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Nuestro por Kikyo_Takarai

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Notas del capitulo:

Harry ya está un poco mejor, pero no todo puede ser bueno.

Terminar su primer trimestre significo un cambio positivo en todas direcciones para la familia Malfoy-Potter. Finalmente, por ahí de la semana 12, las náuseas se habían detenido casi por completo, limitándose a las primeras horas de la mañana, justo después de que Harry volviera de correr, un último intento por mantenerse en forma, 5 kilómetros al día. Sin embargo algo que ya no podía esconder totalmente  con la ropa era su vientre.

El engendro, según su última visita médica, media ahora unos 9 centímetros, Harry se sorprendió sonriendo cuando lo vio, ahora en proporciones más humanas. Ahí, acurrucado y saludable. Ahora incluso tenía cuello y podían ver su manita acunada contra su pecho mientras parecía chuparse el dedo. Escucho a Draco gimotear emocionado a su lado, besándole la frente y murmurando cosas que Harry no pudo distinguir. No odiaba a su engendro, pero era todo muy irreal aun, es decir… ¿Cómo podía todo eso estar sucediendo dentro de su cuerpo? No, es imposible… Harry no debería ser capaz de algo tan increíble. Pero sucedía, y lo estaba haciendo bien, muy bien.

Ahora que no vomitaba todo lo que comía comprendían lo que significaba comer por dos. Tenía tanta hambre todo el tiempo. Y Draco, claro, orgulloso como estaba  lo dejaba comer lo que deseará. Los elfos domésticos, felices de que su señor al fin tuviera el apetito que esperaban y que dejará atrás su dieta de pan blanco y papas fritas, cocinaban todo lo que le gustaba. Estofado de Buey, papas al horno, tarta de moras. Harry no comía tan bien desde sus días de escuela.

Claro que no todo era maravilloso. Si bien ya no sufría náuseas y su vientre era muy pequeño para producirle verdaderas molestias la realidad es que había cosas nuevas que lo incomodaban. Una era por supuesto su aroma. Una esencia dulce, poderosísima que hacía que cualquier Alfa en su cercanía quisiera ocuparse de él como si fuera un niño. Draco estaba colérico, y pasaba 20 minutos cada mañana frotándose contra su Omega, cubriéndolo con su aroma en un acto completamente básico de marcar territorio.  Harry se había burlado de él y su frágil ego Slytherin, pero pasados unos días resulto ser tan efectivo que simplemente se acercaba a Draco antes de ir a cualquier lugar, incluso si iban juntos.

Y luego, bueno, había cosas que Harry no podía hacer ya. Por ejemplo tomar un baño realmente  caliente en la bañera, dormir boca abajo, acurrucarse junto a Draco en el jacuzzi del jardín. Eso claro sumado a que no podía beber, y las muchas fiestas de la familia Weasley, porque siempre había un cumpleaños, boda o compromiso que celebrar, se le hacían eternas con los incontables vasos de jugo que Molly le servía.

En algo había tenido razón Sirius, y es que necesitaba escapar de su casa de vez en cuando. Apreciaba todo lo que Draco hacía por él, demostraba su paciencia, especialmente cuando sufría algún cambio de humor y lo golpeaba con almohadas o incluso pescado congelado cuando se le ocurrió hacer un comentario sobre lo delicioso que lucía su trasero en sus nuevos pantalones de maternidad. Pero su insistencia en cuidar de él era tan grande que Harry se sentía asfixiado, nunca en su vida había recibido tanta atención, no positiva al menos, y estaba cansándose rápidamente de ella. Así que huía con su padrino. A la ahora renovada y llena de vida casa de los Black.

Remus había hecho un buen trabajo rescatando la casa luego de que la orden dejará de usarla. Habían cambiado los tapices, limpiado las ventanas, reparado las goteras y los muebles, sacudido cada telaraña y habían encontrado un hechizo de-sonorizador que mantuviera a la madre de Sirius callada. Gritaba claro, pero nadie podía oírla. A Harry aquella casa cálida y acogedora dónde Sirius y Remus vivían pacíficamente se le antojaba como un segundo hogar.

