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El Juego De La Oscura Pasión por MeikoShion

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Notas del capitulo:

¡He vuelto!

WARNING: Este capítulo tiene lemon, mucho de hecho. 

Están advertidos, así que sin más, los dejo con la lectura.

II

Efímero

 

Tentado y cual esclavo me acerco a besar esos apetecibles labios. Cierro los ojos, sintiéndome caer en un profundo sueño. Pero ahora no puedo dormirme, no cuando tengo semejante divinidad frente a mí.

Entonces es cuando pienso y reflexiono. ¿Cuándo alguien me había embelesado de tal manera? Recuerdos débiles y parpadeantes se hacen presentes, y sólo logran que mi cabeza duela. Bueno, en realidad no importa mucho. No es como si al recordar algo fuese a cambiar mi realidad, tan sólo estoy aquí, apáticamente tratando de rememorar lo que ya no puede ser, y que en efecto, no debería intentar evocar.

Regreso a la realidad; al escuchar los suaves, casi imperceptibles jadeos de mi hermosa presa. Con tal de contemplar su belleza seráfica, trato de enfocar mi ya nublada vista en esas fascinantes gemas que lleva por ojos. Mi respiración es casi tan irregular como la de él, y aunque resulte increíble, estoy temblando.

—“¿Estás asustado?”— cuestiono, con la voz un poco apagada. No sé si la pregunta va dirigida hacia él o hacía mí, porque no me ha costado nada darme cuenta  de que estoy actuando extraño, cómo si una fuerza superior estuviese manipulando y haciéndome delirar como un idiota.

Lentamente comienza a asentir con la cabeza, aún cuando no esperaba alguna respuesta.

—“No te haré daño”— y por supuesto que no se lo haría nunca. Es más, al tenerlo tan dócil e indefenso, sólo me hace pensar que lo quiero sólo para mí. Qué incluso soy capaz de protegerlo hasta con mi inmortal vida.  Aún así, no me atrevería a decírselo.

—“¿Por qué no?”— aún cuando su suave voz es relajante cual notas musicales, me deleita su tono desafiante. Sólo sonrió complacido. No sólo es sensual y hermoso. Su orgullo que creí muerto, ha regresado, mostrándolo con tal refinamiento, que a pesar de ser muy parecido a mí en terquedad, aún sigo pensando que se ve tan increíble y perfecto.

—“Porque me interesas”— me limito a responder, tratando de contenerme; acción que me parece ya un tanto imposible.

Antes de que decida emitir otra palabra, me acerco a besar su piel nívea. Me encanta su voz, sus ojos me atrapan, su piel me excita y su figura definitivamente me enloquece. Probablemente él no lo sabe, pero ya me tiene atrapado en sus manos.

—“¿Vamos a hacerlo?”— me cuestiona, moviendo suavemente esos labios malditamente deseables. Es increíble el cómo me  pone con sólo mirarlo, a pesar de que ya han sido copiosas las veces que le he dirigido mi entera atención.

Chasqueo la lengua, molesto e irritado. ¡Maldita sea! ¿Por qué me estoy comportando de semejante manera? ¡Él es sólo un humano más! Sí, eso es. Él es sólo uno más. Y a pesar de repetirme miles de veces que en efecto es sólo un humano de los muchos que hay, no puedo creérmelo, no cuando me arrastra a otra dimensión con sólo mirarme.

 Aún no le he respondido, y creo que no hace falta. Con sólo observarme, esboza esa mirada ruborizada que tanto me embarga. La concupiscencia de verdad me está matando y aunque trato de controlarme, ya no puedo, y es que basta con que me preste atención, sonrojado y jadeante, para que yo, el estúpido Tamiya caiga rendido ante sus encantos.

Ya no sé con cuántos halagos lo he descrito, ni cuantas veces me he acercado a degustar sus  satisfactorios labios de manjar. Pero sí soy consciente de que no puedo evitarlo, e internamente me maldigo, por caer tan fácil ante él.

