4-Situación difícil
Estaba intentando concentrarse en la cátedra del profesor pero no lo lograba. Esas imágenes que se repetían en su cabeza no lo habían dejado descansar otra vez y el malestar general que el mal dormir le provocaba no hacía mas que aumentar mientras Kaiba no hacía mas que mirarlo de mala manera desde su asiento ubicado un tanto atrás y a la izquierda. Sus ojos melados no hacían más que intentar enfocar al catedrático de turno intentando ignorar las miradas dirigidas a su nuca, cosa nada fácil.
Shmidt, ese nombre era como una sombra negra que se expandía por su interior desde el día que pasó frente a los tribunales y no hacía mas que enturbiar su solitaria vida. Por culpa de sus noches insomnes su irascibilidad siguió en aumento lo que provocó una pelea con un compañero en el restaurant por lo que terminó con un mes menos de sueldo y cuando volvieran no le quitarían la vista de encima.
Llegó con malestar a su apartamento el cual no sabía como rayos pagaría a fin de mes cuando su teléfono sonó.
Moshi, moshi?—preguntó al teléfono preguntándose quien sería.
¿Eres tú, Joey?—preguntó una voz algo aniñada y conocida.
¿Yugi?—preguntó no pudiendo creer del todo que era aquél que creía en el extranjero con su abuelo pues el que llamaba era un teléfono local.
¡Uf! Es genial encontrarte. Tuve que investigar tu número para encontrarte. ¿Perdiste tu teléfono?—preguntó el ojos violetas.
Me lo robaron—contestó el melado.
¿Y tú estás bien, Joey? ¿Te hicieron algo?—preguntó su amigo.
Tranquilo Yug, que estoy bien—contestó el rubio para tranquilizarlo, estaba tan feliz de oir a su amigo que creía tan lejos que su malhumor desapareció reemplazado por una brillante sonrisa—¿Y tú? ¿Estas en Japón?—preguntó después.
Eto sí. Quería invitarte a una presentación de una exposición que harán en el museo al que mi abuelo fue invitado. La hace un colega suyo y pues como solo estaremos estos dos días y quería verte pero es que los papeleos y cosas del museo que el abuelo esta buscando para su propia investigación nos están insumiendo…--
¡Para ya que ya entiendo a lo que te refieres!—dijo el rubio a su amigo—Dime la hora y el lugar—
Estaba saliendo del combini de hacer sus compras de la mañana pensando en que esa tarde se encontraría con su amigo cuando escuchó un grito pequeño y agudo que dio lugar a pensar en alguna mujer. Por inercia se dirigió al lugar del que este provino, un edificio en construcción. Era domingo por lo que ese día no debía haber nadie adentro. Tal vez alguna ronda de la empresa de seguridad pasara mas tarde.
Joseph se detuvo frente a los portones pensando en entrar o no cuando escuchó otro ahogado grito. No había error algo estaba pasando adentro.
El jefe de la pequeña banda de inadaptados del distrito había encontrado un especial encanto en la maestra de prescolar del cercano jardín de infantes y la esperó en el camino en que ella solía volver a casa con unos amigos. Eran cinco. La redujeron con rapidez y con la misma rapidez la metieron en la plazoleta del edificio en construcción. Ahí circundados por las paredes levantadas para evitar que nadie ajeno a la obra entrara se dedicaron a reírse un poco de ellas y a intentar vejarla.
Intentar porque alguien se hizo presente justo en el momento en que terminaban de despojarla de sus ropas.
¿Y bien? ¿A quien tenemos aquí? ¿Eres el pequeño héroe de la zona?—preguntó el jefe de la bandita que medía casi dos metros y se veía bastante musculoso, pues le gustaba practicar kick boxing y vivía en el gimnasio.
Todos los tipos de ahí agriaron sus caras por culpa de la interrupción, ninguno tendría mas de veinte años y estaban pasados de malosos.
Y no era que Joseph tuviera una mejor cara--¡Vayanse ahora, ya llamé a la policía, solo les doy la oportunidad de irse sin quedar arrestados de por vida!—
¿Y tú por que nos darías eso?—preguntó el “jefe”—Más bien pienso que intentas que nos marchemos sin dañarte la carita. ¿Acaso eres una zorrita? Jajajaja. Hoy en día cualquier fulano se cree héroe de anime. Vamos a mostrarle hasta donde llegan sus poderes chicos—dijo el tipo a los otros cuatro y por primera vez todos sonreían pero de manera macabra.
Los primeros puñetazos y patadas se los dio el supuesto jefe mientras Joseph gemía de dolor con cada golpe pero no por eso dejaba de intentar golpearlo aunque no era rival para ese tipo. Los otros también aprovecharon para darle patadas desde atrás cuando era golpeado por el grandote. Su impotencia lo hizo enojar y mientras su conciencia se enojaba su inconsciente le mandaba imágenes como flashes. Al caer al piso pudo ver una imagen de su mano a su lado en el piso pero no era su mano. Esta estaba enguantada en negro y tenía una especie de traje del mismo color por la manga que lograba ver.
Levantó la vista buscando a esos tipos pero en vez de ellos vio a un grupo de soldados a lo lejos y un lugar yermo en donde el fuego y geiseres de tierra se levantaban. De pronto un grupo de soldados se lanzaban a la carrera contra él.
CONTINUARÁ…