—Harry, mírate, te ves increíble. —Dijo Remus mientras lo abrazaba en el marco de la puerta cuando Harry fue a visitarlos el miércoles de su semana número 14. Había prometido pasar el fin de semana con los padres de Draco, así que necesitaba este tiempo para él. — ¿De cuánto estás?

—14 semanas. —Dijo el moreno, dándole a Remus una botella de vino que había traído para la cena. El mayor la tomo agradecido mientras lo dejaba pasar. — ¿Se nota tanto?

—Probablemente es la ropa, ¿no deberías buscar algo un poco menos ajustado?

—Es mi ropa de siempre. — Dijo Harry con un puchero. La camiseta era algo justa antes, pero ahora se estiraba rodeando su pequeño vientre y haciéndolo probablemente mucho más evidente que si decidiera usar algo un poco más suelto. Se sentía una extraña culebra, con aquella curva pronunciada en su abdomen. Pero descubrió que no le molestaba tanto.

— ¿No es malo para el bebé? — Preguntó Remus, sentándose en la sala y conjurando un platón de galletitas, Harry no dudó en comerse tres antes de responder divertido.

— ¿Malo? Por Merlín, Remus, suenas como Draco… El engendro está bien, déjalo ser…

—Lo siento. — Expreso avergonzado, Harry desvió la mirada cuando sintió la nostalgia en su mirada. Remus realmente quería un bebé y no podía tenerlo, él no lo quería y ahí estaba, embarrándoselo en el rostro.

—No, yo lo siento, puedo cambiarme si quieres…— Dijo firmemente, pero Remus negó con la cabeza. — O puedo dejar de venir, Remus yo lo siento…

—No, Harry, está bien. — Su sonrisa dejo de lado la melancolía y Harry se sintió un poco mejor. — Es mi culpa, es tu bebé, tú sabes lo que es mejor para él o ella.

—Él o ella… Espero no sea un él.

— ¿No?

—Cielos, no… Draco querrá nombrarlo Lucius Severus o algo así… —Remus se rio genuinamente está vez y Harry compartió su risa. — Es en serio, imagina que sale rubio, con mis ojos, con un padre como Draco y llamándose Lucius Severus… De ninguna manera.

—Haha bueno, sería un buen nombre si termina en Slytherin.

—No, no de ninguna manera. —Dijo Harry, no había ni pensado en eso. — Oh no, este engendro tiene que ser Gryffindor, o Hufflepuff luego de todo lo que me ha hecho pasar. Si se atreve a salirme como un pequeño Draco te juró que me arrojaré al Lago Negro.

Remus rio de nuevo, con un movimiento de la varita hizo aparecer más galletas, Harry no se había dado cuenta de que ya se las había comido todas. Miró a su alrededor.

— ¿Y Sirius?

—Es un necio. —Suspiró Remus. — Le dije que querías venir a pasar la noche, y me dijo que no estamos listos para un Omega embarazado aquí, así que fue a comprarte una almohada de plumas de ganso y crema de Lirios de Hielo.

— ¿Lirios de Hielo?

—Es un viejo remedio casero mágico, se usa para dar masajes y supuestamente ayuda al crecimiento del bebé. Yo creo que es pura basura y que a las embarazadas les gusta porque huele muy dulce. ¿Pero quién soy yo para interponerse entre Canuto y su primer nieto?

—Dices primero como si fueran a tener más… —Dijo Harry receloso.

—No quise implicar nada…—Respondió Remus, levantando los brazos en señal de paz. Harry suspiro.

—Lo siento, estoy muy sensible…

— ¿Cómo está Draco?

—En la décima nube. No hay un segundo del día en que no lo vea sonreír… —Respondió Harry, se había terminado el segundo plato de galletitas y se recargaba ahora en el sillón, su mano inconscientemente se fue sobre su vientre, acariciándolo suavemente, una y otra vez. — Me pone bastante celoso…

— ¿Celoso? ¿De qué? —Remus parecía sorprendido.

