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Cuando te encuentre por NEY OTAKU

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Notas del capitulo:

Hola (?) Bueno, no les hago del cuento largo. Para no hacer un capítulo muy largo decidí dividirlo en dos, ya les explicaré en la página :) 

Gracias por esperar. 

Escuchen: https://www.youtube.com/watch?v=CAuut6s-1qg

Capítulo 6: Dolor y fuerza.

 

Era la mañana de un viernes, había un poco más de frio de lo normal. El departamento estaba en silencio. Dos cuerpos yacían sobre la cama, uno…prácticamente usando al otro como almohada.

Era la mañana del sexto mes de embarazo y TaeMin desde el número cuatro ya sabía cómo dormiría lo que restaba, o tal vez desde ahora sería buena idea usar esa postura… siempre y cuando a MinHo no se quejara. Aunque ya pasadas muchas noches así ya no tenía mucho de que quejarse.

MinHo hubiera deseado estarlo abrazando pero…pareciera que su espalda era más y absolutamente cómoda para el castaño.

Las manos de TaeMin, una sobre su vientre, la otra rozando una de las piernas del alto, su cabeza descasando sobre una parte lateral del cuerpo de su novio, cerca de los riñones.

El gruñido de pura protesta por parte de MinHo no fue lo suficiente para despertar a TaeMin, quien, como buen dormilón apenas y había fruncido el ceño en cuanto sintió que su almohada se movía.

—Tae —le llamó con la cara enterrada en la almohada (la de la cama), giró el rostro por sobre su hombro y empezó agitar perezosamente el brazo. Cuando alcanzó a rozar el costado del castaño aferró su mano a lo que parecía la camiseta holgada (su camiseta) con la que le gustaba dormir—, Tae…estoy entumido.

Los parpados de TaeMin revolotearon y frunció aún más la nariz.

—Necesito ir al baño —suplicó, y de verdad que quería ir.

Se deslizó como pudo, siendo cuidadoso para dejar que TaeMin cayera suavemente sobre el colchón, los gruñidos de protestas empezaron, MinHo sonrió con diversión, una de sus grandes manos  se posó sobre el vientre, la otra  bajo la camiseta, se dio el gusto de acariciar cada pedacito de piel. Sus dedos, a diferencia con los del castaño eran ásperas, toscas, más trabajadas, por lo que al acariciar siempre era cuidadoso, sobre todo ahora sobre el vientre.

Cada vez que miraba a TaeMin se daba cuenta de cuanto sentía que era su deber protegerlo, amarlo, estar a su lado, apretarlo en sus brazos, llenarlo de besos; regalarle los mejores días, hasta su propia vida.

—Eso se siente bien.

MinHo giró el rostro hacia su novio, todavía tenía los ojos cerrados, pero una agradable sonrisa adornaba su cara. Con cuidado se inclinó y besó su vientre, justo sobre el ombligo, seguidamente los labios de TaeMin.

—Ojala así me despertaras todas las mañanas.

Sus ojos risueños, eran encantadores.

—Pídelo y siempre será así.

—Hazlo por siempre MinHo, ámame siempre.

¿Amarlo? ¿Por siempre? Eso no tenía que pedirlo, ya lo estaba haciendo, estaba dejando cada parte de su ser en esa tarea. Sin importar nada, sin duda alguna, pensaba convertirlo en su mundo.

—Por siempre, para siempre.

Hay que repetirlo, una y otra vez, MinHo nunca ostentó el título de “cursi”, pero cuando estaba con TaeMin, esa parte de él salía a flote sin ningún problema. ¿Pero estaba bien eso? ¿Que uno de los dos exija tanto y el otro…se lo entregue sin ninguna dificultad?

¿Hasta dónde se le permite al amor pedir tanto?

TaeMin tomó una de las manos del alto, y con confianza depositó un ligero beso en ella, sorprendiendo al chico pues, nunca había recibido una muestra de cariño como aquella.

—Gracias.

Se recostó al lado de su novio, dejando su brazo extendido, TaeMin inmediatamente se acurrucó y lo utilizó de nuevo como una almohada; reposando el rostro sobre su corazón, escuchó cada latido, cada respiración.

— ¿Cómo la llamaremos? —posó una de sus manos sobre su vientre, haciendo pequeños círculos sobre  él.

—Tengo algunas ideas —sonrió, la verdad es que sí había hecho su tarea de investigación, y aunque había infinidad de opciones tuvo que esforzase por reducir a menos de diez posibilidades—, TaeYeon, Suzy…

TaeMin hizo una mueca, ninguno de los mencionados le gustaba.

—…YungMi…Suni…YangMi —iba enumerando cada nombre con un dedo, hasta ahora ya había utilizado una mano entera, el castaño sonreía, en ese momento MinHo resplandecía de amor y ternura.

—-…Yon…SooJin…

—SooJin, suena lindo —le interrumpió.

—Sí que es lindo, así se llamaba mi abuela.

El rostro de TaeMin se alzó, sus largas pestañas revolotearon con curiosidad—. ¿Cómo era ella?

La verdad era que el castaño no conocía a nadie de su familia, al menos no en persona, reconocía algunos nombres cuando conversaban: MinSeok, su hermano mayor (un poco loco según MinHo, pero excelente persona); Sus padres, Hye (madre) y YunGyeom, su padre.

Le había platicado muchas cosas sobre ellos, ansiaba poder presentarse, igual y estaba asustado de que no lo aceptaran, pero había ganado la suficiente confianza gracias a MinHo, sabía que no lo abandonaría si llegara a ser rechazado por su familia.

Sin embargo, aunque deseara tenerlos cerca, la familia vivía un tanto lejos, hace muchos años TaeMin recuerda la visita de los padres del alto, pero para ese entonces no se llevaba tan bien como ahora. No había mucho tiempo para las visitas presenciales, pero suponía que MinHo les había hablado de él.

 “¿Les habrá hablado de nosotros ya?” esa pregunta no se la había hecho, estaba tan concentrado viviendo el embarazo que lo demás simplemente no parecía relevante.

—Mi abuela —divagó—, estaba loca.

TaeMin sonrió—, ¿cómo puedes decir que estaba loca?

—La amaba, era bastante ocurrente, no importaba cuan triste se encontrabas, ella…podía sacarte una sonrisa, ¡Dios! Amaba eso de su personalidad —guardó silencio un instante, recordando—, mis padres siempre han sido hasta cierto punto algo, “formales”, sin duda mi madre tiene un poco de esa chispa de mi abuela, pero no he conocido a nadie con su “ángel”

—Así que… ¿consideraste el nombre de tu abuela para nuestra bebé?

