Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Only One [TaeTen] [NCT] por Kuromitsu

[Reviews - 137]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

—¡Pero qué tenemos aquí!

Doyoung sonrió avergonzadamente con la cabeza baja, mientras el círculo de personas a su alrededor no dejaba de tocarle insistentemente el cabello.

—¡Ya… ya basta! —se quejó con falsa molestia y las manos ajenas detuvieron su actuar.

—Es que volver al color castaño ha sido el mejor regalo que te podrían haber dado —Yuta volvió a tomar la palabra—. Doyounggie, espero que nunca más vuelvas a ser color naranja fosforescente,

—¡Hyung! —arrugó el entrecejo. ¿Por qué todos tenían que ser tan francos a veces? No, no eran todos; específicamente Yuta brillaba por su sinceridad—. ¿Tan horrible me veía?

—Con decirte que creo que es el peor estilo de cabello que cualquiera de nosotros haya tenido… —le vio reír antes de negar con la cabeza y lanzar un suspiro de resignación—. No, nada supera al mío.

Al fin logró compartir un poco de la alegría que el resto tenía a pesar de sus rostros claramente extenuados (¿siquiera cuánto tiempo llevaban ensayando?), porque sabía que debajo del gorro azul de Yuta estaba un estilo de cabello que les había parecido nada más y nada menos que tropical.

Extremadamente tropical. Justo como una palmera, para ser específico, tal como todos se lo habían hecho saber al sonriente japonés en más de una ocasión. Suerte que su buen humor nunca se empañaba.

—¿Ya terminaron de ensayar? —preguntó. Con sus respectivas rutinas diarias ahora pasaban tan poco tiempo juntos que los días en que solían compartir la totalidad de su tiempo se veían lejanos. De cierta forma, los extrañaba, aunque nunca lo admitiría en voz alta—. ¿Van al departamento?

—No, iremos a comer algo antes, después del almuerzo no comimos nada así que… —Taeil desplegó una sonrisa juguetona, como si hubiese recordado algo—. No, exactamente nadie comió a excepción de Jaehyun, sabes que no funciona sin comida así que se trajo unos snacks… pero el resto está hambriento.

Los demás asintieron y él, a su vez, intentó mantener la sonrisa con naturalidad…

—¿A qué viene esa mueca, Doyoung? —Yuta le tocó las mejillas con los dedos índices ante lo que retrocedió y frunció el ceño—. Ahí sí. Mucho más natural.

…fallando miserablemente en el intento.

Resopló. ¿Cómo mantener una sonrisa sincera ante la mera aparición del nombre de su mejor amigo?

—¿Quieres venir con nosotros? —preguntó Mark con emoción en la voz, ante lo que negó con la cabeza, sintiéndose un poco culpable—. ¿Por qué?

—Jaehyun sigue ensayando, ¿verdad? —preguntó. Tenía las palmas sudorosas de nuevo de tan solo pensar en él, genial. Ante el asentimiento de los demás, prosiguió—. Entonces le diré que nos acompañe.

—No creo que te vaya a hacer caso, él y Taeyong están ocupadísimos ensayando todavía —Donghyuck soltó con cansancio—. Ambos tienen complejo de perfeccionista, ¿por qué no pueden simplemente relajarse un rato y…?

Dejó de escucharlo progresivamente gracias a la mención del líder del grupo, Lee Taeyong. Rodó los ojos luego de unos segundos, molesto… no, muchísimo más que molesto. No necesitaba conocer tantos detalles y sí, sabía que la única información que había obtenido era que Jaehyun nuevamente se encontraba en compañía con el mayor, pero era más de lo que quería realmente oír.

—Iré de todas formas —instó—. En la sala de siempre, ¿verdad?

Por primera vez sus ojos se enfocaron en el pasillo que llevaba a la sala de prácticas, la que antes solían utilizar todos juntos como SMRookies primero y como NCT U después. Aquellos momentos tan llenos de risas se sentían ahora como meros recuerdos escritos sobre un espejo empañado, momentos que tarde o temprano terminarían por evaporarse.

Tal como ya estaba olvidando cómo era de pacífica la vida junto a Jaehyun antes de todo el embrollo que les había separado tanto.