—No sé… del engendro supongo… sabes que no es mucho más grande que un limón, pero creo que ya lo ama más que a mí…

—Harry, no digas tonterías… Draco no…

Remus no terminó la oración, la chimenea lanzó un resplandor verde y Sirius entró a la sala, sacudiéndose la ceniza en un movimiento extremadamente perruno. Su Omega suspiró y se levantó de inmediato a sacudirle la ropa con un cepillo que descansaba en un balde junto a la chimenea. Sirius lo saludo y lo beso cariñosamente antes de caminar hacia Harry. Llevaba algunas bolsas de compras, y algo que olía extremadamente bien en la mano.

—Te traje un bollo de chocolate de Madame Cook.

— ¡Sirius! —Harry se habría lanzado sobre el bollo, pero Sirius lo detuvo con un ademán.

—Saluda, no seas grosero, Harry.

Su tono tan serio en esa cara sonriente hizo a todos en la sala reír. Harry se acercó para abrazarlo mientras Remus dejaba las compras en el suelo y en la mesita de la sala. Sirius le apretó con fuerza, el menor escucho un leve olfateo pero no se sintió ni un poco incómodo.

—Luces precioso…Te pareces muchísimo a tu madre…—Sirius tenía los ojos húmedos, y lo miraba intensamente, acariciándole la mejilla, mirándolo fijamente, pero viendo algo perdido en su pasado.

—Todo mundo dice eso…yo me siento como una bolsa de bollos que empieza a llenarse más cada día.

Harry se apoderó del bollito de chocolate y regresó al sillón, mordisqueándolo mientras Sirius sacaba una mullida almohada y la ponía detrás de él. Era estúpidamente cómoda. Harry se relajó contra ella, no se dio cuenta de que estaba ronroneando hasta que sintió a Sirius tensarse a su lado.

— ¡Lo siento! —Tenía las mejillas encendidas y se sentó tan incómodamente como pudo.  Sirius meneó la cabeza, como tratando de regresar a la normalidad.

—No es tu culpa. Qué bueno que estés cómodo… Iré al patio por leña… ¿Remus, podrías ayudarme?

Harry los miró salir y se sintió más avergonzado. Ronronear así era algo completamente instintivo y al parecer afectaba a los Alfa mucho más de lo que el mismo creía. Decidió que los visitaría, pero no volvería a quedarse a dormir en casa de sus padrinos de nuevo. Esa tensión era señal de una reacción mucho más básica en su padrino. No importaba si él y Remus estaban vinculados desde hace años, al parecer Sirius estaba diseñado para reaccionar a la satisfacción de un Omega en estado. La idea cruzó su mente, que tal vez si ellos pudieran tener hijos Sirius no sería tan débil ante él…

Decidió ir a la habitación de huéspedes. Lo más probable era que ninguno de los dos volviera hasta que Sirius terminará de follarle toda esa tensión a su pareja. Preferiría no estar cerca. Ya le llamarían cuando fuera hora de la cena.  Por ahora disfrutaría de lo único que Draco no lograba darle en casa, libertad.

Se llevó la almohada de ganso y se acurrucó a leer El Profeta,  evitó la sección de deportes, por su propia salud mental. Habían descubierto una nueva raza de duendecillos de jardín que parecían aficionados a robarse la comida de las mascotas, un hombre en Londres le había prendido llamas a su suegra cuando intentaba encender la chimenea y un famoso cantante se casaría esa semana. Meditando un poco se dio cuenta de que nadie hablaba de su embarazo. Era un hombre famoso, héroe del mundo mágico y campeón mundial de Quidditch. ¿Cómo es que nadie se había cuestionado su súbita salida del deporte?

Pensó que estaba poniéndose demasiado cómodo y fue a desempacar su pequeña maleta. Llevaba su piyama y un cambio de ropa interior. Usaría los mismos pantalones, pero agradeció haber empacado una camiseta un poco más holgada para el día siguiente. Al fondo de su maleta estaban los pantalones de embarazo que Draco insistía en que usara. La verdad es que no le eren necesarios, aún. No quería dar aún más señales de su estado, estaba muy bien así.

Aprovechó el tiempo para responder algunas cartas a sus amigos, admiradores e incluso un par de asuntos formales que tenía que resolver. Draco ya no lo dejaba hacer nada, ni responder el correo, ni hacer las compras, ni trámites… Llenar un par de declaraciones sobre permisos de vuelo para su reporte para la Asociación Mundial de Quidditch le trajo más placer del que debería. Termino de vuelta en la cama, leyendo un libro sobre el diseño de escobas de carreras y una vez más frotando su vientre distraídamente.

