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Cómo evitar que se roben a tu Seme por MikaShier

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Haru no estaba enamorado de Rin cuando Rin lo estaba de él.

 

Y Rin no creyó estar enamorado de él cuando él lo estaba de Rin.

 

El pelirrojo tiraba de la cuerda y Haru lo dejaba caer. Haru tiraba de la cuerda y él seguía cayendo. Ese pelinegro nunca se derrumbó, fue Rin quien siempre había tenido que levantarse.

 

De alguna u otra manera, llegó a considerarlo injusto. Aún si Haru cayese por un motivo u otro, siempre habría alguien que lo atraparía. No iba a levantarse solo. Porque Makoto siempre le tendería la mano. Porque Nagisa gritaría un estúpido "¡Haru-chan!" y Rei correría a auxiliarlo. Porque, a pesar de su antipatía y el grave problema que tenía para socializar, siempre había estado rodeado de amigos.

 

Pero a Rin nadie lo atrapaba. Miraba al frente y no encontraba mano alguna, ni siquiera la de Sousuke, porque él tenía sus propios problemas. Sería idiota, sí, porque tenía la creencia de que eso sucedía porque no era exactamente el tipo de persona que podría derrumbarse, nunca lo había parecido. En cambio, las personas serias eran las que ocultaban cosas,  ellos eran a los que debían cuidar, a quienes debían atrapar en cada ocasión que lo ameritase. Haru era una mina que podía ser pisada y explotar. Rin era una bomba que parecía estar desconectada, porque era lo que era y nadie ahondaba el asunto.

 

El punto era que le molestaba todo eso. Le molestaba que creyesen que, a pesar de todo lo sucedido hacía dos años, él podría seguir sonriendo. Que no le dolería.

 

Cometió muchos errores en el pasado y  seguiría cometiéndolos, siempre andaba metiendo la pata, pero de igual forma, creía valía la pena. Sin embargo, a veces en verdad sentía que debería abandonarlo todo. Y ése era uno de esos momentos.

 

Haru caminaba frente a él, pero eso no significaba que lo viese. Además, no estaba solo. Una chica de largo cabello negro -Rin sabía que era teñido porque alcanzaba a verle la raíz- reía a lado del azabache y se pegaba a él. Al pelirrojo le parecía que sus movimientos eran exagerados, pues hacía lo que pudiese para juntar la cabeza al hombro contrario

 

Al pelinegro ni siquiera le importaba el obvio intento de coqueteo que ejercía la chica en cuestión. Incluso parecía de lo más cómodo con ello, y eso no hacía más que oprimir el pecho de Rin con un sentimiento bastante negativo. El ojicarmín se sentía un mal acosador, porque los seguía abiertamente que, si llegasen a girarse solo un poco, lo primero que verían sería el rostro enojado de Rin. Pero estaban tan ensimismados que seguramente nunca voltearían y Rin seguiría siendo un acosador. En verdad deseaba que Haru lo viese “accidentalmente”.

 

Rin no alcanzaba a escuchar lo que decían, pero sabía que era algo que divertía a Haru, pues tenía una sonrisa de imbécil en el estúpido rostro. Y, ya en eso, la chica llevaba una falda estúpidamente corta. Claro, Rin no estaba celoso, solo decía la maldita verdad.

 

Harto del sufrimiento que se provocaba a sí mismo, siguió de largo cuando la pareja se introdujo en una cafetería. Los ojos le picaban, pero se negaba a reconocer el porqué.

 

No, demonios, ¿qué más daba? Le dolía demasiado que Haru lo hubiese olvidado después de lo mucho que supuestamente luchó. Todo se iba a la mierda. Pero nada se quedaría así. Sacó el teléfono mientras caminaba a paso apurado hacia el hotel donde se quedaban los mellizos.

 

Haru no era ni sería el único que podría marcar territorio.

 

SSSSSSSSSSSS

 

—Entonces, dices que salir conmigo sería como salir con una hermana, ¿cierto? —Haru asintió. Aki rió suavemente mientras tomaba su vaso de té helado con una pajilla— Pero tú no tienes hermanos.