— ¿No te gusta? —TaeMin frunció el ceño, y MinHo creyó que lo había disgustado con eso.

—Me encanta, además —se acercó y dejó un tierno beso en el mentón de MinHo—, yo quiero que nuestra bebé sea como tu abuela.

— ¿su locura?

—No, bueno no lo llamaría locura —rio—, su carisma, su “magia” para hacerte sentir bien. Sería un honor llamarla por ese nombre.

— ¿Seguro?

—Muy seguro.

El alto se quedó mudo de nuevo. No imaginaba que escogería el nombre de su abuela para su hija, es decir, TaeMin no sabe de ella más de lo que acababa de contarle. Sintió una calidez en su pecho que fue extendiéndose hasta cada nervio del cuerpo, lo abrazó, besó su frente y se sintió muy agradecido con él.

MinHo adoraba a su abuela, había muchas anécdotas que esperaba contarle más adelante, a ambos. Cuando la abuela SooJin murió, se sintió devastado, por mucho tiempo le hizo falta su amor y protección, ahora…parecía que le regalaría esos mismos sentimientos y sus locuras a su hija.

—Gracias TaeMin, no sabes…que tan importante es que escojas especialmente ese nombre.

—Es mejor de los que yo había escogido —arrugó la nariz—, SooJin, me gusta cómo se escucha, sin duda, hay una SooJin dentro de mí.

Ambos chicos rieron, MinHo procuró llenarlo de besos y halagos por mucho más tiempo de lo esperado; TaeMin…era feliz haciéndolo sonreír. Estaba seguro de haber escogido el nombre perfecto para el bebé.

~

Eran las cuatro de la tarde de un jueves, el cielo grisáceo remarcaba los rayos de sol ya de color naranja dejando una sensación de nostalgia. Las ventanas del departamento estaban entre abiertas, las cortinas se mecían por la leve brisa a igual que los cabellos castaños de TaeMin, mientras tenía perdida la mirada hacia algún punto allí afuera. Sentado en uno de los sofás, acariciaba su vientre ya de ocho meses y tres semanas, con total calma, hasta que el sonido de la puerta abrirse lo hizo regresar de sus divagaciones.

—Hola.

La radiante sonrisa de MinHo le hizo imitarlo, sonrosándose y esperando paciente hasta que estuvo cerca y lo besó en los labios. Se sentó, dejando su mano sobre el vientre abultado, sintiéndolos a ambos.

— ¿Cómo te fue?

—Bien…bastante bien diría yo —dejó caer su cabeza sobre el hombro del chico, acurrucándose como un gato—, hoy mi jefe no le gruñó a nadie de la oficina.

Ambos rieron, TaeMin lo abrazó por encima de los hombros, acercándolos más, sus menudas manos dieron suaves caricias sobre el brazo del alto. Pero a pesar de haber iniciado la conversación, estaba callado, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos.

Por supuesto, MinHo lo notó.

— ¿Sucede algo? Te vez decaído.

La inocente pregunta no hizo más que poner a TaeMin alerta, la verdad, si pasaba algo, y no muy agradable para él. Últimamente sus pensamientos estaban ligados a la espera de tener a SooJin (hablando específicamente de la cesárea). Estaba más cansado, mas adolorido, se sentía como un globo y no dejaba de pensar en cómo sería aquel momento crucial, cuando finalmente “lo abrieran” como a un pavo y sacaran a la bebé.

Sonaba descabellado y podría pensar en palabras más adecuadas para referirse “al parto” pero no dejaba de darle escalofríos, ni de aminorar el miedo de que algo se complicara. Estaba paranoico y no quería decirle a MinHo, las preocupaciones se lo estaban comiendo vivo.

—Nada, solo que te extrañaba mucho—la dulce sonrisa que pretendía engañar a MinHo se convirtió en una mueca de dolor  cuando sintió una punzada en el vientre. Se flexionó hacia delante, rompiendo el acogedor contacto.

No, no, no.

—TaeMin —se acercó, dejando una mano sobre su espalda y la otra en la frente—, ¿te duele mucho?

No pudo responderle, otra punzada lo atacó haciendo que cerrara fuertemente los ojos, una de sus manos clavó los dedos en la camisa blanca de MinHo y lo apretó con tanta fuerza que le arrancó el primer botón. Lo miró de reojo.

— No tienes ni idea —respondió con la voz áspera.

Pasado unos diez minutos sin otra contracción, MinHo se levantó, dejando descansar el cuerpo  de TaeMin sobre el sofá cuando todo parecía regresar a la calma.

—Tengo sed —susurró con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. Respiró hondo, el pecho le dolía también, escuchó pasos acercándose, era MinHo con una vaso de cristal en la mano, ni si quiera se dio cuenta de cuando desapareció hacia la cocina y regresó.

—Ten, bebe despacio —se sentó de nuevo a su lado, acercándole el vaso a la boca, el castaño lo agarró de un lado,  pero apenas pudo darle un sorbo antes de escupir y dejarlo caer al piso haciéndose añicos.

— ¡DIOS! —echó todo el cuerpo hacia atrás, esta vez agarrándose el vientre con ambas manos, trataba y trataba de regular su respiración pero  no podía.

—No, no, no…—MinHo comenzaba a entrar en pánico—, se supone que nacería la próxima semana.

TaeMin le miró con reproché—, tu no le vas a decir al bebé cuando nacer o no—Las contracciones empezaban a ser constantes y más dolorosas.

— ¿Seguro que es hora? Tuviste una falsa alarma hace un par de semanas.

Y MinHo jamás olvidaría la locura en que se convirtió esa falsa alarma, de solo recordarlo se le ponían los vellos en punta.

— ¡AHHHHH!

Bien, ese grito seguro era la confirmación que esperaba.

—Está bien, vamos —se levantó de un saltó—, espera aquí.

— ¡No creo que pueda irme lejos MinHo! —le gritó cuando lo vio correr hacia el pasillo que daba a su habitación.

Pequeñas gotas de sudor perlaban su frente, se inclinó hacia adelante, aferrando una mano sobre el cojín y la otra sobre su vientre, hizo el esfuerzo de controlar la respiración como le enseñaron en el hospital cuando ambos tomaron ese curso de inducción para padres.

Pero no había nada que detuviera el dolor, necesitaba a MinHo, quería tenerlo cerca, al darse cuenta de que había pasado mucho desde que lo vio, alzó la mirada hacia el pasillo.

