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Cómo evitar que se roben a tu Seme por MikaShier

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Está escrito que el amor no es todo lo que puede haber en una relación. Se necesita más que eso. Argumentos, fundamentos, sin fin de sentimientos. Por ello es que no todas las relaciones funcionan.

 

Estar con alguien significaba reorganizar las prioridades, rebajar el sentido de la crítica, cegarse un poco. Felicidad, enojo, amor, decepción... Sentimientos tan caóticos que ponían el mundo de cabeza.

 

Rin había aceptado todo eso demasiado tarde. Sus prioridades se habían reorganizado y esa era la razón por la que estaba ahí, en la cocina de Haru, preparando un par de tortillas de huevo con especias y queso. Él no era un chefcito a medio formar como Haru, pero había robado y perfeccionado la receta de la madre de los mellizos, así que ese desayuno sería, mínimo, de buen gusto.

 

Se había tragado sus nervios y se había vestido correctamente, con su cabello inusualmente peinado. Suspiró ligeramente y sirvió los platos. Acomodó las cosas en la encimera para sacar con la espátula la tortilla de huevo, pero una voz le hizo sobresaltarse.

 

ー ¿Qué haces? ーcuestionó Haru, recargándose en el marco de la puerta. El brinquito que dio Rin hizo que la tortilla volara sin gracia por el aire durante unos segundos. Aunque cayó sobre el plato, ya no se veía apetitoso.

 

ーBuenos días ーchistó con el ceño fruncido. Picó la tortilla con la espátula hasta acomodarla de una forma menos... amorfaー. Preparo el desayuno... ¿Te molesta?

 

ーNo ーcontestó, sonriendo a medias al ver aquella pequeña escena. Rin sirvió la otra tortilla y apagó la estufa. Tomó ambos platos y caminó hacia Haru.

 

El pelinegro se apartó para dejarlo pasar y, en silencio, procedió a sacar un cartón con jugo de naranja y los cubiertos para desayunar. Los dejó junto a los platos y se sentó mientras Rin traía los vasos y servía el jugo.

 

ー ¿Te sientes bien? ーcuestionó Haru de pronto. El pelirrojo lo miró por algunos segundos, deduciendo a que venía eso.

 

ーSí, no te preocupes ーmurmuró en un tono bajo. Se llevó un trozo de comida a la boca y lo saboreó, mirando de reojo a Haru comerー. Por cierto... Eso... Lo de anoche...

 

ーYa lo sé ーse adelantó, pero Rin no sabía que era lo que Haru decía saber, así que continuó.

 

ーSolo quiero aclarar que... aunque el primer día te pedí un beso como pago, eso no significa que lo de anoche sea igual... No es un pago...

 

ー ¿Entonces? ーlo vio alzar una ceja y suspiró, mordiéndose el labio. Haru relajó el gesto de nuevo y picó la tortilla con el tenedorー ¿Quieres que te pague de otra forma?

 

Rin apretó el cubierto en su mano y, si no supusiera una molestia y posible sangrado de lengua, hubiera rechinado los dientes. Vale, Haru no estaba diciéndolo con palabras, pero la insinuación... ¿Había tenido sexo con él solo por las tutorías? Se relamió los labios, negándose a creerlo. Haru podía ser muchas cosas y Rin podía insultarlo de mil formas, pero no era imbécil. No podía serlo porque, aunque su sentido común tiraba a lo extravagante, seguía siendo sentido común.

 

Se debatió mentalmente su próximo movimiento. ¿Debería tomar su dignidad y marcharse de ahí dramáticamente o debía no tomar las palabras de Haru como un insulto invisible y aclarar las cosas de una buena vez? Como un maldito cobarde, dejó el tenedor en la mesa y estuvo a nada de levantarse. Entonces, la risa de Haru invadió sus oídos. Lo miró con incredulidad mientras el azabache recargaba los hombros en la mesa y le miraba expectante, con una sonrisa burlona en los labios.

 

ー ¿Es que no has tenido suficiente, Rin?

 

SSSSS

 

La sala del departamento de Makoto se encontraba en completo silencio. A duras penas se escuchaba la tranquila respiración de la pareja que ahí se hallaba, sentados hombro a hombro en el sofá mientras miraban la mesita de café frente a ellos, como una repentina distracción. Llevaban así varios minutos, pero en realidad, no era un silencio incómodo.

