Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre machos por Uberto B

[Reviews - 178]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, inicio de la segunda y última temporada, espero que les guste tanto como a mí.

 

 

Con toda tranquilidad, apreciando aquel relajante y hermoso ocaso, ambos hombres iban cabalgando rumbo a la casa grande. Unas horas habían pasado desde que el ranchero y el citadino se reencontraron en la gruta. Cualquiera que los viera por el camino, notaría a un par de hombres, amigos, platicando de las tierras, los animales, los arreglos que le harían a los pastizales, pero ellos, se conocían, lograban interpretar esas miradas que se dedicaban durante unos segundos cuando se volteaban a ver uno al otro.

-¿Y pos todo lo vas a dejar quieto, güero?- preguntó Nacho, le intrigaba saber por muchos motivos qué haría el otro.

-La situación está un poco complicada ahora, existen demandas por defraudación fiscal, y todo por culpa de ese desgraciado de Adán, el que creía mi amigo- renegó con cierto desprecio.

-Namás deja que tenga enfrente a ese condenado y le voy a partir la jeta por andar metiendo en líos a mi güero- tan enojado estaba, que no prestó mucha atención a lo que acababa de decir, que sin duda alguna halagó a Gustavo.

-Y… ¿Y cómo han estado por aquí?- tratando de sentirse menos incómodo por el comentario anterior, cambió el tema.

-Ya sabes, todo tranquilo, bueno, los chismes de la Ángeles y sus amigas, el Lorenzo que ayer me lo encontré por acá, sigue terco en que quiere las tierras de la gruta, ese tá loco si cree que se las voy a dar, mi apá se las ganó a lo derecho y ahora son nuestras- contestó el ranchero mientras mirada al lado del camino desde el cual se podía ver el sol extinguirse entre las montañas.

-Ese sujeto no piensa dejar en paz con ese tema, ¿Tienen las escrituras de esa propiedad?-

-Pos claro güero, fue lo primero que mi apá le pidió al jefe del Lorenzo, el señor se las dio y mi madrecita las tiene guardadas desde entonces, si no soy tan tarugo, si digo que son nuestras esas tierras es porque a lo macho son de nosotros- contestó de lo más tranquilo, así se sentía en esos momentos.

-¡Ah! Entonces no hay de qué preocuparse, ese hombre no les puede quitar nada porque legalmente la gruta y esas tierras son de ustedes- comentó contento, también él estaba feliz por haber regresado.

-Sí, ni me preocupo, namás que intente y va a ver cómo le va, las tierras son vida y lo mejor de todo, pero a veces traen puros problemas, si la Ángeles llegó anoche diciendo que el viejo amargado del Simón, allá en el pueblo, le va a pelear sus terrenos a la ‘poderosa’- dijo mientras los caballos avanzaban lentamente pisando y haciendo sonar las piedras del camino.

-¿La poderosa?- con curiosidad preguntó.

-Sí, hace años el viejo Simón tenía unas tierras a las afueras del pueblo, pero sin darse cuenta una vieja se hizo una choza en un cacho de sus tierras, y cuando la intentó sacar ésta no quiso, a según dicen en el pueblo que esa señora es una bruja de las negras, y que por eso el Simón no quiso hacerle nada durante años, le dicen la poderosa porque dizque tiene al chamuco de su lado y ese le ayuda a quitar a los que le estorban, pero según la Ángeles, que el viejo ya se hartó y la va a sacar con todo y sus diablos, por eso te digo que las tierras a veces traen puros problemas- negó con la cabeza, si algo le cansaba a Nacho era escuchar chismes, no le agradaba en lo más mínimo.

-Ya veo, entonces no sólo tú eres el que tiene dificultades con los terrenos- lo miró durante unos segundos.

-No güero, acá se han hasta matado por las tierras, pero bueno, pa’ que hablar de eso, ya lo que pase que pase, eso sí, el Lorenzo no nos quita ni un chachito de nada, de eso me encargo yo- sentenció bastante seguro de lo que decía. Ambos sonrieron y continuaron el camino rumbo a la casa grande, hablando de vez en cuando, mirándose más de lo que platicaban y guardando en secreto la titánica alegría que sentían por estar juntos, pues ambos estaban derrochantes de felicidad, pero por lo orgulloso de los dos, solo se permitieron expresar sus sentimientos al pie de la gruta, nada más.

