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Entre machos por Uberto B

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Como era costumbre últimamente, un lujoso auto se estacionaba en el lugar que había sido del desaparecido jefe y dueño de ‘Business Center’ Gustavo Prado-San Millán. El vehículo último modelo pertenecía al que se decía mejor amigo del antes mencionado. Ya era tarde, el sol comenzaba a ocultar, muchos de los empleados habían cubierto su jornada laboral, por ello el estacionamiento subterráneo del edificio no tenía muchos lugares ocupados. El eco de las portezuelas abrirse se escuchaba claramente. Del lado del piloto descendía Adán, una vez abajo se acomodó el saco, se retiró las gafas solares y miró a todos lados, viendo una parte de lo que era suyo, esa empresa, el cincuenta por ciento le pertenecía, gracias a una sucia jugarreta, pero así era, tenía un poder firmado por su ‘amigo’ el cual le daba acceso total como jefe y como dueño de la mitad.  Del otro lado, con suma delicadeza y elegancia, salió Sabrina, al principio a los demás les parecía extraño ver al mejor amigo del jefe con esa mujer, pues todos sabía que era la novia de Gustavo, con el pasar de los días los rumores se escuchaban por toda la empresa pero comenzaba a ser un tanto normal verlos juntos.

-Tengo que ver lo referente a los fondos de inversión que acabamos de recibir de los socios alemanes- decía Adán mientras caminaba hacia la chica. Poniendo la alarma al vehículo, le ofreció su brazo  y ambos se dirigieron al elevador.

-Espero que de ese dinero puedas disponer satisfactoriamente- ella era el principal motivo por el cual quería llenarse los bolsillos.

-Lo haré, preciosa, lo haré- atrayéndola a sí, y aprovechando estas solos la besó, aún debían guardar las apariencias, era necesarios para los planes que tenían. Unos segundos después la campanilla indicó que llegaban a su destino. Ambos retomaron su postura de amigos y salieron para dirigirse a la oficina de presidencia.

 

-Buenas tardes señor Gurrola- la secretaria principal lo saludó pero éste hizo caso omiso- Buenas tardes señorita Quinto- la mujer se dirigió a la acompañante del jefe recibiendo el mismo resultado.

-¿Y por qué me has traído?- preguntó la mujer una vez que entraron y cerraron la fina puerta de cedro. Tomó asiento un elegante diván que estaba a un par de metros del escritorio.

-Porque hoy quería verte todo el tiempo que pudiera- sonrió de lado el hombre.

-Suenas tan romántico- respondió con un sarcasmo.

-Es verdad, me tienes loco, y creo haberte demostrado que yo sí soy un hombre, yo sí puedo complacerte y darte todo lo que mereces- se encuclilló frente a ella.

-Claro…- mencionó la joven con una sonrisa falsa en los labios- me complacerás con todo lo que Gustavo tiene, fracasado imbécil- pensó mientras lo veía.

-Por eso mismo quiero que…- la conversación fue interrumpida por el sonido del teléfono. Adán de mala gana se incorporó para contestarlo.

-¿Qué quieres?- cuestionó molesto al darse cuenta que era de la recepción.

-El licenciado Héctor desea hablar con usted- al escuchar le extrañó, entre ese sujeto y él había comenzado una enemistad por la negativa de transferir los fondos de blindaje a unas cuentas que no eran las de origen.

-De acuerdo- suspiró exasperado- que pase- tomó asiento en su sillón de piel y tomando una postura de superioridad esperó la entrada del otro, mientras Sabrina se dedicaba solo a observar.

-Adán, te traigo los balances del mes- el hombre entré trayendo consigo un par de carpetas repletas de papeles.

-Háblame de usted y dime jefe, que no estamos al mismo nivel- el rubio en un momento de soberbia le indicó seriamente, el otro que estaba de pie frente a él, separados por el escritorio, torció la boca en una sonrisa burlona.

-Lamento decirte que me es imposible hablarle de usted a alguien que me lavaba el coche en la universidad, pero sobre todo tú no eres mi jefe, eres el suplente de Gustavo, el cual es mi único jefe inmediato, no te quieras saltar los escalones Adán, te puedes resbalar y romperte la cara- moviendo la cabeza como saludo continuó- aquí tienes, con permiso- se giró para salir cuando vio a la chica- ¡Oh vaya! No me había percatado que aquí estabas… ¿También es parte de las obligaciones que te dejó Gustavo?- socarronamente preguntó mientras volvía la mirada al rabioso rubio, no esperó una respuesta, sin decir una palabra más salió de la oficina.

