Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡El chico tiene diecisiete! por koru-chan

[Reviews - 65]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

.


Un romántico adolescente versus un huraño sujeto


XlV


¿Acaso podría tener un peor despertar?


Mi garganta me escocía, mis oídos me picaban y ya había estornudado demasiadas veces para llamar aquello como una simple y pasajera “alergia estacional”.


—Maldición—murmuré aún con los párpados pegados al sentir, tras un leve movimiento de mis extremidades, como mi cuerpo pesaba adolorido. La sensación era igual como si hubiese cargado algún material pesado. Además, aquella pesadez extra no ayudaba.


Me sacudí. Estaba enredado y una sutil respiración de temperatura tibia rozó mi cuello haciéndome  extrañar. Continué removiéndome en vano mientras resoplaba tras haber obtenido como resultado un quejido; me dolía hasta el más pequeño e insignificante vello de mí cuerpo.


Estiré mi diestra hacia el mueble situado junto a la cama tanteando la madera en busca de lo que necesitaba: Mi teléfono celular. Con las yemas de mis dedos acaricié la fría capa cristalina de aquel aparato cogiéndolo rápidamente entre mis manos. Con la vista algo borrosa visualicé torpemente la hora que marcaba aquel aparato: Siete cincuenta y tres Am. Bufé junto a un lamento; en nada la alarma programada haría acto de presencia y mi estado alicaído aún deseaba enredarse entre las alborotadas mantas. Cerré mis ojos quejumbroso pensando en que aquella jornada sería un completo suplicio.


El aparato vibró entre mi mano y mi pecho despabilándome al instante. Alterado abrí los ojos nuevamente y con desagrado, apagué aquel ruido alarmante pulsando el botón correspondiente para que aquel teléfono enmudeciera. Aún con mi corazón acelerado pestañé repetidas veces sintiendo que de forma inevitable caería presa de aquel cansancio, pero en aquel acto, percibí como un bulto sobre mi costado izquierdo se removía refunfuñando. El rubio giró su rostro somnoliento sonriéndome con una mirada empalagosa y antes de poder deshacerme de aquella presagiada acción, el ruidoso chiquillo terminó pegoteándose más a mí como si intentase que nuestros cuerpos se fusionaran. Su abrazo, un tanto constrictor, me obligó a permanecer quieto resoplando por su sofocante invasión—. ¿Tú no tienes clases?—bramé viendo como este abría los ojos mirándome con pesar al mismo tiempo que se despegaba de mi torso un par de centímetros.


—¿También te enfermaste?—adhirió su mirada a mí al oír la carrasposa voz que poseía en resultado de aquel acto insano de retozar con aquel niño virulento. Yo simplemente me limité a observarlo con los labios fruncidos al ver como aquel niño no mostraba ni un ápice de aquella enfermedad que presentó el día anterior.


—Levántate, ¿quieres?—vociferé ignorándolo—. Tu ropa debe estar limpia y seca en la lavadora —informé intentando apartarme de su cálida desnudes. Me voltee dispuesto a levantarme, pero recordé, de inmediato, que no llevaba ropa interior. Terminé por cubrirme con las mantas irguiéndome levemente sobre el colchón mientras buscaba con la mirada el paradero de alguna de las prendas que la noche anterior había sido despojado y, ahora, no tenía idea dónde habían ido aparar.


—¡Hey!, que poco cariñoso eres—hizo un fugaz puchero. Lo miré indignado por sus palabras y le aventé un cojín sobre su cuerpo perezoso—... Vaya, me siento amado—melodramático se abrazó al almohadón vislumbrándome recostado entre las mantas mientras yo permanecía impávido a sus quejas.


—¿Tendría que hablarte cursilerías porque dejé que me la metieras?—vi sus ojos entre cerrados.


—No, pero mínimo un abracito—sonrió rodeando mi cintura por mi costado izquierdo y sin perder el tiempo inmiscuyó sus dedos por debajo de aquella camiseta que era la única prenda que mantenía de la noche anterior.