— ¡De 0 a 300 kilómetros por hora en 5 segundos! ¿Puedes creerlo? Sí no estuvieras ahí dentro me encantaría probar una escoba así…—Se calló de inmediato. ¿A quién mierda le estaba hablando si estaba completamente solo? No. No, no iba a hablarle a nadie, porque no había nadie con quien hablar. Cerró el libro y puso ambas manos en la cama cuando escucho un golpe en la puerta.

—Pasa, no está cerrado

—Hey, Lamento que te dejáramos sólo… —Dijo Sirius sentándose en la cama frente a él, lucía feliz y brillante, Harry se rio recordando lo que Draco le había dicho en su fiesta.

—No, yo lo siento… Es difícil controlarme…

— ¿Cómo estás? No el engendro, no Draco… tú.

—Estoy… — ¿Cómo estaba? Trataba de no pensar en lo que él quería. Draco quería un bebé y el bebé quería nacer. — Estoy confundido. Estoy mejor… no tengo tanto miedo. Aún creo que hago esto por Draco… Me gustaría que no estuviera sobre mí cada momento del día.

—Para él debe ser difícil dejarte ir. Es un Alfa, tiene que cuidarte y protegerte, y a su cría. Probablemente se pondrá peor con los meses.

—Espero que no. —Dijo Harry asustado.

—Y… aún son… ¿íntimos?

Harry lo miró perplejo.

— ¿No deberíamos?

—Al contrario… he escuchado que la cosa se pone bastante… intensa.

—No lo sé… Sirius no quiero hablar de esto

—Gracias a dios, lamento haberlo mencionado…

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Después de pasar una noche tan a gusto en casa de Sirius y Remus Harry tuvo que obligarse a empacar para visitar a los padres de Draco ese fin de semana. De Viernes a domingo… Cómo si estar preñado no fuera ya lo bastante malo ahora tenía que estar preñado en una casa dónde lo odiaban.

Y en los últimos meses Harry se había dado cuenta de que el único aprecio que sentían por él venía del engendro dentro. Lo trataban bien únicamente porque le daba a Draco lo que sentían que merecía. Un heredero Malfoy, un cachorro cómo los que cualquier Alfa desea. Y que sinceramente Harry no esperaba darle nunca.

La casa Malfoy se le antojaba antinatural, poco acogedora, pretenciosa y estéril a diferencia de la suya o la de sus padrinos. Todo parecía diseñado para impresionar, no para dar la sensación de un hogar, y Harry echó eso de menos de inmediato mientras desempacaba su maleta.

Sintió las manos frías de su esposo rodearle y se estremeció, sonriendo y dejando caer en su nueva maleta un último par de calcetines. Draco aspiró su aroma mientras sus manos acariciaban suavemente su vientre. Se quedó así, en silencio, abrazando a su familia en un momento intangible y atemporal. Harry deseo que ese momento se quedara congelado y ellos pudieran disfrutarlo para siempre.

—Madre dice que hay que bajar a cenar dentro de 15 minutos. —Susurró Draco en su oído, rompiendo el silencio.

—O podríamos decirle que me siento un poco mal y quedarnos aquí. —Dijo Harry en lo que intentó fuera un tono seductor.

—Harry, son mis padres…

—Lo sé… pero tu cama es tan grande y tan suave Draco… —Insistió Harry, recargando la rodilla en la suave cama King size de la que solía ser la habitación de Draco — Estoy bastante seguro de que concebimos este engendro en esta cama…

—No tengo idea que estás hablando.

—Oh vamos… Vinimos a visitar a tus padres en Diciembre, cuando volví de la Copa Europea en Francia… ¿No lo recuerdas? Estabas tan caliente, y el celo me vino especialmente fuerte esa vez. —Pudo escuchar a Draco tragar saliva ruidosamente, el agarre en su cadera un poco más tenso. — Supongo que por eso olvidamos tomar la poción anticonceptiva, no había podido ni desempacar… me arrojaste a la cama y me follaste tan fuerte contra el colchón que me quedó el patrón de las sabanas durante horas…

—Harry, por Merlín cierra el pico… —Susurró su esposo, respirando agitadamente. Harry se recargó contra él y sintió la tensión en sus pantalones, sonrió victorioso. — No tenemos tiempo, Harry… Hay que bajar.

