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Por tenerte a mi lado por Kikyo_Takarai

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Los sábados normalmente eran días muy pesados para toda la familia Graham, la librería estaba muy concurrida y se organizaban toda clase de eventos para promover la cultura, la lectura o simplemente la convivencia familiar. Lecturas, presentaciones de libros, firmas de autógrafos, concurso de poesía, de dibujo, incluso clases de baile.

Will estaba ocupado corriendo de arriba abajo organizando  todo y manteniendo a los otros empleados a raya mientras su padre de ocupaba de la caja. No dejaba que Abbie ayudara con la tienda ese día, el flujo de gente era mucho mayor al de la semana y no quería perderla o que algo sucediera que pudiera poner a su pequeña en peligro, así que ella solía quedarse junto a su abuelo o bien correr junto a su padre sintiéndose muy útil cuando Will le pedía favores. 

A veces Will la miraba y pensaba en Hannibal. Hannibal con quien había pasado menos de dos días. Sin embargo en ese tiempo se había dado el lujo de pensar que el Alfa podía estar interesado en alguien tan aburrido y común como él.  Claro que se había equivocado, y Hannibal había hecho lo que Bev decía que todos los Alfa hacían, se metían en tu cama y se largaban… Will no recordaba del todo su rostro, recordaba pensar que era el más atractivo, el más varonil que jamás había visto, pero no podía del todo identificar que parte de Abigail le recordaba a su padre. No tenía sus facciones angulosas ni sus ojos castaño rojizo que le daban un aire exótico. Mejor así.

Lo que menos necesitaba era un recordatorio constante de aquél muchacho.  Ya bastante tenía con los sueños en los que recordaba las palabras que le había susurrado para hacerle perder la cordura. Para convencerlo de que estarían juntos siempre y serían una familia, palabras que habían terminado por hacerle mucho daño, especialmente de saber que fue tan tonto como para creerlas.

—Papi ¿Podemos comer sándwiches de queso asado? Por favor, por favor…

La voz de su hija lo sacó de sus pensamientos con violencia, tuvo que poner en orden sus pensamientos antes de poder responder algo coherente.

—Vale, iremos cuando termine el teatro de marionetas, cariño. Hazme un favor y pregúntale al abuelo si necesita cambio en la registradora.

—Sí papi.

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—Venga, Brian, estoy seguro que debes recordar algo.

—Hannibal, éramos niños ¿tienes ideas a cuantas fiestas te invité cuando estabas aquí? Porque yo no.

Hannibal bufó frustrado mientras se echaba para atrás en la cabina de esa pequeña cafetería, Brian Zeller no era el primero de sus viejos amigos en llamar, pero era su mejor opción considerando que casi todas las fiestas eran en su casa.

—Fue una de las últimas Brian, llegó mucha gente, gente que no invitamos, un chico apuesto, Omega, ojos azules, camisa de franela y pantalones caqui con zapatillas negras gastadas.

—Vaya que lo recuerdas. —Silbó impresionado. — Pero tú mismo lo dijiste Hannibal, llegó mucha gente extraña, muchos amigos míos llevaron amigos y la cosa se salió de control.

—Tienes que recordarlo, ¡me acosté con él en el cuarto de tu hermano!

—Eso sucedía muy a menudo. —Dijo riendo, pero intento concentrarse. — Creo, no prometo nada, que ese chico venía con Beverly. ¿Recuerdas a Beverly?

—Muy poco, honestamente.

—Bueno, no importa, pero creo que ese chico llegó con ella porque se fueron juntos a la mañana siguiente…

—Puedes llamarla y preguntarle. ¿Aún tienes su número?

—Sí, fuimos juntos a la universidad, pero Hannibal. ¿Por qué es tan importante?

—Necesito encontrarlo, hacer las cosas bien. —Dijo sin más. — Voy a hacerlo mío esta vez, y voy a hacerlo como se debe.

— ¿Y sí no quiere tener nada que ver contigo? Tal vez no te recuerde. Tal vez tenga otro Alfa, tal vez estaba tan ebrio que no recuerda ni tu cara.

—Me recordará, por favor Brian. —Casi suplico y su amigo se dio por vencido, sacando su celular. —

—Bien, pero yo te lo advertí, si las cosas salen mal no será culpa mía. — Dijo con un suspiro resignado.  Bev trabaja hasta las 3, la llamaré y te avisaré lo que averiguo.

—Gracias, te debo una.

—Ya me invitarás a la boda. —Dijo distraídamente mientras enviaba un mensaje de texto, Hannibal sonrió con suficiencia. Sí, ese era el plan.

