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Sol en media noche. por Matsumoto Yuki

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El joven pelinegro salía con una cara de horror de su consulta con el doctor, mientras que aquel le despedía con una enorme sonrisa, después de una sorpresa.

 

Y es que Judar no lograba entenderlo. Bueno, sí, si entendía cómo, después de todo, era un doncel pero… ¿Cómo le diría…? ¿Cómo le haría…?

 

Seguía extremadamente preocupado aún después de haber salido del hospital.

 

No quiso irse en transporte público, no quería que nadie le viese en ese mismo momento. Así que hizo parar un taxi, y en él se fue su casa.

 

El trayecto por completo se lo pasó callado, observando por la ventana. Sentía un escocer en sus ojos, ¿Quería llorar…? Al parecer sí. No sabía qué hacer. Tenía miedo, por alguna razón. Y por inercia se llevaba sus manos a su vientre.

 

Todo eso había comenzado a raíz de un repentino malestar en su persona. Mareos, irritación, entre otras cosas. Se veía tan sólo como si no estuviese descansando lo suficiente, pero cuando pasó un mes y por más que descansara no se le pasaba, tuvo que ir a revisarse. Pero nunca imaginó que fuese eso…

 

Una vez el taxi llegó a su destino, canceló el viaje y se bajó, caminando de una manera increíblemente rápida hacia el interior de su casa, luego de esa casi inactividad.

 

Sólo allí se sintió seguro, pero no del todo. Puso todos los seguros posibles a la puerta y luego se apoyó en contra de ella. Terminó deslizándose por su extensión, y quedando en el suelo. Abrazaba sus piernas en posición fetal, buscando consuelo.

 

Entonces permitió a sus ojos cristalizarse del todo, y soltar esas finas gotas de agua salada que hace tiempo no liberaba. Tenía que buscar ayuda, pensó.

 

Sin más sacó su celular del bolsillo trasero, y buscó el número de la única persona en la que podía confiar en esos casos.

 

Ella.

 

Marcó, con suerte sonó un tono y contestó.

 

« ¿Judar-chan? » Escuchó, desde el otro lado del teléfono.

 

Sin pensarlo apretó sus labios. Se la estaba aguantando, no podía soportarlo. No sabía cómo.

 

« Judar-chan, ¿Estás bien? » Preguntó la joven, preocupada al tan sólo lograr escuchar sollozos.

 

—Kougyoku, necesito ayuda… —Soltó ahora sí, con un hilo de voz. No podía disimular su llanto. No lo haría con ella.

 

« Oh por dios, dime, qué pasó, voy de inmediato. »

 

Una sonrisa de medio lado se fijó en su rostro. Siempre podía contar con esa vieja bruja. Pero ahora iba la bomba. Esa que no sabía si decírsela o no. Pero terminó ganando el sí.

 

—Estoy embarazado.

 

Silencio. Por un momento pensó que la línea se había cortado, más al ver la pantalla de su teléfono supo que no.

 

—Kougyoku, no sé cómo decirle a Sinbad… —Sollozó. Que la única persona en la que confiaba no le contestara en ese preciso momento, lo dejaba peor. Más desolado, con menos esperanza. Simplemente no podía con toda esa presión.

 

Entonces la llamada se cortó.

 

Y Judar rompió en llanto. ¿Había hecho algo mal? ¿Le había cortado porque en preparatoria a ambos le gustaba? Si era así se disculparía, haría de todo por poder volver a hablar con su única amiga…

 

En medio de su lamento, cinco minutos después, escuchó golpes en la puerta.

 

Supo que no serviría de nada ocultar su mal estado, y aún abrazando sus piernas, ocultó su rostro entre sus rodillas.

 

— ¿Quién es…? —Preguntó, antes de abrir.

 

— ¡Judar-chan! ¿Estás bien? ¡Ábreme!

 

La luz de la esperanza volvió y Judar se levantó con una rapidez que ni él se conocía. Sacando todos los pestillos puestos y abriendo la puerta, se encontró de lleno con la pelirroja, quien vio sus ojos rojos, su nariz sonrosada y la desolación en sus ojos.

 

No se aguantó, y saltó a abrazarlo.

 

— ¡Judar-chan…! Dios… Qué emoción… Tranquilo, tranquilo, no estás solo, estoy aquí… —Trató de calmarlo, acariciándole la espalda. Entonces le sonrió, y le secó las lágrimas que caían por inercia de sus ojos al estar sorprendido… 

 

— ¡Kougyoku…! —Su rostro se descompuso, y la puerta se cerró.

 

Judar calló en los brazos de su amiga, y ahí se consoló hasta poder calmarse, aproximadamente 15 minutos después.

 

Kougyoku no se explicaba cómo salían tantas lágrimas, pero qué importaba, sólo le estaba mojando un poco… Bueno, más que un poco, pero era su amigo, ¿Cómo no iba a estar ahí para él?

 

Una vez las aguas calmas, se sentaron en el sofá, y la pelirroja le dio un paquete. Judar, sorprendido, no supo la razón de aquello.

 

— ¿Y esto? —Cuestionó.

 

— ¿Creías que estas cosas se hablaban a la tonta y a la loca? —Enarcó una ceja Kougyoku, un tanto divertida. —Anda, ábrelo, ábrelo ~

 

Judar poco convencido, lo hizo. Más quedó maravillado al ver el interior, por no decir con la baba colgando. Allí yacía la mitad de una tartaleta de Duraznos y otra parte de fresas, mientras a un lado, un tarrito de helado de crema con trozos de duraznos decía “Para Judar-chan”.

