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¡El chico tiene diecisiete! por koru-chan

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Dame una segunda oportunidad


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—Quítate esa ropa mojada. Iré por toallas y ropa limpia—me descalcé  dejando mis pertenencias junto a un buró que estaba situado en el recibidor para adentrarme a mi casa e ir en busca de lo mencionado a mi habitación—. Posiblemente—me quedé hipnotizado mirando su figura semidesnuda deteniendo levemente mi paso—… te quede algo justa mi ropa—terminé la frase reaccionando para acercarme a él quien estaba situado en la sala.


Vi como Suzuki cogió una de las toallas de mi diestra y como secó su torso descubierto. ¿Acaso ese niño tenía dieciocho años? ¿Cómo podía estar tan… fuerte? Le tendí algunas prendas y este de inmediato se puso una camiseta mientras secaba su cabello.


Dejé el resto de prendas sobre el respaldo del sofá para encaminarme hacia la cocina y preparar algo de comida para mi improvisado invitado—. ¿Te preparo un té?—le cuestioné viendo como se acercó a mí para besarme en la mejilla en respuesta afirmativa provocando que mis acciones se tornaran repelente ante sus actos—. Aléjate de mí. No quiero que me contagies tú maldita gripe— dejé en claro apartándome de él para acercarme al grifo de mi cocina y rellenar un recipiente para calentar agua.


—Nos besamos, ¿qué más da?—se acercó a mí abrazándome por la espalda.


—Contra mi voluntad—me removí inquieto—. Si estás fingiendo estar enfermo—bramé entre dientes.


—¿Qué? ¿Me cortarás las bolas?—dijo engreído—. Adelante—cogió una de mis manos y la llevó a su entrepierna, la cual quité rápidamente de ahí y le di un codazo en el bajo vientre observándolo molesto—... ¿De verdad no tendré ninguna segunda oportunidad?—oí su voz, pero lo ignoré guardando silencio cabizbajo; no quería mirarle y sentirme débil.


Serví agua caliente en una pequeña tacita blanca para luego depositar un té de manzanilla, un poco de miel y limón para que se tomase junto a un par de medicinas básicas mientras la comida estaba lista. Éste se sentó sobre unos taburetes que daban al desayunador con un semblante alicaído. Podía verlo de soslayo removiendo aquel humeante líquido mientras freía un par de verduras junto a la carne al mismo tiempo que vigilaba que el arroz terminara su cocción.


—Tú quédate con tus amoríos adolescente y a mí déjame con mi monotonía—hablé tras una exhalación escuchando como el chico rubio detenía sus acciones dejando quieta la pequeña cucharita dentro de aquel aromático brebaje.


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—Acuéstate—articulé alzando el cobertor blanco hacia tras doblándolo levemente para que aquel chiquillo depositara su tembloroso cuerpo producto de aquella fiebre. Tiritaba de pies a cabeza a pesar que su piel se sentía demasiado caliente; aún las medicinas no le hacían efecto alguno—. Iré por alguna compresa fría—informé viendo como se acurrucaba bajo las mantas en completo mutismo. Cuando regresé  lo encontré con la mirada adherida a los cristales los cuales mostraban como la lluvia seguía en su apogeo golpeteando de vez en cuando los vidrios. Capté su atención cuando deposité una pequeña toalla delgada humedecida sobre la ferviente piel de su frente—. Espero que se te baje la fiebre, sino tendré que llevarte al hospital—hice una mueca de medio lado preocupándome que los medicamentos no le fuesen hacer efecto producto de su alto estado febril.


—Estaré bien. Gracias por dejarme quedar en tu casa—negué con mi cabeza dispuesto a levantarme para dejarlo descansar—Ruki—llamó mi atención—… quédate—imploró.


—Iré a dormir a la sala—aclaré.


—No tienes por qué. Quédate la cama es grande—me sonrió somnoliento mientras un gesto dubitativo surcó mi boca.


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Apagué la luz de la lámpara adentrándome bajo las mantas. Me quedé unos segundos admirando el tejado sintiendo, únicamente, la lluvia azotando la ciudad. Cerré mis párpados con aquella musiquita natural, pero entre más que intentara dormir, no podía. Abrí mis ojos y un suspiro junto a mi oreja izquierda me hizo girar mi cabeza sobre la almohada viendo como los cabellos rubios de aquel puberto cubrían su rostro. Con cuidado estiré una de mis manos para remover aquellas hebras un poco húmedas dejando relucir su cara con las mejillas rojitas por el estado en el cual se encontraba. El dormitar de Suzuki era inquieto y varias veces me había levantado para revisar su temperatura y cambiarle aquella compresa que se calentaba con demasiada rapidez.