—Sí, está allá —Taeil levantó una mano a modo de despedida—. Entonces, llámanos si logras convencerle…

—Y si no, yo iré al departamento directamente —Yuta sonrió—. Hansol debe estar allí y le prometí que practicaríamos japonés cuando termináramos el ensayo.

—Está bien —asintió, y nada más fue necesario para que separaran sus caminos.

Se quedó mirándoles hasta que les vio desaparecer por el ascensor que llevaba a la planta baja y un suspiro salió involuntariamente de sus labios. Si su nuevo cabello había tenido tal grado de aceptación por sus compañeros, ¿cómo reaccionaría Jaehyun?

Incluso si declinaba su oferta a que fuesen a comer con los demás, quería ver su rostro sorprendido cuando le mostrara el color castaño que poblaba sus cabellos.

Incluso si el regusto agridulce de sus labios estuviese tan presente aún, como si aquel doloroso beso hubiese sido hace unas pocas horas atrás y no hace semanas.

—¡Doyoung! ¡Baja de tu nube!

Una voz emocionada le sacó de ensimismamiento en menos de un segundo, y sintió la mano del portador de la misma revolverle los cabellos con ímpetu. Frunció el ceño, ¿es que acaso era un juguete para que todos vinieran e hicieran lo que quisiesen con su peinado?

Perdió un poco el aliento al pensar aquello. Un juguete.

A decir verdad, no era la primera vez que se sentía así.

—Johnny —el estadounidense rio un poco antes de dejar de molestarle y emprender su rumbo nuevamente. Le quedó mirando mientras el mayor apretaba el botón del mismo ascensor por donde habían bajado los demás—. ¿Ya te vas?

—Sí, estoy agotado, muchas clases de rap —se excusó, levantando la mano y agitándola emocionadamente antes de entrar al ascensor—. Nos vemos allá, Doyounggie.

—¡Cuídate! —alcanzó a decir a la par del cierre de las puertas metálicas y a la par, también, de una duda que afloró en sus pensamientos.

¿Por qué siquiera estaba Johnny en el sector de las salas de baile? ¿No que había tomado clases de rap? Porque de ser efectivamente así, la zona que le correspondía se localizaba tres pisos arriba y en el ala norte, no en el ala sur como efectivamente le había encontrado.

Parpadeó, confuso, y se encogió de hombros mientras volvía a enfocar su vista en el pasillo, donde del susto casi terminó soltando un grito ahogado. Donde allí antes no había nadie ahora se encontraba un delgadísimo Ten caminando en dirección contraria a la suya, justo hacia donde se suponía estaban Taeyong y Jaehyun ensayando. ¿De dónde había salido siquiera? Segundos atrás, no había alma deambulando por ahí.

Comenzó a seguir sus pasos pero alcanzó con suerte a cruzar la mitad de la distancia cuando desapareció por la puerta correspondiente.

Y luego, demasiado rápido como para entender qué estaba sucediendo, Ten salió corriendo de allí esta vez hacia su dirección.

—¡Ten…!

Trató de sujetarle pero su cuerpo menudo se escabulló como agua entre los dedos, y para cuando volteó, el tailandés estaba muy lejos como para alcanzarle con el largo de sus brazos. Las piernas no le reaccionaron y se quedó de plomo ahí, sin saber qué hacer hasta que terminó desapareciendo al dar la vuelta al final del pasillo.

Porque lo vio con sus propios ojos; Ten estaba llorando y la primera —y hasta segundos atrás, única— vez en que le había visto con lágrimas cruzando sus mejillas había sido durante la filmación del primer NCT Life, situación que todavía no podía procesar porque, ¿qué podría ser tan horrible para arruinar esa sonrisa perenne en sus labios?

—¡¡Que no!!

La inconfundible voz de Lee Taeyong cortó el silencio y algo hizo click en su cabeza. En vez de ir a buscar a Ten, cruzo a zancadas el espacio que le separaba de la sala de prácticas, irritado a más no poder.

De seguro él y Jaehyun tenían algo que ver en todo aquello.

———

Ten y Johnny estaban en el baño, juntos. Si Jaehyun no había podido entrar era porque esos dos se habían encerrado allí a hacer dios sabe qué porque justamente los servicios eran los únicos lugares sin cámaras en todo el edificio y si era así entonces, entonces…

—¡Maldición, Jaehyun! ¡¿Qué es tan importante?!