— ¡MINHOOOOOO! —gritó, fue levantándose como pudo, sosteniéndose de lo que fuera. Dio pasos torpes apenas avanzando un par de metros—, ¡¿MALDITA SEA DÓNDE ESTÁS?!

Pero nada, MinHo no aparecía y eso solo lo hizo sentirse furioso y con ansiedad, no esperaba que cuando llegara la hora del parto su novio saliera corriendo como una liebre asustadiza.

 

“¿Y era yo el aterrado por el parto? Patético hombre, yo estoy muriendo de dolor y tu corres como una niñita”

 

— ¡CHOI MINHOOOOO! —no imaginaba que tener un hijo fuera así de doloroso, sentía que todo en su interior se contraía y al vez se hacía más grande, como si bombeara, preparándose para explotar.

Escuchó pasos, MinHo apareció con un enrome bolso colgado al hombro y el teléfono en la oreja, cuando esté notó su estado actual, aceleró el pasó y lo tomó por la espalda.

—Lo siento, no encontraba el número de tu madre —tomó del perchero el abrigo de TaeMin y se lo colocó como pudo.

— ¡¿Cómo rayos no lo vas a encontrar?! ¡Te dije que siempre lo tuvieras a la mano para cuando esto pasara!

Los gritos del castaño lo dejaron sordo unos instantes, ignoró sus reclamaciones un instante para poder salir del departamento. La distancia recorrida por el pasillo hasta el ascensor y de este al estacionamiento para subir al auto fue toda una travesía.

Y qué decir de viaje hasta el hospital, TaeMin no dejó de decirle lo mal que conducía y lo lento que iba, sus gritos eran comprensibles, porque si bien no era él quien estaba en labor de parto podía imaginar la sensación, pero teniendo una de sus manos apretando los dedos en su muslo no era algo que le ayudara a conducir con prudencia.

 

Apenas entraron al hospital una de las enfermeras corrió con una silla de ruedas, MinHo al lado siempre, supervisó su traslado hasta la habitación que tenían preparada para TaeMin, y ahí los gritos se incrementaron con cada minuto que pasaba.

— ¡AHHHHHH!  ¡MALDITA SEA POR QUÉ DUELE TANTO!

—TaeMin calma, el doctor… —de repente fue tomado del cuello de su camisa con rudeza, el cálido aliento del menor le baño el rostro, podía ver la agonía en sus ojos.

— ¡Me importa un carajo lo que el doctor haya dicho, quiero tener a la bebé ahora! ¡No soporto el dolor, no sabes cómo me siento, ASÍ QUE DEJA DE PEDIRME QUE ME CALME!

Con pena MinHo giró el rostro hacia el hombre de bata blanca a su costado, anotando sobre una tabla cosas que no lograba distinguir desde donde estaba. El doctor ni se inmutó, apenas terminó de anotar la habló al castaño sin rastros de enojo.

Obviamente el hombre ya estaba acostumbrado a ese tipo de espectáculos.

—En unos minutos más entrarás en cirugía, por favor resiste solo un poco más, sé que te duele, tienes que ser fuerte.

Para su sorpresa, TaeMin asintió con lágrimas en los ojos, se sintió como un tonto, esas  palabras fueron las que debió decirle él. Cuando el doctor se fue, se acercó para acariciarle la mejilla, su piel brillaba bajo la luces.

—Vas a estar bien. Ambos lo estarán.

— ¡Es fácil decirlo para ti! —Dijo entre dientes—, tú no estás…pariendo.

MinHo contuvo sus ganas de replicar como siempre lo hacía cuando discutían, no era el momento, TaeMin ya estaba lo suficientemente alterado y adolorido con las contracciones, en esos momentos hasta respirar parecía molestarlo.  

Desde que empezó con las contracciones no ha parado de hacerle ver todo lo que estaba haciendo mal.

—Sé que no puedo aliviar tu dolor, pero no te dejaré solo, eso es lo que puedo hacer por ti ahora, además de…—lentamente extendió la mano para alcanzar la suya—, dejar que te aferres a mí cada vez que duela.

TaeMin lo miró, las palabras que pensaba decirle se borraron en cuanto sintió otra contracción, más intensa, haciéndolo sentir que se partiría en dos en ese mismo instante.

— ¡DIOOOS!

El castaño apretó la mano de MinHo tal y cómo él le dijo que podía hacerlo; cerró fuertemente los ojos, para cuando los volvió a abrir un par de enfermeras entraron, entre estás y el alto lo ayudaron a trasladarlo al quirófano.

Entró en pánico, por un momento, se cargó de tanto miedo que sus lágrimas emergieron, avivando sus malos pensamientos, rompiéndole el corazón a MinHo, haciéndolo querer compartir aunque sea un poco de su dolor.

— ¡Maldita sea no me dejes! —no le importó si de verdad le destrozaba la manos, sus uñas se clavaron en su carne tanto como pudo.

MinHo reía y eso solo le molestó, tardó un par de segundos en darse cuenta de que no se estaba burlando y que en esa sonrisa, estaba canalizando todas sus emociones. TaeMin tan solo quería que terminara, él solo deseaba abrazarlo, decirle cosas bonitas aunque en lugar de eso de su boca solo salieran groserías.

—No voy a dejarte, lo prometo.

Tanto amor en una persona no podía ser real.

Pero MinHo se las arreglaba para que así fuera.

~~

Sentir al calor del agua corriendo sobre su piel, era exactamente lo que necesitaba después de otro día más de desvelo. Dejó caer la cabeza hacia atrás, moría de sueño, y aprovecharía que MinHo cuidaba a SooJin como lo hacía cada tarde noche cuando regresaba del trabajo para darse aunque sea un par de horas.

Cerró la llave de la regadera, tomó una de las toallas que colgaban por el lavabo y se envolvió en ella, cuando se miró en el espejo soltó un suspiro, las bolsas oscuras bajo sus ojos no eran para nada atractivas, a decir verdad, tanto MinHo como él estaban bastante cansados y eso se notaba con solo una mirada. Cuando miró un poco más abajo notó la línea de su cicatriz, tenía un tono rosado, como una quemadura, leve y todavía dolorosa.

No le gustaba, pero valió la pena una vez que pudo sostener a su hija en brazos y cada que lo recordaba, no podía menos que sentirse absolutamente afortunado. Su hija era preciosa, tenía a MinHo, tenía a las dos personas que más amaba en el mundo, una cicatriz era lo de menos.

Aun así, a veces creía que era demasiado para él. Sentía, que incluso no los merecía.

