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La subasta por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Parejas: Aomine-Kagami. Akashi-Kuroko.

La música sonaba con fuerza en aquel pabellón de baloncesto. Las mujeres allí presentes esperaban ansiosas que comenzase la gran subasta benéfica que la Universidad Seirin iba a realizar. Todas coincidían con Riko Aida en aquella fabulosa idea de hacer una subasta benéfica de sus jugadores de baloncesto con fin de ayudar a una organización que ayudaba a familias y víctimas del Alzheimer.

 

Entre bastidores, los que no estaban tan contentos con aquella idea, eran los propios jugadores. No sabían cómo se habían dejado convencer por su entrenadora para hacer algo como esto, desnudarse en una pasarela como si fueran un simple trofeo de carne mientras las mujeres de abajo gritaban y enseñaban los billetes gritando números, números que significaban lo que eran capaces de pagar por un jugador con tal de tenerles todo el día para ellas solas.

 

- Vamos, animad esas caras – sonreía Riko con efusividad – todas esas mujeres esperan por vosotros.

 

- Algo me dice que esto va a terminar muy mal – decía cabizbajo Junpei Hyuga.

 

- No seáis pesimistas, os adoran y es por una buena causa.

 

- ¿Por qué tenía que ser nuestro equipo? – preguntó esta vez Hiroshi Fukuda.

 

- Porque sois los chicos más atractivos de la universidad – sonrió Riko aunque todos agacharon la cabeza sabiendo que era un farol, una forma de evitarles el tema. Les mentía descaradamente a la cara simplemente para que subieran a ese escenario.

 

Kuroko que había mantenido su inexpresión durante todo el día, miró a su lado a un tenso y nervioso Kagami que no dejaba de mover las piernas con nerviosismo. Su amigo no era para nada bueno a la hora de parecer sereno, era un saco de nervios y seguramente lo que más le preocupaba era salir ahí fuera y desnudarse con sensuales movimientos intentando obtener la mayor puja posible y ayudar a la gente de la organización a la que darían el dinero.

 

- No te preocupes, lo harás bien – dijo Tetsu tocando el hombro de su amigo.

 

- Te ves muy tranquilo – intentó sonreír Kagami - ¿Cómo puedes estar tan bien con lo que haremos en unos minutos?

 

- Yo soy invisible, ¿recuerdas? – sonrió Tetsu – prácticamente nadie querrá pagar por mí. ¿Qué querrían que hiciera durante todo el día? Tengo un cuerpo débil, me canso con facilidad y la gente no suele fijarse en mí – susurró Tetsu segundos antes de sonreír.

 

- Hasta en eso tienes suerte.

 

- Tú en cambio eres atractivo, fuerte y las chicas se mueren por estar contigo. Seguro que pagan mucho por ti.

 

- Gracias por los ánimos, Tetsu – sonrió Kagami poniéndose aún más nervioso por el comentario de su amigo. Ya tenía bastante pensando en salir ahí como para que ahora su mejor amigo le dijera todo aquello.

 

- Dejemos de lamentarnos y pensemos en toda la gente a la que ayudaremos haciendo esto – se escuchó por encima de todo el ruido a Teppei – salgamos ahí y demostremos de lo que somos capaces los del equipo del Seirin.

 

Al grito de su capitán todos reaccionaron de forma efusiva convencidos de que con él al frente, nada podría pararles, ni siquiera el desnudarse frente a un grupo de mujeres desesperadas, ellos eran verdaderos hombres, valientes que se enfrentarían a todo. Iban decididos siguiendo a su capitán cuando Riko salió al estrado con un micrófono para presentar al primer participante de la subasta.

 

- Bienvenidas a todas a esta subasta benéfica – sonreía Riko con micrófono en mano – espero que disfrutéis con el espectáculo y pujéis alto para llevaros a uno de estos fantásticos sementales a vuestra casa.

 

Aquellas palabras hicieron que todos se sonrojasen al instante y quisieran abandonar de inmediato aquella absurda subasta pero Teppei volvió a repetirles las palabras de ánimo para que permanecieran todos en sus puestos.

 

- Sin más dilación, aquí está nuestro primer participante, él es nuestro capitán del equipo, robusto como un toro y con unas manos grandes como a todas nos gustan – sonrió Riko guiñando un ojo, dando a entender a todas lo que podría hacer con aquellas manos, eso sacó un grito de la multitud de mujeres – aquí está nuestro sensual Teppei Koyoshi.