—Pero ya estás tan duro… No te puedo dejar así…

—Por lo que más quieras Harry, sólo… termina de desempacar… la cena. — Susurró Draco, soltando su cadera-

—Bien… cómo quieras. —Dijo Harry rendido, dándose la vuelta y besándole los labios castamente, cuando Draco quiso profundizar el beso se apartó, y entró al baño con una sonrisa maliciosa. — Estaré listo en un momento.

Draco respiró profundamente un par de veces, mirándose al espejo y metiendo la mano bajó su pantalón para tratar de acomodar su dura erección de forma que fuera poco evidente para sus padres. Siempre se había preguntado si sus padres tenían sexo. Debían tenerlo pero, todo era tan formal en aquella familia que Draco jamás había captado la más mínima señal de coqueteo entre sus padres. Se amaban, eso lo sabía, pero rara vez lo demostraban frente a la gente y él estaba acostumbrado a eso. Harry en cambio era tan cariñoso y le importaba un comino abrazarlo, besarlo o darle una buena nalgada estando o no en público. Aunque lentamente había aprendido a hacer lo mismo todo ese progreso se perdía cuando visitaban a su familia.

15 minutos era tiempo suficiente para empinar a su esposo y darle una buena follada antes de la cena. Había dejado escapar una preciosa oportunidad, su miembro se contrajo como una confirmación y Draco suspiró. Escuchó la puerta del baño abrirse y Harry salió con un bonito suéter tejido, holgado y los pantalones de embarazo que volvían a Draco completamente loco. No eran muy diferentes a un pantalón de ejercicio, sólo un poco más ajustados, suaves, delineaban la curva de su trasero deliciosamente y se amoldaban alrededor de su diminuto vientre haciendo nacer en su pecho la flor del orgullo Alfa, quemándole.

— ¿Cenar? —Dijo Harry, sonriéndole inocentemente.

—Te odio tanto…

—Oh, cariño. No tienes idea.

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—Harry, no creo que esa sea ropa adecuada para la cena. —Le dijo Narcissa de inmediato cuando bajaron al elegante comedor, Harry suspiró pero no dijo nada.

—Dale un respiro, Cissy, debe estar mucho más cómodo así. —Debatió su esposo.

—Tiene 3 meses y medio Lucius, yo use la misma ropa hasta los 5 meses. —Dijo la mujer orgullosamente, sentándose a la mesa. Su esposo y su hijo no discutieron mientras se sentaban, Harry los imitó, y descubrió, sin sorpresa que le habían servido a todos menos a él.

—Draco…

—… ¡Por todos los…! —Draco miró a su madre con seriedad y de pronto un elfo doméstico le llevó un humeante plato de pescado con verduras al vapor y un palito de pan.

Harry miró su plato con curiosidad mientras el resto de la mesa tenía pasta estilo Alfredo con pollo relleno de pimientos y pan de ajo en rebanadas doradas por la mantequilla.

—Madre, por favor…

—Shh, Draco. Harry debería comer mejor ahora que tiene un pequeño Malfoy dentro. ¿No es cierto Harry?

—Sí señora… —Accedió el moreno, no estaba de humor para pelearse con su suegra por la cena. El pollo estaba insípido y los vegetales sobre cocidos, pero no dijo una palabra más. Draco parecía convencido por el argumento de su madre. Paciencia, Potter, paciencia.

Paciencia no sería suficiente, se dio cuenta al paso de los días. Mientras Draco trataba de amenizar el ambiente sus padres pasaban el tiempo corrigiendo todo lo que Harry hacía. “No comas tanto chocolate, Harry, es mucha azúcar” “Estás tan pálido, seguro no tomas suficientes vitaminas” “¿Tu cintura mide cuánto?  No es posible, ese bebé es muy pequeño. Seguro que será prematuro” “¿Cómo que no han decidido que día va a nacer?”. Los consejos de sus padres estaban comenzando a pegársele a Draco, súbitamente preocupado por estar haciendo algo mal con su Omega, y dejando que su felicidad de volviera la misma paranoia que sus padres destilaban por los poros.