Cuando el tipo que le entregó las carpetas salió, Adán estrelló los puños en el escritorio.

-¡Maldito bastardo! ¿Pero quién se ha creído ese donnadie?- los ojos le centelleaban de la ira, con todos los empleados de la empresa podía ejercer su poder, podía humillarlos, sobajarlos, incluso despedirlos si le daba la gana, sin embargo Héctor, ese hombre estaba tan blindado, tan protegido, que ni si quiera su poder podía alcanzarlo, aunado a que el otro le decía cosas como las que acababa de mencionar, lograba que su odio creciera contra él y por supuesto, contra su respetado jefe.

-Es un tipo insolente- la mujer se puso de pie y miró por los enormes ventanales de la pared, sonreía, se acababa de percatar que existía alguien en el mundo que podía ayudarla a lo que pensaba hacer.  

-Ese idiota, ya encontraré la manera de aniquilarlo…- sumamente molesto se quitó el saco y lo arrojó al diván en el que se había sentado la chica minutos antes, luego regresó al escritorio, tomó las carpetas y salió donde su secretaria para indicarle qué hacer con esa información- Ya vuelvo- abrió la puerta y la cerró con fuerza.

-Héctor, tú me ayudarás, por mí y por mi amado Gustavo- con el solo hecho de mencionar su nombre los ojos le brillaban. Caminó al sillón para tomar asiento cuando del saco de su amante escuchó una vibración, todo indicaba que era el teléfono celular. Con hastío lo buscó, tardo unos segundos el hallarlo, la pantalla táctil indicaba un número que no tenía nombre, al parecer era desconocido para Adán, dudando si contestar o no, optó por la primera opción…

-Contesta Adán…- había tomado la llamada, apenas se colocó la bocina en el oído cuando escuchó esas palabras, su corazón comenzó a latir frenéticamente- ¡Hermano!- recoció esa voz de inmediato, era Gustavo. Por la emoción y el nerviosismo de escucharlo, no pudo evitar sonreír y por torpeza contestar…

-¿Bueno?- la voz del otro lado calló, había cometido un error, Gustavo podía haberla reconocido, el sonido del otro lado de la línea se cortó finalizando así la llamada- ¡Estúpida! No debí hablar- se recriminó, miró la pantalla del celular, tenía una pista, un número telefónico, pero debía pensar qué hacer, probablemente Gustavo intentaría comunicarse nuevamente y no podía permitir que Adán tomara esa llamada, no podía saber de Gustavo antes de que ella lo encontrara, por tal motivo, primero se cercioró que pudiera desbloquear el aparato, y al ver que no tenía contraseña lo apagó y guardó en sus cosas, la suerte esa tarde-noche estaba de su lado.

 

 

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Aquella voz, podía jurar y estar casi seguro que sabía quién era la dueña de aquella voz que le alteró los sentidos, colgó de inmediato, nadie podía conocer su paradero, en ese momento tenía muchas dudas, la primera ¿Por qué una mujer había contestado su llamada? Y otra aún más inquietante ¿Era Sabrina? Pasó su callosa mano por la cara intentado de ese modo aplacar un poco sus ansias de respuesta. Empezaba a caer la noche, caminando pensativo se dirigió al centro del parque, en él había un hermoso kiosco el cual tenía unas farolillas encendidas, rodándolo había unas bancas de cemento pintadas de color blanco, tomó asiento y respiró, necesitaba pensar, con la llamada que había hecho quería recobrar un poco de calma, esperaba que al platicar con su ‘hermano’ tendría un poco de paz, sin embargo logró el efecto contrario, ni pudo hablar con él ni pudo tener calma, estaba más tenso que antes.

-¿Qué está pasando?- se dijo exasperado, su vida se complicaba cada vez más, necesitaba saber cuál era su situación, necesitaba saber si la policía lo estaría buscando, negó con la cabeza, tan ensimismado estaba que no se dio cuenta que un grupo de muchachas lo miraba con interés.