 

El griterío aumentó igual que la expectación por ver salir al capitán del equipo, algo que tardaba en suceder y es que entre bastidores, sus compañeros empujaban a Teppei para que saliera mientras éste se agarraba a los laterales resistiéndose.

 

- ¿Qué ha pasado con tus palabras de ánimo? – preguntó Kagami empujando desde la espalda para que saliera.

 

- He cambiado de opinión, no quiero ser carne para esas mujeres locas – temblaba Teppei intentando aguantar.

 

- Teppei, no seas tímido – hablaba aún Riko por el micrófono – Creo que nuestro capitán necesita un poco de ánimo para decidirse a salir.

 

- Vamos, chicos, no podéis obligarme a hacer esto, mirad a esas mujeres de ahí – intentaba aún convencerles Teppei a su equipo para que no le obligasen a salir.

 

- Venga ya… sal de una maldita vez, no seas cobarde – le dijo Kagami cogiendo carrerilla y empujándole por la espalda lanzándole al escenario de golpe.

 

Los gritos se escucharon por encima de la música en el preciso instante en que Teppei salió a la vista de todas aquellas mujeres. Durante un segundo se quedó helado escuchando aquellas chirriantes voces, aquellos números que gritaban mientras enseñaban el billete.

 

- 2.250 yenes – gritaba una del fondo.

 

- 2.800 yenes – gritaba otra.

 

- Vamos, Teppei – susurró por lo bajo Riko – muévete un poco, tienes que ganar más dinero.

 

Teppei pese a mirarla con malos ojos, se incorporó como pudo y caminó por la pasarela como cerdo que va al matadero, con temor y pidiendo permiso a una pierna para poder mover la siguiente. Ya estaba ahí encima de ese escenario improvisado y no había vuelta atrás, una de esas mujeres se lo llevaría a su casa. Con vergüenza aún a moverse, su mejor paso fue bailar moviendo un paso a derecha y luego a izquierda. Su rostro era todo un poema, rojo como un verdadero tomate maduro mientras se quitaba la camiseta dejando ver su musculoso abdomen. Al llegar al pantalón, bajó la cremallera esperando que eso acabase pronto. La suma de dinero seguía aumentando y finalmente, su pesadilla terminó en 39.400 yenes cuando se estaba bajando el pantalón.

 

Al volver hacia el vestuario, Riko le dio una palmadita en la espalda tratando de animar a su cohibido capitán que la maldecía con la mirada por haberles prácticamente obligado a hacer algo tan descabellado como aquello.

 

- ¿Preparadas para nuestro siguiente jugador? Preparad las carteras chicas porque aquí llega un verdadero tigre rugiendo en nuestro escenario. Kagami Taiga. ¿Quién será la afortunada que se lo llevará a su casa?

 

El disco de música cambió dando paso al sensual Kagami con su elegante y provocativa sonrisa, vestido con su uniforme del Seirin y caminando con decisión hacia el borde de la pasarela mientras las mujeres gritaban y trataban de acercarse a él. Viendo aquel panorama y queriendo superar la suma que su propio capitán había conseguido, movió con sutileza su cadera convirtiendo aquella en pura expectación, obligando a todas las mujeres a fijarse en cómo movía su trasero. Kagami sonrió al escuchar a una de aquellas mujeres completamente histérica pidiéndole que se quitase todo. Quizá empezaba a sentirse cómodo siendo simplemente un plato de carne en una mesa de mujeres.

 

- No me lo puedo creer – susurró Tetsu tras bastidores – hace unos segundos estaba ahí sentado aterrado y ahora está encima de esa plataforma moviendo sensualmente el culo.

 

- Kagami nunca quiere perder contra nadie – se reía Hyuga – querrá ser el que más dinero saque de todos nosotros, estoy convencido.

 

- No creo que piense lo mismo cuando alguna mujer se lo lleve todo el día consigo – sonrió Tetsu.

 

- Tendrá una noche movidita, ¿no crees? – sonrió esta vez Hyuga con cierta perversión mostrando a Tetsu lo que pensaba que harían con Kagami. Seguramente sexo salvaje es lo que buscarían de él, de un tigre.

 

Kagami siguió bailando allí arriba, moviendo la cintura de la forma más seductora que podía mientras escuchaba cómo el dinero ya superaba al de su capitán. Pasó sus manos por su torso levantando consigo la camiseta muy despacio, dejando que las mujeres se deleitasen con su esculpido cuerpo hasta que consiguió quitársela por completo. El ambiente se caldeaba y hasta Aiko tuvo que coger la hoja donde tenía escrito el guión y tratar de darse aire. A ese ritmo, hasta ella se estaba excitando con sus sugerentes movimientos.