 

Después de aquél día en donde había aclarado que su elección era Makoto, su relación se había sumido en una especie de coma. Aunque no era precisamente malo. El silencio se había abierto paso entre los dos y parecía que se medían entre sí, soltando frases de vez en cuando –que no significaban nada relevante. Como si estuviesen en una especie de sueño. Y, como tal, no podía durar por siempre.

 

—Entonces… —murmuró Sousuke.  Makoto dirigió la mirada hacia él, esperando el resto de la oración— No quieres ser mi novio —soltó, al fin.

 

El castaño se removió en su lugar y asintió, desviando la mirada de nuevo. Si bien habían hablado muy poco, el azabache había aprovechado los cambios de palabras para pedirle a Makoto algo más… oficial. Una pareja en todo nombre. Y Tachibana, con un aire orgulloso, lo había rechazado. Sousuke no se había separado de él a pesar de ello y Makoto no lo había corrido del departamento. Todo había continuado como si únicamente hubiesen estado hablando del clima.

 

—Las cosas no pueden ser tan fáciles —murmuró el castaño en voz suave. Sousuke lo miró de reojo y suspiró.

 

—Las cosas no deberían complicarse a propósito —debatió. Vio la comisura de los labios de Makoto alzarse un poco.

 

—A menos de que alguien tenga algo que demostrar.

 

— ¿Qué es lo que tienes que demostrar? —la sonrisa de Makoto se fue tan rápido como llegó.

 

—Yo no tengo nada que demostrar.

 

Y el silencio reinó de nuevo. Cómodo e innegablemente acogedor. Sousuke sopesó las palabras, tomándose su tiempo en el análisis. Bien, definitivamente, esa era una insinuación. Makoto intentaba decirle que era él, Yamazaki Sousuke, quien tenía algo que demostrar. Pero… ¿Qué?

 

Su ceño se frunció un poco mientras Makoto lo miraba con diversión, por el rabillo del ojo, sin que el azabache se diese cuenta. El debate interno de Sousuke se vio repentinamente cortado por el sonido de varios golpes contra la puerta. El castaño se levantó y fue a abrir de inmediato. Una de sus cejas se alzó mientras se hacía a un lado y dejaba pasar a un torbellino rojo, seguido por un calmado Haru.

 

Rin dio las buenas noches con rapidez mientras, pidiendo disculpas, se adentraba al departamento -seguido por Haru- para encontrarse con su mejor amigo. Makoto llegó segundos después y se sentó junto a Sousuke. Señaló con amabilidad la alfombra al otro lado de la mesita de café y esta vez fue el turno de Rin para alzar la ceja y fruncir el ceño.

 

Haru ni siquiera lo discutió, se sentó en la alfombra, como Makoto indicaba, y esperó a que Rin hiciese lo mismo, riéndose discretamente de la mueca que este hizo.

 

— ¿Han vuelto al nidito de mamá? —preguntó Sousuke con sorna, ganándose una mirada molesta por parte de Haru y un golpe con el codo de Makoto.

 

— ¿Qué pasó? —La mirada acusatoria del castaño sobre Rin no pasó desapercibida por ninguno de los presentes. El pelirrojo bajó la mirada con el ceño fruncido y masculló algo entre dientes, provocando que Haru lo mirara con desinterés.

 

—Rin no ha tenido suficiente —respondió Haru y, como si eso lo explicase todo, se encogió de hombros.

 

— ¿Hablas de sexo?

 

—No todo en la vida es sexo, Sou—gruñó Rin, tensando el ambiente con ese simple comentario.

 

Sousuke se encontró incapaz de sostener la mirada de su mejor amigo, recordando todo lo que había sucedido apenas un año atrás.

 

Recordó los brazos del pelirrojo rodeándole el cuello mientras le regalaba una sonrisa medio burlona y medio coqueta. Recordó todas esas risas que compartieron. Las bromas en conjunto. Sus manos entrelazándose y las miradas discretas que se lanzaban entre clases. El cabello de Rin cosquilleándole entre los dedos mientras intentaba hacerle él la coleta. Su piel caliente bajo el tacto. La suavidad de sus muslos cuando dejaba caer la cabeza en su regazo y obtenía una mueca de fingida molestia del pelirrojo. Los dedos contrarios enredándose en su cabello. El brillo de sus ojos que, durante un tiempo, solo él podía encender. Su mirada de burla desde la plataforma frente a la piscina. La sensación de nadar junto a él. Sus pulmones ardían, la falta de aire. La renuncia, la entrega, la perdición. Recordó todo lo que Rin había sido para él.

