Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Entre machos por Uberto B

[Reviews - 178]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

 

 

 

Ya era tarde, unos días habían transcurrido desde que por azares del destino tomó esa llamada que le alegró la vida. Cuando creía que no podía tener más suerte, la fortuna le sonrió nuevamente, Sabrina comenzaba su plan maestro, aquel que le daría, a su parecer, más satisfacciones de las que habría esperado durante toda su vida. Cuando Adán cayó en cuenta que no tenía su teléfono celular perdió un poco la paciencia, pues era un instrumento de trabajo necesario, nunca imaginó que la bella mujer a la que le contaba la pérdida del móvil, era quién en realidad se lo había arrebatado.

Astutamente, y para no generar algún tipo de sospechas, ella “amablemente” le regaló un nuevo equipo, con número diferente, según sus palabras ‘para dejar un poco lo rutinario’, tras una larga charla de convencimiento el rubio aceptó el regalo de su mujer y así concluyó el asunto. Nunca imaginó que su locura por la fémina le cegaría a tal grado de no ver lo que ocurría frente a sus ojos.

 

Luego de conducir durante un largo rato por las transitadas calles céntricas de la ciudad, detuvo el lujoso auto que Adán le acababa de regalar frente a un discreto local, por fuer aparecía una casa común y corriente, pintada la fachada de color blanco, y un amplio portón del mismo tono. La joven descendió de su vehículo con las gafas puestas, era una mañana soleada, con el bolso colgado y haciendo resonar sus tacones en el pavimento, se acercó y tocó el timbre del interfón.

 

-Diga…- una voz masculina se escuchó por la bocina.

-Soy Sabrina Quinto- contestó la mujer con su nombre como única respuesta.

-Adelante- un par de segundos trascurrieron cuando el crujido de la chapa le permitió el acceso. Caminó rumbo a la entrada principal, una puerta de madera, algo gastada, pero aún en buenas condiciones, jaló del picaporte el entró, el lugar por dentro era limpio, olía a el aromatizante que comúnmente se usa en cualquier tipo de oficinas. Las luces de lo que parecía ser la sala estaban encendidas, de pie, en ese sitio estaba un sujeto, vestido con traje color negro, y camisa azul, no llevaba corbata, él le sonreía.

-Es un gusto verte- la saludó con un beso en la mejilla.

-El placer es mío, no sabes cómo me alegra verte- con familiaridad la chica devolvió el saludo.

-¿Vamos a nuestro asunto?- con la mano derecha el sujeto le ofrecía el paso a una de las habitaciones que tenía la puerta abierta.

-Claro, vamos- dirigió sus pasos a donde le fue indicado. La pieza estaba acondicionada como un despacho, escritorio con computadora, teléfono, una par de sillones de piel y un televisor empotrado en una de las esquinas.

-Y bien, ahora sí dime, ¿qué es lo que deseas que haga?- tomando asiento detrás de su mesa, el hombre preguntó.

-Mira, este es un número del cual recibí una llamada hace unos días, intenté devolverla pero me fue imposible, puesto que una grabación me decía que ese teléfono no podía recibir llamadas y que no era necesario reportarlo. Así que al verme imposibilitada para comunicarme decidí ubicarlo. Al parecer por la clave lada no es de este estado- la mujer le alcanzó la hoja de papel en la cual estaba escrito el número. El hombre, de barba perfectamente delineada y de facciones joviales aunque su edad en apariencia era de casi cincuenta años, miraba atentamente el dato ofrecido.

-Efectivamente, la clave lada no es ni siquiera de este estado, pero tampoco del extranjero, es nacional, debe ser de algún estado vecino seguramente- contestó mientras tecleaba su computadora para encontrar algo, un par de minutos después el hombre sonrió- Como te lo dije es un número nacional, la clave lada es de un estado cercano- la mujer sintió el rostro iluminársele, Gustavo estaba cerca, no se había marchado del país, iba a ser más sencillo encontrarlo.

-¿Y… Y sabes exactamente de dónde?- preguntó llena de esperanzas.