—Levántate, tengo muchas cosas que hacer hoy y…—esbocé mientras le daba pequeños toquecitos a su espalda desnuda y lozana. Pero de la nada sentí como Suzuki se apartó de mí y, en un ágil movimiento, se colocó sobre mis caderas mirándome con decisión.


—¿Te arrepientes de lo que hicimos?—dijo en un tono de voz grave y profundo que erizó cada poro de mi piel. Sonaba algo herido y mi ceño, inevitablemente, se frunció.


—¿Qué?—bufé manteniendo mis ojos adheridos a los suyos—. ¿Me vas a hacer un drama como un niño dolido?—sonreí sarcástico—. Detesto el romanticismo. No es necesario decir con palabras lo que es obvio, Suzuki. ¡Me acosté contigo! ¿No te basta?—miré hacia mi derecha abrumado—. No es muy difícil entender lo que siento. Las palabras no van conmigo a pesar que me muevo en el mundo de las comunicaciones—aclaré—. Si no te gusta como actúo y prefieres a un empalagoso sujeto, amigo, es mejor que te largues—sus labios aprisionaron los míos en un arranque bobo que me dejó sin aliento. Mis muñecas, cogidas con anterioridad contra las suyas, fueron liberadas poco a poco cuando comencé a corresponder aquel choque dulce y demandante de su boca.


Acerqué una de mis manos a su áspera cabellera enredando mis dedos en sus hebras mientras encerraba las caderas del rubio contra mis desnudos muslos sintiendo como en medio del beso se nos escapó un jadeo. Rápido me liberé de aquella adictiva y alucinógena acción y me incorporé—. Diré esto una vez y no lo volveré a repetir—esbocé mi aliento cálido contra su zurdo oído al mismo tiempo que manteníamos nuestras piernas desnudas enredadas y nuestros miembros se acariciaban llevándonos a sentir un cosquilleo celestial—, me gustas y no me arrepiento de lo que hicimos, pero estos actos de romance me ponen nervioso y sobre todo vulnerable…—un beso húmedo fue depositado en mí cuello y de inmediato me giré para mirarlo notando como éste mantenía una sonrisa satisfecha en sus apetecibles labios.


—Te quiero—besó mis manos devoto y un rojo débil iluminó mis mejillas.


—¡Vístete, maldito descarado!—rompí aquel ambiente aromatizado con una  dulce fragancia romántica que se expandió cuando le di una palmadita en aquel traserito respingón y bien formado del rubio. Travieso aprecié su boca sonriente sobre la mía en un disfrute gustoso.


—Podemos…—lo miré con los ojos pequeños frunciendo mi entrecejo levemente al sentir su pene semierecto apuntando mi abdomen.


—No—me miró desanimado—. Jamás me volveré a acostar contigo. ¡Me duele todo, idiota!—su cara roja no pasó desapercibida, pero aun así no dudó en acostarse sobre mí y nuevamente llenarme de besos innecesarios mientras yo lo golpeaba entre risotadas gustosas…


.


—¿Te sientes muy mal?—estornudé un par de veces junto a un par de quejidos. Nos habíamos vuelto a recostar y mi estado había descendido; la fatiga que sentía, aunque había recién despertado,  se hacía presente fruto de aquella paulatina fiebre que me comenzó a invadir.


Me acurruqué bajo las mantas viendo como el rubio se alzaba de estas vistiéndose parcialmente con las prendas que se había quitado en la madrugada. Pestañé adormilado  viendo como salía del cuarto. Con los párpados pegados escuché como removía un par de cosas en mi cocina, luego de unos minutos lo sentí volver, abrí mis ojos viendo como aproximaba una pastilla para los síntomas de la gripe hacia mis labios—. Es mejor que no vayas a trabajar— murmuró el rubio depositando aquel medicamento dentro de mi boca. Me seudo senté para luego coger un vaso y beber un poco de jugo el cual me tendió enseguida al verme levemente erguido. Tragué dificultoso aquella blanca píldora mientras bufaba tras sus palabras volviendo a beber otro sorbo azucarado de aquel jugo de sabor anaranjado.