Tenía casi la visión borrosa por la rabia. Simplemente necesitaba seguir bailando y olvidarse de todo, de todos y más específicamente, de Ten. Era la segunda vez que sucedía lo mismo. Lograba avanzar un paso pero el tailandés avanzaba otros cien junto a Johnny sin que el último siquiera se esforzara.

¿Por qué no podían ir y confesar su relación a los cuatro vientos? ¿Casarse de una buena vez?

¿Cuál era la parte tan divertida de brindar esperanzas para luego destrozarlas en un segundo?

“Te gusta Ten, ¿verdad?”

Leyó esas palabras en los labios de Jaehyun y quiso morir, porque, ¿cómo se había dado cuenta el menor?

No tenía por qué involucrarse en sus asuntos, y además, estaba equivocado. Ya no podría seguir queriendo a Ten, no, porque no quería interponerse en la relación que llevaba con Johnny.

Había sido un imbécil pensando que tal vez, de ser lo suficientemente insistente, conseguiría algo. John Seo había sido el claro ganador desde el principio desde que ese “Ten, me gustas” había aparecido en la luminosa pantalla del celular del tailandés; desde que la soledad terminó por envolverle nuevamente al no estar cerca de la única persona que sí le importaba como para no querer separarse jamás de él, como si no fuese suficiente lidiar todos los días con el desprecio de muchas personas y…

—¡Que no me gusta nadie, maldita sea! ¡¡NADIE!!

Con los ojos empañados por la rabia recién lo notó al costado, justo donde la puerta antes estaba cerrada.

Ten.

—Nadie, ya veo…

Intentó hacer caso omiso a esa sonrisa cargada de dolor que sus labios se encargaron de hacer realidad. Intentó ignorar el hecho de que sus ojos se veían inusualmente más brillosos de lo que ya eran y, a la vez, con menos vida. Intentó simplemente pasar como meros desvaríos suyos el hecho innegable de que por una de sus mejillas se deslizó una rápida lágrima justo antes de que su delgado pero atlético cuerpo de bailarín saliera del recinto.

Lo intentó y fracasó miserablemente.

Le había hecho llorar, demonios, demonios… ¿Siquiera por qué? ¿Tanta satisfacción le producía que estuviera a sus pies, como un adolescente rastrero y completamente enamorado de su presencia? ¿No le bastaba con los suspiros que probablemente le sacaba a Johnny…?

Y entonces, un escurridizo pensamiento apareció en su mente; una posibilidad que contrastaba con el claro mensaje de “Ten, me gustas” y toda la cercanía que había visto durante las últimas semanas entre esos dos.

Tal vez, solo tal vez, Ten y Johnny jamás habían estado juntos.

Retrocedió un par de pasos, abrumado. No, imposible.

—¡Taeyong! —Jaehyun se le acercó y le apuntó al pecho de forma acusatoria, en un susurro entre dientes que sin embargo parecía un grito, una real bofetada en el rostro—. ¡¿Qué acaso no te diste cuenta de lo que hiciste?! ¡¡Hyung!!

—¡¡Que no!! —gritó con más fuerza de lo que había querido en un principio, y sus pies temblaron. Jaehyun retrocedió a su vez, claramente asustado. No había hecho nada a propósito, la rabia había terminado por apoderarse de su control y antes de darse cuenta había hecho llorar a Ten. Justamente, a esa persona tan inalcanzable—. No, yo… simplemente…

—¿Qué le hicieron a Ten?

Una voz que no correspondía a la de Jaehyun les interrumpió. Doyoung les miraba con el ceño fruncido, más molesto de lo que hubiese notado jamás y eso de por sí ya era bastante.

—Hyung… —Jaehyun pareció dolido, pero luego su carácter salió a la luz—. No he hecho nada. Es que Taeyong…

—¿No has hecho nada? —le respondió con clara incredulidad en la voz—. De seguro los dos han tenido que ver, no es normal que Ten se haya ido corriendo y…

—¿Se fue? —susurró apenas.

Todo era un mal sueño porque no era posible que hubiese hecho llorar a Ten; justamente a él, a la única persona que le importaba mantener feliz a toda cosa. Al único que quería proteger ante todos.

Pero si le había hecho llorar, sufrir… ¿eso significaba que tendría que protegerle de sí mismo?

