inteligente, fue lo que dijo su padre con demasiada condescendencia, insultándolo en vez de hacerlo sentir mejor cuando vio que su primogénito sólo era un erudito, no un guerrero.

La criatura invisible de pronto se dejo ver, era un cadete de los niveles superiores, por el pelaje alrededor de sus hombros parecía un piloto, pero su rostro estaba cubierto por un casco.

— ¿Por qué te dispararon?

Pregunto de pronto quitándose su casco, pero la oscuridad de aquella habitación si es que podía llamarle de aquella forma no le dejaba ver su rostro, sólo la luminosidad de sus ojos, que tenían un tinte dorado.

— Soy el heredero de mi padre y querían matarme.

Leo no estaba dispuesto a mentir, además, no era como si este felino pudiera hacer algo al respecto más allá de lo que hizo, la manera en que le salvo la vida sin saber quién era él.

— Soy el menor de sus hijos, pero naci de la leona alfa, eso me convierte en su heredero.

Susurro el pequeño león rodeando sus rodillas, escuchando como el cadete respiraba hondo, parecía consternado por su seguridad, al menos, eso creía porque apenas podía ver su silueta en la oscuridad.

— Pero que hay de tu padre, porque no hace algo para mantenerte seguro.

Leo suspiro, a su padre no le importaba en lo absoluto su seguridad, era un estorbo y una vergüenza para su clan, así que no dijo mucho, no era necesario porque de alguna forma ese felino parecía entenderlo, llevando su mano a su cabello para alborotarlo con gentileza.

— Mi nombre es L55321, pero mi clan me llama Tygus.

Le informo ofreciéndole unas barras de proteínas así como una botella de agua, acercándose un poco más a él, para revisar si estaba malherido, riéndose cuando se quejo al sentir el desinfectante mojar su piel, el cual ardía pero no le molestaba porque esa era la primera vez que alguien le brindaba ayuda.

— ¿Tu cómo te llamas?

Leo no supo que decir en un principio, no sabía quién era ese Tygus, pero sabía que no era un león, de lo contrario, no le habría brindado su ayuda, todos sabían que Claudius no lo apreciaba, mucho menos sus hermanos, quienes eran los favoritos de su padre.

— Leo.

Tygus guardo silencio, supuso que conocía quien era su padre y dentro de poco le arrebataría ese cálido sentimiento formándose en su pecho, pero en vez de preocuparse, suspiro mostrándole una pequeña esfera, era un sistema avanzado de localización que estaba conectado a una terminal, era una forma de rastrear a los soldados en el campo de batalla.

— He escuchado hablar de tu padre, así que… si algún día necesitas refuerzos, oprime el botón rojo por cinco segundo y yo iré por ti, si es una falsa alarma vuelve a oprimirlo por cinco segundos para que se apague.

Leo asintió escuchando como Tygus volvía a ponerse su casco, llevándolo a unos túneles en donde podría ingresar a su territorio sin ser visto, sintiéndose acompañado por primera vez en toda su vida.

Ignorando la mirada de su hermano, quien apretó los dientes al verle sano y salvo.

***

Leo tomo entonces un cuaderno que estaba en un librero junto a varios más, casi una docena, abriendo las hojas con cuidado, buscando el ultimo dibujo que había realizado, uno de Tygus cuando danzaba para él, su ceño fruncido, furioso por su atrevimiento pero entreteniéndolo con su belleza.

Hizo una docena de aquellos bocetos, algunos más atrevidos que otros, los que le gustaba mirar cuando estaba solo y tomando un lápiz, comenzó a imaginarse como sería su habitación cuando fundara su ciudad.

El sol iluminando su cuarto, cortinas de telas preciosas cayendo en las ventanas de cristales labrados, vitrales creía que les llamaban, columnas de piedra con largas betas un poco más oscuras, pero en su cama, una que sería inmensa con sabanas de tela natural de insectos, las aves le llamaban seda, su tigre lo esperaría desnudo.