-No, en el buscador solo me ofrecen el dato de dónde es la Lada, el rastrear el número y saber exactamente de dónde es, me costará tiempo, dinero y buscar colegas del Servicio Nacional de Telefonía- contestó mirando fijamente el papel el su mano.

-Lo que sea, no importa el precio, quiero que lo encuentres, yo sé que tú eres capaz de bajar al mismo infierno para encontrar un alfiler perdido, quiero que halles ese número, el lugar exacto, quiero saber de dónde se hizo esa llamada- con seriedad habló la joven mujer.

-¿Por qué la necesidad de encontrar ese número?- el sujeto puso el papel dentro de una carpeta que estaba sobre el escritorio y preguntó con curiosidad.

-Es un asunto personal, no te puedo decir mis razones, solo quiero que lo encuentres- la respiración de Sabrina se agitó unos segundos, para luego normalizarse.

-Pues bien, no haré más preguntas de lo necesario, déjame ver lo que puedo hacer, pero algo te aseguro…- el mayor detuvo sus palabras para ver a la chica.

-¿Qué?- lo vio directamente a los ojos.

-Sea quien sea, esté donde esté, voy a sacar de su madriguera a quien estés buscando, encontraré ese número y tú podrás saber lo que deseas- dijo con toda seguridad.

-Sé que lo harás, para mí es importante, y contar con tu ayuda es mi esperanza- sonriente la mujer se levantó de su lugar- De sobra está decir que este asunto es personal y confidencial ¿cierto?- se aseguraba.

-De sobra está mi querida Sabrina, este asunto es solo nuestro- dejó escapar una ligera carcajada- contigo haré una excepción, me pagarás cuando te entregue los datos que quieres, regularmente pido el cincuenta por ciento por adelantado, pero a ti te cobraré solo cuando haya concluido mi tarea- extendió su mano a modo de cerrar el trato.

-Perfecto, entonces que así sea- ella la apretó, era un trato- Tienes mi número celular, avísame cualquier detalle que quieras saber o si tienes noticias- dio media vuelta y salió del lugar, el hombre comenzaría pronto con su labor.

 

 

 

 

°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°

 

 

 

En la clandestinidad de aquella oscura noche, encerrados en el cuarto junto al establo, ambos hombres estaban acostados en el viejo catre besándose, sucumbiendo a sus instintos, a esa extraña fijación por el de ojos azules, Nacho devoraba con ansias, con locura la boca de aquel que muchos veían como su rival. Gustavo, respondía candorosamente al agresivo ósculo. Introduciendo sus manos por debajo de los pantalones del citadino, el ranchero podía sentir la suave piel de las nalgas del otro.

-Tas suavecito…- con su voz aguardientosa Nacho elogiaba la piel de su acompañante.

-No, no es cierto- un mareado Gustavo se separó del beso, logrando un gruñido por parte del otro.

-Onde vas, táte en paz- tomándolo de la nuca, el ranchero lo atrajo a su boca nuevamente, estaba embriagado de alcohol y del deseo por el citadino. Pronto sintió que la ropa era demasiado apretada en un área de la entrepierna. Mientras besaba al otro, el hijo de Remedios se desabrochó el cinturón y bajó el cierre de sus pantalones- Ora güerito… tu también…- con torpeza en su hablar, incitó al otro, el cual no comprendía. Unos momentos transcurrieron y el miembro erecto de Nacho estaba libre, besaba con locura al otro, el cual se dejaba hacer. Notando aún los pantalones del ojiazul, no le quedó más remedio que ayudarle- Mi güero…- dijo y haciendo los movimientos necesarios liberó los genitales del otro hombre.

-Nacho…- susurró cuando sintió su piel, su miembro junto al otro, ambos erectos, ambos lubricando- Nacho- mencionó con más potencia, y tomando con fuerza el trasero del ranchero, acercó mas los cuerpos de ambos y como si estuviera embistiendo movió su pene para frotarlo con el otro- Ah… aaaah- gemía, ahora no solo su ‘patrón’ disfrutaba, también él, disfrutaba de un cuerpo luego de tanto tiempo.