Ahora si voy a enfocarme en mi objetivo, estoy decidido a marcarlo como mío, absolutamente mío, y es entonces cuando el romance se desvanece, dando paso a un fuego abrasador de lascivia.  Me gusta cómo se cubre el rostro, cómo toma ligeras bocanadas de aire y aún más, me gustan los gemidos tan excitantes que brotan de sus labios. 

No demuestra resistencia alguna. No miento cuando digo que en verdad siento estar delirando, y es que sus brazos me rodean, y sus finos dedos se clavan levemente mi espalda. 

—“Aún no sé tu nombre”— murmulla con voz quedita, a la vez que desvía la mirada hacia el ventanal, tratando de manera superflua ocultar su agitada respiración. Suspiro, y apenas trazo una sonrisa maliciosa.

—“Tamiya. Mi nombre es Tamiya”—

Al escuchar, traga saliva y me mira fijamente, sin desvanecer ese encantador rubor instalado en sus mejillas de porcelana. Reniego internamente otra vez, porque nuevamente me estoy distrayendo.

Frustrado y hasta algo desesperado comienzo a desabotonar su camisa, ya que me forcé a cubrir su bonito cuerpo, pues pensaba que en cualquier momento definitivamente no me podría controlar. En fin, eso no importa y ahora que lo pienso, ya nada me importa, y es que sólo ha bastado que esboce esa mirada asustada para que mi corazón empiece a latir de esa forma desenfrenada; como nunca nadie lo había hecho palpitar.

Y aunque probablemente está pasmado, sólo se deja hacer, y siento a sus dedos trepar hacia mi cabello. Sus ojos, ah, sus bonitos ojos verdes otra vez me llaman a perderme en ellos y probablemente acepte la tentadora invitación. Y sólo con pensar en sus seráficos e inocentes orbes, mis caricias sobre esa piel de seda se detienen, notando que estoy comportándome como un completo retrasado y que cada vez me contradigo descaradamente.

—“¿Qué sucede?”— interpela suavemente, tratando de regular su respiración.

—“Tú no quieres que esto suceda. Y comprendo, ya que hace unos instantes recién nos conocimos”— reflexiono por fin, sintiendo que mi cordura, o al menos la poca que poseo, regresa nuevamente a mí —“No hay prisa. Yo por ti esperaría siempre”— él únicamente se muerde el labio inferior, y sutilmente con sus manos me acerca hacia sí. Entonces sus suaves labios se rozan con los míos. Yo cierro los ojos, porque es él quién guía el ritmo del delicado beso.

—“Está bien si eres tú, Tami”— me sonríe, consiguiendo dejarme helado, porque ha acortado mi nombre cómo sólo mi hermana o algún conocido realmente cercano tienen permitido. Pero no me molesta en absoluto, no si es él.

—“Estás consciente de que no me voy a detener si te arrepientes, ¿verdad?”— más bien el que debería estar consciente soy yo, saltándome cual idiota excéntrico ésta oportunidad tan inusitada, pero pensándolo bien, no me molestaría ser un idiota excéntrico. Prefiero ser eso a lastimarlo.

Un ligero movimiento de su cabeza me indica que está de acuerdo, y suspiro aliviado, ante la errónea idea de que iba a declinar con mi advertencia.

—“Pero…”— y se detiene unos instantes, para mirarme fijamente con esas alhajas verdes que me quitan el aliento —“Ten cuidado. Y–yo no he hecho esto nunca”— al decir esto, suavemente ladea la cabeza, probablemente avergonzado de haber confesado eso.

Retrocedo un poco, asustado del espasmo que me dio al escucharlo. Otra vez adiós cordura. No sé cómo se le ocurre decirme semejante cosa, y bueno, no culpo, probablemente él no sabe que estoy cohibiéndome de una manera increíble, tanto que creo no poder soportar más.     

Sus bonitas manos intentan desabotonar el trabajo que ha quedado, pero me apresuro en hacerlo yo, y es que no quiero que ni si quiera él me arrebate el privilegio. Cada vez su piel nívea y tersa se asoma más y más, y al besarla, parece estar enfebrecida por la temperatura tan elevada que tiene.