 

-¿Ya vistes Lulú?- las muchachas comían elotes hervidos con mayonesa, queso rallado y chile en polvo, las cuatro desde una de las esquinas del parque se dedicaban a observar al fornido citadino.

-Y quien no va a ver al güero ese Meche- suspiró la joven dejando de lado su chuchería.

-Pos no saben que tirria me da la María, ella lo tiene en su casa todos los días, ta re bonito el güerito ese- otra intervino, era sabido por el pueblo que el citadino trabajaba el en rancho de Nacho, y más de una se emocionó cuando los chismes decían que era guapo, varias lo conocieron los primeros días en los que había llegado, sin embargo, el trabajo duro y extenuante, a los ojos de ellas lo habían convertido en un hombre más atractivo de lo que era.

-¿Y si vamos a platicarle, chamacas?- la que faltaba por hablar intervino logrando ganar risas nerviosas y miradas tímidas.

-Ay no sé, me da harta pena- Lulú encogió la cabeza mostrando su vergüenza.

-Pos yo sí, ay ustedes me ven, el güero está re guapo, y ya que el Nacho ni me mira pos me voy a presentar con él, a lo mejor y me invita una nieve- armándose de valor, Meche caminó rumbo al hombre que se encontraba pensando, las otras miraban con admiración a  la chica valiente.

 

Avanzó unos metros y sin decir una palabra se colocó frente al hombre que levantó la mirada al notar que alguien estaba cerca. Cuando vio a la chica, sonrojada hasta las orejas y escondiendo un elote tras sus espaldas, sonrió amistosamente.

-Buenas noches señorita- su tono grave y esa mirada celeste acompañada por la sonrisa con dientes blancos logró hacer que un pequeño temblor se formara en el cuerpo de ella.

-Bue… bue… buenas…- la valentía le duró unos segundos, pues el nerviosismo le jugó una mala pasada logrando que tartamudeara.

-¿Está bien?- Gustavo se levantó al ver que la chica seguía tartamudeando.

-Si…- dijo en voz baja- Pos es que… te… te… vi aquí y te saludé- logró articular luego de mucho esfuerzo.

-Ah bien, pues muchas gracias por el saludo, es un placer conocerla, soy Gustavo- le extendió la mano, la muchacha abrió los ojos enormemente, trando saliva la tomó y saludó.

-Yo soy… soy Meche- el citadino sonrió y se despidió.

-Fue un placer saludarla Meche, me retiro, debo regresar, que tenga una linda noche- sonriéndole dio la vuelta y se marchó. En cuanto la enorme espalda del hombre se perdió de la vista, las otras muchachas fueron corriendo donde su amiga.

-¿Qué pasó? ¿Te invitó una nieve?- preguntó una

-¿Te dio calabazas?- otra intervino

-¿Está re guapo de cerca?- una más cuestionó, la chica que aún se miraba la mano solo pudo sonreír, sonreír muy feliz.

 

 

 

 

Ya estaba oscuro cuando Gustavo llegaba a la casa grande, al menos iría a dormir para dejar de pensar en aquella extraña llamada tan desastrosa psicológicamente, cruzaba el patio cuando vio la puerta de la entrada abierta y una silueta se dibujaba frente a ella. Le extrañó, comenzaba a ponerse en guardia por cualquier cosa, sin embargo sus facciones se relajaron cuando vio que se trataba de Nacho. El cual estaba fumando y recargado del marco.

-¡Hey!- dijo el de mirada azul a modo de saludo, el otro, que veía hacia el lado derecho, volvió su vista al recién llegado, y levantó la cara como única respuesta- ¿Ya te sientes mejor?-

-Sí- contestó con un seco monosílabo.

-No sabía que fumabas- intentó hacer una plática.

-No sabes mucho de mí, güero- contestó, dio una calada a su cigarrillo y exhaló el humo.

-Ya veo…- al parecer Nacho no quería hablar y él tampoco tenía demasiados ánimos, así que decidió entrar para tomar un baño y dormir.

-¿On tabas?- preguntó de espaldas a Gustavo. Éste se extrañó por el cuestionamiento.

-En el pueblo- respondió secamente.

-Pos ya es tarde pa’ andar en el pueblo ¿no?- se volvió para ver a Prado-San Millán y este también lo miró.