-Güero, güero- un duelo de estocadas se formó en ese momento, ambos frotaban con fuerza su hombría, era un placer que pese a la borrachera, disfrutaban con enorme satisfacción.

-Aaaaaaah- con fuerza, Gustavo imprimó una fuerte embestida.

-No… güero… el hombre soy yo- y haciendo uso de sus fuerza ahora fue nacho quien movió su pene erecto en una fuerte estocada, luego volvió a devorar la boca del otro.

-Noooo… yo…- el citadino imprimió fuerza en su movimiento arrancándose un gemido placentero, frotando sus lubricados penes los dos se entregaban a esa pasión desenfrenada que experimentaban en esos instantes. La respiración de Nacho comenzó a agitarse, el momento cumbre estaba por llegar, lo sentía, sabía que faltaba poco.

-Güero… aaaah…. Mi güero…- mordió con ligereza uno de los labios del otro, no pasaron más de veinte segundos cuando el semen del ranchero salió con potencia, su orgasmo había llegado, la respiración agitada de momentos antes comenzó a decrecer.

-Nacho… Nacho…. Aaaaah- era su turno, Gustavo arremetió con otra corrida abundante, el semen de ambos se mezcló, ambos miembros comenzaron a dormir, era la primera vez que los dos tenían un encuentro sexual con otro hombre. Cansados y aún ebrios se abrazaron, el cansancio hacía de las suyas, no se molestaron en acomodarse la ropa, el sex los había agotado y sin darse cuenta cayeron rendidos.

 

 

 

Los primeros rayos del sol entraban por las rendijas del recién reconstruido cuarto. El canto del gallo resonaba potentemente, las gallinas correteaban por el amplio patio, el sonido del nuevo día comenzaba a escucharse, arrugando la nariz y apretando los ojos, Nacho trataba de seguir durmiendo, se giraba de un lado, se giraba del otro y no encontraba la paz que deseaba, un punzante y ligero dolor de cabeza le aquejaba y era el motivo por el cual deseaba seguir dormitando, pero el ruido de afuera no lo dejaba, luego de unos movimientos mas, se percató que no estaba en las limpias y suaves sábanas de su cama, abrió los ojos de inmediato, como si de algo muy lejano se tratara recordó unos besos, unas caricias, un sexo ocurrido. A modo de resorte se incorporó del viejo catre de yute, la respiración le faltó por unos segundos.

-¿Un sueño?- se preguntó, bajó su vista y notó sus pantalones desabrochados y con el miembro en reposo de fuera- ¡Ay Chuchito!- su nerviosismo incrementó- ¿Qué pasó?- se rascó la cabeza, miró nuevamente hacia abajo y miró como unas manchas blancuzcas se habían secado en sus pantalones negros, era semen seco. Miró para todos lados, no había una sola alma más que la de él- ¡El güero!- gritó asustado, poco a poco los borrosos y lejanos recuerdos comenzaban a llegar, no había sido un sueño, se había encamado con Gustavo, su corazón latió frenéticamente, el nerviosismo lo invadió por completo, y lo peor de toda la situación es que el citadino ya no estaba, ignoraba desde qué momento se había quedado solo, pero al parecer el otro también se acordaba perfectamente de lo ocurrido. Se pasó la mano por la cara completamente hastiado, dejó que su debilidad por el ojiazul aflorara y esas eran las consecuencias, un enorme miedo por lo que fuera a ocurrir más tarde. Acomodándose los pantalones y dejando la camisa de fuera para disimular las manchas de semen, se levantó y caminó rumbo a la casa grande, era un momento muy incómodo, era la primera vez que se acostaba con otro hombre, era la primera vez que le gustaba otro hombre.

 

 

Entró por la cocina para no ser tan llamativo, su aspecto era el de un vagabundo, oloroso, sucio, despeinado y con las ropas hechas un desastre. El olor a café recién hecho llegó a sus fosas nasales, deseaba algo cargado y caliente, pero primero debía ir a cambiarse y darse una ducha. Caminó lo más sigiloso que pudo, pero antes de alcanzar la puerta que conducía al corredor directo a la sala, la voz de la anciana Consuelo lo detuvo.