Algo dolió en su pecho y un nudo comenzó a formarse en su garganta. 

—Taeyong, es que eres imbécil.

Esa frase cargada con tanta ira terminó por desarmar por completo su ensimismamiento. Se sintió increíblemente sorprendido de que su dongsaeng, Doyoung, le estuviera llamando así; pero al mismo tiempo sabía que él solía ser una de las personas más sensatas que hubiese conocido, por lo que esas palabras debían de ser un reflejo fiel de la realidad.

Era un imbécil. El peor de los imbéciles.

—¡Te dije que lo detuvieras, hyung! —Jaehyun sonó increíblemente frustrado.

—¿Y por qué no lo hiciste tú, entonces? —Doyoung contestó con clara molestia en la voz, ante lo que el menor se quedó callado y bajó la mirada—. A estas alturas debe ir de camino a casa o a quién sabe dónde

No le tomó más de una milésima de segundo para que sus pensamientos escalaran en preocupación a una velocidad alarmante, y para caer en cuenta que si Ten estaba por ahí afuera cualquier cosa podía pasar. Que tal vez si había salido corriendo todo el camino estaría ya muy lejos, y que con la cabeza hecha un lío sus decisiones podrían ser drásticas, como dormir en otro lugar por aquella noche, o mudarse definitivamente de dormitorio o… devolverse a Tailandia.

Tomó sus cosas a la velocidad del rayo y sin tiempo para recuperar el aliento de las prácticas, corrió lo más rápidamente que dieron sus piernas a la par que con su celular marcaba temblorosamente su número celular una y otra vez, poniéndose ansioso cada vez más.

Buscó con la mirada por toda la planta baja insistentemente hasta que, con el dolor apretándole las costillas y el presentimiento de que Ten ya no se encontraba allí, salió del recinto. Enfundado en una de las tantas mascarillas que solía llevar a todas partes, levantó una mano para detener a uno de los autos de color plateado que a esa hora se movían por las calles. Por suerte no tardó en encontrar uno libre y apenas se subió le indicó al conductor que tenía prisa, que era una situación completamente urgente y necesitaba llegar a la dirección lo más pronto posible.

Lo hizo mientras el sudor frío bajaba por su nuca y las manos le temblaban. Apretó múltiples veces el mismo contacto en la agenda de su celular.

Sin embargo, a pesar de su insistencia, Ten no contestó.

———

Corrió, corrió, y siguió corriendo porque no podía ser verdad aquello que sus oídos habían escuchado, tal vez simplemente había oído mal o se había imaginado cosas, sí, así debía ser…

“No me gusta nadie”

Derecha, izquierda, bajó a toda carrera por las escaleras sin importarle que las cámaras probablemente estuviesen grabando cada maldito segundo de su vida; ¿qué importaba ya?

¿Qué importaba, si después de todo su vida se estaba desmoronando a pedazos?

Tropezó en un escalón pero siguió en su frenética carrera hasta que alcanzó la planta baja y salió por la puerta trasera, en busca de algo que no sabía exactamente qué era.

¿Tranquilidad? ¿El sentimiento de que todo estaría bien?

Todo aquello lo había perdido tanto tiempo atrás y de forma ilusa había confiado en que Lee Taeyong sería la única persona capaz de devolver un poco la paz a su vida pero no, había terminado siendo todo lo contrario.

Sintió su bolso vibrar ante nuevas llamadas entrantes pero las ignoró por completo y solo se permitió respirar cuando alcanzó la estación de metro y subió a uno de los vagones, en dirección a donde sabía tenía que llegar sin importar qué.

El zumbido de su celular volvió a interrumpir esa sensación tan horrible que le decía que se moviera y escapara rápidamente porque debía salir de allí, de allá, simplemente huir de todo lo que estaba sucediendo por su cabeza; y solo con una palabra en mente logró alcanzar su celular.

Johnny. Johnny. Johnny.

Debía ser él. Necesitaba que fuese él.

Sus ojos vieron el nombre de la persona que necesitaba más lejos de sí en ese preciso instante y, antes de poder evitarlo, enterró el rostro entre sus manos cuando sus ojos volvieron a inundarse de lágrimas.

———

—¡Ah, al fin en casa!