Sus ojos fijos en los suyos, mirándole seductor esperando por ser poseído, oro adornando su pelaje rayado, sus labios entre abiertos, esa era una imagen que deseaba presenciar desde su juventud, a su tigre dispuesto por ser amado por él, recibir sus caricias y corresponder a su afecto.

Tygus cubrió los sitios en donde suponía estaban las cámaras de seguridad pero no el verdadero y comenzó a desvestirse, quitarse la ropa lentamente como si se estuviera desnudando para él, para usar sus sabanas como otro escudo, pero su compañero tenía un sueño muy ligero, terminaría semidesnudo por la mañana después de varias vueltas por encontrar una posición cómoda.

— Dulces sueños.

Pronuncio, besando la pantalla del dispositivo electrónico antes de disponerse a dormir el también, pero antes guardo su cuaderno junto a los demás, suspirando complacido esperando el día en que por fin pudiera festejar en compañía de su amado.

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Lion-O despertó sin saber en donde se encontraba, ni que había ocurrido con su hermano, sólo comprendía que su ciudad había sido destruida y que Jaga, junto a Cheetara en un intento por salvar su vida de la ira de Grune lo escondieron en una de las pocas casas que aun eran leales a los leones, utilizando los pasadizos como medio de escape.

La estatua de su padre estaba destruida, sólo quedaban los restos del humo, el fuego había sido controlado, los padres de la puma que les dio cobijo habían sido ejecutados, ellos pelearon con los lagartos hasta que les dispararon por la espalda, pero ella, Pumyra, seguía siendo fiel a la corona.

Era por eso que les dio asilo cuando Grune ordeno buscar y ejecutar a quienes hubieran escondido al príncipe traidor, su hermano aun estaba en el palacio, el era valiente o eso decían, el tigre jamás abandonaría a los suyos, en cambio, el joven desquiciado, el amante de la tecnología, simplemente huyo sin mirar atrás.

Cheetara trataba de convencerle que no saliera, sino hasta que la noche sin luna les diera el cobijo para poder alejarse de Thundera, encontrar la forma de recuperar el trono, Jaga estaba malherido, demasiado cansado tras recibir la tortura de la magia negra de la criatura que los ataco.

El pobre anciano dormía en uno de los sillones, demasiado cansado para poder moverse, después de todo, a pesar de ser un clérigo, seguía siendo un felino muy viejo, debía descansar.

— ¿Qué harán con mi hermano?

Pregunto por quinta vez, aun no podía perdonarlos por dejarle solo en el castillo, por permitir que Grune lo tomara entre sus brazos para llevarlo a la que fuera la alcoba de su padre, en donde decían, por lo que había escuchado Pumyra, que esperaba por su boda que ocurriría dentro de tres días.

El viejo general deseaba convertirlo en su Tyaty, pero Lion-O sabía que lo que anhelaba en realidad era desflorar a su tigre, a su querido hermano mayor, a su amado compañero que fue abandonado a su suerte cuando el también era uno de los príncipes.

— ¡No puedo dejarlo ahí para que Grune lo corrompa!

Pronuncio de pronto, escuchando como Cheetara trataba de evitarle salir, debían esperar a que anocheciera y en ese momento tratarían abandonar la ciudad, reagruparse, buscar a otros sobrevivientes.

— Lion-O, trata de pensar con claridad, esto es lo que tu padre hubiera deseado.

Su padre hubiera desollado vivo a Grune por tan solo pensar en tocar a su hermano, de eso estaba seguro.

— No puedo dejarlo solo, no permitiré que Grune lo lastime, ese viejo asqueroso quiere poseerlo, siempre lo ha deseado.

Susurro, asomándose por la ventana, ideando una forma de ir por su hermano sin importarle en lo absoluto los consejos de Jaga o de Cheetara, enfocándose únicamente en la información que Pumyra les había traído.