 En la noche Harry estaba tan tenso que cuando Draco comenzó a besarle el cuello en el corredor lo alejó de un empujón.

— ¡Harry!

—No estoy de humor, Draco. —Gimoteo, irritado.

—Sólo tratan de ayudar, es su primer nieto…

—También de Sirius y Remus y ellos me dan de comer con normalidad y me regalan bollos de chocolate.

—Harry, esos bollos son mucha grasa, no…

— ¡Vete a la mierda! —Dijo poniéndose de pie. — El maldito engendro está bien, tú lo has visto. Al fin me deja comer y me traes a que tu familia me dé de comer como a un maldito conejo, Draco.

—Tal vez nos emocionamos cuando las náuseas pasaron, Harry… tal vez el bebé tendría que ser más grande y…

— ¡El engendro está bien! ¿Por qué te mentiría la Doctora si para eso le pagas? Draco yo…

—Disculpen, está servido el té. —Interrumpió Lucius. Draco asintió avergonzado y siguió a su padre, Harry caminó tras ellos, aún más enojado si era posible. Se sentaron en su elegante salón de té, y Harry no se sorprendió al ver que estaba bebiendo té de manzanilla en vez la exótica mezcla de té negro, chocolate blanco, champaña y menta que podía oler en las otras tazas.

— ¿Y ya han decidido nombres?

—Bueno, no realmente, es decir, es muy pronto…— Dijo Harry, irritado.

—Nunca es pronto para eso. —Debatió su suegra, en ese tono de desacuerdo que tenía con todo lo que Harry hacía. — El nombre es muy importante, este niño va a ser un Malfoy. No puedes ir por ahí decidiendo de último minuto.

— ¿No puedo? Pensé que era mi hijo y por lo tanto podría ponerle el nombre que me venga en gana. —Respondió Harry. Draco le tomó la mano en señal de advertencia.

— ¿Y arriesgarnos a pasar vergüenza por qué elijan un nombre poco adecuado para su linaje? Por favor. No creí que estuvieran tan perdidos, Draco. Si necesitaban ayuda pudieron decirnos, creo que Abraxas sería un buen nombre.

— ¿Cómo el abuelo? —Preguntó Draco, Harry agradeció ver que no parecía convencido.

—Es una opción. —Dijo su padre. — También podríamos llamarlo Severus por tu padrino, o Scorpius cómo…

— ¿Podríamos? —Dijo Harry de pronto. — No tienen ningún derecho a decidir sobre el engendro.

— ¡Harry! —Reprendió su Alfa, Harry se puso tensó de inmediato, sintiendo su desagrado a través del vínculo.

— ¿Engendro? El único engendro aquí eres tú. Draco nos dijo que pensabas abortar a nuestro nieto. —Espetó Lucius, furioso. — El gran Potter decidido a matar a un niño inocente.

—Lo que yo haga o deje de hacer con mi cuerpo no es problema de nadie más que de Draco. —Dijo Harry, poniéndose de pie, con las mejillas encendidas de cólera. — Y Draco estaba de acuerdo en terminar el embarazo. ¿No se los dijo? Fui yo quien decidió tenerlo.

Sus suegros parecían sorprendidos, pero mantuvieron su rostro firme y rápidamente regresaron a su normal expresión de indiferencia.

—No se puede creer las mentiras de un Omega de cuarta como el tuyo, Draco. — Dijo su padre con un tono de desaprobación que al rubio le caló hasta los huesos. — No puedo creer que desperdiciaras tu potencial con alguien de tan poca monta… ¡Qué Dios proteja a tu hijo son semejante padre! Mira que pensar en matar a su cachorro…

—Vulgar y común, como la gente con la que se junta, sin duda… Bueno, tal vez más, los Weasley tienen todos los hijos que les llegan, son incluso mejores que este… —Concedió Narcissa, mirando a Harry con desdén, esté retrocedió herido. — Ah pero te negaste a elegir uno de los bonitos Omega que seleccionamos  para ti… Mucho mejores partidos.

