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¡El chico tiene diecisiete! por koru-chan

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Un tormentoso reencuentro


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Acomodé mis anteojos sobre el puente de mi nariz mientras deslizaba, de forma descendente, mis dedos por el touchpad para darle una rápida y última leída al artículo en el cual trabajaba y debía enviar antes de las diez de la noche. Estaba agotado por pasar varias semanas quedándome hasta tarde y mis ojos, inevitablemente, se cerraban producto del estrés y las escasas horas de sueño.


Intentando despejar mi mente después de haber dado enviar a aquel molesto archivo, posé mi  adolorida espalda sobre el respaldo de mi acolchada silla alzando, distraídamente, mi vista hacia los cristales humedecidos, los cuales captaron mi atención al ver como gélidas gotas azotaban los ventanales ennegrecidos aquellas horas.


Nueve y treinta marcaba mi celular una vez que le piqué a la tecla central de dicho aparato al mismo tiempo que frotaba uno de mis ojos detrás de mis lentes y bajaba la tapa de mi laptop escuchando aún leves tecleos en aquel piso; yo había concluido con mi trabajo, pero para varios de mis colegas su jornada se extendía aún más que la mía.


Tras un bostezo  guardé y ordené mis pertenencias oyendo como tenues gruñidos del cielo paralizaban las labores de los trabajadores haciéndolos prestar atención hacía los cristales, los cuales se adornaban de luces desprendidas de las nubes.


—Será complicado volver a casa—mascullé en una exhalación, recordando que ni siquiera  se me había pasado por la cabeza traer mi auto a la empresa pensando que posiblemente terminaría mi trabajo antes que la tormenta se desplegase. Bramé rascándome la nuca mientras una mueca disgustada surcó mis labios.


«—Si quieres, cuando decidas irte de la oficina, me llamas y te vengo a recoger—»


Recordé la voz sobre protectora de Shiroyama mientras una sonrisita se colaba en mis labios. Se había vuelto aún más paranoico que yo tras contarle lo que me estaba pasando estos días…


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Me plantee fuera de la empresa escuchando como la lluvia descendía con debilidad y sin esperar mucho más caminé extendiendo el paraguas compacto que siempre cargaba conmigo de forma precavida. Tenía que caminar un trecho por la avenida que normalmente era muy concurrida, pero a esas horas y por la lluvia, casi no se veía un alma. Asumiendo que era casi imposible evitar aquel imperioso aguacero, marché sin prisas sintiendo como aquella fría agua sería mi única compañía en mi solitario trayecto…  


El metro, vacío a esas horas, me dejó en mi estación respectiva. Tras surgir del subterráneo y antes de direccionarme hasta mi departamento me dirigí hacia el lado opuesto en el cual se encontraba mi supermercado favorito. Adquirí un par de víveres necesarios y, sin contratiempos, salí dispuesto a expandir aquella húmeda sombrilla que había dejado a las afueras de aquella tienda. Pero la brisa fresca y el nulo sonido de las gotitas arremetiendo contra la superficie me indicó que la lluvia había cesado. Rápido retomé la ruta bajo el silencio de la noche caminando solitario por aquella zona.


Mis suelas acariciaban el pavimento de forma rítmica y mis pensamientos idos ignoraron aquel extraño y sutil acompañante junto a mí. Un frío helado recorrió mi nuca cuando mi oído se agudizó  captando el sonido de un par de neumáticos deslizándose por el pavimento húmedo junto a unas pisadas tenues. Cuando fui consiente de aquella extraña cercanía me percaté de lo poco iluminado que estaba el sector por el cual caminaba. Con el corazón en la mano y algo perturbado por lo que hace semanas me estaba pasando, decidí buscar, con desespero, algún lugar concurrido que me albergase hasta que aquella helada sensación de acecho se desvaneciera.


Cuando la lluvia volvió a caer, a lo lejos divisé una tienda diminuta de barrio y corrí hacia ella sin preocuparme si me desviaba de mi camino. Con la respiración acelerada  cogí la manilla metalizada de la puerta y me refugié bajo las miradas curiosas de los dependientes. Caminé por los estrechos pasillos haciendo como si buscaba algo mientras inmiscuía mi mirada hacia los cristales de aquel local que daban hacia el exterior, pero no vi nada…


Pensé que me estaba volviendo loco o que quizá mi demente subconsciente me había hecho alterar mis sentidos y quizá aquel sujeto, que sentí con anterioridad, iba detrás de mí por coincidencia y tomó otro camino. Inspiré el aire que se me estaba escapando con demasiada facilidad de mis pulmones y me acerqué aún más a los cristales viendo como la lluvia caía con tenuidad y como no se divisaba alma alguna por las calles.


—¿Se encuentra bien?—me sobre salté cuando una mano ajena tocó con sutileza uno de mis brazos. Miré hacia mi derecha horrorizado percatándome que era un señor mayor quien parecía trabajar ahí. Únicamente me limité a sonreírle mientras avergonzado asentía debatiéndome mentalmente al haber rechazado la oferta de Shiroyama; sin dudas debí haber aceptado que él me llevase en su auto. Suspiré saliendo de la tiendita caminando con presura hasta que nuevamente aquel escalofrió me recorrió la columna. Alguien me seguía y ésta vez estaba cien por ciento seguro.