— Como rey de Thundera te ordeno que me ayudes a rescatar a mi hermano, Cheetara, ustedes hicieron un pacto, deben obedecerme.

La cheetah negó aquello con un movimiento de la cabeza, no era prudente salir en ese momento, los lagartos aun estaban activos, los felinos que estaban demasiado asustados para pelear los reconocerían inmediatamente, pero mucho más importante, Lion-O era el heredero al trono, Tygra, él solo era un Tyaty.

— Yo te acompañare, soy un medico, no será raro que camine a lado de un enfermo o que lo haga junto a un colega, lo único que tienes que hacer, es cortar esa melena tuya.

Lion-O se vio en el espejo, su melena ya había crecido lo suficiente para llegarle a los hombros, pero si debía cortarla para pasar desapercibido, eso haría.

— Está bien.

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Tygus recordaba esa máquina en su mano, era la misma que le regalo a Leo para que ese pequeño cachorro estuviera seguro, él había dibujado lo que pensó en su juventud era una cabeza de felino rugiendo en su base, un escudo gracioso que no se veía como lo supuso en un principio.

Estaba sentado en uno de los tanques, estaba lloviendo y hacia frio, ese planeta era mucho peor de lo que mostraron las imágenes del satélite, la fauna era nociva para la vida, cosas extrañas los atacaban en la noche, pero no eran fuertes aunque si demasiadas.

El sitio a donde debían buscar no estaba en la superficie, sino en el interior del planeta, lo que hacía que Tygus pensara que necesitaban refuerzos, ayuda de la nave nodriza, ellos eran solo un equipo de avanzada, no de choque.

Bengalí estaba a su lado, curando sus heridas en silencio, su hermano no era un hombre de campo, sino un medico de base, no estaba preparado para lo que habían presenciado hasta ese momento.

Torr intentaba usar las comunicaciones de las que constaban, pero era inútil, todas estaban muertas, los ataques nocturnos que habían recibido de aquellas cosas lograron dañar sus antenas y el cableado que alimentaba los sistemas de comunicación avanzada de su grupo estaba estropeado.

No había forma de pedir ayuda y no podían regresar con las manos vacías, sus provisiones estaban acabándose con demasiada rapidez, Tygus comenzaba a desesperarse.

Pero, de alguna forma, la maquina en su mano aun funcionaba, tal vez porque no estaba conectada a ninguno de los sistemas primarios, pero no podría detallar la situación en la cual se encontraban, sólo mandar una señal que tal vez sería escuchada o tal vez no.

Su regalo al pequeño león era inservible en esas condiciones, pero tal vez el comandante había modificado esa pequeña esfera de metal, haciéndola mucho más poderosa que antes.

No quería pedirle ayuda pero no le quedaba otra opción así que oprimió el botón de auxilio, esperando que la señal llegara a su superior y que el supiera que hacer, era un soldado, o eso creía.

— Diles que esperaremos hasta el amanecer en esta posición, que hagan guardias, sí no recibimos ayuda, tendremos que retirarnos.

Tygus no deseaba que eso pasara, ni cualquier otro felino bajo su mando, porque sabían que Lord Mum-Ra mandaría a Diezmarlos como traidores, mataría al diez por ciento de sus hombres como un castigo, para demostrarles que no debían retirarse hasta completar su misión sin importar las bajas o las pocas oportunidades de las que contaban.

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Como Pumyra les había dicho nadie le presto atención a un par de médicos haciendo sus rondas, ni siquiera los lagartos que se limitaron a mirarles de reojo, abriéndoles paso para que ingresaran en el castillo.

Lion-O había dejado la espada en un lugar seguro, Cheetara no estaba dispuesta a arriesgarse para rescatar a su hermano, una acción que nunca podría perdonar, pero al menos los clérigos protegerían su espada con el ojo del augurio.

El castillo estaba silencioso, ni una sola alma podía verse en su interior pero Lion-O sabía hacia donde debía dirigirse, había transitado esos pasillos en medio de la noche demasiadas veces.