Trataba de que ese sentimiento no fuera más allá, estaba agradecido y no dejaría que un tonto pensamiento le estropeara la felicidad que se le había otorgado. Volvió a mirar la cicatriz, pasando las yemas de los dedos por la rugosa piel y una sonrisa se extendió en su rostro.

Había tenido un bebé, MinHo estaba con él, ambos eran su realidad.

No necesito nada más.

Terminó de secarse, se vistió con un pantalón de deporte y un abrigo con capucha. Al salir del cuarto del baño pensó en que si SooJin no estaba demasiado imperativa podría comer un bocadillo o algo, ante este pensamiento se frotó el estómago cuando un gruñido de este llamó su atención. En definitiva eso le animó a seguir con la idea.

Alegre, apresuró el paso hasta la habitación del bebé que MinHo instaló en su departamento, ya que aún no encontraban un lugar adecuado y más grande, decidieron que por el momento los tres estarían bien bajo ese mismo techo.

—Min…

Sintió algo cálido en el pecho cuando entró a la habitación y los vio. MinHo estaba sobre la silla mecedora que sus padres le regalaron, con las piernas medio abiertas y los pies descansando sobre un banquito de madera. Tenía a SooJin sobre su pecho, abrazándola, ambos…con la boca ligeramente abierta.

Sintió ganas de llorar, se acercó sigiloso hasta ellos, inclinándose para besar en los labios a MinHo y en la cabeza a SooJin, se veía tan diminuta abrazada por él, eran perfectos juntos, estaba contemplando la imagen natural de un padre con su hija.

SooJin es tuya MinHo, siempre será tuya.

Lloró en silencio un rato, estaba feliz, y la pregunta de si estaba en un sueño regresó a pesar de lo que se dijo en el baño. Sonrió, al entender que no es que estuviera soñando, es que estaba viviendo el sueño.

Se sentó en el suelo, dejando caer su cabeza sobre los muslos de MinHo, agradeciendo que no se despertara, estaba tan cansado, siempre procuraba llegar temprano a casa para estar con ellos, MinHo en definitiva era lo mejor que le había pasado, lo completaba y encima, amaba a su hija como si fuera de su propia carne.

Pensó en que debía preparar algo especial para él, aunque no sabía mucho sobre cocinar, al menos podría hacer algo sencillo, hasta unos sándwiches podrían ser un majar en ese momento, solo que tendría que ir a comprar los suministros que le faltaban en la alacena.

Así que, fue incorporándose lento, cuidadoso de no despertarlos. Salió del cuarto hasta  la habitación donde dormía y buscó entre la cajonera una bufanda que posteriormente se puso en el cuello, también tomó su cartera, siempre la dejaba sobre la mesita a un costado de la cama. Salió y cruzó por los pasillos, al llegar a la puerta se colocó sus zapatillas deportivas, no tardaría demasiado, la tienda no estaba lejos, solo a un par de cuadras adelante del edificio.

 

Recorría los pasillos de la tienda de conveniencia sin prisas, más cuando se detuvo en la sección de los dulces. Ya llevaba en la mano un paquete de pan blanco, un frasco de mayonesa y una bolsa de papas fritas, lo demás estaba en el refrigerador en casa, ahora planeaba elegir cuál de los chocolates rellenos sería el más delicioso.

Al inclinarse para ver mejor las etiquetas el frasco de mayonesa se le resbaló y rodó hasta el final del pasillo, agradeció mucho haber elegido la presentación en envase de plástico en vez de la de vidrio. Caminó apresurado antes de que la mayonesa escapara más allá de cajas, entonces un pie detuvo a la mayonesa fugitiva, y al alzar la mirada no le agrado descubrir quién era el dueño de ese pie.

—No lo puedo creer.

La fanfarronería del hombre le cayó como una patada en el estómago. TaeMin no había sentido tanto disgusto de ver alguien como ahora. Hasta el caminar de esa persona dejaba claro la prepotencia y lo ególatra que era.

Cuando lo tuvo frente a frente no hizo más que mirarlo con una indiferencia que pretendía dejarle claro que ninguna táctica de coqueteo surtía efecto sobre él, ya no era el chico tonto y ebrio que conoció en una noche de fiesta.

Ahora era padre de una hermosa bebé y novio de un maravilloso hombre.

— ¿No vas a saludarme?

El castaño le arrebató el frasco de mayonesa.

—Hola Ian —dijo sin ganas—, adiós Ian.

Pasó a su lado dando por concluida la conversación y sus compras, gracias a ese idiota perdió el antojo de los chocolates que tenía minutos antes.

—Te ves muy bien para haber tenido un bebé, esos kilos de más te sientan bien.

Detuvo abruptamente su caminar, ¿acababa decir lo que cree que dijo?

Luego se  preguntó cómo es que sabía que ya tuvo a SooJin, bueno, no es que un embarazo se pudiera ocultar, seguro lo vio alguna vez por la calle con el vientre abultado, además, era verdad que su cuerpo cambió, ya no era un “flacucho”, tenía unas cuantas curvas más y la gente que lo conocía se lo decía siempre con una sonrisa en el rostro.

Hubo un largo momento de silencio, TaeMin seguía de espaldas, no quería mirarlo.

—Entiendo que estés molesto, no debí dejarte solo cuando me dijiste que estabas embarazado.

TaeMin giró, encontrándolo ya frente a él de nuevo. Frunció el ceño ante el repentino cambio de actitud de Ian.

—No es tú bebé, es mía, solo mía —le gruñó, el paquete de pan que sostenía con un brazo estaba aplastado por la mitad.

—Así que fue niña… —una sonrisa apareció en su rostro y al castaño le dio un escalofrío—, debe ser muy hermosa si vino de nosotros.

Quería vomitar, sí, pensó que sería bueno si vomitaba sobre su pulcra y cara camiseta, aunque fuera algo totalmente asqueroso y repugnante.

—Sí es una niña, y es hermosa, pero es mía —dijo sin vacilaciones—. No la quisiste antes, no sé qué a viene tanto halago ahora, hablas como si tuvieras algún derecho sobre ella…

—Los tengo, soy el padre.

—Tus derechos se acabaron en cuanto dijiste que no te interesaba tener un hijo.

—Lo sé —la expresión en su rostro al decir eso…confundió a TaeMin.

Le pareció ver un resquicio de arrepentimiento, sus manos se movían inquietas, abría la boca como queriendo decir algo pero no salían palabras. Comenzó a asustarse, la bipolaridad del hombre le era totalmente extraña. Pero en definitiva no estaba dispuesto a quedarse a averiguar lo que sucedía. Dio un paso hacia tras, Ian lo tomó del brazo con una amabilidad que no esperaba.