 

Miró a su amiga, boquiabierto, y esta le guiñó un ojo.

 

—Ahora sí podemos hablar.

 

Luego de que se levantaran ambos  buscar platos, cuchillo y servicio, se sirvieran y sentaran, comenzó la conversación.

 

—Me había estado sintiendo un tanto mal… Desde hace poco más de un mes. —Era interrumpido su hablar por culpa de la comida. No se había dado cuenta de cuándo se le había hecho aún más deliciosa la tarta de duraznos. —En fin, fui al doctor y resulta que rondo los tres meses de embarazo… —Susurró, preocupado.

 

—Y el problema, ¿Es…?

 

—Sinbad.

 

— ¡Debí imaginármelo! —Soltó con dramatismo la joven, para luego comer un bocado de su tarta de fresas. Una vez la pasó, le sonrió. —Escucha, esto es lo que vas a hacer…

 

 

~*~*~*~

 

El hombre de cabellos morados iba llegando exhausto del trabajo.

 

Pero tenía un consuelo, volvía a su hogar, con su pareja, a descansar, y probablemente, tener acción. Y es que su pareja desde hace una semana que se le escapaba. No sabía si lo tenía en abstinencia o qué, pero ni una sacudida de cama habían hecho.

 

Esa noche se vengaría, de seguro.

 

—Estoy en casa… —Anunció, entrando por la puerta principal.

 

Se sorprendió al ver todas las luces apagadas.

 

Por un momento creyó que Judar no estaba en casa, pero un delicioso aroma le contradijo.

 

Guiándose por él, llegó a la terraza, donde una grata sorpresa le hizo sonreír. Allí estaba Judar, apoyado en el límite de la pared, vestido con unos pantalones negros pegados, y un chaleco ancho beige, que le venía bastante bien. Su típica trenza estaba hecha ahora a un lado, dándole un toque de sofisticación.

 

El pelinegro le sonrió, deslizándose hasta la mesa, donde le esperaba una cena romántica para dos.

 

—Bienvenido, Cariño. —Dio un dulce bienvenida, sin pasar más allá de la mesa.

 

Sinbad no se resistió, y dejando su maletín en el sillón, fue hasta la mesa, mientras se sacaba la corbata.

 

—Vaya, ¿A qué se debe esta experiencia, a la luz de las velas? —Preguntó, con una sonrisa ladeada, yendo a sentarse.

 

—Un pequeño gusto no hace mal de vez en cuando, ¿No?

 

Una breve risa compartida, y comenzó la cena.

 

 

Judar se encargó de sacar temas triviales, como los que solían hablar para saber cómo había sido el día de cada uno, y posteriormente ayudarse si había algún problema.

 

Lo malo fue cuando la cena iba terminando, y sabía de más, qué era lo que quería Sinbad.

 

Por unos instantes, un silencio reinó la terraza.

 

—Oye, Sinbad… —Susurró el pelinegro, jugando con el vino en su copa. Ya había terminado de comer.

 

— ¿Sí, Amor? —Aquello tan sólo puso más nervioso a Judar, a quien los sonrojos le atacaban ya.

 

—Te… Te tengo un regalo antes del obvio. —Sinbad captó de inmediato, sorprendiéndose.

 

—Sabía que era una ocasión especial, ¿Qué olvidé?

 

— ¡No, no, nada! —Se apresuró a responder. —Es… Sólo… Que hoy es el día… —Pasó saliva, y del bolso que estaba detrás de su silla, sacó un paquete envuelto en papel de regalo.

 

Sinbad examinó aquello, con dudas, y se dispuso a abrirlo.

 

Una caja simple era la que le advertía que había algo dentro.

 

La abrió, y encontró una taza, y dentro de ella, un papel.

 

«Ve a la habitación» Escrito con la letra de Judar.

 

Sinbad no disimuló su incertidumbre, y enarcando una ceja, se levantó de su asiento. Observó la ansiedad en el rostro de su pareja, cosa que sólo le intrigó más.

 

A paso rápido fue a la habitación, y encontró en la cama pétalos de rosa roja esparcidos, y en medio, un sobre de tamaño grande.

 

Lo tomó con cuidado, examinándolo. No tenía ni una sola pista de lo que era.

 

En algún momento Judar llegó también, quedándose en el umbral de la puerta.

 

—Ábrelo. —Demandó.

 

—Ya voy… —Obedeció Sinbad.

 

A duras penas tuvo el valor para hacerlo, aquello estaba siendo muy misterioso. Más cuando vio lo que había dentro del sobre, quedó boquiabierto.

 

No era médico, pero podía decir casi cien por ciento seguro, de que eso era una ecografía.

 

Sólo en ese instante le prestó más atención a la taza.

 

«Eres el papá n° 1. »

 

La emoción se plasmó en el rostro del mayor, mientras una sonrisa boba se le formaba en los labios. Sintió como se le cristalizaban los ojos, ¿Era acaso una broma…?

 

Se giró para ver a Judar, en busca de respuestas. Sólo pudo ver una sonrisa sincera, y por sus ojos cayendo lágrimas de felicidad, mientras en su mano yacía un test de embarazo en positivo.

 

—Feliz día del padre, Sinbad. 

Notas finales:

Como vieron, dejaré de decir la pareja al principio. [??]

 

¡SinJu dedicado a Anónimo que comentó el 07/03!

 

Espero le haya gustado.

 

¡Hasta la próxima!


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