La habitación de su padre constaba de varias alas, algunas de ellas conectadas por túneles secretos que solo el rey o su heredero conocían, un palacio dentro del palacio, la obra de ingeniería de un demente o de una criatura previsora.

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Leo estaba nervioso, no sabía que ocurría en ese planeta en donde sabía que estaba la piedra de guerra que buscaban, la tercera de ellas, ese sitio debía ser peligroso, un planeta hostil para la vida si sus hombres aun no se comunicaban con ellos, Tygus era un soldado puntual cuando de informes se trataba.

Las imágenes satelitales no concordaban con lo que había escuchado pronunciar a los soldados que comandaba su compañero, era como un espejismo o una señal modificada, para el se trataba de lo mismo.

Pero lo peor fue que de pronto, veinticuatro horas atrás dejaron de recibir señales del grupo de avanzada, los que si bien eran soldados entrenados para recuperar las piedras o información de los planetas que invadían, sus suministros y armas estaban preparados para un golpe rápido, no para un largo enfrentamiento.
En esos casos bajaban más soldados, animales y felinos, aun leones, pero sólo si escuchaban la señal que les indicaba que ya era momento de atacar, no obstante como podrían mandar la señal si sus comunicaciones estaban muertas.

La criatura no gustaba de gastar recursos de forma innecesaria, pero él creía que se necesitaba mucha más fuerza para llegar a un tesoro como ese, para proteger a su propia joya.

Su tigre, el que no llamaría por él, no porque no lo deseara cerca sino porque no salían las señales de aquella tumba cuyas nubes de tormenta se arremolinaban en la superficie, unas como las que nunca habían visto antes y creía, que aunque su tigre no lo necesitara en ese planeta lo mejor era adelantarse a su llamado.

Porque era seguro que no amanecería en meses, la tormenta solo empeoraría con el paso de las horas y no parecía próxima a disminuir la fuerza con la cual azotaba la superficie.

— Panthera, prepara el grupo de choque, vamos a bajar.

Leo no estaba dispuesto a esperar por más tiempo, no necesitaba la orden de la bestia, ni su permiso, su amado lo necesitaba, la tercera piedra tenía defensas, eso podía verlo por la forma en que los elementos azotaban ese planeta.

— Como tú ordenes Leo.

El comandante abandono su cómodo puesto en la sala de mando y se vistió con una armadura pesada, parecida a la que usaba Tygus pero sin la piel protegiendo su cuello del frio, en vez de eso, el blindaje era mucho más grueso y de su cinturón colgaba una espada, uno de sus múltiples trofeos.

La nave estaba preparada en cuanto llego al hangar, Sesha ya estaba con los suyos esperando sus órdenes, Panthera de la misma forma lo esperaba, ella no bajaría, su trabajo era coordinar a los grupos de choque, sin embargo, siempre lo despedía cuando compartieron la misma unidad.

— Cuando logremos reparar las comunicaciones necesitare que coordines a los grupos, cuento contigo, Panthera.

Ella asintió, observando de reojo a la leona con los tatuajes, quien ingreso a su nave en compañía de otros leones, esa mujer no le agradaba, mucho menos con la información que Tykus había compartido con ella.

— Como usted lo ordene comandante.

Leo asintió subiendo a la nave que los llevaría al planeta en donde se encontraba su compañero, recordando las coordenadas de su última comunicación, esperando ver a su tigre, al menos, escuchar que estaba a salvo.

El viaje al interior del planeta fue turbulento, la oscuridad apenas era interrumpida por los relámpagos que transitaban el cielo, podía ver que las antenas estaban destrozadas, que la energía escaseaba y que los tanques, así como los vehículos de caza estaban estacionados en una formación que le recordaba algunas barricadas.

Sombras oscuras se movían en la superficie, maquinas gigantescas con forma humanoide, al menos tenían brazos y piernas, pero no pilotos, lo que era demasiado extraño.