-¿Y cuál es el problema?- le cuestionó

-Pos si vas a andar de pica flor hazlo de día, de noche te pueden agarrar a guamazos los hermanos de las chamacas por andar de canijo con ellas- le dijo con molestia.

-Lo tendré en cuenta- contestó y se adentró a la cálida casa. Nacho enojado tiró con fuerza su cigarro a medio consumir y lo aplastó fuertemente.

-Güero condenado- recargó su cabeza en el marco y se dedicó a ver las brillantes y tintineantes estrellas- ¿Qué me pasa Chuchito?- preguntó mirando al oscuro firmamento, comenzaba a inquietarse demasiado por lo que ocurría en su cabeza.

 

 

 

 

Los días trascurrieron a aquel desastroso intento de volver a su mundo por unos minutos, por el momento Gustavo había desistido de volver a llamar a Adán, no podía arriesgarse a ser identificado por alguien que no fuera de confianza. La relación entre Nacho y Gustavo había mejorado un poco más, aunque lo que sacaba de quicio al segundo eran los repentinos cambios de humor del primero, a vece solo trataba bien y otras era el mismo pesado de antes, y más cuando por alguna razón se entretenía de más en algún lugar al que iba, ya fuera de trabajo en el campo o en el pueblo.

Jacinto y Gustavo trabajaban arreando a las vacas que estaban pastando y querían salirse de la cerca.

-¡Arre vaca! Vete pa’ comer, que te vamos a necesitar pa’ la fiesta patronal- con una cuerda el muchacho ahuyentaba al animal para que comiera.

-Oye, ¿Y nunca te han intentado dar una cornada?- preguntó el citadino.

-Nunca, mi apá me enseñó cómo tratarlas, porque son como las viejas, re necias cuando quieren- ambos rieron, luego de tantas horas trabajando juntos se habían hecho amigos.

-¿Y qué es eso de la fiesta patronal?- el oji-azul tenía duda, no era la primera vez que escuchaba mencionar esa fiesta.

-Ay güero, se ve que no nacites por acá, pos la fiesta patronal es pa’ festejar al santo patrono de acá, de San Margarito de las Cumbres- contaba el más joven mientras arreaba a un par de animales.

-¿Santo patrono? Es decir que se trata de una fiesta religiosa- dijo asegurando.

-Pos más o menos, porque se pone la feria en el centro, hay puestos, comilonas, y harta caña, primero se va a misa y luego al jolgorio, el padrino del santito hace de comer pa’ todos, aunque en todas las casas se hace un titipuchal de comida, también hay música y baile, vas a ver, se pone re buena la cosa- comentó emocionado el muchacho.

-Ya veo, al parecer sí se va a poner un muy buen ambiente- sonrió para seguir ayudando al joven con los animales- ¿Y cuándo es?- cuestionó.

-En un mes, por eso andan todos como locos, porque ya falta rete poquitito tiempo- nunca había estado en una celebración de ese estilo, por lo mismo a Gustavo le pareció atractiva la idea de conocer una costumbre de aquel lugar que lo había acogido y escondido.

 

 

 

 

Se había recuperado rápidamente, Nacho ya no soportaba estar en la cama y menos cuidado por su madre, pues lo trataba como niño y él ya era un hombre, el campo lo llamaba, extrañaba montar su caballo, extrañaba andar de arriba para abajo y por eso se esforzó en salir de casa cuanto antes. Iba tranquilo cabalgando rumbo donde estaban sus empleados, quería vigilar que los animales estuvieran en su lugar y que el par que mandó a cuidarlos hiciera bien su trabajo. Ese era su lugar, al ir por la vereda podía oler el pasto fresco, sentir la humedad de los árboles y la sombra fresca de los mismos, escuchaba el sonido de las herraduras de su equino pegar con las piedras del camino, amaba ese ambiente, era lo que le daba vida y lo hacía feliz. Inspiró y exhaló tranquilo, ya llegaba a la altura del lugar conocido como “La gruta” cuando de esos rumbos salió una figura muy conocida y detestada por él.

-Buenos días Nacho- Lorenzo Gavilán, montado en su caballo se levantaba el sombrero a modo de saludo.