 

 

Cuando llegaron, el sol se había ocultado completamente, desde la entrada al patio de la casona, podían ver las luces encendidas, seguramente ya estarían por servir la cena. Luego de un día lleno de emociones y sorpresas, Nacho se acordó que tenía estómago, y éste le pedía a gritos comida. Ya estando más tranquilo recordó que uno de sus placeres era degustar todo lo que hiciera Consuelo en la cocina.

-¡Ora si me voy a comer un guajolote entero!- comentó el ranchero bajándose del animal para llevarlo al establo tomándolo de las riendas.

-Yo también ya tengo apetito, ojalá sí sea guajolote, tengo mucho antojo de uno- imitando las acciones del otro lo siguió.

-¿Quién diría? Cuando llegaste al pueblo ni siquiera sabías lo que era el amole, y ora, ya hasta guajolote quieres… -estaban ya en el establo, iba a acomodar a los equinos en sus respectivo corral, cuando Nacho se le acercó- Has cambiado güero…- le acarició la mejilla con la mano derecha, logrando que el citadino se echara para atrás.

-Calma esa mano ranchero, que no soy una de esas muchachas remilgosas que acostumbrabas cortejar- el otro rio y negando acomodó a su caballo. De pronto, detrás de él, sintió unas manos tomarle de la cintura, y una cabeza sobre su hombro.

-No sé cómo, ni por qué, pero tienes algo raro, tan raro que me atrae- dándole un beso en el cuello, se separó de él y caminó a la salida del establo- Te veo en la casa, ya tengo hambre, no seas malo y dale agua a mi caballo ¿Sí?- y fue cuando se dio cuenta de la treta del citadino.

-¡Méndigo güero!- sonrió, aprovechó lo sorprendido que estaba para dejarle todo el trabajo- Pero le alegra que estés acá mi güerito de ojos bonitos- suspiró y sin tener otra opción le dio de beber a los animales.

 

 

 

Luego de un rato, porque tuvo que quitarle las sillas, y darles agua a los cuacos, Nacho entró por la puerta principal de la casa. El olor que lo recibió era magnifico, olía a mole de olla, aquel caldo de carne, coloreado con salsa de chiles picantes, con verduras tales como calabaza, papa, ejotes, elotes y ese olor característico que una hierba como el epazote daba.

-¡Ya llegué! Tengo harta hambre, así que sírvanme bastante…- la sonrisa que tenía en la cara se le borró cuando llegó al comedor, su madre, Ángeles y el güero estaban ahí, pero lo que no le agradó fue ver a ese desconocido sentado junto a Gustavo.

-Ándale hijo, saluda, este muchacho es amigo de Tavito, viene de la capital con él- con el semblante más serio que podía tener se acercó.

-Tá bueno- le extendió su mano para estrecharla- Tanto gusto, soy José Ignacio Navarro Pérez- cuando tuvo la extremidad en la suya, la apretó con fuerza de más.

-Yo soy Héctor Montenegro, amigo de Gustavo- hizo un gesto de dolor, que no pasó desapercibido para Remedios.   

-Controla los impulsos o los controlo yo- lanzó al aire la mujer de la casa, pero para el hijo fue razón suficiente para soltar su bruto agarre.

-¿Te gustó la cena, Héctor?- con entusiasmo preguntó María.

-¡Claro que sí! Pica un poco, pero está delicioso, nunca había probado algo como esto- sonriente el hombre le contestó.

-Y es de guajolote, ese nomás se ocupa para el mole del otro, pero como hoy Tavito quería comer ese animal, pues lo preparamos- la muchacha explicó, a lo que el recién llegado se acercó al oído de Prado San Millán.

-¿Eso es lo que dijiste ayer, cierto? ¿Guaja… guajalo? Como se diga- iba a contestar el otro, pero el sonido de una garganta carraspeando con molestia interrumpió.

-¿Me van a servir o tengo que ir yo a la cocina?- Nacho se notaba receloso, molesto, Remedios formó una discreta sonrisa en el rostro, comprendía perfectamente lo que pasaba.