Otras cosas se movían con rapidez, a las cuales disparaban usando sus armas, los lentes de visión nocturna y su vista natural, la que en ciertas condiciones les permitían ver en la oscuridad.

Al frente de la barricada se encontraba Tygus, parecía malherido, dando órdenes para que resguardaran a los heridos, para Leo nunca nadie se había visto tan hermoso en medio de una batalla.

Las naves comenzaron a disparar, los ejércitos a moverse con certeza, destruyendo a las cosas más pequeñas que parecían ser maquinas con una forma extraña parecidas a insectos, o insectos cubiertos de blindaje, lo que fueran, en verdad eran desagradables y cuando eran destruidos brotaba un nauseabundo liquido verde fosforescente.

— ¡Comandante Leo!

Grito uno de los soldados más próximos a su compañero, quien al escuchar su nombre y ver que les había traído refuerzos camino a su encuentro, parecía aliviado, tanto que dejo que rodeara su cuerpo con ambos brazos.

— ¡Funciono esta maldita cosa! ¡Pensé que no lo haría!

Le informo separándose para mostrarle su regalo, haciendo que sonriera al ver que si obedeció sus órdenes, que su compañero había confiado en recibir apoyo de su persona, que no le había fallado.

— Pensamos al principio que estas criaturas no eran inteligentes, que los ataques que habíamos sufrido eran al azar, pero nos equivocamos, Comandante Leo.

Leo se acerco a ver la estructura como de panal que había a lo lejos, la que según veía era el hogar de lo que fuera que los estaba atacando, una civilización con maquinas poderosas, armaduras y cientos de soldados.

— La piedra de guerra está en el centro de esta estructura, pero no tengo suficientes soldados ni municiones para atacar, pero gracias al gran rugido tú llegaste con refuerzos.

El comandante asintió, sonriendo al ver que su tigre lo necesitaba y que podría demostrarle que tan útil había sido su entrenamiento, después de todo se esforzó por ser aquello que su tigre necesitaba, era un soldado antes de un estratega, por eso su manada le servía con orgullo, porque lo respetaban al mismo tiempo que le temían.

— Dime Leo cuando estemos en este planeta o fuera del radar de Lord Mum-Ra, no me gusta cómo suena mi titulo cuando lo dices tú, es un poco distante y soy tu compañero.

Tygus no supo que decir en ese momento, pero no dijo nada que contradijera al joven león, sólo sería cuestión de horas para que obtuvieran la piedra y regresaran a casa, debía conformarse con eso.

— Leo, según creo había tres planetas que tenían posibilidades de proteger la piedra que buscamos, las otras dos opciones no eran tan peligrosas como esta.

En efecto, lo que decía su tigre era cierto, sus coordenadas los llevaron a tres planetas y tal vez en otra vida, en otro universo, su tigre tuvo que sobrevivir a las precarias condiciones de los otros dos mundos, no el tercero, que parecía ser el menos peligroso, pero era el que cobijaba a una forma de vida que protegía su objetivo, la cual si era posible, anexarían a sus filas cuando esa guerra terminara.

El primer planeta era un paraíso acuático si eso podía existir, un lugar tempestivo con fauna marina parecida a ballenas, los satélites les mostraban instalaciones de artillería pesada completamente inservible, al parecer, quienes guardaron esa tecnología en ese sitio no supusieron que aun sus conocimientos eran inferiores bajo el azote cotidiano de las tormentas.

El segundo planeta se trataba de un desierto, no había ninguna clase de vida en la superficie o debajo de la misma, el calor se encargaba de matar todo lo que le pisaba y las instalaciones que pudieron ver, estaban ocultas debajo de montañas de arena.