-¿Qué haces por acá?- la gruta era de su propiedad, aunque el dueño del rancho vecino insistiera en lo contrario.

-Pos vigilar que mi lindero esté cuidado- sonrió ladino el hombre.

-Ya deja de chillar por lo que perdiste, dedícate a tus tierras y deja de estar amolando las ajenas, y si quieres reclamar, vete al camposanto y reclámale a la tumba de tu papá, pues él fue quien perdió las tierras que hoy son mías- ahora era él quien sonreía.

-Eres un alzao mocoso- expresó con molestia- por cierto, me enteré que te metieron un tiro, antes no te mataron- lo miró fijamente. Nacho sacó rápido su revólver y dio un tiro al suelo logrando asustar al caballo de su rival haciendo que éste tirara al jinete, en cambio Tanagra, como si supiera lo que su dueño iba a hacer se movió lo mínimo.

-El que me hizo ese hoyo me las va a pagar cuando me entere de su cara, y ten cuidado Lorenzo Gavilán, caerte del caballo es pa’ principiantes, no pa’ jinetes con experiencia- el otro sacudiéndose los pantalones y mirando con odio a Nacho tomó las riendas de su caballo.

-Te cuidado tú, no te vayan a hacer otro- dijo entre dientes.

-Claro que lo tendré, porque antes de que me madruguen, voy a madrugar a más de uno, ay te ves, ¡amos Tanagra!- moviendo las riendas el animal comenzó a correr dejando una nube de polvo que hizo toser al otro.

-Maldito mocoso, pero no he de fallar la próxima- entrecerró los ojos mirando con odio el rastro que su enemigo dejó.

 

 

 

 

El día más esperado de San Margarito de las Cumbres llegó, la figura de un santo hecha de yeso e impecablemente pintada iba cargada por cuatro hombres prolijos y fornidos. Detrás ellos el sacerdote, los acólitos, uno de ellos moviendo el incensario de un lado para otro, mientras el coro de la iglesia entonaba los cantos, luego de ellos una enorme multitud de gente siguiéndolos para entrar en la limpia y exageradamente adornada iglesia. Los cohetes tronaban haciendo que el estruendo se escuchara por todas partes. Los puestos de comida, ropa y  juegos tenían a unas cuantas personas, la mayoría no iría hasta finalizada la misa. Las calles estaban adornadas con papel picado colgado de hilazas que iban de una cornisa a otra. Las puertas de las casas tenían unos adornos hechos con papel y flores, el ambiente era festivo y todo el pueblo, practicaran la religión o no, se unía como pocas veces.

-Nacho, quítate el sombrero- el ranchero, iba vestido con su traje de gala, uno que su padre le había heredado, un conjunto negro hecho con adornos dorados, el moño del cuello era color café y el sombrero en color beige con bordados dorados en las orillas, su madre le decía que se quitara el objeto porque ya estaban dentro del templo.

-Ya voy madrecita- a cada uno de sus lados tenía a una mujer, su madre y hermana, junto a su progenitora estaba el citadino, el cual, con ayuda de Remedios, consiguió un traje ranchero de gala, también en color negro, con la única diferencia del moño, el cual era de color banco, color que le sentaba excelente debido a su tono de piel, Nacho disimuladamente lo miraba de reojo.

El ranchero notó que más de una chica se le quedaba mirando y a Gustavo también, ambos eran de los más atractivos ese día. Luego de los servicios religiosos que duraron cerca de dos horas, el sacerdote les dio la bendición y los asistentes salieron rumbo a las comilonas, puestos y juegos mecánicos.  Gustavo miraba todo con mucha expectación, era la primera vez que estaba en una fiesta patronal, todo para él era nuevo e interesante.

-Vénganse chamacos, vamos a comer a casa de Micaela, ella como madrina de San Margarito mató cuatro puercos y tres reses pa’ la comida- Remedios llamaba a los tres muchachos que comenzaban a desperdigarse.

-Mamá, yo quiero ir con mis amigas- Ángeles, quién iba enfundada en un vestido color verde que le llegaba un poco más debajo de la rodilla y con el cabello amarrado de lado, pedía irse con las demás chicas.

