22-Disturbio.
Yuuichiro y Mikaela vieron con asombro la procesión ante el emperador de los vampiros, Shinya vestía el ropaje de un vampiro y aun Yuu no asimilaba la cruel verdad.
Esta le llegó en la voz de su mejor amigo—¡Él siempre los traicionó! Ese tipo siempre fue un espía—dijo con sus ojos furiosos porque quien sabe lo que les pasaría si ese tipo denunciaba a Yuu y Mika ante todos.
Es cierto—dijo feliz el peliplateado que los veía con su sonrisa y mirada siempre soberbias—Reynard entró en la familia Hiiragi para encontrar sus debilidades y destruir el JIDA, tal como Guren pero ese es un traidor. ¡Jeje! Él siempre quiso para si la libertad de mandarse solo y por eso traicionó a tanta gente… ¡Es una lástima! Es interesante sin embargo. En cambio el general Kureto es aquí tan víctima que me dan ganas de llorar—dijo con fingida melancolía Ferid.
¡Nadie te creería eso!—dijo el pelirrojo al lado de Bathory sin siquiera mirarlo. Miraba con cara de aburrido como los 3 vampiros y dos hombres llegaban enfrente del trono donde el Pendragon se sentaba. Kureto fue colocado un poco atrás y a un lado del segundo y empujado para que se arrodillara mientras toda la escuadra bajo el mando de Ferid y Reynard se formaba al fondo del pasillo, entre ellos estaban Narumi y Shusaku, además de todos los hombres de Guren.
¿Qué está pasando aquí?—preguntó sorprendido el muchacho de ojos verdes.
¿Qué pasa? ¡Jejejeje! ¡Veo que no creíste en mis palabras! La gente puede ser resucitada con cierto procedimiento pero ellos ya no son humanos. ¡No sé si decirte si ellos son más útiles ahora o antes pero…!—dijo frunciendo los hombros con naturalidad el tercero.
Crowley lo miraba de soslayo.
¡Así que este es el miembro de la familia Hiiragi que queda!—dijo el primero mirando directamente a Kureto quien le devolvía la mirada. Aunque estaba de rodillas no parecía preocupado en absoluto aunque el peliblanco sabía que debía estarlo—Es un preciado presente el que me traes hijo—dijo al ojos azules que bajó un poco su cabeza a manera de rendir tributo.
Es lo que deseabas—dijo el ex Hiiragi.
¿Pero por que a este y no a la cabeza principal?—preguntó para asombro de todos el emperador.
¡Él era mas difícil de manejar y al morir este Hiiragi ha quedado a cargo de su puesto por lo que pensé que de igual manera te placería que lo traiga! ¿Acaso te molesta el cambio?—preguntó Shinya.
El otro torció la boca y espetó un—¡Para nada!—antes de pararse y caminar hacia Kureto, parecía absorbido en su observación cuando pasó por al lado de su hijo pero al hacerlo de inmediato algo se incrustó en la boca del estómago del más joven y una mano lo agarró por el cuello—En todo casi tu finalidad ha sido alcanzada. Ya no hay más necesidad de ti ni de aquellos que llamas tus hombres—dijo el emperador mientras muchos vampiros armados entraban en la sala y rodeaban a Narumi y sus hombres, todos dispuestos a atacar en el instante en que su emperador lo demandase. Todos tropas de elite de este. Los ojos azules se clavaron en las pupilas violetas de su progenitor mientras este hablaba pero no a él—¿Acaso creíste que tu intento de traición sería alcanzado?—Entonces comprendió. Bathory se había enterado con esa habilidad suya de encontrar lo recóndito. Él lo había develado todo a su padre y…--…Ferid Bathory?—culminó el emperador para asombro de Shinya. ¿Acaso estaba acusando a Bathory de traicionarlo? Todo se volvió confuso—Tomar como prisionera a tu reina esta mal por más que ella me halla traicionado no hay manera de que tú puedas decidir su destino. Eso es algo que solo yo puedo hacer—exclamó Pendragón padre.
Varios hombres se dieron vuelta y amenazaron al grupo de 4 dentro del cual el mencionado estaba. Este sonrió—Era lógico intentarlo—dijo sin asomo de vergüenza.
Tu existencia ya es demasiado problemática—dijo el emperador ahora hablándole a su hijo—Al igual que la de esas creaciones vuestras—añadió mirando de reojo a Narumi y a los suyos que encrespados esperaban ser atacados sin la ayuda de sus armas pues para entrar en el recinto había que estar desarmado y ahora entendían el porque de ser llamados todos ahí. Casi estaban resignados a su suerte.
Un hilo de sangre bajaba por la comisura de la boca de Shinya hasta su barbilla y de ahí goteaba hasta la mano que sostenía su cuello elevando su cuerpo de manera que sus pies no tocaban el suelo.