El último era un planeta que parecía ser una selva, un lugar hermoso, cuyo clima se había puesto en su contra, así como sus habitantes, de los cuales no se dieron cuenta de su existencia hasta que los tuvieron bajo las narices o en ese caso, destruyendo sus sistemas de comunicación, siendo el que parecía menos peligroso el peor de los tres.

— Podríamos enfocarnos en nuestra misión, he perdido muchos hombres, no quiero que mueran más.

Leo asintió, pero antes de prestarle atención a su misión beso los labios de Tygus con fuerza, introduciendo su lengua en el interior de su boca, robándole el aliento, quería asegurarse que no fuera una ilusión, que lo tenía a su lado, su cuerpo caliente y su corazón agradecido por su oportuna llegada.

— Ahora si Tygus, soy todo oídos.

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Una vez que ese anciano había sido debilitado la sombra durmiente, el amigo imaginario de Tygra, quien siempre había estado a su lado lo busco al sentir que su lazo con el plano mortal estaba en peligro, siempre lo estuvo, pero en ese momento un grito psíquico le hizo acudir a su llamado.

La sombra de ojos rojos vio el cuarto con detenimiento, posando sus ojos en el vestido de bodas, una aberración tan desagradable como la que le hicieron vestir cuando él estuvo en su lugar.

Hacia tantas vidas, tantas generaciones, que ya casi no lo recordaba del todo, sólo que como este pequeño tigre esperaba por el que se decía su compañero, él también tuvo que aguardar por la llegada del rey de Thundera.

“Despierta Tygra, debemos irnos”

Su cuerpo estaba escondido en algún punto de ese planeta, pero su alma era libre de las ataduras físicas, su energía le ayudaba a moverse, siempre y cuando uno de sus descendientes estuviera vivo, respirando, porque su vida estaba atada a la suya como su alma lo estuvo alguna vez al rey de Thundera.

— No puedo abrir la puerta.

Tygra recordaba a esa criatura, esa sombra de color azul con ojos rojos, un tigre que le observaba molesto, si pudiera tocarlo lo alzaría de su cabello y lo patearía fuera de aquella habitación al verlo sentado en esa cama esperando por su compañero forzado, pero sólo era una sombra, un ente sin cuerpo cuya fuerza había sido liberada tras la muerte de ese anciano clérigo.

“Quien dice que debes salir por esa puerta, cachorro”

Tygra se levanto de la cama y siguió a la sombra que buscaba algo en la pared de aquella habitación, encontrándolo en el busto de un felino, un león, el tercer rey de Thundera, heredero de Claudius.

“Mueve este busto, estoy seguro que una puerta se abrirá si lo haces, pero deprisa, ya no tenemos tiempo”

Era extraño seguir las órdenes de una sombra, pero aun así lo hizo, dándose cuenta que tenía razón, de pronto una pared se abrió para darle paso, era un túnel secreto que podría liberarlo de la lujuria de Grune y llevarlo con su hermano.

— ¿Quién eres?

Pregunto de pronto al darse cuenta que no sabía quién le ayudaba desde su niñez, no era una sombra ni un remanente de su imaginación, pero aun así no tenía cuerpo físico, era como un espejismo con una voz que le hablaba en su cabeza, la cual nadie más que el podía escuchar, aun Jaga apenas pudo sentirlo cuando creyó que debía liberarlo de su amigo.

“No te preocupes por eso, primero debemos salir de aquí”

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Este capítulo está dedicado a Seenae, Loisceles, Stephan Nightray Crosszeria, Bermellón, Paty, Bella, Slapy, ALF15, Neko mimi, kyubi herrera y Okami.

Espero que les guste, ahora, unas preguntas del millón.

¿Qué pareja es su favorita?

¿Qué villano prefieren?

Y sobre todo…

¿Qué mundo les gusta más, el presente o el pasado?

¿Quieren que Grune tenga a su príncipe?

¿Creen que Leo sea capaz de cobrarse su ayuda? Y si es así… ¿Cómo les gustaría?

De responder esas preguntas, me harían muy feliz.

 


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