Johnny estiró sus músculos cuando entró al departamento y sin demora se internó en su cuarto correspondiente. Su cama estaba desordenada (como siempre después de haber dejado la habitación que compartía con Taeyong, porque con él alrededor era imposible mantener su ropa sucia amontonada o las cosas fuera de lugar, tal como ahora desplegaba casi orgullosamente), y en la litera que ocupaban Yuta y Hansol solo se encontraba el último. Le sonrió.

—¿Cómo ha ido tu día, Hansol hyung? —preguntó mientras se recostaba en la única porción de su cama que estaba vacía. Justo cuando el más alto le iba a responder, prosiguió, demasiado feliz como para seguir aguantándolo—. A mí excelente, no, más que excelente… ¡espectacular!

La mirada tranquila del mayor siguió inmutable. Estaba recostado en la cama de abajo, la que le correspondía.

—Estoy esperando a que llegue Yuta, ¿no le has visto por casualidad?

—Sí, de hecho… —comenzó a explicar, un tanto decepcionado de que Hansol no le prestara mayor atención, pero su voz se cortó ante la aparición de un sonriente rostro por la puerta que había dejado entreabierta.

—Acá estoy, hyung.

Yuta se deslizó hacia la habitación, cerrando tras de sí y lanzándose sobre el antes relajado cuerpo de Hansol quien terminó por sonreír ante la intromisión. Se lo había encontrado a la salida del edificio, donde había declinado la invitación de ir a comer con el resto y había aprovechado de devolverse con el japonés. Les miró y no pudo evitar alegrarse también; cuando esos dos estaban juntos sus miradas se iluminaban.

Intentó aguantar la sonrisa que quería asomar a sus labios pero fue imposible. De cierta forma le recordaba a la felicidad que asomaba a los ojos de Ten cada vez que Taeyong se encontraba en la habitación… antes de que terminara siendo reemplazada por la esquividad y la tristeza.

Pero ya no más. Esta vez, cuando volviese, esperaba verle radiante de nuevo.

De verdad lo ansiaba.

—Johnny, ¿podría saberse por qué estás tan feliz? —Hansol preguntó al fin, mientras Yuta rebuscaba entre los múltiples libros de idioma japonés que mantenía en un pequeño librero al costado de la litera.

—Eso es secreto —levantó el dedo índice en señal de negación, ante lo que Yuta dejó de buscar y  enarcó una ceja—. Tal vez después les cuente.

“En tus sueños” pensó, sonriendo para sus adentros. Por suerte les vio enfrascarse en una conversación que no tardó ni un par de minutos en avanzar hacia risas y tonos de voces varios niveles más altos de lo que era apropiado para una noche como aquella. Siempre era igual.

—Oigan, van a despertar a los demás —les dijo en tono bromista. Nada más lejos de la verdad; cuando los más pequeños se iban a dormir a las habitaciones contiguas entonces no importaba qué, no despertarían. Era de cierta forma una bendición—. Por último traten de no reírse tan fuerte…

Un ruido mucho más potente que sus risas cortó su voz en seco. El inconfundible sonido de la puerta de entrada siendo golpeada incontables veces.

Ten estaba de vuelta.

—Iré a ver quién es —mencionó con el tono más inocente que pudo encontrar y prácticamente saltó de la cama para dirigirse hacia la puerta, emocionado a más no poder.

Al abrir la puerta en la ahora quietud del departamento después de haber dejado atrás el bullicioso dormitorio compartido, se encontró efectivamente, con el tailandés.

Pero todas las palabras de felicitación y de alegría porque juraba que todo saldría bien se desplomaron en un instante, como si jamás hubiesen existido en su mente.

—Hyung…

Tratándose de un verdadero déjà vu le vio allí, indefenso, más pequeño de lo que ya era, mucho más frágil y distinto del sonriente amigo que solía tener siempre a su lado.

Porque nuevamente las lágrimas surcaban su rostro.

—Ten… ¿Ten? ¡¿Qué pasó?!

Le ayudó a sentarse en el sofá que era más pequeño que el del departamento de abajo, pero donde igualmente cabían los dos sin mayores inconvenientes. Y entonces, el tailandés dejó salir todo en medio de sollozos que cortaron su relato en múltiples trozos; pedazos que se sintieron como esquirlas en lo más profundo de su corazón.