 

La mejor de las sorpresas para todos fue sin duda cuando Kagami se quitó el pantalón a lo bestia rompiéndolo por los costados dejando ver su tanga con la cara de un tigre al frente. Todos los compañeros se quedaron absortos mirándolo por su atrevimiento mientras las mujeres enloquecían completamente ofreciendo cantidades desorbitadas. Tras un par de movimientos más de trasero, la puja se cerró cuando una chica de cabello rosado que no había apostado aún pero no dejaba de lado su teléfono móvil lanzó la última apuesta, 170.000 yenes.

 

Todas las mujeres se giraron hacia ella dudando de que hubiera dicho esa cantidad, era imposible que fuera a pagar tanto. Hasta Kagami se había sorprendido quedándose inmóvil ante aquello pese a que la música continuaba.

 

- Vendido por 170.000 yenes – se apresuró Riko a decir.

 

Kagami recogió su ropa del escenario y volvió a mirar a la chica una última vez. Había vuelto a su móvil sin prestarle mucha atención. Todo era muy raro pero mejor para él si la chica iba a estar todo el día enfrascada en su teléfono en lugar de hacerle caso a él. Sonrió y se metió hacia el vestuario de nuevo apoyando su mano en el hombro de Tetsu.

 

- Te toca – sonrió mientras iba a buscar su ropa de calle para vestirse.

 

Tetsu sonrió y respiró hondo hasta que escuchase su nombre. Riko tomó entre sus manos un vaso de agua y bebió tratando de volver a la normalidad después del espectáculo que había presenciado por parte de Kagami. Una vez se pudo reponer, posó sus ojos sobre el guión y continuó con el espectáculo.

 

- Chicas, prepararos para nuestro siguiente subastado, el chico inocente del equipo del Seirin, el famoso jugador fantasma. ¿Quién está deseando llevárselo a casa? – preguntó indicando hacia bastidores viendo cómo Tetsu salía con cierto tono rojizo en sus mejillas.

 

Apenas tenía fuerzas para caminar aunque consiguió llegar a la mitad de la pasarela escondiendo sus manos en los bolsillos del pantalón. Estaba asustado y abrumado de tener todos aquellos ojos pendientes de él. Ni siquiera sabía qué hacer o cómo comportarse, él no era tan atrevido como Kagami, no era capaz de hacer un sugerente baile ni nada parecido, así que simplemente se quedó allí estático, observando con su sonrojo y esperando que todo terminase. Las chicas seguían diciendo cantidades pero toda la sala se sorprendió y se quedó en silencio cuando una voz masculina al fondo se escuchó sobre todas las demás.

 

- 170.000 yenes – se escuchó igualando la cantidad que se había ofrecido por su compañero Kagami.

 

Tetsu miró hacia la puerta igual que el resto de las mujeres que se habían quedado absortas al escuchar la voz masculina del pujador. Un chico pelirrojo y de baja estatura miraba hacia Tetsu con ojos confiados, sabiendo que él ganaría, él siempre lo hacía. Tetsu se tensó al reconocer a Akashi, ni siquiera había contado nada sobre él a su nuevo equipo del Seirin.

 

- 200.000 yenes – se escuchó la cifra de otra mujer alegrando a Tetsu, no quería irse con Akashi pero su ilusión y esperanza terminaron pronto.

 

- 335.000 yenes – subió la cifra radicalmente Akashi para distanciarse de todas las que no pudieran alcanzar esa cantidad, lo cual dejaba a la gran mayoría – y si alguien sigue subiendo volveré a hacerlo – dijo Akashi amenazando a toda la sala.

 

- Vendido – se escuchó a una absorta Riko al ver que nadie pujaría más, aquel intimidante chico había asustado a todos los de la sala.

 

Sin más que hacer allí arriba, Tetsu caminó hacia atrás por la pasarela sin apartar sus azules ojos de aquel chico bajito del final. No entendía qué estaba haciendo él allí, no sabía por qué había vuelto ahora a buscarle pero una cosa tenía clara, no quería que nadie de su equipo se enterase de su pasado con él, con ese millonario excéntrico.

 

- ¿Quién es ése? – escuchó Tetsu que le preguntaba Kagami ya vestido y listo para irse con su compradora.

 

- No lo sé – mintió Tetsu pasando de largo para ir a cambiarse.