—Tengo una reunión a las doce—informé luego de una rasposa tos devolviéndole el vaso a medio consumir.


—¿Es más importante que tú salud?—me miró preocupado.


—Es importante y tú deberías irte a clases. ¿Qué haces aún aquí?—me cubrí con las mantas dejando a la vista únicamente mis ojos sintiendo escalofríos recorrer mí agripado cuerpo; necesitaría un milagro y una caja de paracetamol para sobrevivir aquel día.


.


—Shiroyama…—murmuré con pesar al escuchar como del otro lado de la línea habían contestado al llamado mientras preparaba algo rápido para desayunar. Akira ya estaba en la ducha y yo ya me había semivestido. Era tarde, pero le había enviado un mail a Tanabe con la excusa de que hoy no acudiría; únicamente  me presentaría a la reunión por mi deplorable estado contagioso.


—Uy, vaya, ¿qué te pasó?


Escuché su timbre burlesco al otro lado de la línea junto a tenues tecleos rítmicos.


—Pesqué un resfriado, me duele todo. Me siento fatal—aclaré mi garganta sintiendo como mi faringe me ardía.


—¿No vendrás? ¿Y la reunión?


El rechinido de su silla me hizo imaginar que estaría reclinado en ella expectante a mis futuras palabras junto a un deje de intranquilidad.


—Sí iré—afirmé—. Le acabo de mandar un mail a Yutaka porque no me contestaba su mierda de teléfono. Si lo ves, dile que chequee su mail—pedí mientras revolvía un par de huevos en la sartén.


—¿Amor, dónde dejaste mi ropa?


Alcé mi vista viendo como el aniñado adolescente se plantó bajo el marco que separaba las demás habitaciones con la sala. Lo observé arqueando una ceja. ¿Había escuchado mal? ¿Acaso dijo amor?Repetí en mi mente. ¡Ese niño de mierda! Bramé sin vociferar mis pensamientos asesinos. Lo miré con los labios fruncido regañando sus dichos con la mirada, al mismo tiempo que escuchaba las risotadas al otro lado de la línea estallar de la nada.


—En la maldita secadora—escupí entre dientes percibiendo como una bruma negra, llena de enceguecido odio, se apoderaba de mí. Tenía la sensación de que aquel puberto de apariencia inocentona, había hecho aquello con toda la intención del mundo al corroborar su sonrisita gustosa. ¡¿Aún estaba molesto por lo de Shiroyama?! Por eso lo había hecho. No cabía duda alguna…


—¿Amor? ¡Oh, dios! Tú no tienes gripe a ti te dejaron el culo echo mier…


Dejé los utensilios en el lavabo en un arrebato importándome poco si estos se estropeaban al chocar con el material metalizado de aquella superficie.


—¡Imbécil, estás en la oficina! ¡Deja de hablar mierdas!  


Sus pisadas resonaron sobre la cerámica de aquel departamento empresarial; parecía como si se alejaba de los demás trabajadores.


—Le diré a Yutaka la verdad. Ni yo me creí lo de la gripe.


No dejaba de carcajearse con disfrute desquiciado.


—¡Ni se te ocurra idiota!—gruñí enloquecido—. De verdad estoy enfermo—entoné con pesar.


—Cariño, trata de caminar normal, sino todos se darán cuenta…


—¡¿De qué?!—me hice el desentendido.


—De qué—repitió con mofa—…¡Oye, quiero detalles sucios! Y no te dejaré en paz hasta saber cada pose. Debió estar increíble sí el chiquillo ese te dejó así…


Gruñí cortando la comunicación envuelto en cólera. Me afirmé de la barra de la cocina inspirando y exhalando para tranquilizar mi instinto asesino percibiendo como Suzuki se acercaba secándose el cabello parsimonioso. Sonriente se situó frente a mí para erguirse tenuemente y darme un beso en la mejilla y, sin borrar aquel vivaz gesto arrogante, se aproximó a uno de mis oídos y murmuró calmo:


—Ahora sabe que eres mío—sin medir palabra alguna le sonreí de la misma forma que lo había hecho él mientras le regalaba un golpe doloroso en las bolas; la culpa, claramente, la tenía su defectuosa materia gris.