Aunque parecía algo precipitado así es como piensan los Alfa, Will sería suyo para marcar, se lo llevaría a Lituania, se casarían, tendrían cachorros, muchos de ellos y las cosas serían perfectas, no más arrepentimiento ni soledad, no más recuerdos, no más imaginarse lo que pudo ser. No podía concebir que Will rechazara sus avances cuando ya había sido suyo, era impensable, eran el uno para el otro desde esa noche de alcohol en la penumbra de la habitación más alejada en la casa de los Zeller. Había cometido el error de dejarse convencer de que Will no era lo que él quería, pero se había equivocado, había tardado 8 años en poder volver al país, aprovecharía la oportunidad.

Recogió a Mischa en el hotel antes de ir a la librería, con o sin Will, a quien no lograba ver sin importar que fuera diario al local, el lugar era muy agradable y al parecer había muchas actividades los fines de semana. Apenas entrar Abigail lo vio y sonrió, reconociéndole de inmediato.

— ¡Buenas tardes, Señor L!

—Buenas tardes, Abigail. —La niña sonrió ampliamente y luego se dio cuenta de que Hannibal no venía sólo. Mischa la miró de forma casi desdeñosa parada detrás de su hermano, aferrándose a su brazo.

—Hola…—Dijo un poco incómoda, Mischa frunció los labios.

—Hola.

—Abigail, esta es mi hermana, Mischa. Mischa, ella me ayudó a elegir tu libro de cuentos.

— ¿En serio?

—¿Te gustó? —Preguntó Abigail.

—Sí, mucho. —Murmuró Mischa, devolviéndole una sonrisa nerviosa.

— ¿Te gustan las marionetas? Hay una obra ahí atrás.

—Hanni ¿Puedo ver la obra?

—No veo porque no, me daré una vuelta, pero por favor no se te ocurra salir de la tienda.

—Sí, Hanni. —Se acercó y Hannibal se agachó para besarle la mejilla, Abigail esperaba impaciente cerca de ellos y luego desapareció con Mischa dentro de la tienda mientras Hannibal recorría los pasillos en busca de alguna forma para pasar el tiempo. Cuando su celular sonó sintió que había pasado una vida.

—Brian, dame buenas noticias.

—Lo siento, pero Beverly no me dirá nada sobre Will.

— ¿Qué? ¿Por qué?

—Dice que Will no quiere saber nada sobre ti, no quiere verte y ella no va a decirme nada si sabe que te lo diré a ti, en serio lo siento amigo.

—Esto es ridículo…

Will jamás respondía el teléfono cuando estaba trabajando, así que Bev le envió un mensaje tratando de avisarle sobre Hannibal en cuanto Brian llamó, la chica no tenía idea si Will quería o no verlo, pero considerando que había hecho su vida sin mencionar su nombre, probablemente era lo mejor.

Will casi tiró el teléfono al suelo cuando leyó: “Hannibal está en la ciudad y te está buscando, Will.” Lo buscaba, pero ¿para qué? Hannibal no lo quería, lo había abandonado, y él no lo necesitaba a su lado, no lo quería en la vida de Abigail y mucho menos en la suya. Además, ¿de dónde diablos había salido este Hannibal? No tenía razón para no creer que no fuera el mismo, pero definitivamente no quería enfrentarse a todas las emociones sin resolver que había dejado. 8 años y apenas podía dejar de pensar en él, en  cómo lo había hecho sentir en un par de horas lo que nadie había logrado desde entonces. Respiró intranquilo, ansioso, necesitaba irse a casa, calmarse, la ciudad era muy grande, encontrarse sería una casualidad enorme pero cuando se trata de Hannibal Will sabe que lo peor siempre va a suceder. Dejó las cajas en el suelo y llamó a Frederick que los llevaría a él y Abbie a cenar, buscó a su hija con la mirada y la encontró charlando alegremente con una bonita niña rubia.

Sacó su mochila del cuarto de empleados y se acercó a ellas, sonriendo.

—Abbie, nos vamos a casa cariño.

—Pero falta la segunda obra, papi.

—Lo siento mucho, despídete de tu amiga.

—Adiós Mischa, ¿vendrás a visitarme pronto?

— ¡Claro que sí! — Dijo emocionada, Will notó que hablaba con un fuerte acento. Mientras las niñas se despedían Will estaba listo para huir, pero justo cuando Abbie tomaba su mochila y su chaqueta una figura se acercó a Mischa y le dijo algo en una lengua que sólo había escuchado una vez.

Se quedó congelado como un perfecto idiota, incapaz de levantar la vista, con las manos rígidas sobre los hombros de su hija que lo miró confundida. Estaba respirando, seguramente, pero la cabeza le daba vueltas como si se le hubiera olvidado hacerlo.

—Papi… ¿Papi?