Sus ojos color miel se clavaros en los oscuros de él.

—Quiero verla.

El corazón de TaeMin se detuvo por uno segundos, luego negó fuertemente con la cabeza, Ian dejó su brazo libre, metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón negro. El castaño lo escudriñó de arriba abajo por el cuerpo, no había cambiado en nada, físicamente, le parecía bastante atractivo, como cuando lo conoció.

—Oye…no pretendo quitártela o algo así, solo…esto…no esperaba encontrarte de este lado de la ciudad, y cuando te vi, recordé de inmediato nuestro último encuentro.

El castaño seguía mirándolo con desconfianza. Quería correr lejos, ir al departamento, abrazar a su bebé y pedirle a MinHo que los abrazara a ambos.

—Sé que no me crees, pero solo quiero verla —, sacó una pequeña tarjeta del bolsillo interno de su abrigo y se la ofreció, al ver que no la tomaba tomó su mano libre y la dejó en ella, agradeciendo que lo dejara hacerlo.

—Es la dirección del lugar dónde trabajo ahora, y mi número telefónico está ahí. Quisiera, si tú me lo permites, darme unos minutos para explicarte algo. Y te repito, no pretendo quitarte a…tu bebé, sé que parezco un loco —suspiró—, pero es que verte de nuevo después de tanto…

Ian se frotó la mano en la frente, balbuceando cosas que el castaño no logró entender. Decir que parecía loco era lo menos.

—Solo, necesito un momento para explicarte algo —le dijo cuándo recobró un poco el sosiego—. Me gustaría hablar contigo ahora pero parece que no es el momento. Hasta luego TaeMin.

Ian fue retrocediendo poco a poco hasta darle la espalda por completo y desaparecer por el estrecho pasillo, dejando a TaeMin confundido. Le pareció haber tenido una conversación con un fantasma.

Fue un encuentro que ciertamente no estaba previsto y que causó un revuelo en la cabeza del castaño, a pesar de todo, nunca ni ahora tuvo algún sentimiento amoroso por Ian,  pero la forma de expresarse, hizo que sintiera pena por él.

Guardó la tarjeta en el bolsillo de su pantalón, no quería pesar en ello por ahora, se dio la vuelta y fue directo a la caja, necesitaba regresar rápido a casa, necesitaba ver a su familia y olvidarse de los ojos tristes de Ian.

 

Cuando entró al departamento y cerró la puerta tras él, escuchó apresurados pasos  acercarse, pronto MinHo estuvo en su rango de visión, con el ceño levemente fruncido y la boca apretada, sabía que estaba molesto porque salió así tan de repente.

—Tae…

No lo dejó regañarlo, en su lugar se acercó y lo atrapó en un cálido abrazo, pidiendo su cariño y sus necesitados besos, entonces MinHo, mirándolo con una expresión decaída olvidó su enojo para apretarlo contra su cuerpo y besarle la coronilla.

—Estaba preocupado por ti.

—Lo lamento, no creí tardar demasiado.

MinHo miró la bolsa de compra en el suelo, el paquete de pan se asomaba por una abertura.

— ¿Estás bien?

—Tengo sueño —susurró, de ninguna manare le diría sobre el encuentro con Ian, no deseaba perturbar la felicidad que ahora los envolvía, no lo permitiría—, pero primero me dio hambre. Quería hacerlo algo sencillo para cenar, por estabas dormido y no quise despertarte.

Apoyó la mejilla sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón. Cerró los ojos, respirando su aroma, tomando su calor. Cuando sintió la mano de MinHo acariciando su espalda sonrió.

—Me asusté mucho cuando desperté y no te vi por ningún lado.

—Lo lamento.

—No lo vuelvas a hacer por favor, irte sin avisar.

El castaño asintió, estiró el cuello, alcanzando la altura de sus labios y dejándole un beso dulce y sin pretensiones.

—Lo prometo.

—Bien, vamos, preparemos la cena.

TaeMin rio —. Solo son sándwiches.

—Un manjar si me lo preguntas, sobre todo si los preparas para mí.

—Adulador.

MinHo asintió riéndose, lo besó largo y pausado—, será mejor que nos apresuremos, o SooJin se nos adelantará y no podremos cenar como se debe. Además, quiero que intentemos dormir un poco.

Sí, era lo mejor, seguir con su vida y pretender que nunca se encontró con el verdadero padre de su hija, porque a pesar de que no se mostró amenazador, no pretendía darle ningún tipo de relevancia a su encuentro.

Y tampoco quería hacer enojar a MinHo hablándole de él. Mucho menos hacerlo sufrir.

 

Como todos los sábados, salieron a pasear por el parque cerca del departamento, mientras MinHo empujaba la carriola con una mano, con la otra sostenía los dedos de TaeMin. Sojin miraba inquieta todo a su alrededor, con las manitas en el aire y balbuceos que solo le llenaban la boca de baba.

Era un día perfecto, el sol calentaba suficiente sus mejillas, los niños corrían de un lado a otro  mientras los padres platicaban en las bancas de madera colocadas a lo largo del camino de piedra; los jóvenes reían, los novios se abrazaban.

TaeMin tenía a MinHo a su lado, tenía a SooJin sonriéndole.

En el  pasado, la pregunta de qué debía hacer con su futuro dejaba demasiadas incógnitas que terminaban en llanto y dolor, en ocasiones rayaba lo dramático, pero no podía evitarlo, porque era así como se sentía, era tal vez…demasiado inmaduro para verse así mismo en el espejo y reconocer que algo estaba mal en él.

Pero ahora, ¿qué más podría desear si tenía mucho más de lo que imaginó?

— ¿Helado o crepas? —se detuvieron para descansar un momento bajo la sombra de un árbol, TaeMin se sentó en la banca, con la carriola frente a él. Sacó a SooJin de su escondite y al dejó en sus brazos.

—M…crepas.

En ese momento la bebé agitó las manos y balbuceó, como imitando a TaeMin. Ambos chicos sonrieron, llenándose de ternura y amor. MinHo se puso en cuclillas para dejar que SooJin tomara su dedo menique y lo apretara como a un juguete.

— ¿Puedes repetirlo amor? Anda, dile a papi lo que quieres comer.

MinHo puso esa cara, la que dice “soy un papa orgulloso de mi bebé”, ese simple acto se había hecho ya como algo inevitable, la felicidad se le escapaba por los poros de la piel, nadie podría dudar de su amor hacia SooJin.

SooJin hizo un nuevo balbuceo, esta vez con una sonrisa que mostraba sus desnudas encías, entonces el alto no lo soportó más, la tomó de los brazos de TaeMin y la dejó sobre su pecho, besándola por todos lados, repitiéndole cuanto la adoraba.