 

—Makoto es como un hermano.

 

—Vale, pero saldrías con él antes que conmigo.

 

—Supongo —admitió. La chica sonrió ampliamente y se inclinó hacia adelante.

 

— ¿No has pensado en conocer a alguien más? Es decir, está claro que a Rin no le importa lo suficiente el pensar que tú estás conmigo, él está feliz siendo bisexual con los mellizos esos del otro día, pero tú estás aquí, torturándote por no saber qué es lo que está haciendo y deseando ansiosamente llamarlo.

 

—Conocer a alguien más no es la solución, Yazaki.

 

—Es verdad que un clavo saca otro clavo —comentó la aludida, encogiéndose de hombros—. Pero supongo que alguien como Rin, que lo tienes bien clavado, no puede ser removido fácilmente. Pero bueno. Es tu decisión, después de todo, y no insistiré.

 

—Gracias.

 

—Aunque, si cambias de opinión, tengo algunos amigos que morirían por conocer a alguien como tú. Lleno de misterios y todo eso.

 

Haru quiso rotar los ojos, más no lo hizo. Aki era muy insistente a veces, aunque ella lo negaba. Lo hacía de una manera tan discreta que en ocasiones Haru pensaba que sí le daba espacio a sus opiniones, pero sabía que no era así, porque la chica siempre metía la pata, demostrando su obstinación. Tomó su bebida y le dio un sorbo antes de mirar a la pelinegra con burla.

 

—No tengo ningún misterio.

 

— ¡A veces la apariencia cuenta!

 

—Solo para con esto, ¿sí? Podrías hablar de otra cosa.

 

— ¡Pero solo Rin te saca la emoción! Si no hablamos de él, sólo vas a asentir y decir cosas como “No me interesa” “Me da flojera” —el chico se encogió de hombros, haciendo a la otra gruñir—. Es que por tu culpa no tengo más amigos. Como eres antipático espantas a todos, creen que eres mi novio y soy como tú.

 

—No es mi problema.

 

— ¡Pero ayúdame! —Haru sonrió.

 

—Me da flojera.

 

— ¡Maldito seas! —gruñó la chica, tomando la pajilla y bebiendo con molestia mientras Haru la imitaba con indiferencia— Oye, a veces me pregunto si tus amigos me odian porque ahora te la pasas conmigo y no con ellos… ¿tú crees? —el ojiazul se encogió de hombros.

 

—Me da igual.

 

— ¡Haru!

 

—No has hecho el intento de acercárteles, así que, si a ti no te importa, ¿por qué a mí sí? —Aki recargó la barbilla en su puño y suspiró con cansancio, observando al imperturbable chico caballa frente a él y preguntándose cómo era posible que Rin hubiese durado meses como su pareja, aguantándolo y todo eso. Llegó a la conclusión de que quizá el pelirrojo era más idiota que el propio Haruka.

 

—Bueno, ellos también creen que tú estás clavadito por mí. Deberías hacer algo.

 

— ¿Por qué quieres aclarar las cosas, Yazaki? —la aludida bufó.

 

— ¡Porque nadie se me acerca!

 

—Pues aléjate y ya.

 

—No es tan simple. Oye, m agradas y te quiero como a un amigo, mi mejor amigo gay y todo eso. Pero… En verdad… Yo quiero que alguien me quiera de una manera romántica. Y nadie lo hará si creen que ya estoy con alguien.

 

—No me importa si saben que soy gay, ¿entiendes? Puedes arreglar la situación a partir de eso.

 

—No moverás un solo dedo, ¿cierto? —Haru la observó por largos segundos, luego sonrió con burla.

 

—Ya te dije que me da pereza.

 

SSSSSSSSSSSS

 

Cuando llegó al cuarto de los mellizos, Rin ya estaba decidido. Sacó su portátil y comenzó a teclear con rapidez bajo la mirada curiosa de los chicos, quienes se arreglaban para salir de paseo. Su ceño estaba fruncido y el teclado se rompería por la fuerza en que presionaba cada tecla. Andrew se sentó junto a él e hizo una mueca al ver la pantalla.