¿Papi? Mischa estaba charlando con Abigail cuando se acercó a ella, ahora notaba la figura junto a ellas, más pequeña que él, con el cabello castaño y rizado, una esencia tan familiar. Un aroma dulce, fértil, entremezclado con jabón y ese olor tan característico a tinta de quien vive rodeado de libros.

— ¿Will?

Levantó la vista por puro impulso, pero si su rostro reflejaba algo más que sorpresa no lo dio a notar. Hannibal tuvo muchas ideas en ese momento, saltar sobre él, besarlo, si no fuera un lugar público lo haría suyo en ese momento y en ese lugar. Will había cambiado mucho, era más alto y su rostro más cuadrado, pero sus hermosos ojos azules seguían adornados por largas pestañas negras y su cabello le acariciaba el rostro dándole la apariencia de un ángel renacentista. Hannibal estiró los dedos hacia él, como queriendo comprobar que era real, pero la voz de Abigail lo detuvo.

—Papi ¿Conoces al Señor L?

—Se… ¿Señor L?

—El señor Lecter… ha venido muchas veces está semana. — Le explicó, Will recordaba que Abigail le había contado sobre un hombre amable que la ayudaba a acomodar los libros más altos, al principio había pensado que era un pederasta, pero jamás en la vida habría imaginado que el Señor Lecter era Hannibal. Hannibal Lecter…. Continuaba siendo un Alfa deseable y apuesto, alto, con facciones rectas y varoniles y la voz gruesa.  NO. Hannibal no iba a hacerle lo mismo dos veces en la vida, sólo aparecer en ella y hacerle perder el sentido común para luego desaparecer y romperle el corazón a él y a su hija.

—Ha pasado tanto tiempo. — Dijo Hannibal, Will percibió una especia de esperanza en su voz que lo irritó. — Will, no tenía idea como buscarte.

—Te fuiste, no me dijiste tu nombre…

—¿Papi?

—Sé lo que hice, por eso volví. Tenemos que hablar.

—Hanni ¿Qué pasa? —Preguntó Mischa, mirando a Will y luego a su hermano sin entender.

—No, no creo que sea conveniente, además ya tenemos que irnos. — Gimió Will empujando a Abbie rumbo a la puerta, Hannibal los siguió de cerca, levantando la voz.

—Por favor, Will, te pido que me escuches, luego puedes decidir qué hacer.

—Tú y yo no tenemos nada que decirnos. Éramos unos niños, las cosas se salieron de control y…

—Will, por favor, ambos sabemos que no es tan sencillo. —Dijo Hannibal acercándose más a él, Will se interpuso protectoramente entre él y Abigail y ambos lo miraron confundido. — ¿Will? Por favor sólo…

— ¿Will? ¿Todo está bien?

La voz de Frederick le trajo tanta paz que incluso pudo soltar el aire que dolorosamente había mantenido en su pecho durante toda la conversación. Frederick Chilton, era un buen partido, con dinero, amable y que estaba dispuesto a cortejar un Omega con un hijo de otro hombre sin ser grosero o cruel con Abbie. Will no lo amaba, viendo a Hannibal de nuevo, tan perfecto como lo vio hace 8 años, se dio cuenta de que no lo amaría nunca. Pero no dejaría que algo tan ridículo como el amor se interpusiera en su camino para darle una mejor vida a su hija.

Hannibal retrocedió apenas unos centímetros ante el otro Alfa que hinchaba el pecho protectoramente frente a Will, estaba seguro de que su expresión se volvió muy hostil cuando Frederick lo rodeó con un posesivo brazo y le ofreció la mano a Abigail.  

—Todo está bien…

—Nos iremos ahora.

Podía oler su colonia barata en Will, incluso en Abbie, ¿sería su hija? Tenían los mismos ojos azules y la pequeña parecía sentirse en plena confianza con él. Eso no era bueno, debió volver de inmediato, por Will, no dejarlo a merced de un Alfa como ese que no era digno de él. Pero lo había sido, tenían un cachorro y Hannibal no tendría nada. Guardó silencio mientras se retiraban, y aunque Mischa le hizo mil preguntas no  emitió sonido mientras meditaba su siguiente paso.

Estaba tan seguro de que Will saltaría a sus brazos con apenas verlo, que sentirían la misma conexión casi mágica que cuando eran chiquillos de preparatoria, esa fuerza que los arrastraba el uno al otro como gravedad, es sensación de que todo sería perfecto si estaban juntos, de que así debía ser.

Se preguntó cuánto habría tardado Will en olvidarse de él, Abbie no era mucho menor que Mischa. ¿Qué posibilidades tenía de separar a Will del padre de su hija para irse con él a otro país? Mientras los miraba alejarse pensó que ninguna.


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