 

Y lo dejó ir.

 

“Siempre vamos a ser amigos, Sou…”, había sido el susurro entre dientes de aquél pelirrojo, que se limpiaba las lágrimas con el puño. Eran apenas unos niños y habían discutido. Sousuke lo recordaba por completo. “Pero… creo que no pensamos igual… Tú no tienes que hacerlo todo por mí, ¿sabes? eso no es ser amigos.”

 

¿Por qué tenía que comprenderlo tantos años después?

 

Posesión. Rin le había pertenecido desde pequeño, así se había sentido. Fraternal o románticamente dicho, pues aplicaba en ambos ámbitos. Lo había protegido, había intentado hacerlo feliz, incluso a un mar de distancia. Y, aunque lo amó, también lo odió.

 

Rin no tenía suficiente.

 

Así que ahí mismo, mientras el pelirrojo comenzaba a discutir atropelladamente acerca de algo que Sousuke ignoraba, renunció a él por completo. Si Makoto pudiera describirlo de alguna manera, diría que, justo en el momento en que la mirada de Rin se topó con la de Sousuke, el cian de los ojos del más alto se apagó. El brillo que Rin despertaba por fin se había apagado.

 

Y, por más estúpido que sonase, Rin sintió que algo se estaba perdiendo. Su hablar se entorpeció y terminó por callarse a media frase, sin apartar la mirada de Sousuke, a quien aún consideraba su mejor amigo… No.

 

No. Ese lazo se había perdido y hasta ahora ambos se daban cuenta. Habían intentado seguir el hilo de lo cotidiano, pero no podían. Rin no podía perdonar a Sousuke. Y Sousuke no podía seguir dándolo todo por Rin. La tensión aumentó notablemente y los ojos carmesíes ardieron con la furia que creía dormida. El pelirrojo había vivido en un lecho de flores tras lo sucedido con Sousuke, porque Haruka lo había hecho sentir inmensamente feliz. Y, cuando terminó su relación con ese amante a la caballa, la tristeza lo había abordado. Y justo ahora, con la mirada impasible de Sousuke clavada en la suya, podía darse cuenta de que el enojo había estado apagado por sus otros sentimientos.

 

—Sea lo que sea por lo que vinimos —murmuró Rin en tono gélido—, Haru, tenemos que resolverlo nosotros mismos. No hay que meter en esto a Makoto.

 

—Dijiste: “Preguntémosle a Makoto.” —Haru se rascó la mejilla con un dedo, fingiendo indiferencia.

 

—Tú dijiste: “Aki vive abajo, llamémosla, ella sabrá resolverlo” —se quejó Rin. Makoto frunció el ceño un poco.

 

—Pero Aki-chan se mudó hace unos meses a un piso compartido, ¿no?

 

Las mejillas de Haru se tiñeron de rosa y desvió la mirada, asintiendo discretamente al verse descubierto en su mentira. La razón por la que había mentido tan descaradamente ni siquiera él la sabía, quizá solo había querido picar a Rin. Porque, en realidad, ambos sabían que nadie más que ellos dos podían resolver el problema que ellos mismos habían ocasionado.

 

Tal y como Hannah había dicho en una ocasión: “Limpia tu propia mierda.”

 

O quizá como Nagisa había dicho en otra ocasión: “No hay nada que Haru-chan no pueda hacer.”

 

Aunque, bueno, claramente sí había algo que Haru no podía hacer.

 

Se marcharon tan rápido como llegaron. El silencio de Sousuke se había extendido y Makoto se sintió algo mal por haber deseado esa ruptura en cuando la mirada dolida de Rin, dirigida a Sousuke de soslayo, había sido respondida con la indiferencia más fría. Con la mirada que Sousuke les había dirigido en varias ocasiones al verse por primera vez en años. Y eso fue más que suficiente.