Beso su mejilla, descendiendo suavemente hasta el cuello y prosiguiendo a su pecho, donde se aprecian sus rosados pezones, los cuales rozo apenas con mis labios, acto que ha logrado sacarle algunos sensuales suspiros.

 —“Eres hermoso”— logro articular, sintiendo perder aún más la respiración por ver lo sublime que es y cómo se ha ruborizado aún más ante mis palabras.

—“Yo no soy… hermoso”— replica, y no sé si lo dice por modestia o porque de verdad cree no serlo.

Ante su negativa no he podido evitar arquear una ceja, ¿no se ha visto a un espejo o qué? Aunque debería saber que es verdad, tan sólo por la forma  en la que me deja tan lábil.

—“Tami, ¿estás bien?”— me interroga en un susurro, preocupado —“Cada vez que pasa un lapso corto de tiempo te quedas como… si estuvieses divagando”— ¡maldita sea! Así que sí se dio cuenta.

—“Es tu culpa”— me excuso, sin derecho a contradecirle.

—“¿Mi culpa?”— pregunta confundido, y  asiento con la cabeza. Es su culpa y nada más que su absoluta culpa.

En seguida, pasando por alto su interrogante, procedo a lamer uno de esos rosados botoncitos, mientras el otro es estimulado con mi mano.  Ahora bajo lentamente, dejando un camino de besos hasta llegar a su plano vientre. Desciendo otro poco más y llego a la zona de la pelvis. Sonrío malicioso,  ya sabe que es lo que voy a hacer, es por eso que comienza a negar efusivamente con la cabeza.

 —“No lo hagas…”— pide agitado, y yo otra vez sonrío taimadamente, porque ahora su cuerpo está contradiciéndolo de manera impúdica. Él lo desea tanto como yo, y no me puede engañar.

Escuché claramente su reclamo, pero voy a fingir no haberlo hecho, así me evitaré problemas y ganaré semejante recompensa.

Suavemente beso sus muslos, comprobando mi teoría; su piel es tan tersa y hermosa por doquier. Mis manos que se han posado en sus caderas, se deslizan para separar sus piernas, dejándolo expuesto, y respecto a mí, yo simplemente tragó saliva, poniendo a prueba tan paupérrimo autocontrol que poseo.

Para mi deleite, ya está erecto y no puedo sentirme más prepotente. De ese modo, ya tengo una apología para  mis actos, yo sólo “quiero ayudarlo”. Con la justificación ya diseñada, me acerco a su miembro, con la clara intención de hacerle una felación. 

Con mis dedos tomé su pene y abrí la boca. Sus jadeos y gemidos me descontrolan cómo nunca, e ignorando el hecho de que yo debo estar más duro que él, comienzo a besar la punta de su sexo, bajando parsimonioso con mi lengua toda aquella extensión y subiendo nuevamente, de manera lenta así mismo. Ahora llega la mejor parte para él y probablemente para mí también, porque sin previo aviso, engullo todo su miembro y él  me recompensa con un grito que pienso me erizó por tanta excitación.

—“¡No! ¡No hagas eso!”— ruega, seguido de sus deliciosos gemidos.

Espero que se haya dado cuenta de que no tengo la más mínima intención de apartarme, no mientras siga gimoteando de esa manera que me enciende cada vez más y más. 

Sin detener mi actual labor, levanto la mirada, deleitándome con el fascinante espectáculo que mis afortunadas pupilas son capaces de captar; y es que jamás vi una imagen tan enfermizamente sensual. Él, con toda su belleza antinatural, placenteramente sonrojado y excitado, mordiendo su labio inferior, y estrujando de esa manera las sábanas.

Maldición. Él quiere que termine sin siquiera haberme tocado.   

—“¡N–no!”— ya me había pedido eso, aún así me encanta que insista tanto en que me detenga —“P–pa… ra,  yo… tú… voy a… a”— sé que trata de decirme, y no sólo lo desobedezco, sino, que empiezo a succionar más fuerte y a incitar aún más a su despierto miembro.

Lanza otro de esos provocadores quejidos de placer y siento su caliente semilla en mi boca. Seguramente él pensaba que yo iba a escupirlo, por la mueca asombrada que esboza al verme beber todo de un trago. 