 

Kagami observó cómo su compañero se marchaba hacia las taquillas algo cabizbajo pero no quiso preguntar nada más pese a saber qué ocurría algo entre el que había puesto el dinero y él.

 

Sin más dilación, cogió su bolsa de deporte y cargándola al hombro salió del vestuario buscando a la chica que le había comprado para todo el día. Estaba cerca de la salida mirando su teléfono móvil mientras el chico pelirrojo que había aparecido para comprar a Tetsu, la observaba como si la conociera.

 

- Estoy listo – habló por primera vez Kagami - ¿Dónde vamos?

 

- Al coche – comentó la chica caminando hacia fuera con la vista fija en el móvil.

 

Kagami acompañó a la chica hacia fuera sin perderla de vista pero ella no levantó ni una vez la vista de la pantalla de su móvil. Cabreado por aquella actuación y sin entender por qué querría esa chica pasar el día con él si no le iba a hacer el más mínimo caso, decidió preguntar.

 

- ¿Vas a estar todo el día enganchada a esa pantalla o tienes pensado algo más que hacer conmigo?

 

- Oh… yo no soy la que va a pasar el día contigo encanto – susurró la chica con una elegante sonrisa enseñándole la pantalla del móvil donde ponía un mensaje “ofrece 170.000 yenes”.

 

-  ¿Es una broma? ¿Quién ha apostado por mí?

 

- Eso es algo que no me está permitido decirte. Sube al coche, te llevaré donde tienes que estar. Ah y… ponte esto, te lo ha comprado específicamente para vuestro encuentro.

 

Kagami cogió la caja blanca que le daba la chica y lo zarandeó levemente entre las manos. Era una caja fina así que estaba claro que debía ser alguna prenda. Al abrir la caja el sonrojo se hizo presente al instante.

 

- No pienso ponerme esto – dijo cerrando la caja con rapidez.

 

- Claro que sí y por si tenías dudas… sólo ese tanga tan sexy de tigre debajo, nada más. Ahora sube al coche.

 

- Ni siquiera me has dicho cómo te llamas – dijo Kagami viendo cómo entraba en la puerta del conductor y le abría desde dentro el cerrojo de su puerta de copiloto.

 

- Soy Momoi. Momoi Satsuki – sonrió guardando finalmente el móvil y encendiendo el motor del coche – puedes aprovechar la parte de atrás para cambiarte si quieres.

 

El coche seguía en movimiento. Por momentos, Kagami pensaba que esa mujer podía estar completamente loca y que a saber dónde le llevaba. Se alejaban de la ciudad, de las extremas luces de las pancartas de Tokyo, se alejaban de la humanidad para ir a los barrios exteriores. Sus ojos se fijaron en uno de los trenes que salían de una boca subterránea y encauzaban su rumbo por las vías hacia el exterior, seguramente hacia algún pueblo costero. Satsuki aprovechaba en mirarle y sonreírle en cada semáforo en rojo en el que se detenía, como si eso fuera a tranquilizar sus nervios, no era así. Estaba vestido con ese estúpido disfraz y no sabía qué absurda apuesta había hecho esa chica para conseguir tenerle así.

 

Se resignó y suspiró cansado volviendo a mirar por la ventanilla. Al momento reconoció hacia dónde iban una vez apareció el mar frente a él. Antiguamente en esa zona había un vertedero pero hacía años que se había transformado en una zona urbana de amplio espacio y elegantes parques, la bahía de Tokyo, el barrio residencial de Koto.

 

- ¿Es el distrito Koto? – preguntó despegando por primera vez la frente del cristal para mirar mejor.

 

- Así es. Un bonito lugar, ¿verdad?

 

- Es bastante nuevo. No había venido por aquí nunca.

 

- Es una buena zona para vivir.

 

- ¿Vives aquí?

 

- Yo no – sonrió Momoi – pero la persona que quería pagar por ti, sí.

 

Tras apartarse de los altos edificios, el coche entró por algunas callejuelas perdiéndose entre casas particulares. No eran muy grandes, aunque todas disponían de sus dos plantas de altura y un pequeño jardín tanto delante como detrás. Momoi detuvo el vehículo frente a la valla de color verde de una pequeña pero bien cuidada casa blanca.

 

Kagami al ver cómo la chica sonreía, entendió que debía bajar del coche. Le daba vergüenza salir con esas pintas, vestido de típica sirvienta francesa y sabiendo que sólo ese minúsculo tanga de león estaba bajo la corta falda. Por lo menos ver la zona tan tranquila le calmó, no mucha gente podría verle así vestido y desde luego ninguno de sus compañeros. ¿Qué clase de pervertida había pagado por él?