 

—Sou, quiero que seas mi novio —comentó distraídamente. Sousuke sonrió un poco y soltó el aire con un gesto divertido.

 

—Qué se le hará, no me queda de otra.

 

E ignoró el pequeño hueco que sintió en el corazón.

 

SSSSS

 

Haru pateaba una piedra con algo de molestia mientras caminaban de regreso a la estación para volver a su casa y resolver lo que tuvieron que haber resuelto desde un principio sin involucrar a nadie más. Rin lo notó, pero no sabía cómo quitar el peso de encima, lo que lo ponía nervioso. Y los nervios lo carcomían. En un ademán aparentemente despreocupado, cruzó los brazos tras la cabeza y se talló un poco el cuello.

 

Subieron al tren en cuanto pudieron, pero ni eso borró la molestia del rostro del moreno. Rin suspiró y golpeó el piso suavemente con el zapato, intentando sopesar aquello. Su mente se iluminó y cegó su racionalidad. No lo pensó dos veces. En cuanto el tren se detuvo en la siguiente estación, jaló a Haru hacia afuera y le hizo seguirle.

 

Caminaron algunas cuadras hasta que el pelirrojo hizo la señal a un bus local* que pasaba por ahí, agradeciendo la suerte a los dioses. Haru frunció el ceño de forma notable, pero no comentó nada y observó hacia donde se dirigían. Veinte minutos después, bajaron del bus y caminaron otro par de calles hasta que, finalmente, Rin dobló en una de las calles y, a mediación, entró a un edificio.

 

Llamó al ascensor y no esperaron mucho antes de entrar a aquella caja metálica. Se balanceó sobre sus talones mientras miraba de reojo a un Haruka levemente interesado, sabía que estaría preguntándose a dónde estaban yendo y eso le hacía sentir algo de satisfacción.

 

Se detuvo en su piso y caminó hacia una de las puertas, sacando la llave de su bolsillo y abriendo sin más. Entonces el rostro de Haru se mostró confundido ante las palabras del pelirrojo.

 

—Bienvenido a mi hogar —había dicho con un suave tono presumido. Porque, bueno, había arreglado el lugar de una manera bastante acogedora.

 

—Tú… tú hogar… —la comprensión se expresó en el rostro del azabache— Tu hogar no está para nada cerca de las instalaciones de nuestro equipo de natación. Y para nada cerca de la universidad.

 

—Eh… Ah… —Rin había olvidado eso por completo, cuando había mentido sobre las razones por las que básicamente había perseguido a Haruka durante todo ese tiempo.

 

— ¿Cuál es el afán de mentir? —preguntó en un tono ligeramente brusco. Rin se recargó en la puerta cerrada y miró al piso con una expresión contrariada. Soltó el aire lentamente mientras la determinación se abría paso en su rostro.

 

—Quería estar cerca de ti. Y quería… quería evitar que…

 

La duda arremolinó nuevamente en él y la molestia de Haru se disipó. Todos habían tenido suficiente de todo. Ya, tenía que llegar el fin. Solo él y Rin, sin sentimientos ocultos, con la verdad latiendo entre ambos. Estaba harto de seguir con la misma mierda. De verdad estaba harto de todo lo que se había supuesto el camino hacia donde se encontraban en ese momento. Era completamente suficiente.

 

—Rin…

 

—No, Haru… Déjame explicártelo todo… Ya basta de huir —Rin cerró los ojos y dejó salir lo que de verdad pensaba, lo que sentía y sintió—. Sé que fui un imbécil al abandonarte de aquella manera, e incluso esa palabra se queda corta para lo que en realidad fui, un pelmazo de mierda. No quiero justificarlo, pero tienes que entender que tenía miedo. Muchísimo miedo. No es que no quiera amarte por el resto de mi vida, me casaría contigo sin pen… El punto es, que tenía miedo de no poder lograr mis objetivos.

 

“Todos piensan que lo que mejor se me da es huir, pero no sé a qué viene eso, porque, aunque sí he huido la última vez, nunca antes lo he hecho. Sé que ni tú ni los otros han comprendido nunca los motivos que me mueven y los hilos que yo quiero para mi destino. Amarte… Por supuesto que deseo amarte con toda mi alma y todo mi ser y lo que sea, pero, Haru… Desde que mi padre murió he querido ser un nadador olímpico. Por él, por mí. Por eso cambié de escuela, básicamente –aunque nadar contigo también era mi deseo. Por eso me fui a Australia. Por eso me deprimí al ver que no era todo lo que creía. Por eso volví, rechazando mis sueños.