-¿Tas llegando apenas chamaco?- petrificado, el joven volteó lentamente.

-Consuelito, no te divisé- sonrió nerviosamente

-Me di cuenta, ¿Qué? ¿Tás cansao?- la mayor se cruzó de brazos esperando una respuesta.

-Pos un poquillo- dijo de modo casual.

-Ah… ta bueno- Consuelo entrecerró los ojos- ¿Quieres café pa’ la borrachera?- esperó la contestación.

-Orita, namás voy a quitarme la mugre- se volvió para seguir su camino.

-Me dejas la ropa en el mueble, pa’ que la lave- nuevamente se detuvo, algo era sabido, su ropa era lavada siempre por María de los Ángeles, justo ese día la anciana la quería lavar, no lo podía permitir.

-¡No! ¿Cómo crees? Ya tú no estás pa’ lavar mi ropa, ay luego la lavo- debía evitarlo a toda costa.

-Déjate de berrinches, ay la lavo junto con la de Tavito, tá re manchada, no te apures que yo la lavo, para evitarle trabajos a tu amá o a tu hermana- el semblante serio de la cocinera se relajó para mostrar una cálida sonrisa.

-¿Consuelo tú…?- el corazón del ranchero bombeó sangre al por mayor, comenzaba a estar nervioso.

-Apúrate mijo, pa’ que desayunes, tu amá aún no se levanta y tu hermana menos, me dejas la ropa en el mueble- sin decir más volvió a sus labores domésticas, aún no entendía del todo lo que ocurría, pero Nacho por una extraña razón sintió un poco de carga menos.

-Gracias Consuelito- sonrió y se marchó a bañar, al parecer sería un día largo.

 

 

 

La hora del desayuno había llegado, Nacho dudó si bajar o no, le aterraba la idea de estar frente a frente con Gustavo, luego de lo que había pasado no quería ni verle la cara, se había descarado, se dejó llevar por todo lo que sintió en aquel momento, miraba por la ventana de su cuarto, no quería, no bajaría.

-¡Nacho!- desde afuera, una voz femenina lo llamó- Dice mi mamá que si no bajas sube por ti- Ángeles llevó el recado, y sabía que la cosa era enserio, si no iba, su madre subiría, haciendo uso de su valor, decidió bajar. Esperaba no ver al citadino, en verdad no quería verlo luego de lo ocurrido.

 

Con paso lento bajó la escalera, luego con el mismo ritmo se dirigió al comedor, antes de entrar respiró hondamente y caminó.

-Buenos días- como si nada entró y saludó.

-Buen día hijo, siéntate- Remedios lo saludó luego de besarlo en la mejilla- ¿Y eso que traes en el pescuezo?- cuestionó la señora de la casa.

-¿Qué madrecita?- inocentemente preguntó.

-Pos el moretón que traes- indicó su hermana. Lo recordaba, cuando se bañó vio el chupete que tenía en la parte baja del cuello, la camisa no lo había tapado, y por los nervios de no querer ver a Gustavo se le olvidó.

-Ah. Pos… eso… eso… no sé amá, no- negó haciéndose el inocente.

-Ándate dejando marcar y yo te voy a dejar una marquita como a las bestias si tanto te gusta andar con esas visiones, ándale, siéntate que ya vamos a almorzar-luego de reprenderlo se dispusieron a comer.

-Y… ¿Y el güero?- con cierto temor preguntó, llevaba un rato sentado y Gustavo no se había aparecido.

-Desayunó temprano, me dijo Consuelo, luego se fue a trabajar con Jacinto- contestó la mayor, respiró tranquilo, por el momento no lo vería, no tenía cara para hacerlo, recordaba perfectamente todo lo ocurrido, los besos y caricias que ambos se dieron, no sentía el valor para verlo como si nada.

-Ta bueno- sin decir más desayunaron entre pláticas de la fiesta anterior, y los chismes del pueblo. Sin embargo el único hombre sentado a la mesa no prestaba atención, se había sumido en sus cavilaciones, en sus pensamientos, en lo que en su corazón aquella noche había despertado definitivamente.