 

- Le encantan los uniformes – sonrió Momoi entendiendo lo que estaba pensando Kagami al mirarse fijamente aquel vestido que llevaba puesto.

 

- Me imagino. ¿A qué clase de fetichista me has entregado? – preguntó divertido Kagami viendo la sonrisa de Momoi.

 

- Lo verás pronto. Está deseando estar contigo. Os lo pasaréis bien y nadie os molestará en todo el día.

 

Kagami siguió a Momoi a través de la puerta del jardín y llegó hasta el portal. Pensó que la chica tocaría el timbre pero no lo hizo, sacó unas llaves y abrió la puerta dejándole entrar al recibidor. La casa era asombrosamente luminosa y agradable, para nada lo que había estado imaginándose en el camino.

 

- Deja tu teléfono y tus cosas personales en esa cesta de mimbre.

 

- ¿En serio? ¿Ni siquiera el móvil?

 

- Hoy tienes el día ocupado. Nada de móviles ni distracciones innecesarias. Déjalo en la cesta.

 

- De acuerdo – comentó Kagami deshaciéndose de todas las cosas personales y metiéndolas en la caja de mimbre del recibidor.

 

- Toma esto y entra ahí para ponértelo – sonrió Momoi con cierta perversión – cuando salgas, ve directamente por ese pasillo hasta el fondo. Mi trabajo acaba aquí.

 

Kagami cogió la pequeña caja que Momoi le había dado y entró por la puerta descubriendo que era un baño. No muy grande pero lo suficiente para tener el retrete, un lavabo y una ducha. Abrió la caja con una sonrisa hasta que se le congeló de golpe al ver lo que había allí.

 

- ¿Estáis de coña? – gritó de golpe abriendo la puerta del baño pero ya no había nadie.

 

Cerró la puerta de nuevo encerrándose dentro, pensando si tenía que ponerse eso de verdad o le estaban tomando el pelo. Un maldito vibrador con control remoto… claro que a saber dónde estaba el control remoto, seguramente en la mano de la pervertida que había pagado por él. No pensaba meterse ese aparato para que una chica a la que no conocía jugase con el mando a hacer vibrar ese chisme en su interior.

 

Se sentó unos segundos encima de la tapa del retrete y se llevó las manos a la cabeza tratando de pensar en algo o más bien, pensando si irse o quedarse en aquella casa de locos. Debían estar enfermos si pensaban que se metería eso para que otro disfrutase sólo por verlo. Simplemente eso estaba fuera de todo lo que había llegado a pensar que podría ocurrir tras la subasta. Decidió que era el momento de retirarse, ahora nadie le vería y Momoi ya se había marchado.

 

Salió por la puerta y tomó el pomo de la puerta con su mano derecha comprobado que la puerta principal no se habría. Seguramente Momoi lo había dejado encerrado allí para evitar que escapase. La maldita de ella tenía todo previsto y planeado desde el principio. Tras tratar de abrir la puerta a golpes un par de veces y comprobar que seguía firmemente cerrada, se decidió por probar el resto de puertas del pasillo, todas cerradas también. ¿Cómo era posible? Lo tenían todo previsto. Miró en su mano aquel objeto vibratorio dándose cuenta de que no le dejarían salir hasta que cumpliera las órdenes que se le habían dado. Ahora mismo no era un tigre, era un gatito encerrado.

 

- Maldita sea – maldijo Kagami volviendo al baño.

 

Se sentó nuevamente en la tapa del retrete y miró el objeto en su mano. No podía creer que su única solución para salir de ese lío fuera ese aparatito. Sonrió sin poder creérselo y maldijo una y otra vez a Riko Aida por haberle convencido de hacer algo tan absurdo como esa subasta.

 

- Cómo odio esto – se quejó llevando las manos hacia la parte inferior de la falda negra que llevaba. No podía creerse que fuera a hacer algo así.

 

Se levantó ligeramente la falda de sirvienta que le habían obligado a ponerse y se bajó el tanga de tigre que llevaba dejando su intimidad al descubierto. Pensó unos segundos en lo que iba a hacer, no habría vuelta atrás. Sus dedos se habían quedado rozando aquellos sensuales y carnosos labios que tenía esperando la orden de introducirse en su boca para ser humedecidos.