-No, primero comes y luego te vas con las chamacas, ahorita no- y así los cuatro llegaron a casa de la anfitriona, la cual tenía un mundo de gente, la cual reía, convivía y comía con gusto, los platillos iban desde barbacoa, salsas a comida hecha con masa de maíz como tortillas y empanadas de carne.

 

Luego de unas horas de comida, los tres jóvenes tuvieron la oportunidad de irse a disfrutar de la verbena. Ángeles con sus amigas se dedicaban a ver con felicidad a los dos hombres más guapos del momento, Nacho y Gustavo.

-Oye güero, ¿quieres ir al tiro al blanco?- preguntaba el ranchero mientras caminaba rumbo a sus amigos.

-Sí, vamos- ese día estaban ambos de buen humor y se llevaban bastante bien. Pronto llegaron donde los amigos de Nacho, los cuales saludaron amablemente al citadino, al platicar con él no les cayó tan mal como el día que llegó al pueblo, todos juntos, como si fueran amigos de toda la vida, reían, bromeaban y jugaban en el puesto del tiro al blanco, el cual ganó con ventaja Nacho.

-Oye güero, ¿y tú de onde vienes?- Teo, al amigo de Nacho le preguntó.

-De una ciudad lejos de acá- sonrió nervioso, entre menos gente supiera su origen era mejor, nada aún estaba en orden en ese aspecto.

-Tá bueno…- pronto una muchacha interrumpió a los hombres.

-Ho… hola…- Gustavo volteó y vio de quién se trataba.

-Señorita Meche, ¿cómo está?- el citadino la saludó y esta como respuesta le entregó un dulce típico, el cuál consistía en un pan redondo que en medio tenía manjar color rosa hecho a base de agua.- ¿Para mí?- ella asintió- Es muy amable, gracias- Teo le picó con el codo las costillas a Nacho, el cual no se había dado cuenta de la escena.

-Oye, el Tavito te la está bajando…- incorporándose, Nacho vio a la chica coqueteando con Gustavo y una extraña sensación se prendió en su estómago.

-La Meche- dijo en voz baja. Dejando el rifle del juego para que otro lo tomara caminó en dirección a esos dos- ¡Meche! ¿Cómo has estado?- se acercó y la tomó por la cintura, ocasionado que la chica se ruborizara.

-Na… Nacho, ¿Cómo andas?- escondía la cara bajándola.

-Toy mejor, írame- se soltó de ella para dar una vuelta que ella vio con detenimiento, para esto Gustavo miraba con extrañeza a Nacho.

-Te ves bien…- la chica lo aduló

-¿Y qué? ¿Pa’ mi no hay un dulce?- le susurró al oído

-Si… orita te traigo uno- alejándose rápido la chica se fue.

-La tienes difícil güero, ¡el Nacho no va a dejar a la Meche en tus manos!- exclamó Teo y soltó una carcajada, Gustavo también sonrió pero la mirada seria de Nacho evitó que siguiera con el gesto.

-Ni lo pienses güero- dijo el ranchero secamente mientras lo veía fijamente.

 

 

Luego de estar un rato con la muchacha, ésta fue requerida por las amigas y así se alejó de Nacho y Gustavo, el primero desde hacía unas horas tenía un semblante muy molesto.

 

La noche cayó y más de un ebrio ya andaba por las calles del pueblo, el kiosko se iluminó más que todos los días, porque el mariachi entonaba canciones para la gente que se acercaba. Como era costumbre de cada año en la fiesta, los músicos invitaban a subir a alguno de los presentes.

-¿Y ahora quién quiere aventarse un palomazo?- un mariachi regordete y con bigote preguntó. Los murmullos se escucharon, y nadie se atrevía.

-Andele, tú hijo, tu cantas bonito- Remedios que estaba ahí, junto con Ángeles y Meche, pedía a su hijo que subiera.

-Pero madrecita, yo no sé cantar- se excusaba.

-No seas argüendero, que cantas y re bonito, ándale sube- con ellos estaba Gustavo quien lo miraba desafiante, como lanzándole el reto de que no se atrevía, el hijo de Remedios asintió sonriendo a modo de aceptar.

-Tá bueno…- levantó la mano y por ser de los que estaban al frente el músico lo vio y le dio permiso de subir, todos conocían a Nacho por lo cual aplaudieron y esperaron que cantara, éste le susurró al hombre, que le permitió subir, la canción que cantaría y acto seguido la música comenzó.