-Ya, deja de alebrestarte, aquí está, ira, te puse pechuga pa’ que te pongas de buenas- la anciana cocinera le decía mientras ponía su plato sobre la mesa.

-¿Y ustedes desde cuando se conocen?- preguntó la madre del ranchero enojón.

-Pues conozco a Gustavo desde que éramos pequeños, mis papás y  los de él eran amigos, fuimos a los mismos colegios, y estudiamos la carrera en la misma universidad, tenemos ya casi toda la vida de conocernos, cuando el asumió la presidencia de Business Center, yo empecé a trabajar a su lado- casi ahogándose, el citadino intentó parar la charla de su amigo, se suponía que solo Nacho sabía la verdad.

-Sí- tosió un poco- Lo conozco de hace muchos años- Gustavo intervino.

-Tranquilo muchacho, recuerda que tu amigo estuvo aquí toda la tarde, hay varias cosas que ya sé, y la razón por la cual llegaste aquí- Remedios le dijo a modo de que se relajara.

-Señora, yo no sé qué decir…- algo apenado por no tener la confianza de contar la verdad se excusó.

-Nada, no hace falta, todos tenemos cosas que no tenemos por qué contar a los demás, cada quién es libre de saber qué guarda, tranquilo hijo- las palabras de aquella sabia mujer lograron su objetivo, todo esto ocurría ante la molesta mirada de Nacho, quien a regañadientes comía observando cada detalle.

-Tenías razón, son muy cálidos en este lugar. Gustavo todo el camino me habló de ustedes, de lo bien que lo han tratado y lo fácil que se adaptó a ustedes y sus costumbres- sonriente comentó el amigo del citadino.

-Pos si, lo tratamos bien, ni que fuéramos unos maloras- irritado habló el que se había mantenido en silencio.

-Por eso lo digo, Gustavo es como mi hermano, y les agradezco mucho lo que han hecho por él- poniendo su brazo sobre el hombro del citadino, logró que instintivamente Nacho doblara con fuerza la cuchara que tenía en la mano.

-¡Ay Dios mío!- la mujer del hogar se dio cuenta y solo pudo exclamar esa frase para no romperle uno de los platos de barro en la cabeza a su hijo.

-Yo creí que este lugar era como Escocia, ¿Te acuerdas cuando nos perdimos por seguir el camino de aquellas vacas?- ignorando los dos amigos lo que ocurría, recordaron aquel viaje que hicieron juntos.

-Sí, te dije que no dieras la vuelta ahí, pero no me hiciste caso y por tu culpa terminamos siguiendo a esos animales- rieron los dos a carcajadas, contaron la anécdota completa, pero quien ya no estaba de humor era el ranchero.

-Hijo, ¿quieres más?- su madre le cuestionó.

-No madrecita, ya no tengo hambre- respondió sin quitar la mira de ese par que reía a lo grande.

-¿Quieres un poco más Héctor?- la muchacha del hogar se mostraba servicial.

-Si me haces el favor, está muy sabroso- mirándose los dos intercambiaron aquellas palabras.

-Cla… claro, enseguida- se levantó de la mesa, con un leve sonrojo en las mejillas. Gustavo se percató y le dio un codazo.

-Cuidado, mucho cuidado- con suavidad soltó aquellas palabras, pero Montenegro entendía que era una amenaza disfrazada.

-Sí- asintió. Sin embargo, no podía evitar que su amigo notara algo especial en los ojos de aquella muchacha de pueblo.

 

 

Luego de aquella cena, la cual transcurrió entre pláticas, risas, preguntas y uno que otro comentario mordaz por parte de cierto ranchero molesto, todos se levantaron para dirigirse a descansar. Por razones de seguridad, Remedios no permitiría que Héctor se marchara, pues ya era noche como para manejar por una carretera que no conocía muy bien.

-Pues mira, no sabíamos que Tavito regresaría hoy, y menos con un amigo, por lo que no tenemos arreglada una recámara, pero si quieres y no tienes problema, te puedes quedar con él esta noche- estaban en la sala, Consuelo pasaba por el corredor llevando los platos sucios de la cena a la cocina.