—Gracias por cuidarme—su voz me sorprendió mientras iba, por cuarta vez, a retirar aquella toalla de su frente; truncando de inmediato sus sueños por mí intromisión. Su murmuro se oyó débil y sus párpados semiabiertos me miraban junto a una sonrisa amena—. Me hubiera gustado que mi primera visita a tú casa hubiese sido distinta— guardé silencio acomodando, nuevamente, aquella húmeda toalla sobre la piel ya tibia de su rostro. Me iba a levantar de su lado, pero sentí como sus manos tomaron con debilidad las mías—. No me voy a rendir—articuló provocando que mi labio inferior se abriera levemente en un: —¿Qué?—inaudible. Mi mirada, en un gesto incrédulo, no la pude apartar de él después de varios segundos.


—¿Tienes algo de orgullo?—bromeé—. Te rechacé. No quiero estar contigo, Suzuki. ¡Vive tú vida! —ese niño me iba a enloquecer.


—No te creo. Tus ojos no me mienten—dijo decidido—.Te creo que no quieras estar conmigo porque me comporté como un niño, pero, ¿de verdad no te gusto?—no pude evitar carcajearme.


—¿Tanto mérito te tienes?—reí viendo como una bobalicona sonrisilla surcaba sus comisuras.


—No realmente—se rió imitándome—, pero tus ojos me dicen que te gusto, además la forma que correspondiste, que correspondías a mis besos no es de alguien que te desagrade—rodeé mis ojos.


—Podría besar a cualquiera así… ¿O sea qué mis besos enamoran?—hablé coqueto adentrándome en su jueguito bobo de madrugada; su semblante había cambiado, al parecer las medicinas habían hecho lo suyo y me sentí aliviado.


—Sí—dijo firme haciéndome carcajear.


—Si eso fuera así, no estaría soltero a los treinta—volví a reír negando con mi cabeza viendo como Reita se alzaba levemente con ayuda de sus codos para elevar su torso.


—¿Puedo besarte ahora?—su forma de entonar aquellas palabras se me antojó lujurioso.


—¿Vas a continuar?—extrañamente el ambiente de aquella habitación había cambiado y un cosquilleo, que preferí ignorar, me recorrió el bajo vientre—… Mejor duerme de una vez—ordené serio viendo como se terminaba por sentar en la cama; fue inevitable no acercarme a él tras ver que estaba algo mareado por aquel reciente estado febril. Me senté junto a su cuerpo rodeándolo del torso como soporte hacia su debilitado semblante—. No hagas esto, recuéstate—dije en forma de susurro viendo como negaba con su cabeza. Suspiré ordenando un par de almohadones tras su espalda sintiendo como acomodaba un mechón de mis cabellos detrás de mi oreja.


—¿De verdad no puedo besarte?—me sonrió mientras lo observaba molesto. Decidí parar con su parloteo meloso acostándolo sobre el colchón nuevamente; lo miré dudoso y hablé:


—Uno y pequeño—vi como asintió expectante. Posé una de mis rodillas sobre el edredón y me erguí hasta topar sus suaves labios con los míos. Los estampé en un vertiginoso roce eléctrico separándome de aquel chiquillo, pero no pude continuar con mi cometido puesto que sentí como sus manos aprisionaron mi rostro y me volvió a besar posesivo; masajeando mis labios con apetito. Soltó mi cara, pero antes que volviese a tomar un ápice de distancia mordió mi labio inferior con gula apresándome nuevamente en un acople demandante de su codiciosa boca al mismo tiempo que percibía como sus traviesas manos no perdían el tiempo deslizándose hacia mis caderas cubiertas por unos pantalones de pijama delgados—. Basta—deshice aquella cercanía junto a un sonidito húmedo de nuestras bocas.


—¿Por qué?—susurró absorto como si aquel entorno cándido lo ameritara. Cuestionó mis acciones besando mi cuello y parte de mi hombro el cual había dejado al descubierto tras halar la camiseta que llevaba puesta.


—Porque—exhalé sintiéndome ensimismado de la realidad. Lo miré, posando ambas manos a cada lado de su cabeza, percibiendo como mi piel ardía tras descubrir  la humedad de sus besos esparcirse por mi cuerpo y como sus manos se paseaban por mi pecho haciéndome temblar…

Notas finales:

¡Holis, niñas!

Como mencioné, lo logré. ¡Espero que les haya gustado el capítulo doce!

¿Qué creen que pasará ahora?

¡Ruki, no te dejes caer en la tentación!

...

Gracias por sus bonitos reviews pasados, soy la más feliz respondiendo sus hermosas palabras de amor <3

¡Nos leemos!


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