8-Mein Herr
Seto estaba frente al aula cuando salió ese día. Deliberadamente había salido antes y esperado al melado en la puerta. En sus ojos azules un aura extraña se desplegaba.
¿Quieres algo?—le preguntó el rubio.
Si, hablar contigo—dijo el castaño .
Pues no tengo tiempo para hablar contigo—contestó Joseph. Su mente era todo un revoltijo aun. Los sueños se repetían cada noche con la misma falta de detalles de siempre. Manos pies y lápidas parecían los únicos elementos fijos y el aroma y los pétalos de cerezo que eran tan comunes en Japón en primavera.
Pero Kaiba nunca aceptaba un no por respuesta y lo agarró del brazo para arrastrarlo por el hall de la universidad sin mediar palabra. Joseph empezó a gritar pero como no le convenía hacer un espectáculo se dedicó a seguirlo hasta que quedaron a solas en una habitación abierta que era donde se guardaban los trastos viejos.
Un chico entró y sorprendidos de verlos dentro empezó a reclamar.
¡Déjanos solos!—dijo Kaiba cortando lo que iba a decir.
¿Pero tú quien te crees que eres?—preguntó el otro molesto.
El rey del universo—dijo con los dientes trancados Wheeler.
Dame la llave y vete yo la daré a la oficina de mantenimiento—dijo el ojos azules sin prestar atención a las agresivas palabras de ambos.
El otro rebufó un poco pero al parecer decidió que la cosa no era tan importante o quizás tenía apuro por lo que le puso la llave en la mano extendida con fuerza y cerró dando un portazo.
Bien. Ahora estamos solos como querías. Dime que pasa—le dijo el melado tratando de calmarse.
¿Quién era?—la fría pregunta tomó a Joey por sorpresa.
¿Quién era quien?—preguntó totalmente confundido.
La persona que te vino a buscar ayer—contestó Seto con los ojos oscuros.
¿Qué? ¿Ahora me vigilas? No recuerdo haberte dado ese derecho—dijo el ojos mieles algo sorprendido del planteo del otro—No tengo tiempo para escenas de celos—añadió intentando voltear.
¿Acaso parezco celoso?—preguntó Seto a sus espaldas mientras el caminaba hacia la puerta, Joseph sonrió amargamente.
Olvidaba que el gran Seto Kaiba no cree que nadie pueda hacerle sombra.
Exacto—contestó el otro a sus espaldas y de pronto el rubio sintió que lo halaban, volteó gracias a la fuerza del otro que le dijo ni bien estuvieron cara a cara—Esto no es por ridículos celos. Esa gente no parece…--
O sea que no crees que me interese otra persona a parte de ti—dijo el melado que por su parte estaba harto de ver la prepotencia del otro que a veces lo ayudaba pero que sus formas nunca eran gentiles sino más bien como quien le tira un hueso a un perro—Pues siento discrepar con usted, mein Herr pero me puede gustar otra persona y puedo andar con quien se me cante y si usted se siente interesado por las personas que frecuento siento decirle que no es de su incumbencia—se sentía molesto y dolido y quería expresarlo con la virulencia que pudiera, acto seguido volteó y se fue dejando atónito y también molesto a Kaiba.
Después de unos momentos una pregunta afloró de los labios del ojos azules.
¿Mein Herr?