-¡No!- lejos de ser un grito de enojo, fue un grito de alarma por parte de Nacho. Los presentes lo voltearon a ver- Pos… pos es que… pos seguro que el huerco este quiere estar cómodo, ni hablar, mira que por las enseñanzas de mi madrecita, soy un buen cristiano, por eso, tú te quedas en el cuarto del güero, y él se sube a dormir conmigo- dijo serenamente, logrando que Consuelo detuviera su andar, y junto con la patrona de la casa dijeran exaltadas…

-¡Noo!- al unísono, las dos mujeres lo dijeron, logrando ahora que ellas fueran el centro de atención.

-no mijo, yo… yo creo que mejor al revés, Tavito con su amigo- algo nerviosa  comentaba Remedios.

-Sí, Nachito. Es mejor no tentar al diablo- comentó la anciana consiguiendo una mirada severa por parte de la madre del aludido. Sonrió nerviosa y continuó con sus tareas domésticas.

-Pos no se va a dormir este pelado con el güero- sentenció molesto, cuando se dio cuenta de su error lo intentó componer- Bueno, namás quiero la comodidad de este, este… no me acuerdo tu nombre, pero tu comodidad- expresó.

-Está bien, a ver, Héctor, tú dormirás en el cuarto de Tavito- Remedios volteó a ver a Gustavo- Tú, mijo, dormirás en el cuarto de Nacho- por último miró a su hijo- Y tú, ya que estás de buen samaritano, te vas a dormir en el sillón grande, he hablado y no hay discusión, le diré a Consuelo que te traiga una cobija, ahora todos a dormir, buenas noches- tomando del brazo a su hija, comenzó a subir la escalera.

-Buenas noches a todos, hasta mañana Héctor- son un ademán se despidió, logrando que sonriente el otro se despidiera igual.

 

 

Estaba todo oscuro, el silencio reinaba en la casa. La luz de la luna podía colarse por la abertura que estaba en la cortina que cubría la ventana de la sala. Nacho, acostado incómodamente en aquel sillón, miraba por el pequeño espacio tratando de ver el cielo, tenía su ropa para dormir puesta, le había tocado quedarse en la sala porque su madre no le permitió dormir con el de ojos azules. De repente comenzó a escuchar unos pasos bajando la escalera, dejando de lado su momento de reflexión se incorporó para ver quién era.

-¿Quién anda ahí?- no tuvo que esperar respuesta, pronto supo de quién se trataba- Güero…- dijo en voz baja.

-Eres un imbécil ¿lo sabías?- sonrió mientras lo decía.

-¿Por qué?- le preguntó secamente.

-¿En verdad sigues enojado?- le contestó con otra pregunta.

-No estoy enojado, pero si buscas a tu amiguito el ese, está en tu cuarto- con recelo comentó.

-Por eso digo que eres un imbécil- con la sonrisa en los labios lo miraba.

-Anda, vete a verlo, así siguen platicando de sus Escocias, sus vacas y no sé qué más arguendes de viejas- con el ceño fruncido evitaba verlo a la cara.

-Él es mi mejor amigo, mi casi hermano, él fue quien me salvó el cuello cuando el infeliz de Adán me lo quiso cortar con todos los fraudes que hizo, es un hombre al que quiero mucho- Nacho lo volteó a ver con sorpresa- Pero a ti te quiero diferente, no puedo compararlos porque son distintos, a él lo quiero por ser mi hermano de vida, a ti te quiero, porque eres mi compañero de vida- los dos se miraron, por un momento olvidaron sus prejuicios masculinos y ver quién era el más macho de los dos.

-¿Tas seguro?- secamente le preguntó.

-¿Qué eres una niña que necesita que se lo diga con cartitas ridículas?- le preguntó serio

-Güero alzado, te voy a dar tu niña- sin cuidado alguno, lo jaló de la playera que llevaba puesta y luego, tomándolo de la nuca lo besó frenéticamente en los labios, un beso tan agresivo que solo ellos dos entendían. Ambos cedieron, ambos se entregaban a ese cálido ósculo, ambos ignorantes de aquella mirada escondida que los veía desde la puerta de la habitación de Gustavo.

 

 

Un par de días después, debido a que Héctor, le encontró gusto al pueblo como para permanecer unos más, el hombre subía su ropa sucia a la cajuela del auto, también unos trastes de plástico con comida para más tarde. Ahora comprendía por qué Gustavo se sentía a gusto en ese sitio.