Draco se mordió el labio, frustrado, Harry lo miró, esperando que hiciera algo, pero estaba ocupado debatiéndose consigo mismo.

—Oh, infinitamente. —Continuó Lucius. — Con la cabeza puesta sobre la cabeza, sin creerse mejores que su Alfa sólo porque lograron algo que muchos Alfa consiguen todo el tiempo…  Pudiste tener algo mucho mejor, más dócil. Uno menos usado también.

—Es suficiente. —Susurró Draco, hinchando el pecho. Harry lo miró cauteloso, Draco rara vez se enojaba, y jamás con sus padres.

—Draco, no pasa nada, déjalos, me han dicho cosas peores. —Le susurró tranquilamente, acariciándole el brazo para calmarle.

—No lo dudo. —Le escupió Narcissa — Debes estar acostumbrado a los sobrenombres cuando te revuelcas  con cualquiera como si vivieras en la Ruta Escarlata.

La Ruta escarlata era una pequeña calle cerca del callejón Knocturn, dónde estaban los burdeles y abundaba la gente que vendía su cuerpo por poco dinero. Harry sintió su pecho encogerse. Si bueno, es difícil no acostarte con algunas personas cuando eres “El Elegido” y eres un Omega y no quieres hijos y los Beta se te arrojan… Jamás se le había ocurrido que a los ojos de una familia conservadora como la de Draco aquello fuera algo malo. Nadie lo había marcado, pero al parecer un Omega no virgen era menos digno de un Alfa Malfoy… ¿Habría hecho mal en casarse con él? ¿Habría arruinado su reputación siendo quién era? A pesar de su fama y su fortuna Harry se sintió horriblemente inseguro y desagradable. Serían sus hormonas jugándole una mala pasada… sí.

—Madre, es suficiente…

—Si no fuera por la marca hasta dudaría que ese hijo fuera un Malfoy. —Agregó Lucius, dejando la taza en la mesa, a su lado Harry trató de parecer indiferente, pero cuando dejó escapar una lagrimita rebelde el mayor de los Malfoy apenas pudo reaccionar justo a tiempo para recibir un puñetazo en el rostro de parte de su hijo.

— ¡Draco! —Chilló su madre, ayudando a su esposo que sangraba por la nariz y el labio.

— ¡Escúchenme bien por qué no lo voy a repetir! —Gruño Draco, furioso. Tenía los nudillos blancos y el rostro enrojecido por la ira, Harry se apresuró a tomarle del brazo para hacerlo retroceder. — ¡Me importa una mierda lo que Harry les parezca o no! ¡Me importa una mierda qué hizo o con quién estuvo antes, y a ustedes debería importarles aún menos!

—Draco, basta… —Gimoteo Harry, nervioso detrás de él.

— ¡Si se les ocurre decir una sola cosa mala sobre mi esposo o sobre mi cachorro no va a importarme una mierda que sean mis padres! —Gritó amenazadoramente, Harry sentía en su marca todo el peso de su posesión y su autoridad, a pesar de la situación estaba feliz y orgulloso de que su Alfa lo defendiera de esa forma cuando había pasado toda su vida siendo lo que sus padres deseaban. — Toma tus cosas, cariño. Nos iremos a casa en este momento.

Draco no titubeo en salir de la habitación y Harry corrió detrás de él, satisfecho. El rubio prácticamente golpeo la puerta para abrirla y con un movimiento de varita metió sus pertenencias en su maleta,  mientras lo hacía Harry permaneció en silencio a su lado. Eventualmente, más tranquilo, el Alfa se dio la vuelta para besarle la frente.

—Lo siento muchísimo.

—No importa…

—No puedo creer que sean así contigo…— Gruño de nuevo irritado, tomándole la mano y llevándole escaleras abajo, ignoró el llamado de su madre cuando pasaron frente al salón de té y salieron al jardín. Harry apenas atinó a aferrarse a él cuando desaparecieron. Sintió ganas de vomitar cuando estuvieron de vuelta en su propia casa. No debería usar ese método ya, tendría que conformarse con la Red Flu.

