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¡El chico tiene diecisiete! por koru-chan

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¡Me enamoré de un adolescente!


XV


El sonido de mis suelas contra el asfalto producía un eco ruidoso a mi solitario alrededor. Transitaba algo confundido por una calle mal iluminada y de apariencia tétrica. Comencé a mirar a mí alrededor intentando recordar por qué había ido a parar ahí, pero no obtuve respuesta alguna de mi subconsciente.


Giré mis talones para mirar el camino recorrido dando con nada más que oscuridad. Retroceder como a avanzar era igual de lúgubre. Era de noche, una noche de una oscuridad intensa, no había luna ni estrellas y el cielo parecía cubierto por una extraña capa densa de nubes; una tormenta se avecinaba y el viento fuerte lo escoltaba.


Un acompañante, de la nada se unió a mi rítmico andar. Cansino parecía seguir mi paso, o al menos eso entendí al darme cuenta que su intención no parecía adelantar mi lenta frecuencia. Extrañado me sentí en un déjà vu, recordando como en el pasado Suzuki me había seguido incontables de veces y esta vez, esperaba que también fuera él. Fruncí mis labios y sin más divagaciones me volteé dispuesto a regañarlo por volver a hacer lo mismo, pero no lo hallé, ni a él ni a ninguna alma; la calle se encontraba completamente desierta.


Tragué en seco al sentir como un frío anormal recorrió mi columna vertebral. Mi corazón bombeando con desenfreno me alertó que algo no andaba bien. Voltee mi cuerpo encontrándome con unos ojos marrones penetrantes que me observaban de cerca y una sonrisa macabra enmarcó su gélido rostro justo cuando atravesó mi abdomen con un objeto punzante al cual surcó mi carme sin titubear.


Me quedé sin voz sintiendo como abstrajo aquel objeto dejándolo caer sobre el asfalto provocando un sonido metalizado expandirse de forma escalofriante en aquel vacío lugar. Sin habla apoyé una de mis rodillas sobre el frío pavimento sintiendo  como la sangre salía a borbotones tiñendo de rojo aquella grisácea superficie.


El viento sopló fuerte y la capucha de aquel asesino dejó al descubierto su rostro el cual me miró una vez más y sonrió orgulloso.


—Takashima…—susurré con la voz marchita escuchando como aquel impávido cuerpo se alejaba dejándome arrodillado, desangrándome, con la vista en mi vientre y mis pálidas manos manchadas de un rojo vivo y brillante. Alcé mi rostro al sentirlo húmedo, la lluvia arremetió el lugar con furia y un relámpago iluminó la escena develando un segundo cuerpo a centímetros de mí. Sus características hebras rubias empapadas bajo un charco de sangre me alertó…


Abrí mis ojos con angustia sintiendo, de inmediato, como se me encogía el pecho dolorosamente, pero al mismo tiempo suspiré realmente aliviado.


—Había sido un mal sueño—susurré cubierto por aquel mar de cobijas desordenadas. Desanimado me senté en la cama quitándome las mantas de encima pensativo; aquello ya había pasado de gris a negro, y me estaba afectando más de la cuenta. Llevé mis palmas a mi rostro para frotarlo repetidas  veces y en un arranque me levanté del colchón para ir a la cocina por un vaso de agua para despabilarme un poco—. Maldición—murmuré entre tos y torpes carraspeos. Estaba con mis pensamientos en otro mundo cuando escupí el líquido que recién había ingerido  producto del sorpresivo sonido del timbre que me alertó y me trajo de vuelta a la realidad. Ágil busqué algo absorbente para limpiar el contenido del vaso derramado sobre el mesón al mismo tiempo que escuchaba de fondo tenues golpecitos para llamar mi pronta atención.


Rápido caminé hacia la puerta de entrada de mi departamento descubriendo un rostro conocido: Un desaliñado escolar sonriente y de bobo mirar me analizaba desde el exterior. Me acerqué a él, en un acto inconsciente, para envolver con mis brazos su cintura y terminar con mi mejilla pegada en su pecho; aquel simple gesto me tranquilizó. Después de aquel sueño no me había quitado su rostro de mi mente; tenía muchos deseos de verlo, escuchar su voz y que todo estuviese en orden. Y ahí estaba, perfecto y algo confundido por mi anormal acción.


—¿Pasó algo?—preguntó bajito como si aquella instancia lo ameritara.


—¿Estas bien?—respondí con una pregunta viendo como asentía afirmativamente tras mi interrogante. Pronto imité su acto y plácido observé su rostro aún detenido bajo el marco de la entrada. Su diestra alzó mi mentón y se quedó unos segundos indagando mis facciones para luego besar mis labios de forma suave y contenedora. Suspiré dándome cuenta que estaba actuando de forma paranoica; aquello había sido únicamente una pesadilla que más que otra cosa me alentaba a solucionar este  molesto lío el cual había sido involucrado.