MinHo era, un padre perfecto, pareciera que nació para serlo, el castaño siempre se sentía como si fuera un especie de alumno aprendiendo del maestro, además de que no dejaba de sorprenderse jamás con lo que día a día pasaba a su lado.

Le regresó a SooJin todavía extasiado de sus sonrisas.

—Traeré las crepas, ahora regreso —le dejó un beso rápido en la mejilla.

—No tardes —le gritó cuando estuvo unos metros lejos de ellos.

SooJin soltó una serie de risitas, mirando a un punto en especial, TaeMin le siguió la mirada hasta un grupo de personas más adelante. No vio nada en raro, pero como la bebé estaba curiosa por todo lo que la rodeaba supuso que pudo ser cualquier cosa.

—SooJin —le acomodó el abrigo, ella seguía mirando hacia el mismo punto, riendo y señalado con las manitas—, ¿qué ves bebé? Hay un montón de gente, no entiendo que puede…

Entonces lo vio, era Ian, su tez blanca era obvia entre el nutrido grupo de jóvenes coreanos que lo rodeaban. Quedaba claro que era un extranjero viviendo en un país de gente con ojos rasgados y con ojos marrones a diferencia de él que era alto y de ojos claros como la miel.

De ahí que SooJin tuviera esa mirada de ámbar.

Se removió inquieto, de repente quiso correr de ahí, desde su encuentro en la tienda de conveniencia no habían contactado como lo deseaba Ian. TaeMin cumplió bien su tarea de olvidar su encuentro, se enfocó solo en su familia dejando el pasado atrás, dónde tenía que quedarse por siempre.

“MinHo”

Pensó en qué pasaría si ellos se encontraran, ¿qué diablos haría si Ian lo ve y va hacia ellos? Apretó un poco a la bebé contra él, a pesar de que le dijo que no pretendía quitársela no podía dejar de sentir pánico, y si MinHo…

—TaeMin.

El sonido lastimero de su voz no hizo más que deseara desaparecer. Ambos chicos se miraron, ¿Cuándo fue que Ian se acercó tanto?

—Hola —bien, sea como sea, lo tenía ahí parado frente a él, en un día que parecía perfecto pero que al final no lo fue.

—No me digas que… —la pausa que dejó le dio a oportunidad a SooJin de hacer bastante ruido, lo suficiente para hacer que sonriera—. Es tan bonita como tú.

TaeMin no respondió, tal solo frunció el ceño, miró hacia la dirección opuesta, pensando en MinHo. No quería que ellos se encontraran, una vez MinHo le dijo que si alguna vez se enteraba de quien era el hijo de perra que lo había botado estando embarazado no dejaría que viera la luz del día jamás. Obviamente no cometería asesinato o algo descabellado como eso, pero se le iría a los golpes, y no quería presenciar semejante escena, menos con la bebé en medio de todo eso.

—Ian —tenía que decirle que no tenía nada que hacer allí—, no entiendo.

El chico arrugó en entrecejo, desviando su mirada hacia los gélidos de TaeMin. El encanto de ver a “su hija” por primera vez se rompió enseguida.

— ¿Qué cosa?

TaeMin bufó—. ¿Es enserio? ¿Qué pretendes? ¿Por qué eres amable ahora? Cuando necesite tu amabilidad, me diste una patada en el trasero, y aclaro —-endureció la voz—nunca esperé que me recibieras con un abrazo al decirte que estaba embarazado, mucho menos esperé que te hicieras cargo de nosotros, pero siempre te comportaste como…

—Un verdadero bastardo —terminó la frase—, lo sé TaeMin, sé perfectamente como era. Y no he cambiado mucho desde entonces pero —suspiró—, no sé, sentí que tenía que verte, yo de verdad no sé qué sucedió,  supongo que enterarme de que sería padre si me sacudió un poco. Y al mirarla ahora —pretendió tocar a la bebé, pero TaeMin se hizo hacia atrás, evitando todo contacto—, me doy cuenta de que me perdí de algo verdaderamente importante.

TaeMin no tenía rastro de maldad en su alma, si bien no era un santo, tampoco era cruel como del diablo. Por eso no le podía ser indiferente al deseo y el dolor que Ian emanaba cuando miraba a SooJin, ansiaba cargarla, abrazarla, sentirla, no se tenía que ser un genio para comprenderlo.

Pero era demasiado tarde, incluso si sus sentimientos y palabras eran sinceras, eso ya no servía.

—Si no tienes nada más que hacer vete —tenía que irse, no soportaba tenerlo cerca, no  lo quería cerca de su familia.

—Nunca llamaste o pasaste por el estudio.

—No tenía por qué hacerlo.

—Lo comprendo, más de lo que crees.

Poco a poco fue retrocediendo, de nuevo se iba y TaeMin no sabía cómo reaccionar a su comportamiento, esperaba que soltara un montón de palabras frívolas y egocéntricas, pero no lo hizo.

Parecía… ¿arrepentido?

No, no lo está. Olvídate de eso TaeMin.

Sacudió la cabeza con fuerza. Ian era un patán, él mismo acababa de afirmar que no cambió, o que no lo hizo por completo. Y era bastante molesto estar encontrándoselo tan repentinamente, demasiada coincidencia, ¿no?

TaeMin se llenó de miedo.

—TaeMin.

Elevó la cabeza rápidamente, MinHo se encontraba de pie frente a él, con crepas envueltas en servilletas en ambas manos, mirándolo preocupado.

— ¿Te sientes bien?

—Si…sí —sonrió—, gracias —tomó una de las crepas, el alto se sentó a su lado.

— ¿Seguro que estás bien? Te vez pálido, tal vez deberíamos regresar.

TaeMin le calló con un beso sobre sus labios. MinHo se sonrojó, no esperaba que hiciera eso.

—No es nada, te lo prometo.

—Te sigo viendo pálido.

El castaño se encogió de hombros—, siempre he sido pálido.

Pretendió no darle importancia, pensando que MinHo no vio nada, sintió que podía fingir que nada pasó.

“Ojos que no ven, corazón que no siente” se repitió mentalmente. 

De ninguna manera permitiría que Ian lo molestara, mucho menos que se acercara a MinHo  y a SooJin. Y si eso significaba tener que ocultar ciertos hechos lo haría, miró de reojo en la dirección que tomó el chico de ojos miel, deseó con todo su corazón que no hubiera ningún encuentro más.