Para evitar morir asfixiado, jadea, y me mira algo avergonzado. No puedo estar más satisfecho, ya que probé cada pedacito de su piel y no sólo eso, sino que he tenido el privilegio de verlo retorcerse en las sábanas, por nada más y nada menos que exquisita y genuina lascivia.

—“No es… justo”— logra pronunciar, respirando aún con dificultad —“Yo… ya llegué a mi límite y tú… ni siquiera te has quitado la ropa”— sonrío ampliamente, sintiéndome cada vez más maravillado de verlo.

Me siento erguido entre sus muslos. Con cuidado lo sujeto por la cintura y lo atraigo hacia mí. Los suaves mechones de su cabello púrpura se han desordenado y ahora tapan sus ojos igualmente bonitos. Con la excusa de rozar reiteradamente sus mejillas, tomo entre mis dedos aquellos cabellos y los coloco tras su orejita.

Apenas me quito el saco, y sólo he desceñido los dos primeros botones de mi camisa. 

—“Todo tuyo”— le susurro en el  oído, trazando una sonrisa seductora y algo maquiavélica.

No esperaba que actúe tan rápido, porque a pesar de que sus manos tiritan ligeramente, ya ha empezado a quitar los obstáculos de tela que separan nuestras pieles.

Cómo está cabizbajo, puedo ver únicamente sus sonrojadas mejillas y el esfuerzo que hace por desvestirme. Tras desnudar mi torso, de una forma hasta provocativa baja la bragueta. Sonrío disimuladamente, seguro de que ha superado su límite, y dispuesto a terminar con los vestigios de ropa que han quedado, él me sorprende antes, pues algo nervioso y vacilante comienza a toquetear el apresado bulto de mis pantalones.

Gruño bajito. Debo admitir que me ha gustado que me tome desprevenido. Aunque esa inexperiencia de la que me hablaba no se ha desvanecido del todo, aún respira agitado, logrando apenas tocar los bordes de mi bóxer con sus largos dedos.

—“¿Ya no puedes más?”— y aunque he dicho eso de broma, a él no le ha hecho nada de gracia. Lo sé por la enojada forma en la que me miran sus ojitos, hasta su bello rostro hace un ademán indignado.  

—“Puedo… hacerlo”— rebate en un susurro, algo inseguro.

Para ya pasar esta faceta, y porque además ya no aguanto, me he sentado en el borde de la cama y de un tirón me he quitado los pantalones. Sabrá dios en donde los he arrojado.  Ahora sí, le he dejado más fácil el trabajo. Pero el parece aún seguir nervioso, ¿y por qué no?, hasta tímido, considerando que es su primera vez.

Delicadamente guio su  mano hasta mi pecho, haciéndola descender luego hasta mi abdomen.  Definitivamente amo lo lindo que se ve así, demostrándome su inocencia. Demostrándome que voy a ser el primero.

—“No tengas miedo de tocarme. Tócame tanto como yo te toqué a ti”— simplemente desvía su mirada y su mano apenas sigue las ligeras curvaturas de mi marcado abdomen, va a sonar presuntuoso, pero mi cuerpo no está nada mal.  

—“N–no puedo hacerlo tan bien cómo tú”— murmura azorado, mirando hacia el suelo.

Él logra muchas cosas en mí. Así cómo puede excitarme como un animal salvaje, de un segundo para otro puede enternecerme.

Lo atrapo en un veloz abrazo, y cierro los ojos, aspirando ese aroma tan característico de mi hermoso humano. Es un sueño. Sí, eso debía ser. No creí ser capaz de sentir tanta felicidad en un tiempo tan escaso.

—“No importa”— musito con voz queda, sin liberarlo de mi abrazo —“Me basta con tenerte así”—

 Casi sin querer nos separamos, lo único que permanece son nuestras respiraciones tan cercanas y nuestros ojos ni siquiera se han podido desviar.  