—Taeyong… Taeyong estaba ensayando y… dijo que no tiene sentimientos por nadie —le vio cubrirse el rostro con ambas manos para que así no le viera llorar, pero de todas formas a través de los espacios que dejaban sus dedos pudo ver claramente el rastro de nuevas lágrimas—. ¿Para qué me detenía entonces cada día? ¿Para qué… estuvo insistiendo todo este tiempo? ¿Solo para decirme que no tenía interés en nadie, que dejara de tener esperanzas? ¿Tanto así quería destruir mis sentimientos?

Le acarició la espalda, sin saber qué hacer, sintiéndose increíblemente impotente al verle sufrir de aquella forma.

Porque Ten era más que un mejor amigo, era como su hermano menor. Desde siempre habían sido muy unidos y se había esforzado lo más posible en enseñarle coreano al más pequeño. Convivir a su lado era lo más pacífico sobre la faz de la tierra porque su ánimo solía ser tan bueno que terminaba por iluminar hasta sus días más grises; aunque no tuviese muchos, o mejor dicho, no los demostrase al exterior… Ten era el único que se daba cuenta y trataba de animarle. Se lo agradecía profundamente.

—Lo iba a dar todo por él, Johnny… todo —los sollozos que salieron de su pecho fueron los más desgarradores que hubiese escuchado jamás—. Casi hago una estupidez pero de verdad creí que… que valdría la pena. Pero soy un imbécil. Siempre lo fui…

Y entonces, sintió cómo un nuevo sentimiento hacía aparición dentro del profundo dolor causado por ver a una de las personas que más apreciaba en el mundo entero sufriendo de aquella forma.

Ten no se merecía aquel trato, no. Probablemente era la persona que menos se merecía cualquier tipo de sufrimiento, ya había tenido demasiado y lo sabía muy bien. Era su confidente desde tanto tiempo atrás y le había escuchado decir la primera duda, el primer indicio de enamoramiento.

Probablemente Ten ya ni siquiera se acordaba de la ocasión en que se habían quedado jugando videojuegos, hablando en susurros para que el resto no se diera cuenta de que se encontraban despiertos a altas horas de la madrugada.

“Johnny… creo que hay alguien que me gusta. Pero no te preocupes, trataré de suprimirlo, sería problemático… ¿sabes?”

Había sucedido tantos meses atrás, ¿tal vez un año? Sin embargo, incluso desde ese momento había sabido que se trataba nada más y nada menos de Lee Taeyong. Tendría que ser un verdadero ciego para no notar cómo sus ojos brillaban de felicidad cada vez que mantenían una conversación o un mero cruce de palabras.

Y luego del viaje a Bangkok, cuando todavía eran SMRookies, Ten se lo había dicho derechamente. “Ya lo sé” le había respondido, y su rostro de sorpresa mezclado con desbordante alegría era uno que todavía no podía olvidar.

“Entonces no te molesta que sea… ya sabes…”

“¿Gay? Ten, vamos, estamos en el siglo veintiuno, ¿por qué tendría que molestarme?”

Si la expresión de muda alegría antes se había quedado guardada en su memoria, entonces el gesto de dolor que había aparecido después de esas palabras estaba estampado en su pasado y, también, en su presente.

Aquello era imposible de olvidar.

—No eres un imbécil, Ten —respondió, sintiendo cómo la rabia comenzaba a desplazar la tristeza a una velocidad alarmante, inundándole como un verdadero torrente de agua—. El único estúpido acá es Lee Taeyong, ¿para qué siquiera te ha dado tantas señales si va y dice algo como aquello? ¿Quién demonios se cree que es para…?

Unos golpes en la puerta le interrumpieron, y luego, una inconfundible voz.

—¡Ten! ¿Estás ahí? ¡Abre, por favor!

Se levantó antes de que el tailandés pudiera siquiera decir nada, y con la sangre hirviéndole debido a la ira, abrió.

Taeyong alcanzó solo a mirarle con ojos confundidos antes de que con todas sus fuerzas le botara bruscamente al piso. 

 

Notas finales:

¡Hola a todos nuevamente! Como siempre muchísimas gracias por todo el apoyo y las buenas vibras <3  ¿Han disfrutado de NCT 127? Mad City y Another World me tienen un poco -muy- obsesionada hahah

Si quieren dejar un comentario me harían más que feliz <3 

¡Nos vemos! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).