Pero… ¿por qué sentía lastima de él cuando le hablaba? Cuando lo conoció en aquella fiesta no hicieron más que compartir toques sin ternura, actos arrebatados, no hubo palabras bonitas ni halagos, fueron a lo que fueron, sin más.

Ahora que reapareció, no podía comprender, no lograba…aceptar que se comportara de esa manera.

Arrepentido.

TaeMin devolvió el rostro hacia MinHo, con la mano libre tomó su mentón y lo acercó para darle un largo y abrazador beso, SooJin parecía aprobar lo que hacía con balbuceos más fuertes y agitando las manitas desesperada.

Ellos nunca fueron del tipo de pareja a la que les gustara exhibirse, preferían la privacidad de una habitación, pero, es que TaeMin necesitaba tanto besarlo, reconocer su existencia, decirle así que pasaba mucho y la vez nada; MinHo en cambio, se vio sorprendido por el arrebato, pero la pasión del castaño lo contagió, dejando que lo arrastrara a donde quisiera y por el largo minuto que tardó el besó, se olvidó por completo de que estaban en un parque y con su hija tan cerca mirando curiosa.

Cuando el beso acabó el alto se sentía como borracho.

—Y eso ¿por qué fue? —las mejillas de MinHo permanecían coloradas.

Era agradable saber que un hombre fuerte como él podía sucumbir con uno de sus besos.

Era también, una enorme prueba de amor.

—Porque te amo.

~

Había sacado a SooJin para que viera las luces de la ciudad, desde el piso donde estaban era posible. La tenía cargada sobre un brazo mientras señalaba lugares y le explicaba de que eran o a que pertenecían, de igual manera cuando fueron subiendo la mirada hasta llegar a las estrellas, la bebé solo reía mientras él seguía con su clase.

—Son hermosas como tú —le besó la cabecita, su dulce aroma lo llenó de alegría, al igual que la suavidad de su piel.

Algo llamó la atención de TaeMin, de repente se sintió observado, miró por inercia hacia atrás, pero no había nadie, las luces de los apartamentos iluminaban el largo pasillo, pegó un poquito más a su cuerpo a SooJin, ya no se sentía seguro. MinHo le avisó que regresaría como a las ocho de la noche y apenas eran las siete, solo estuvo escasos quince minutos allá  fuera, antes de decidirse por entrar.

—Vamos amor —al momento de mirar hacia el frente, por la calle abajo se percató de una persona conocida.

Los vellos del cuerpo se le erizaron.

¿Cómo demonios supo dónde vivo?

Esperando no ser visto, se llevó a SooJin con él dentro del departamento, le echó el seguro y corrió hasta el teléfono, marcó el número de MinHo y esperó en la línea, mientras el corazón le latía con excesiva fuerza suplicaba por que le contestara de inmediato, pero al tercer tono colgó.

¿Qué le diría a MinHo? ¿Qué razón le daría a la llamada?

“MinHo el padre de SooJin apareció y está acosándome por favor ven a mi rescate, ¡Ah! Y perdóname, es la tercera vez que Ian aparece de la nada, perdón por no decirte desde cuando esta fastidiándome”

Sacudió su cabeza de lado a lado.

¡Estupideces!

No tenía tiempo de pensar en tonterías, marcó de nuevo el número, el repentino llamado a la puerta lo hizo dar un respingo. SooJin se quejó, pero no lloró. Otro toqueteo a la puerta y el miedo comenzaba a ganar la batalla.

—TaeMin por favor.

Reconoció la voz de Ian detrás de la puerta. No respondió, en lugar de eso, llevó a SooJin hasta su cuarto y la dejó en la cuna, luego regresó a la sala.

—Sé lo que parece pero no estoy asechándote, lo juro por Dios.

Cualquiera jura por Dios, pensó con el ceño fruncido.

Miró a su alrededor, buscando algo que pudiera usar como arma, pero nada. Hasta que se le ocurrió desprender una de las maderas del perchero junto a la puerta, no era lo adecuado pero podría darle algunos golpes antes de que intentara algo.

Se acercó con cautela hasta poder mirar por el pequeño orificio en medio de la puerta.

—TaeMin por favor, necesito que me escuches.

El miedo poco a poco fue sustituyéndose por incertidumbre. La voz de Ian parecía irse apagando. Cuando miró de nuevo por el soltó un jadeo.

Está llorando

Tomó una profunda respiración, un poco temeroso todavía, sostuvo la madera en una mano y con la otra abrió la puerta y en cuanto lo hizo sintió su corazón apretarse. Frente a él no había ni rastro del ser egoísta que una vez conoció.

Ahora Ian parecía más un muñeco sin vida, sus ojos miel que siembre brillaban ahora estaban apagados.

TaeMin soltó un gritó cuando lo abrazó, pero no lo estaba forzando, era solo un simple abrazo, uno sincero, de verdad así lo sintió. Nunca, nunca espero que Ian pudiera presentarse en su casa así.

Derrotado.

 

A veces TaeMin detestaba sus imprudencias, y esta sin duda era una ENORME imprudencia que le atraería grandes problemas, pero no podía dejarlo ahí en el pasillo, no soportó verlo llorar y humillarse de esa manera, aunque se lo tenga merecido.

Le ofreció la taza de café caliente, Ian la tomó con cuidado, primero le dio un sorbo pequeño.

—Te debo parecer un loco.

—Sí, la verdad sí —estaban sentados uno frente al otro en sus respectivos sofás, pero por si las dudas TaeMin tenía el palo del perchero hundido en los cojines.

—Lamento mucho asustarte de esta manera pero ya no podía…yo…

Al instante en que miró a TaeMin, sintió como los ojos se le anegaban de lágrimas, pero por orgullo se negó a seguir llorando.

En respuesta TaeMin sonrió levemente.

Dejó la taza de café sobre la mesa de centro.

—Fui un bastardo contigo y lo siento.

Palabras que jamás creyó escuchar de su boca. Ciertamente nunca tuvieron algo parecido a una relación, pero su disculpa no le apreció fingida.

— ¿Por qué estas disculpándote? ¿Por qué ahora?

—Comprendo que dudes de mí, yo mismo me he hecho esas preguntas.

Al notar la confusión en el rostro de TaeMin se apresuró a aclarar:

—Sabes, de alguna manera tú si me gustabas, no solo físicamente.

Esa confesión incomodó bastante a TaeMin, que nervioso se masajeó detrás del cuello. Esa conversación cambiaría algo, todavía no sabía qué cosa, pero sus instintos le dictaban que fuera con cuidado. Y el temor a que MinHo llegará y encontrará a un extraño en su casa todavía estaba latente.