 

Así enamorada… 
entrégame tú la caricia suprema de amor, 
con luz en la mirada, 
que ahuyente esa lágrima tuya, 
y olvide el rencor… 

Así enamorada, 
escucha esta canción que es para ti, 
y deja que esta noche apasionada, 
el mundo juzgue locos a los dos… 

Así enamorada, 
escucha esta canción que es para ti, 
y deja que esta noche apasionada, 
el mundo juzgue locos a los dos.

 

Durante la canción Nacho miraba en dirección donde estaba su familia, miraba cerca del lado de Meche, ésta sonreía emocionada, sin embargo junto a ella estaba Gustavo, quien escuchaba atentamente la letra de la canción y sentía la mirada fija del ranchero. Sonreía, le parecía curioso que cantara esa canción y no dejara de verlo, aunque para la chica a su lado la versión era otra.

 

Cuando acabó la melodía, todos los presentes aplaudieron sonoramente, era verdad, el ranchero no cantaba mal, se bajó del kiosco y recibió las felicitaciones de más de una muchacha y la de Meche. Sin embargo sonrió ampliamente cuando el dueño de cierta mirada celeste le palmeó el hombro.

-Cantas bien, ranchero- ambos sonrieron.

 

 

Ya era muy tarde, las mujeres, Remedios y Ángeles, se habían retirado unas horas antes a casa gracias a que un vecino subía con su camioneta. Los hombres se quedaron más tiempo, entre el relajo y los chistes, el alcohol comenzó a ser como agua, cerca de las dos de la mañana, varios borrachos estaban tirados en el parque o las escaleras de la iglesia.

 

-Amos güero, que nos van a regañar- un Nacho completamente ebrio apuraba a Gustavo.

-Ya voy… no me grites…- el tambaleante citadino, ruborizado por el efecto de la bebida contestó, estaba completamente borracho también.

 

 

 

-Así… enamoraaaadaaaaaa- cada uno puso su brazo sobre el hombro del otro, caminaban por la oscura vereda que llevaba a la casa grande.

-¡Caaallateeee! ya es noche vas a despertar a los vecinos- arrastrando las palabras Gustavo intentaba callar al cantante aficionado.

-¿Pos cuales vecinos? Si no más somos nosotros aquí- contestó.

-ah, sí, es cierto- y rieron ante el descubrimiento.  

Luego de un rato considerable, llegaron a casa, pero al no poder abrir la puerta principal, dieron la vuelta a la casa para entrar por la cocina, al estar tan borracho fueron por la ruta larga, yendo por el rumbo del establo, ahí estaba el cuarto que habían construido el citadino y Jacinto.

-Ira güero, el cuarto está más mejor que antes…- comentó Nacho.

-Pos si lo hicimos el… el… ¿cómo se llama?- Gustavo preguntaba, no se acordaba del nombre de su compañero.

-A ver…- el ranchero entró y con torpeza cayó sobre el catre de yute- ¡Ay! Me pegué en la choya…- se sobaba la cabeza. Gustavo fue tras él y por esta completamente oscuro no vio el camino y cayó al lado del otro.

-¡Ya me caí!- se carcajeó como si fuera lo más gracioso del mundo.

-Ven güero- Nacho lo jaló hacia él- Tienes los ojos re bonitos- decía aunque no los pudiera ver.

-Si… re bonitos- respondió el otro. A José Ignacio el corazón le comenzó a latir más fuerte que nunca en su vida, sentía la cercanía del otro hombre, su calor, su olor, su respiración.

-A mí nunca me han gustado los machos- dijo el ranchero.

-A mí tampoco- habló el otro.

-Pero no sé qué me pasa güero… no sé…- se acercó más al citadino, y como pudo logró que ambos se acomodaran en el viejo catre que hacía las veces de cama- No sé… que… me pasa…- y sin poder resistirlo más se acercó a la boca del otro, lo besó, se besaron, puesto que correspondió el otro ebrio, Nacho con desesperación tomó al citadino de los glúteos y lo acercó a él, en ese momento descubrió que ambos tenían una erección mientras se besaban con fuerza y deseo…

 

 

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

¡Gracias! 

Dudas o aclaraciones, estoy a un RW de distancia :D


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