 

Unos tensos segundos transcurrieron, segundos que observaba otra figura masculina sentado desde su cómodo sofá por aquella inmenso proyector. Al ver cómo Kagami empezaba a lamer sus dedos con sutileza para introducirlos en su interior, no pudo resistir a desabrocharse el cinturón del pantalón dejando salir su miembro. Ver aquella escena era suficiente para excitarse. Esa grabación iba a guardarla a buen recaudo. No siempre se tenía al tigre Taiga en esas condiciones.

 

Al final, había valido la pena tanto esfuerzo para idear su brillante plan. Desde que se enteró de aquella subasta, Aomine Daiki había tenido que trabajar duro para adecentar su casa, para convencer a su mejor amiga Momoi de que acudiese allí a pujar por ese pelirrojo, no quería a nadie más, sólo a Kagami. Tenía deudas pendientes con él y es que no le perdonaba la forma en que perdió aquel partido. Algo aquel día había hecho que se fijase en él, quizá su fuerza de voluntad para ganarle, ese optimismo que jamás perdió y que todos sus rivales perdían al enfrentarse a Aomine, todos tiraban la toalla contra él pero Kagami no, se había enfrentado como un digno rival y luchó hasta el final mejorando a cada minuto de partido. Ese chico era fascinante en todos sus aspectos y ahora estaba allí en su casa, enfrentándose a un nuevo reto, meterse ese vibrador.

 

La sonrisa de Aomine creció aún más al ver cómo introducía aquellos largos y humedecidos dedos en su interior tratando de dilatar todo lo posible la entrada antes de meter el aparato. El ángulo de la cámara no podía ser mejor para Aomine, veía bajo su falda, veía perfectamente sus dedos y no pudo evitar masajearse el miembro dándose placer, deleitándose con aquella vista que Kagami sin percatarse, le estaba regalando.

 

Un leve gemido llenó aquel cuarto de baño. Aún no podía creerse que estuviera metiéndose los dedos por alguna loca y chillona chica con morbosas ideas. Era humillante pero ya no tenía otro remedio que seguir. Al sentir que su entrada estaba lo suficientemente dilatada, metió el pequeño aparato en su interior para luego subirse el tanga de nuevo y bajar la falda. Era lo más bochornoso que había hecho en su vida y sólo esperaba que nada de eso saliera fuera de las paredes de aquella casa.

 

Kagami abrió la puerta del aseo para ir hacia el fondo del pasillo tal y como Momoi le había indicado que debía hacer. Sabía que la puerta estaba cerrada porque antes lo había comprobado al tratar de huir, pero por extraña razón, esta vez estaba abierta. ¿Cómo podía saber la otra persona que ya se había puesto el vibrador? Esa idea le hizo sentir un escalofrío.

 

Sus dedos terminaron de mover el pomo de la puerta hasta que una ranura empezó a abrirse frente a él. Entró muy despacio en aquella oscura habitación donde las persianas permanecían cerradas. Tan sólo la luz que entraba ahora del pasillo por la puerta abierta iluminaba un leve pasillo. Todo aquello no le daba buena sensación pero ya estaba allí así que entró sin dilación dispuesto a enfrentarse a lo que le viniera encima. Allá iba, a conocer al morboso comprador que le había hecho ponerse ese vibrador.

 

En el instante de cerrar la puerta, un intenso sonido se escuchó justo antes de que Kagami se acuclillara en el suelo sintiendo la vibración recorrer todo su interior. Ni siquiera pudo evitar soltar el gemido por la sorpresa. No esperaba que fuera a ser una sensación tan intensa pero el placer le recorría el cuerpo. Llevó su mano hacia su trasero queriendo quitárselo cuando escuchó una voz grave que venía del otro lado de la habitación.

 

- Yo de ti no lo haría, Kagami o la diversión se acabará.

 

¿Era Aomine? Sin duda alguna reconocería aquella perturbadora voz en cualquier lado, el jugador estrella del equipo de Gakuen Too. La sonrisa se dibujó en el rostro de Kagami y es que tan sólo él era capaz de engañarle de esa forma para tener su venganza por aquella derrota.

 

- Aomine Daiki – susurró Kagami entre risas y jadeos – debí imaginarme que sólo un pervertido como tú sería capaz de algo así.

 

- Bueno… los tigres nunca han sido muy inteligentes aunque sí me resultan muy sensuales – sonrió Aomine – tú y yo nos lo pasaremos bien hoy. ¿No crees?

 

- No lo sé… tú has pagado por tenerme hoy. No sé lo que has planeado en tu perfecto día.

 

 

 

Continuará...


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