Sin embargo, había una voz que le decía que escuchara al hombre frente a él.

—Creo que ambos cometimos un error al estar juntos solo porque queríamos follar—las palabras hicieron al castaño sonrojarse—, disculpa, no debí decirlo de esa manera.

—Es la verdad —le interrumpió—, te busqué por tu trasero, solo por eso.

Ahora el incómodo era Ian, pero si empezarían a hablar con sinceridad, era mejor hacerlo desde ya.

—No hubo sentimientos de por medio, nunca los hubo —tenía que aclararlo, no quería malos entendidos, ni problemas, solo quería que terminara de hablar y dejarlo con su familia soñada—, acepto tus disculpas.

De repente una sonrisa tímida pero radiante apareció en su rostro.

—De alguna manera, eso me ha llevado a dónde estoy.

Ian frunció el ceño por su obvia confusión, pero no pretendía decirle que su embarazo fue un tanto difícil, que antes de tener a SooJin tuvo muchas dudas, que pensó en abortar o darla en adopción, pero que sin lugar a dudas, tomó las decisiones correctas, gracias a MinHo, el embarazo los unió más, ellos e unificaron.

Son un todo.

—Eres un hombre arrepentido, lo veo en tus ojos.

—Lo estoy —hubo una larga pausa, Ian ordenó sus pensamientos—, no es que un día me levanté y me sentí culpable. Fue desde que fuiste a  mi casa, cuando me dijiste que estabas embarazado, yo…sentí pánico —desvió la mirada momentáneamente—, me aterré, yo tenía planes, estaba a punto de regresar a los Ángeles  para —cuando miró a TaeMin se sintió más culpable—, sabes que bailo, soy coreógrafo, iba a abrir un estudio de baile.

—Ibas —repitió el castaño en un susurro.

Ian sonrió—, sí, iba, porque el proyecto fue un fracaso —suspiró—. En ese entonces, te creí una carga, no eran mis planes tener un hijo, y de repente tú llegaste, diciendo “estoy embarazado”, en seguida pensé “No puede ser” y bueno, lo demás, ya sabes.

Las largas pestañas de Ian revolotearon al clavar sus ojos miel en los marrones de TaeMin, sentía tanta vergüenza, pero si quería que el castaño lo tomara en serio tenía que sostenerle la mirada.

—Claro que recuerdo ese momento. Y sabes que no fui para pedirte dinero o apoyo.

Y eso era lo que más hundió en el abismo a Ian, que TaeMin tuviera la delicadeza de solo avisarle que sería padre. Como dijo, no fue a pedirle dinero, no fue llorando por consuelo, no rogó por su cariño o por apoyo.

Tan solo le dio la noticia, solo eso.

Después de esa conversación, cuando TaeMin abrió la puerta y despareció de su vida así como llegó, entró en una especie de desesperación que fue consumiéndolo hasta la actual fecha.

Se había arrepentido de no ser lo suficientemente hombre para buscar una solución a su problema. Claro, un hijo en definitiva no es un problema, pero en ese entonces, no pensaba de la misma manera.

—Me dejé llevar por mi egoísmo.

TaeMin asintió, lo comprendía más de lo que pensaba, después de todo, él actuó de la misma manera.

Otro silencio los cubrió, pareciera que no había más que decir, TaeMin vigilaba la puerta de reojo, cuando creyó que era suficiente, se levantó, Ian también lo hizo.

—Si has acabado, creo que es mejor que te vayas.

— ¿puedo verla?

Los músculos de TaeMin se tensaron, de la calma pasó al pánico.

—No, por favor, vete.

Le dio la espalda, caminó a paso seguro hasta la entrada y abrió la puerta.

Ian entendió, lo entendía. Caminó sin prisas, antes de salir del departamento, miró a TaeMin, sonriéndole con tristeza.

—Cuando nos encontramos en la tienda, lo primero que pensé es que te veías muy bien —atento a la expresión de incomodidad del castaño trató de explicarse adecuadamente—, recordé cuando nos conocimos en esa fiesta, y lo mucho que llamaste mi atención. Solo que no eras el chico loco de ese entonces, ahora eres espectacular. Y algo nació en mí y en definitiva no es deseo, te lo aseguro.

>>En ocasiones me preguntaba qué hubiera pasado si tú y yo…

—No hubiera pasado nada —le interrumpió—, adiós Ian.

El chico asintió, pero antes tenía que hacerlo reconsiderar algo—, por favor, aunque sea una vez, déjame abrazarla, será bajo tus términos, en donde quieras, acompañado de quien quieras, pero piénsalo, te lo dije y lo sostengo. No voy a quitarte a…tu hija.

Dicho esto salió, en cuanto cerró la puerta se dejó caer sobre ella, intentando que las palabras de Ian no lo hicieran sentir como si le estuviera negando la vida. Se quedó ahí, no supo cuánto tiempo, tan solo, intentando creer que la petición de hace minutos solo nunca pasó.

Impedir que Ian tuviera un momento con SooJin… ¿lo hacia una mala persona?

El repentino movimiento de la puerta lo hizo gritar del susto, cuando la cabeza de MinHo se asomó sintió un enorme alivio. Dejó que entrara y luego lo abrazó.

— ¿Qué sucede?

—Te extrañé.

—TaeMin —le habló con advertencia en su voz. Era obvio que algo no estaba bien.

—Lo juro —se aferró más a él, dejando la mejilla sobre su pecho—, lo juro.

Tal vez TaeMin creía que se había salvado en las dos ocasiones en las que Ian y MinHo pudieron haberse encontrado, pero no podría estar más equivocado. Porque MinHo no era tonto y desde la vez que TaeMin regresó asustado y pálido de la tienda las sospechas de algo lo llenaron, la primera vez fue una idea ridícula. Pero en las siguiente dos ocasiones, cuando había visto al mismo tipo cerca de TaeMin y ahora, que lo vio salir del departamento mientras recorría el pasillo.

Otras ideas se habían formado en su cabeza, y ninguna de ellas le gustaba en absoluto. 

Notas finales:

Ah! Por favor disculpen lo "dedazos" sé que los hay, pero si no subía el capítulo hoy no lo iba a hacer quien sabe hasta cuando. 

Ultimamente no he tenido ni energías ni mucho tiempo para escribir y sumenle el calor que hace por mi "ransho" (vivo al sureste de México, en la península) esa no es una convinación adecuada. 

En fin, aquí estoy. 

Gracias a todos ustedes, los amo, porque soportan tanta espera. 

Nos leemos luego.

 

Carol-Taeminnie.  


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