35-El baño
Wilfred se duchó como se acostumbraba en ese extraño país antes de entrar a la tina de agua caliente. Se sentía tan bien entrar en esa cosa. Reposó su cabeza en el borde mientras pensaba en esa aburrida reunión que había tenido horas antes con el embajador en Japón.
¿Lo entiende, Sturmbannführer?—preguntó el hombre con aire altivo.
No es tan complicado de entender—contestó él algo desafiante como siempre.
Se veía en los ojos de ese hombre un frío desdén por la calaña de Shmidt pero mezclado con el miedo atroz que invocaba el nombre de la Gestapo en cualquier alemán.
Entonces siga sus órdenes—indicó el hombre.
Ja, mein Herr. Hail Hitler!—respondió con cierta altivez en su voz y su mirada esta vez el Sturmbannführer viendo como el otro por compromiso hacía como él el saludo hitleriano y luego se marchó satisfecho de mostrar su poder a esos burócratas.
En su mente solo estaba el folio con las instrucciones que le había dado ese hombre y que había leído cuidadosamente antes de marcharse.
Sería difícil, tal vez imposible, pero era la tarea que se le había encomendado.
¿Sabría ese hombre de su misión en Japón?
Lo dudaba mucho.
Al llegar a la mansión se encontró con su amigo.
Estás de vuelta. ¿Quieres que tomemos un té?—preguntó Ikabe.
Mas tarde tal vez. Ahora tengo…--las palabras se detuvieron en la boca del rubio cuando su brazo fue jalado de improviso mientras pretendía dirigirse a sus habitaciones.
Has estado evitándome estos días—acusó el otro.
¿Qué dices? Es tu imag…--dijo el melado tratando de calmarlo mientras el otro lo empujaba contra la pared.
Sabes muy bien que carezco de imaginación, Wilfred san—contestó el otro mientras sus ojos quedaban a milímetros unos de los otros.
Yo…mpf…--trató de argüir el rubio pero sus labios fueron sellados a la fuerza por otros mas demandantes y su cintura rodeada por los brazos del otro.
No aguanto más. Quiero tenerte ahora—fueron las palabras que el pelinegro susurró en su oído en el medio de aquel pasillo.
La caída imprevista de agua en algún lugar, sacó a Wilfred de sus recuerdos y volviendo a la realidad abrió los ojos para ver a uno de los hermanos Kaiba levantarse del pequeño banquito donde se había sentado para ducharse. Cumplida la faena procedió a caminar hacia el tanque de agua como un felino y se introdujo una pierna por vez en el cálido manantial.
¿Qué haces aquí?—preguntó Wilfred algo perplejo.
¿No puedo bañarme en mi baño?—preguntó Kaiba.
Sabes que no quiero decir eso—contestó Shmidt mientras el otro se le acercaba al arrodillarse dentro del agua.
¿Y que quieres decir, eh?—preguntó el joven mientras acercaba más su cara, el rubio se dio cuenta que ahora estaba hablando con un tono más combativo o más bien intentaba provocarlo de otra manera pero por…?—Estuviste con mi hermano. ¿Cierto?—preguntó Seto después de oler un poco bajo la oreja del ojos mieles.