Contraje mi zurda con ira; ya estaba completamente harto del reiterativo acoso de aquel desconocido cobarde. Valiente—o estúpido por enfrentar solo el peligro—, me giré escuchando únicamente la lluvia chocar de forma rítmica sobre la tela permeable de mi sombrilla. Él imitó mis actos permaneciendo estático bajo el agua mientras alzaba levemente mí paraguas viendo en primera instancia unas ruedas para terminar de encajar mi visión en una moto empapada. Miré extrañado aquel motorizado transporte y con ansias de unir las piezas di con un hombre mojado bajo un casco. No podía creer lo que estaba viendo, contraje mi mandíbula acercándome a aquella paralizada imagen.


—Suzuki—bramé entre dientes percibiendo como descubría su cabeza dejando a la intemperie una cabellera húmeda por la lluvia—. ¡¿Tú eres el imbécil que lleva días acosándome?!—le grité en medio de la calle sin dejar de contener la ira y el miedo que me había provocado ese maldito chiquillo quien indujo, que toda la furia que sentía en aquel instante, saliera a flote golpeteando con el puño cerrado su hombro logrando desestabilizarlo levemente—. ¡Creí que me iba a dar un maldito infarto, niño!—chillé bajo la lluvia sintiendo un diminuto grado de alivio que fuera él y no un asesino.


—¡Lo siento! Lo siento—se disculpó haciéndome participe de como su rostro escurría agua. Por inercia, me acerqué aquel sujeto empapado para compartir mi paraguas en aquella húmeda noche—. Quería acercarme a ti, pero siempre estabas con aquel tipo ese. Entonces comencé inconscientemente a seguirte, pero terminaba algo cortado al verte; no quería tu rechazo nuevamente—explicó mientras yo daba un resoplido, aún rabioso, expulsado de mis labios.


—Debiste haberme hablado y ya, ¿no crees?—dije—. Tus llamados insistentes ya no me hacían gracia.


—¿Llamados?—elevó sus ojos sin entender. Mi mirada suspicaz se adhirió a su rostro dubitativo—. Tú—entre cerré los ojos—… me bloqueaste, por eso fui a buscarte varias veces a tú trabajo.


—¿Eh?—verbalicé incrédulo. ¿Acaso él no era mi acosador?


La vulnerabilidad que se me había esfumado hace un par de segundos volvió; de un minuto a otro me sentí paranoico y aquel clima inestable no ayudaba. Un trueno se oyó junto a la luminosidad del cielo alertándonos de la copiosa lluvia que se avecinaba. Introspectivo icé mi vista hacia mis alrededores percatándome de una persona extra. La observé detenida en la esquina a unos pasos detrás de nosotros mientras fumaba un cigarrillo bajo el camuflaje de la oscuridad nocturna. Fruncí mis labios mirando de nuevo al chiquillo frente  a mí y cuando quise volver la vista, esta vez imitado por el rubio, aquel oculto sujeto no se hallaba.


Sentí que la insistencia de la lluvia iba, en cualquier instante, a penetrar el paragua que nos protegía escasamente. Raudo cogí aquel chico de su ante brazo para atraerlo hacia un minúsculo tejado sobresaliente de un lugar residencial. Reita aparcó su moto colocándole el pedal y rápidamente se situó junto a mí mientras escuchábamos como el cielo inquieto hacia acto de presencia aclarando varios sectores entre las grises y densas nubes.


Incómodo de aquel mutismo que ambos habíamos adquirido, comencé, de vez en cuando, a golpetear mi paraguas contra el pavimento para que el agua que se había adherido escurriese con mayor ímpetu mientras oíamos, uno al lado del otro, como el agua empapaba todo a su paso sin discriminación; estábamos acorralados a permanecer ahí hasta que el aguacero cesase.


—¿Qué fue eso?—habló rompiendo aquella silenciosa atmósfera.


—Un trueno—alcé mi vista hacia el chico mientras suspiraba.


—No—vi como su rostro se tornó a mirar un punto de la calle, el cual estaba completamente vacío—. Lo que mirabas hace un par de segundos—dijo esta vez volteándose para observarme mientras despejaba su cara de aquellos cabellos húmedos descubriendo su rostro que pocas veces había visto de aquella forma—. ¿Y, a qué llamadas te referías?—me cuestionó confundido. Fruncí mis labios negando con mi cabeza débilmente.


—Nada. Olvídalo—emané. Estaba aún más perplejo que él; no entendía nada y no dejaba de rememorar aquella silueta como una escena de terror truncada.

Notas finales:

Una semana más por estos lares de la web. ¡Hola!, ¿cómo están?

Espero que el capítulo haya sido de su agrado, ¡estuve a nada de no actualizar! Y eso que el capítulo lo tenía a medias escrito, ¡pero lo bueno es que aquí está!, y de verdad, de verdad, espero que les haya gustado <3

Pequeñas, mil gracias por sus fieles leídas y sus aún más maravillosos reviews, siempre termino con una grata sensación al leerlos y contestarlos. Les agradezco de forma infinita por darme algo de su tiempo

Y nada, espero leerlas nuevamente como cada semana.

¡Un besito enorme, bellas!


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