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—No quiero seguir insistiendo, pero, ¿qué pasó?—volvió a preguntar acercándose a mi estático cuerpo afirmado del respaldo del sofá de mi sala mientras acariciaba mis caderas y meloso besaba mis labios.


—Tuve un mal sueño—expresé sin ánimos a explayarme viendo como alzaba una de sus cejas incrédulo. Fruncí mis labios y tras un bufido cambié drásticamente el rumbo de la conversación.  


—Y, ¿qué mierda haces aquí? ¿No tienes que ir a clases?—miré el reloj de la sala percatándome que marcaba las siete treinta y tres Am. Volví a mirar al rubio entrecerrando mis ojos.


—Te quería ver… Además, también, quería desayunar con MI NOVIO. ¿Acaso no puedo darme ese lujo, amor?—sus húmedos labios se deslizaron hacia mi cuello mientras me zarandeaba intentando apartarme de él.


—¡¿Qué dijiste?!—bramé—. Te lo dije, ¿no?—recalqué—. ¡No porque nos hayamos acostado una vez nos vamos a casar!—exageré depositando mis ojos sobre él enfurecido al mismo tiempo que el chiquillo se doblaba de risa recibiendo, de mi parte, leves golpes en uno de sus hombros.


—Podemos acostarnos más hasta que te acostumbres a ser MI NOVIO y a llamarme AMOR—jocoso no paraba de juguetear a sabiendas de mi mal humor. Molesto torné mi cara a algún punto de la cocina tras su espalda—. ¡Vamos!, no te enojes—se acercó a mi rostro al ver que ya no respondía a sus sandeces y cuando me giré para espetarle que se callara de una vez sentí como sus labios presionaban los míos—. No te había vuelto a besar después de aquel día—susurró—. Tu boca es tan suave y adictiva—habló rozando nuestras narices sin apartar mis ojos de los suyos, los cuales me observaban embelesado.


Correspondí aquel gesto de forma tenue sintiendo como acariciaba unos de mis muslos con delicadeza al mismo tiempo que nuestros labios se regalaban dulces fricciones y su mirada me transmitía múltiples sensaciones que me hacían suspirar. Nos separamos medio centímetro sintiendo aún su aliento chocar contra mis labios que se sentían calientes tras su toque—. Puedo hacerte el am…—me alarmé entrecerrando mis ojos sintiendo como su boca viajaba hacia mi cuello como si esta fuese una técnica para hacerme dócil a sus peticiones.


—No—lo miré amenazante alejándome del invasor adolescente divisándolo de mala forma; temía caer en sus redes—, y Deja de llamarme “amor”. Maldito imbécil—bramé un tanto exaltado por sus recientes toques.


—Tú me dices Suzuki y odio que me llames así—hizo un puchero.


—Suzuki es parte de tú nombre y “amor” no tiene que ver nada conmigo—gruñí viendo como rodaba sus ojos ignorándome—. Y, ¡vete a clases!—concluí el tema harto mientras caminaba hacia la cocina para calentar agua.


—Te dije que vine a tomar desayuno contigo. Compré algunos dulces en la panadería—canturreó feliz acechándome nuevamente.  Dejó una blanca bolsa plástica sobre el mesón y abrazó mi cintura reposando su mentón en mi hombro.


—Comes y te vas—le advertí.


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—Arréglate ese uniforme—suspiré con hastío. Parecía que se vestía a oscuras por lo desalineado que siempre lo veía.


—Hablas como la maestra menopaúsica de historia—me observó de soslayo—. “Arréglate esa corbata Suzuki. ¡Fájate la camisa, niño!”—imitó con mofa mientras yo me encargaba de desabotonar aquella blanca prenda arrugada.


—Quítatela—ordené deslizándosela de sus hombros—. La plancharé—informé viendo como quedaba semidesnudo frente a mis ojos.


—¿Sólo eso?—habló pícaro enmarcando una ceja—. ¿Acaso no quieres hacerlo? Tengo unas ganas de meter…—abrí mis ojos enormemente mientras una risotada se me escapaba y en aquella misma instancia le mostré el dedo de en medio obteniendo una fingida mirada de desilusión. Rápido me giré para caminar hacia el cuarto de lavado donde tenía una mesita de planchado sintiendo como aquel chiquillo descarado me daba una palmadita en el trasero y se apegaba a mis caderas rozándome su entre pierna.


—Si tienes una maldita erección te irás así a clases—bramé percibiendo como algo duro se comenzaba a despertar bajo sus pantalones. Se lamentó en mi cuello sin despegarse de mí.


—No seas así. He estado esperando bastante tiempo para volver a hacerlo contigo—me volteé mirando sus ojos afligidos.


—Te dije que no lo haríamos nunca más—repetí desinteresado adentrándome aquella pequeña habitación.