.


.


.


—Te voy a venir a ver en la tarde—lo vi coger su moto a las afueras de mi edificio.


—No lo hagas—contesté viéndolo quitar el pedal.


—No seas así. Quiero saber cómo sigues y si necesitas algo—hizo un fugaz puchero que se me antojó tierno y no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa.


—¿Conoces los teléfonos?—hablé con burla mostrándole el mío para enfatizar aquella idiotez creciente del rubio.


Mientras intentaba convencerme con cursilerías varias, yo me distraía paseando mi mirada por los alrededores casi inmaculados del sector en el cual vivía. Pocas personas transitaban en calmada marcha ante mis ojos; sin mucho interés analizaba sus acciones monótonas, pero mi vista se detuvo en una en particular: Un delgado cuerpo detenido a varios metros de nosotros. Mi difuso enfoque me limitó, y rápido rebusqué entre mis pertenencias mientras Akira parloteaba intentando persuadirme. Rodeé mis ojos negando por quinta vez a sus escuetas razones terminando por colocarme el objeto que necesitaba: Mis anteojos. Los limpie con presura y curioso desvié mi visión hacia aquella lejana figura. Divisé al rubio frente a mí, quien se había callado, observando hacia su espalda para inmiscuir su vista hacía el objetivo que intentaba averiguar con sumo interés.


—¿Qué miras?—me cuestionó volviendo su rostro a mis ojos.


—¿Tu colegio está por ésta área?—respondí con una interrogante.


—¿Eh? No. Queda cerca de mí casa. A quince minutos. ¿Por qué?—me quité los anteojos al darme cuenta que aquella persona ya no se encontraba.


—Creo haber visto a Takashima—me miró extrañado e intentó visualizar aquella persona nombrada, pero no encontró más que anónimos a nuestros alrededores. Su rostro se posó sobre el mío introspectivo, preguntándose lo mismo que yo: ¿Qué haría Takashima aquí?


Sin decir nada más crucé aquella calle poco transitada por automóviles hasta llegar frente a una plazoleta.


—¡Taka, espera!—ignoré la voz del puberto caminando con apuro para atravesar aquel centro de encuentros, deportes y juegos infantiles, en el cual se podían ver pequeños niños revoloteando. Agitado llegué hacia la esquina contraria en la cual me había parecido haber visto a aquel castaño adolescente. Lo busqué con la mirada hacia todas las direcciones posible, pero no lo hallé—. ¿Qué pasó?—dijo Suzuki con el respirar agitado.


—Creí haber visto…—susurré pensativo.


—¿Qué demonios estaría haciendo Uruha acá?—cuestionó al aire mientras se encogía de hombros sin entender mi reciente actuar.


—Tienes… Tienes razón—tracé una mueca en forma de sonrisa.


Quería creer que estaba alucinando, pero algo más allá me hizo, poco a poco, unir las piezas como si fuese un puzle y la imagen que me revelaba no era tan descabellada…

Notas finales:

¡Holis!

Ahora sí. El siguiente capítulo es el final de los finales. Erré en los cálculos xD

Pero sí. Esto llegó a su fin. Fueron demasiados capítulo para una historia que no estimaba más de 5 partes. Aún me sorprendeo; ustedes hicieron que fuera escribiendo y desarrollando la historia semana tras semana. ¡Gracias por leer y animar siempre!

PD: Como siempre gracias infinitas a las personas que fielmente me leen y me dejan bellísimos reviews, me alegran el día <3

 ¡Recuerden, nuestra cita final es la siguiente semana, nos leemos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).