Draco estaba tan furioso que Harry no dijo nada mientras lo miraba despotricar en todas direcciones. Lanzando hechizos que transformaban todo lo que tocaban en serpientes de caramelo. Harry camino detrás de él, devolviendo todo a su forma original con un toque de varita a medida que Draco pasaba por la casa. Cuando llegaron a su habitación Draco se lanzó sobre él para besarlo con una furia animal que casi le hizo daño. Harry enterró los dedos en su cabello, regalándole un dulce gemido cuando sus labios bajaron por su cuello y su ropa desapareció con un movimiento nada sutil de la varita de su esposo.

Estaba enojado, ofendido.  El moreno terminó rápidamente en la cama mientras los labios de su esposo recorrían su pecho, torturando sus rosados pezones con los dientes para luego bajar hasta su vientre. Fue mucho más cuidadoso ahí, besando cariñosamente la curvita que era su hijo. Aunque su Omega se retorcía bajo su toque no se acercó a su miembro, volviendo a besarle la boca mientras aprovechaba su lubricación para insertar un dedo en su estrecha cavidad. Harry gimió dentro del beso,  jadeando cuando Draco agregó otros dos dedos a su danza, follándolo suavemente, encantado con las desesperadas suplicas de su esposo por algo más grande.

Alineó la hinchada cabeza de su miembro a la sonrosada y suave entrada cuando sus dedos la dejaron libre, enterrándose lentamente, Harry arqueó la espalda, como buscando aún más contacto. Cerró los ojos, perdido en el placer de las furiosas embestidas que Draco daba dentro de él, liberando la tensión en que aquella discusión lo había sumido.

—Harry… abre los ojos, cariño. Mírame…

Obedeció, mirándole con los ojos húmedos, a punto de llorar por el puro placer que sentía ante la rudeza de su acto y al mismo tiempo la calidez de sus palabras. Draco se dejó perder en aquellas hermosas esmeraldas, disfrutando de la erótica expresión del moreno, de su piel sudorosa, de sus mejillas sonrojadas, del sugerente golpeteo de su pelvis contra la humedad entre sus muslos, demasiado bueno para ser real, demasiado perfecto para ser suyo cuando había cometido tantos errores en su juventud.

—Te amo… ¡Mierda, Harry!... Que se vayan a la mierda, todos, eres mío, eres perfecto…

—Draco… te a… ¡Te amo! —Balbuceó como respuesta, Draco estaba a punto, podía sentirlo tensarse dentro de su cuerpo, podía sentir su propia hombría palpitando  contra su vientre, goteando, hinchada y lista para venirse sin siquiera haberla tocado. Cuando las embestidas se volvieron erráticas, justo como su respiración, Draco lo golpeó tan profundamente que chilló en éxtasis. — ¡Por Merlín Draco, justo ahí! ¡Ah! ¡Draco, voy a venirme! Sí… ¡Sí, mierda Draco!

—Sí, cariño, vente para mí…

No habría podido desobedecer de haberlo querido, y el orgasmo lo golpeo con tanta violencia que no pudo ni emitir un sonido, sólo dejar la boca abierta, con la cabeza echada hacia atrás mientras sentía chorros de su propio semen caliente manchando su pecho. Draco gruño excitado, acelerando su ritmo contra Harry que ahora se sentía tanto más estrecho, tan caliente. No tardó en llegar, enterrando el rostro en su cuello y mordiéndole el cuello, haciéndole chillar de dolor, reafirmando su marca mientras se vaciaba completamente antes de salir de su cuerpo.

Draco cayó a su lado, jadeando suavemente, mirándole con los ojos grises velados por el placer y completamente enamorados. Harry le sonrió son suficiencia, acurrucándose contra él e ignorando el dolor de su cuello amoratado.

—Gracias…

— ¿Por follarte como se debe?

—No... —Dijo Harry, sin poder evitar una risa tonta. — Por defenderme frente a tus padres…

—Harry… —Draco levantó su rostro para mirlarlo seriamente. — Todo el mundo puede irse a la mierda. Completito. Mientras te tenga a ti, no podría importarme menos lo que les suceda. Te elegí  y lo haría de nuevo.

—Eres un tonto… —Susurró Harry complacido, cerrando los ojos para dormir. — No te dejaría ir aunque pudiera…  


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