—¡No!—lloriqueó falsamente—. No dejo de masturbarme. ¡Te necesito!—no pude evitar reírme por sus revelaciones dramáticas mientras planchaba aquella delgada tela y en aquel instante sentí como ronroneante se volvía a adherir a mi cuerpo intentando convencerme…


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De una u otra forma terminé de espaldas contra el colchón viendo como la cabeza rubia de aquel menor se deslizaba por mi abdomen en un caminito de besos que me estaban haciendo perder la cordura.


—Suzuki—susurré enredando mis dedos en sus cabellos rubios. —Necesito… que me des el número de Takashima—alzó su vista mirándome extrañado por mi petición en aquel fogoso momento.


—¿De Uruha?—asentí izando hacia atrás su rebelde cabellera para despejar su rostro—. ¿Por qué?—cuestionó volviendo a poseer mis labios.


—Quiero corroborar algo…—hablé en medio del beso y tras un suspiro hizo una mueca un tanto dudosa, pero se irguió levemente y, de su pantalón gris clásico de colegio, sacó su celular. Buscó algo un par de segundos y luego me lo tendió revelando de inmediato sobre la pantalla, y en tipografías grandes, aquel seudónimo junto a los dígitos correspondientes al contacto de aquel castaño. Admiré un par de segundos aquel tecnológico aparato del rubio cuando el despoje de mi pantalón de pijama me pilló desprevenido. Despegué mis labios para espetarle un par de improperios, pero estos salieron atropellados entre gemidos al sentir como su ansiosa y húmeda cavidad succionó de forma brusca mi miembro. Dejé el teléfono olvidado junto a las desordenadas cobijas cerrando los ojos ensimismado  al sentir como su cándida boca provocaba miles de sensaciones que me recorrió, sin tregua, cada célula de mi cuerpo…


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Cerré la puerta de un brusco sopetón cuando salí de mi coche. La hora en mi teléfono marcaba las diez de la mañana. ¡¿Cómo había sido posible?!


Mordí mi labio corriendo como un desaforado porque más encima no había podido encontrar estacionamiento libre ni en mi trabajo ni a los alrededores de este, terminando en el parque, AL FINAL de aquel amplio lugar. Atravesé aquel perímetro con la intención de llegar a la avenida lo antes posible mientras maquinaba una excusa creíble que darle a Tanabe, estaba loco si creía que aquel sujeto me iba a pasar esta, lo más acertado de esto es que me terminaría colgando de las bolas. Claro si corría con suerte…


—¡Maldito, Suzuki!—murmuré al aire intentando adelantar a los cansinos transeúntes que se me cruzaban mientras puteaba mentalmente aquel mocoso por haberme hecho terminar enredado entre sus piernas.


Respiré algo aliviado al adentrarme hacia aquel territorio conocido y transitado a diario; ya no me quedaba mucho. Evitando no chocar con nadie me adelanté raudo cuando sentí como alguien me haló con fuerza y me empotró contra los ladrillos de alguna edificación cercana a la editorial.


Cerré los ojos por inercia sin pensar siquiera en el culpable de aquel acorralamiento, pero cuando icé mi vista con molestia dispuesto a lanzar un par de insultos fastidiado por la acción que había sido sometido, choqué con unos ojos marrones; unos conocidos y llenos de rencor. Quedé con las palabras amontonadas en mis cuerdas vocales y lo único que pude expresar fue:


—Takashima—musité su nombre entre dientes viendo aquel rostro triste lleno de congoja e ira contenida.


—¿Cómo supiste?—pronunció haciéndome recordar que minutos atrás le había mandado un mensaje para concretar un encuentro.


—Te vi merodear. Fue cosa de unir las piezas—articulé percibiendo como hacia una mueca de disgusto—. ¿Qué tramabas con toda esta mierda?—bramé obteniendo nada más que silencio y unos ojos idos—. Quiero hablar contigo, pero no ahora. Como te dije en aquel mensaje que te mandé, quiero darle fin a esto—le comuniqué sin ver un cambio en sus serias y analíticas facciones—. Te envíe la dirección del lugar y la hora. Espero que vayas…


—Y, ¿sino?—me desafió mirándome altivo con sus afilados ojos de hiel.


—Intento armar una instancia para hablar como adultos. Sino vas, entenderé que eres un niño haciendo un berrinche—determiné cortante.

Notas finales:

¡Holis!

Como vieron, dividí en dos el capítulo final porque escribí mucho xD esa es la verdad. Había pensado en subir todo, pero me iba a demorar más en editar, así que en resumen, me tendrán una semana más por acá <3

Gracias por sus leídas y comentarios, sobre todo sus comentarios me alegra mucho leerlas y responder; siempre agradezco su tiempito que me regalan :’3

Intentaré subir lo antes posible el final de los finales.

¡Besitos!


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