—“Dije que estaba bien sí era contigo”— un suave runruneo que me aleja de toda cordura. Aún así no lo demuestro y me quedo inmóvil, escuchando su bonita voz —“Por favor. Yo quiero que tú me…”— seguramente le va costar mucho terminar la frase. A pesar de ello quiero que me lo diga —“…tomes”—

Ahora sí ha desviado sus preciosos ojos. Está aún más ruborizado que antes, tanto, que los tomates se verían descoloridos y  marchitos a su lado. Y tal parece que es mi turno de respirar agitado, por obtener su permiso en voz alta.

Vuelvo a besarlo, mientras lo recuesto en la cama. Yo me afano en tocar su sensual cuerpo, él simplemente rodea mi cuello con sus brazos.  No importa cuántas veces lo bese, sus labios siguen siendo tan dulces y suaves.

La falta de aire nos obliga a separarnos.   Otra vez mis manos recorren su curveado y  fascinante cuerpo, disfrutando el tacto de sus largas y torneadas piernas, separándolas, para luego acomodarme entre ellas.  Me quito la estorbosa ropa interior. No me he tocado en todo este lapso de tiempo, por eso apenas rozo con mis dedos la dolorosa erección y eso ha logrado sacarme un quejido.

Llevo tres dedos a mi boca y comienzo a lamerlos, retirándolos cuando siento que ya están lo suficientemente humedecidos. Los acerco hasta su entrada, palpando con cuidado, y con la misma cautela con la que he llegado es que empiezo a hundir paulatinamente el primer dedo y el segundo, casi en seguida. Tan sólo gime de dolor, y comienza a respirar  pausadamente, tratando de relajarse. Lentamente los muevo, ahora es más fácil porque al parecer está consiguiendo relajarse. Ya cuando siento que su interior se ha acostumbrado al par de intrusos, introduzco el tercer dedo, por fin palpando en que se ha adaptado a todos ellos.

Los retiro, para ahora sí tomar mi miembro que parece querer explotar por el cúmulo de sangre. Lo acerco hasta aquella entrada, rozando reiteradamente, deseoso de entrar de una estocada. Y a pesar de que simplemente ya no puedo aguantar, comienzo a introducirlo lentamente, primero la punta, a la que parece no acostumbrarse aún.

—“N–no te detengas. Sigue…”— pide en un sollozo, a la vez que respira aún de esa forma tan despaciosa.

Sé que le duele. Aún así le hago caso y termino de meter mi miembro en tan estrecha cavidad. Gimo, ante tal vorágine de éxtasis, y él, él grita, ante el dolor que sin haberle leído la mente, sé que está sintiendo.

— “¿Te duele?”— cuestiono en un gemido, sabiendo la obvia respuesta —“Sí me lo pides, puedo sacarlo”—

—“Me duele, pero… no quiero que lo saques…”— admite en un lamento —“S–sólo espera un momento… yo aún… no puedo asimilar tu…”—

—“Ya te dije que yo por ti esperaría siempre”— lo interrumpo, enseñándole una sonrisa conciliadora, una sonrisa que no le he dedicado a nadie. Hasta ahora.

Él me devuelve el gesto, aunque dura apenas unos segundos, por que otra vez aprieta fuertemente la mandíbula, y comienza a inhalar y exhalar por su boca, creando un ligero vaho.

—“P–por favor… hazlo”— me suplica con ese tono que me enardece. Debería dejar de usar ese acento, porque para mí, sus deseos son ordenes.  

 Crujo los dientes al empezar con la primera estocada, sigue tan estrecho, su interior arde y me está estrujando, pero por lo menos se ha relajado. Por sus gemidos sé que ya no siente sólo dolor, de hecho, ahora hasta lame sus labios, poniéndome peor que antes.

Sus manos han dejado de apretar las sábanas, sólo para subir hasta mi espalda, la cual rasguña cuando comienzo a subir la velocidad del vaivén.  Sus piernas me rodean y me atraen hacia sí, e incluso yo he notado como cada embestida se hace más y más profunda. Voy a morir. Del placer o de la felicidad, cualquiera de los dos me viene bien.  

Sus gritos llenos de placer no ayudan en nada a que mi cordura tan misérrima regrese. Me está llevando con él, arrastrándome a ese torbellino de éxtasis, tanto, que apenas puedo acallar mis propios gemidos.      