 

“Tú y los demás me hicieron abrir los ojos cuando yo no hice más que menospreciarlos. Me devolvieron algo que yo sentí que estaba roto dentro de mí y se los agradezco demasiado. Y Sousuke despertó algo que yo creí que también había perdido cuando me resigné a que tú no me amarías como yo comencé a amarte en la distancia. Quizá no quieras escuchar lo mucho que lo quise cuando estábamos juntos, es algo que ya te he… bien, me lo saltaré. Me enojo por todo y a razón de nada. Soy un imbécil llorón y egoísta que sobrepone sus sentimientos a los demás, sí. Pero si algo siempre he tenido claro es que soy un imbécil idiota de la mierda que solo quiere que su padre se sienta orgulloso de él, si es que en verdad existe una vida después de esta y él puede verme. Así que tenía miedo de que mi amor por ti me separara de mis objetivos, porque debo admitir que sí pensé en abandonarlo todo para estar contigo.

 

“Estudiar una carrera común en la universidad de Tokio y comprar un apartamento convenientemente cerca del tuyo. Hacerme con un cajón de la cómoda de tu habitación y cargarte con mi presencia cada vez más. Mirarte por las mañanas y por las noches. Y por un momento deseé llevar una vida más simple, dejando la natación como nada más que un pasatiempo. Solo llevábamos dos estúpidos meses siendo novios y yo ya pensaba en mi vida contigo, joder. Y eso me asustó muchísimo. Porque yo no quiero romper mis promesas. Yo quería… Sé que estuvo mal, pero yo quería volver a cuando éramos amigos y no importaba si yo me marchaba o me quedaba, el dolor no era tan inmensamente grande. El amor no podía significarlo todo para mí, Haru. Yo tenía que seguir, aun queriendo abandonarlo todo para estar contigo. Pero, cuando vi a Aki… Demonios, te juro que todo dejó de importar. No sé por qué, Haru, pero yo… a pesar de querer verte feliz sin mí… No lo soporté. Con los mellizos lo organizamos todo para que yo pudiera volver e intentara recuperarte, solo conseguí este departamento que está a unos ocho kilómetros del tuyo o yo que sé. Me inscribí en tu universidad aprovechando la suerte, busqué tu equipo de natación y me metí en él aún si eso significaba levantarme a las cuatro de la mañana para estar listo en los entrenamientos matutinos que programaban en ocasiones a las seis de la mañana. Esta vez, ya no me importó nada. No más sueños, no más nada. Solo tú. Así que, por favor…

 

Haru lo miró con detenimiento, con el corazón latiéndole deprisa. Rin había dicho todo y nada. Le había explicado una razón que sonaba… aceptable. Porque sabía que la vida de Rin se basaba en la competencia y él amaba eso en el pelirrojo. Su espíritu. El mismo espíritu que, al parecer, Haru había domado y se encontraba tan a su merced que Rin había perdido el control y se había marchado de su lado. Y pensó que todas las personas escondían cosas en su cabeza. Dolor, decepción, alegría, enojo, tristeza… Por eso, todos cometían errores. Por eso existía el perdón.

 

—Rin…

 

—Lo dejaré todo, si es lo que quieres. Pero, por favor, Haru…

 

Sólo déjame volver a tu lado.

Notas finales:

 

* No tengo ni la menor idea de si en Tokio hay buses, me supongo que sí, pero qué decir. Cabe aclarar que me lo he sacado de la manga, así que, si en Tokio no hay del tipo de buses con rutas, pues usen la imaginación y hagan de cuenta que sí.

 

N/A: Buenas tardes, criaturitas. Espero que este capítulo con la vomitada verbal haya sido de su agrado. Le calculo otros dos capítulos a este fic, así que, por favor, si tienen clavos sueltos, háganmelo saber. ¡Perdón por toda la tardanza! No contaba con… Bueno, de seguro creerán que solo son excusas, ¿qué hacerle?

 

¡Feliz año nuevo a todas, btw! Nos vemos pronto.


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