 

—Le cambiaste el idioma, así no entiendo —Rin chistó.

 

—No es necesario que lo hagas. Estoy buscando algo aquí, en Japón, y es más fácil en éste idioma.

 

—Ah… Bueno, Hannah y yo iremos a turistear un rato… ¿Nos acompañas? Serías buen guía.

 

—Sí, Rin, ven con nosotros. Si te quedas aquí, la cara de amargado que traes se quedará para siempre.

 

—Lo siento, pero ahora no, ¿bien? Estoy ocupado.

 

—Quizá puedes presentarnos a tus amigos en persona, antes de que nos vayamos, ¿no, Andrew? —el chico asintió.

 

—Golpear un poco a tu ex noviecillo.

 

—Escuchen, veré si Nagisa y Rei vendrán a la ciudad y entonces, los presento. Si ellos no están, no tiene caso, ¿vale? Pero yo les llamo, váyanse y déjenme solo.

 

Hannah bufó, acomodándose el cabello, y abandonó la habitación con indignación mientras Andrew negaba desaprobatoriamente antes de seguirá, no sin antes echarle una mirada acusadora a Rin, quien seguía tecleando en el portátil.

 

Las palabras de Kisumi resonaban en su cabeza sin parar. Su ayuda, con una condición.

 

Las ideas del demente pelirrosa servían en cuanto al amor se trataba, no porque Kisumi fuese un experto, sino porque sabía modificar las situaciones a su gusto. Y bien era sabido que él había sido quien dio la última estocada para que Rin cayera a los pies de Haru. Rin lo necesitaba.

 

Y era cierto, no podía tenerlo todo. Pero, al cumplir la condición que Kisumi exigía, seguramente se quedaría con las manos vacías, y eso no podía aceptarlo.

 

Al final, dio con la universidad y el club en el que Haru había sido reclutado. Llamó a las oficinas y charló con ellos hasta que los mellizos llegaron, dando fin a la conversación. Bien, no lo perdería todo, pero sí lo pondría en juego. Estaba más que decidido.

 

Los chicos se cambiaron a algo cómodo y se echaron en la cama, junto a él, para poner películas en el televisor mientras Rin seguía observando algunas páginas en su computador.

 

—Hannah dice que te saldrán ojeras si no apagas eso ya —murmuró Andrew con una bolsa de palomitas que había comprado en la calle en su regazo. La chica asintió.

 

—Créeme, soy experta en el cuidado de la piel.

 

—Lo es.

 

—Vale, ya la apago —aceptó el pelirrojo ante la presión de la mirada de los mellizos. Cerró el computador y lo dejó sobre la cómoda—. Nagisa y Rei vendrán mañana, así que puedo presentárselos antes de que tengan que abordar —Hannah hizo un puchero.

 

—Es injusto. Una semana sin ti en Australia va a ser muy aburrido —se quejó. Rin bajó la mirada—. Pero bueno, haz lo que debas hacer y luego, cuando llegues, nos pondremos al corriente y nos dirás tus avances.

 

—No va a ser así…

 

— ¿Por qué? —cuestionó Andrew, irguiéndose. El corazón le latía agitado. Rin suspiró y los observó atentamente, pidiendo perdón con la mirada.

 

¿Cuánto era lo que había que sacrificar para no perderlo todo? Se mordió la mejilla interna, sopesando su decisión. Era lo que quería, lo que debía hacer. Así que tenía que armarse de valor y enfrentarse a esos dos chicos que le querían como si fuese un hermano. Nada debía hacer que se retractase, porque los errores tenían que arreglarse. Así que respiró profundamente y confesó.

 

—No voy a regresar. Me quedaré aquí, en Japón.

Notas finales:

 

N/A:

Jelou. Perdón por la tardanza, no tengo compu y ahora que encuentro una me dedique a otro fic:D espero que la espera haya valido la pena, perdón por la redundancia c: Ojalá les haya agradado el capítulo, porque las cosas se complicaran de aquí en adelante. So… ¡Ciao!


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