—“Ya… ya no puedo”— avisa entre jadeos, posando sus manos en mis hombros —“Se empieza a sentir mejor que antes” — ahora se calla, para seguir deleitándome con sus gemidos.

—“Ya… lo sé”— apenas logro decirle, y beso su frente, sin detener mis caderas. Esto es justo lo que quería, que se funda conmigo, que me pertenezca única y absolutamente a mí. Después de esto, él no va a poder negarme que es mío.

Con más fuerza que antes, lo embisto, tomándolo de la cintura para impulsar el desenfrenado movimiento, adentrándome violentamente en su delicioso y aún estrecho pasaje, resintiéndome aún más ante el libido que nos hala, y que, parece hacernos llegar al mismo cenit de la pasión.

—“¡Tamiya!”— grita, mientras comienzo a masturbarlo al ritmo de las embestidas. Qué diga mi nombre así, me descontrola aún más. Muerdo mi labio inferior, tratando de no acabar sólo por oír sus gritos —“Bésame”— y sin esperar a que lo repita, lo beso, y cierro los ojos, sólo para concentrarme en todo lo que cada parte de mi ser está sintiendo. Sí no necesitásemos oxígeno, seguramente ese beso hubiese sido eterno.

—“Estoy ya en mi límite”— y por su expresión, sé que el también. Entrecierra sus ojos verdes exóticos, y sonríe dulcemente.

—“Acaba dentro de mí…”—

Al saber que ya todo va terminar, comienzo a penetrarlo cual poseso, sintiendo como ya ha llegado el momento de eyacular en su interior. Él me recibe completo, arqueando su espalda y lanzando otro de esos gritos que me enloquecen. Respiramos trémulos, devolviéndonos una sonrisa sutil.

Salgo de él, con cuidado, escuchando el suspiro que suelta cuando finalmente nos separamos. Mientras trato de regular mi respiración, palpo sus sedosos cabellos purpúreos y me recuesto a su lado.

—“Mitoki”— pronuncio suavemente, sintiendo satisfacción al llamar por primera vez su nombre.

Nos acariciamos dócilmente, hasta que por fin, Morfeo logra cerrar nuestros ojos, para apartarnos a su mundo de descanso.

·

·

·

A pesar de haber despertado, no abro los ojos, pero sé que aquello que ha rozado casi con miedo mi mejilla ha sido la mano de Mitoki.  

Ligeros pasitos, y el chillido de la puerta logran hacerme abrir los ojos. Enfoco mi nublada vista hasta algo que centella ligeramente y luego se desvanece en la oscuridad.

Entonces, al darme cuenta de que Mitoki no está reposando a mi lado, me visto rápidamente y sigo el trayecto de la desvanecida lucecilla.

—“¿A dónde vas?”— le cuestiono, cuando por fin lo he divisado en medio de la oscuridad, bajando silentemente las gradas.

Se detiene, aunque aún no ha girado a mirarme. Suavemente se voltea, enseñándome sus ojos levemente hinchados, ¿él había estado llorando?

Me dirijo hasta Mitoki, retrocediendo asustado al darme cuenta de que aquella pequeña cosa que brilló es una sortija elegante, ubicada en el dedo anular de su mano izquierda.

No puede ser. Me niego a creerlo. El mundo se derrumba.

Acaso él….

¿Me había usado?

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por sus comentarios, de verdad que me animan mucho a seguir con la historia. 

Agradezco los hermosos reviews de Kim Minti, Nickyu, y de los dos lindos anónimos que me escribieron. 

Espero recibir sus adorados reviews, me encanta leerlos. ^^ Por favor, comenten.

Por cierto, cada vez que Nickyu actualice, actualizaré yo (no me culpen, es la forma en la que puedo olbigarla a dejarme ver lo que sigue de la historia ^^U) Así que ya saben, para continuar la historia no deben pedirmelo a mí, sino, a ella. ♥ 

Cuídanse mis bombones, y nos leemos en la próxima actualización. 

Meiko Shion


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