-Muchas gracias por su hospitalidad, y por esas deliciosas comidas que no sabía que existían, gracias en verdad- Remedios, Ángeles, Gustavo, Consuelo y Nacho estaban en el patio para despedir al hombre.

-Gracias por traer al Tavito y cuando gustes, aquí tienes tu casa, muchacho- Remedios le decía.

-No dude que volveré- dijo sonriente mirando discretamente a la muchacha que estaba ahí presente.

-Ándale chamaco, que el cielo te cuide y vayas con bien a tu casa- la anciana lo bendijo.

-Te vas con cuidado, pelado- le dijo el ranchero- Voy a ver a mi Tanagra, no te tardes güero- sin más caminó rumbo al establo.

-Vamos Consuelo, tenemos que empezar a limpiar las cajas de arriba- las dos mayores se fueron.

-Que te vaya bien Héctor- María se le acercó y le despedía con algo de tristeza.

-Fue un placer conocerte- le tomó la mano derecha y le besó el dorso en señal de hidalguía. Con cuidado le dejó un papel con un número escrito. Ni siquiera Gustavo pudo verlo.

-Gra… gracias…- como en aquel lugar no había teléfono para poder marcarle, le dio su número, para que ella lo hiciera cuando quisiera. Sin decir algo más se retiró con su madre, guardando cuidadosamente el pedazo de papel.

-Ay hermano, cuídate mucho, y estamos en contacto, en verdad me gustaría estar allá- dijo Gustavo.

-Tranquilo, en estos momentos es mejor que estés alejado, que no te alcance la porquería de Adán, yo me encargaré de las demandas, hablaré con los socios y les explicaré lo ocurrido con tu caso, ya si la situación lo amerita te pediré que regreses, pero por el momento quédate aquí, es lo mejor- asintiendo el ojiazul accedió.

-Vete con cuidado, todo lo que sea necesario para refundir en la cárcel a esa rata, ocúpalo, todo, lo quiero enjaulado por el resto de su miserable vida- habló con rencor, nunca había despreciado tanto a alguien, ninguno delos dos sabía que el rubio ya estaba muerto desde hacía unos días.

-Cuídate, y estamos en contacto, a la hora que sea llámame, lo haría yo, pero acá no hay antenas para celular, aunque te dejara el mío no serviría-

-Sí, estamos en contacto, gracias por todo Héctor, en verdad- se abrazaron y acto seguido el hombre subió a su auto, lo arrancó y emprendió el viaje. A Gustavo solo le quedaba esperar, y lo haría pacientemente porque sabía que ahora sí estaba en buenas manos.

 

 

El auto de Héctor salía del pueblo, iba pensando en todo lo que le esperaba al llegar a la ciudad, pero sin duda, no le fallaría a su casi hermano, haría todo lo posible por solucionar el problema, pero también pensaba en otra cosa, más específicamente, en alguien, en aquella dulce mirada, la inocencia reflejada en un rostro, pensaba en María de los Ángeles, ese simple muchacha de pueblo que le había robado los pensamientos en tan solo unos días. Sonreía y no se percató que una lujosa camioneta entraba mientras el salía de San Margarito. Pronto le daría noticias a su amigo y esperaba que fueran buenas.

 

 

 

 

Habían sido varias horas de viaje, el GPS dejó de funcionar por la falta de señal satelital, por lo cual debió preguntar en los poblados que estaban al paso. Con instrucciones precisas había logrado su objetivo. A bordo de una lujosa camioneta del año, la cual se estacionó frente a la iglesia del pueblo, una bella mujer bajaba los cristales.

-Así que este lugar es San Margarito de las Cumbres- algo despectiva miraba el pintoresco sitio. Más de una persona se quedó intrigada viendo a la que aparentemente no era nativa de ahí. Bajándose del auto se estiró, fueron horas manejando y no tenía mucho que había sido dada de alta, más de un hombre quedó prendado de la escultural fémina que acababa de llegar-Te voy a encontrar mi amor, ahora sí podremos estar juntos, nada se interpondrá entre nosotros, nadie…- sonrió, Sabrina iba clara en su propósito y lucharía por el a como diera lugar…

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).