 

 

Nacho estuvo trabajando como de costumbre, pero lejos de la casa grande para evitar cualquier contacto con Gustavo, por más que hacía para sacar de su mente aquellos pensamientos no podía evitarlo, algo había cambiado por completo, su forma de ver al citadino ya no era la misma. Cabalgaba mirando los verdes prados, escuchando el sonido de las hojas al juntarse cuando el viento soplaba, el sombrero se le movía por la fuerza del aire…

-¿En qué momento pasó esto?- se preguntaba mientras veía al frente- No eres una vieja… ¿Por qué me pasa esto contigo?- su semblante jocoso y risueño de siempre se cambió en uno melancólico y triste- Vinistes a romper lo que yo creía, méndigo güero de ojos bonitos-

 

Ya caía la tarde, deicidio esa noche dormir temprano. Pero antes de llegar a la casa grande quiso pasar a su lugar favorito, “La gruta”. Un lugar envuelto en matorrales verdes y frondosos, una pequeña cascada estaba al lado de una pequeña cueva que servía para resguardarse cuando llovía o hacía calor, muy conocida por los lugareños, pero propiedad de las familia del ranchero, entonces era propiedad privada, ese lugar tan hermoso servía para cuando Nacho se sentía con ganas de pensar y no ser molestado, justo como en ese momento.

Cabalgó un par de kilómetros, amarró a su caballo a un árbol, escuchó unos sonidos más allá, pero no quiso hacerles caso, quizás un animal comía cerca. Caminó por la vereda de tierra que conducía a su lugar favorito. Unos metros más y llegó. Se paró en la entrada de la gruta, veía la cascada y escuchaba el agua caer, le relajaba el sonido, respiró hondamente, había sido un día largo y duro, de muchas aceptaciones y miedos. Cerró los ojos para sentir la brisa cuando el crujido de una rama rompiéndose lo alertó, volteó a la entrada de la cueva y desenfundado el revólver habló…

-¿Quién anda ay?- los pasos se hicieron más sonoros debido a que alguien salía de la cueva- Eres amigo o…- no pudo terminar de hablar, pues un hombre de ojos azules salió.- ¡Güero!- exclamó asustado, lo que no quiso en todo el día lo consiguió sin querer, estar frente a frente.

-Nacho- lo miró fijamente unos segundos, para luego desviar la vista, al parecer él también estaba incómodo.

-Güero… pos… yo…- no podía hablar como siempre, estaba avergonzado, por ello le dio la espalda.

-Nacho, esto, esto es algo que nunca había hecho en mi vida- dijo el otro- Lo recuerdo- como si de una sentencia se tratara, el citadino mencionó las dos palabras con seriedad- Yo no soy gay- apuntó con la voz temblorosa, estaba muy nervioso- No me gustan los hombres, nunca me han gustado- mencionó agachando la mirada.

-Pos a mí tampoco güero, los machos no son lo mío- contestó el ranchero mientras seguía viendo la cascada, su respiración había aumentado de ritmo.

-Está bien que lo dejemos en claro, porque eso que pasó no volverá a ocurrir, somos hombres y no nos gustan los hombres…- su voz no era la de siempre, Gustavo notaba que su tono de voz disminuyó cuando hablaba.

-Tá bueno- un nudo en la garganta se le formó al otro después de contestar. Pronto escuchó los pasos del citadino alejarse, él se quedó mirando el aguar caer, avanzar con fuerza y rapidez por el río en el que desembocaba, cuando se supo solo, por primera vez luego de muchos años de no hacerlo una traicionera lágrima se escapó de su ojo izquierdo -Así que así se siente… se siente re feo apá, re feo…- suspiró y otra lagrima siguió a la primera, por primera vez en su vida experimentaba lo que un día su padre le dijo que era ‘tener roto el corazón’ se sentó y sin testigos dio rienda suelta a ese recién conocido dolor…

 

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

¡Gracias!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).