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Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento por ZAHAKI

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Notas del capitulo:

Ni qué decir. Ya, lo acepto, soy una irresponsable. Merezco todo el vilipendio y oprobio por tardarme tanto en actualizar, pero de verdad que este capi me costó editarlo para que yo sintiera que quedara aceptable al sentido Gintamesco sin caer en el OoC, no obstante no sé si lo logré.

En fin, me dejo de excusas. Disfruten.

Guía práctica para tratar con un idiota y no enamorarse en el intento

By Zahaki

Paso 4.- Perro que ladra no muerde.

 *****

El día había transcurrido más o menos normal y con más o menos se refería a que no tenía nada de normal en la Yorozuya, lugar que para el momento se encontraba sumido en el peor de los caos protagonizados nada más y nada menos que por una momia.

Ah, no. Tan sólo era la arrendataria.

—¡¿Cuándo piensas pagar la renta, holgazán?! ¿Crees que voy a mantenerte, maldito vago? Ni que fueras mi marido.

El pensamiento hizo que Gintoki tuviera un par arcadas involuntarias.

—¡Tú no me mantienes, vieja bruja! Y claro que te pagué la puta renta ¿O Acaso creíste que movería toda esa basura polvorienta de gratis? Gin-san tiene muchas cosas mejores que hacer que ocupar su tiempo en remodelar la tumba de Tutankamón.

—Hurgarse la nariz no es una manera de ocupar el tiempo Gin-chan —acotó Kagura obteniendo como respuesta un gruñido por parte de su particular benefactor.

—Que no pase de esta semana, Gintoki —advirtió Otose manteniéndose prudencialmente ajena al intercambio de los residentes—. Si no consigues lo del alquiler tendrás que buscar a donde arrastrar tu patético trasero después que termine contigo.

Una amenaza que por supuesto volvería a quedar sin efecto con la primera distracción que se atravesase delante del moroso inquilino.

Tras otra larga lista de improperios sumados a más indeseadas e inesperadas visitas, el día al fin había llegado a su ansiado término. Sin un trabajo, sin una cena decente como para tan siquiera ser considerada “cena” y sin una presencia que ligeramente había echado de menos a pesar de que no lo admitiría incluso a riesgo de perder sus preciadas y sufridas pelotas.

Las luces en la Yorozuya se habían extinguido hacía un rato, contrastando con las linternas que iluminaban los recovecos de un Distrito Kabuki demasiado silencioso para ser un viernes de vicio que acostumbraba a ser un tanto más bullicioso.

—¿No vas a dormir, Gin-chan? —consultó Kagura acomodándose en el espacio libre de la ventana a su lado mientras masticaba un pedacito de sukonbu, el cual Gintoki no se molestó en preguntar de dónde había salido considerando las escasas finanzas por las que habían atravesado las últimas semanas.

—Los adultos no tienen horario, mocosa; y asegúrate de lavarte los dientes cuando termines eso.

La mirada rojiza inspeccionaba hasta donde la periferia le permitía y según los datos que captaba, no pareciese que la noche fuese a traer consigo ningún fugitivo imbécil de esos que parecía atraer tan a menudo como para no considerar que fuese víctima de alguna especie de atentado. Gintoki no sabía si sentirse aliviado o ansioso y eso era algo que llevaba días incomodándole hasta niveles de inexplicable irascibilidad.

—Los perros del gobierno no han jodido mucho últimamente —fue un comentario casual que causó una respuesta inesperada.

—Elizabeth dijo que Zura voló un almacén de pruebas así que han estado ocupados y él ha tenido que esconderse un tiempo cuando las pistas lo delataron.

Gintoki dejó ver una expresión que era una mezcla entre comprensión y alivio, la cual no fue vista por Kagura, y casi sin pensarlo respondió:

—Así que por eso no ha venido a mostrar su horrible cara.

Kagura procedió a encogerse de hombros no muy interesada en el tema y sin hacer muestras de haber notado la intranquilidad del Yorozuya, redirigió sus pasos hacia el armario que hacía el papel de su habitación mientras murmuraba algo parecido a un «Me voy a dormir. No te desveles, intento de adulto aru».

Quedándose a solas, el Yorozuya concedió unos minutos al silencio y sus reflexiones —unas más incoherentes que otras por cierto—, y es que para él no podía haber nada más ilógico que la inquietud que le producía la amenaza proferida por Katsura Kotarou de no volverse a aparecer delante de él.

Quizá por esa sentencia se mantuvo en ese incomprensible estado de enajenación que finalmente terminó haciéndole buscar en cada rincón y recoveco de Edo la negra y sedosa cabellera o a alguien ataviado con un ridículo disfraz sin que en realidad cumpliera su verdadera función de ocultar su identidad mientras hacía su caminata día y día sin que recibiera señales de su acosador personal.

Gintoki sabía de antemano que tarde o temprano el patriota iría hasta él para realizar alguna clase de solicitud a la que por supuesto se negaría. También tenía la certeza de que por más herido que estuviera el orgullo de Katsura, su buena naturaleza le haría ceder si la situación lo requería y eso es algo que en silencio agradecía quien alguna vez ostentó el título de Shiroyasha, porque así no cedería a su ansiedad y no caería en el juego de la búsqueda del terrorista que pese a sí mismo comenzaba a extrañar.

Con la nueva información, tal vez tendría que acostumbrarse a la idea de que pasarían varios días más antes de que Zura volviera a aparecer y pudiera burlarse con altivez y echarle en cara que sería imposible que mantuviera su promesa y lo dejara en paz de una vez por todas, y en el fondo, esperaba eso. Esperaba ver el rostro de Katsura altivo, sus facciones comprimidas con una molestia por demás fingida. Irrisoriamente, quería escuchar su discurso incoherente de perdonarle a pesar de que Gintoki nunca hubiera pronunciado una disculpa apropiada para compensar el orgullo herido del patriota.

Lo quería, pero no hacía falta todo eso. Lo único que realmente quería era que Zura apareciera, y si pedía compensación, acudiría a su capacidad de improvisación para dejarle satisfecho sin comprometer su pellejo a caprichos revolucionarios.

Sólo quería que Zura dejara sin efecto su amenaza de no volver y volviera.

Notas finales:

Sigo pensando que no fue lo que esperaba así que si tienen alguna queja, ya saben donde hacerla.

Besos.


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