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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Dos semanas después:


La suave brisa golpeaba el rostro de Kagami. El parque estaba lleno de gente jugando y disfrutando del agradable día. Ambos chicos paseaban con lentitud, Aomine ayudado por un bastón mientras seguía con su mirada a ambos chicos que jugaban en la cancha de baloncesto del parque.


- Si estás cansado… podemos sentarnos un rato en el banco – sonrió Kagami algo preocupado por la forma lenta en que Aomine caminaba.


- Estoy bien – le respondió – además… para un día que no tengo rehabilitación quiero disfrutar del aire libre en familia.


Kagami no pudo evitar sonreír al escucharle decir esa palabra. Era cierto que tan sólo llevaban saliendo una semana, pero las cosas se habían precipitado de forma irreversible. Actualmente estaba aún terminando los trámites para la separación de su antigua casa con Himuro y aunque aún era parte de su casa, ahora dormía y vivía prácticamente en la de Aomine.


- ¿Cuándo vas a mudarte definitivamente? – preguntó Aomine llegando hasta el banco para sentarse. Kagami sonrió.


- Ya vivo prácticamente contigo.


- Pero no definitivo. ¿Qué te asusta? Acaso… ¿Soy yo?


- No… o puede que un poco. Quizá es porque siento que vamos muy rápido.


- ¿Prefieres alquilar un piso en lugar de venirte con Tetsu, Chihiro y conmigo? – sonrió Aomine – se te nota cómodo cuando estás en mi casa y podría ser “nuestra” casa, sólo tienes que atreverte.


- Esta noche me lo pensaré.


- ¿Y puedo hacer algo para ayudarte a tomar la decisión?


- Seguro que se te ocurre algo.


- Es muy posible. Ahora ve a ayudarles a jugar, sabes que te adoran y quieren aprender de ti a jugar al baloncesto.


Kagami sonrió observando a aquellos dos chicos lanzar a canasta pese a que Tetsu no acertaba ni una. Le dio un suave beso en los labios a Aomine y se marchó hacia la cancha para ayudarles a practicar. Quizá cuando Aomine se recuperase y pudiera volver al trabajo, podrían hacer algún partido amistoso entre bomberos y policías a ese apasionante deporte. Sabía que habían vencido a todos los departamentos de policías durante años, que era el mejor equipo al que seguramente se enfrentarían, pero eso le motivaba más que echarle hacia atrás, quería competir contra el gran equipo de Aomine Daiki cuando se recuperase.


Tras media hora donde Kagami enseñó a jugar a aquellos dos chicos, volvió para invitar a Aomine a un helado en familia. Todos se lo estaban pasando bien y Chihiro al menos, había dejado de lado el ordenador por la pelota de baloncesto. Estaba tan emocionado con el nuevo deporte que había descubierto, que fue el primero en marcharse a la cancha una vez más diciéndoles que les esperaría allí.


Para cuando los tres terminaron su helado y volvieron a la cancha, les extrañó ver a Akashi hablando con Chihiro. Aquello era relativamente nuevo. No pasaba desapercibido para Aomine aquella reacción, puesto que se había dado cuenta de aquellos peligrosos sentimientos que rodeaban al pelirrojo en referencia al adolescente, pero era precisamente eso… peligroso. Chihiro seguía siendo un menor de edad y eso hacía su posible amor, ilegal. No quiso interrumpir la conversación, pero al ver cómo Akashi se marchaba, se acercó hasta Chihiro.


- Deberías ir tú – dijo Kagami – se te dan mejor las palabras que a mí. Lo tuyo es escuchar, comprender y convencer – sonrió.


- De acuerdo – dijo acercándose hacia Chihiro mientras Kagami se iba con Tetsu a jugar. - Ey… ¿Estás bien? – preguntó preocupado Aomine al ver el rostro pensativo de Chihiro - ¿Ha ocurrido algo?


- No lo sé – dijo Chihiro – no sé muy bien qué ha ocurrido.


- Ven, vamos a sentarnos a hablar.


- ¿Es necesario? – preguntó con su seriedad habitual.


- Sí, porque no es nada bueno que te guardes las cosas para ti mismo. Vamos… yo no diré nada.


Chihiro se sentó en el primer banco que vio seguido por un Aomine al que le costaba algo más prácticamente cualquier gesto. El silencio se hizo entre ambos pero era normal, Aomine sabía lo silencioso y retraído que era ese chico, inteligente pero demasiado introvertido, estaba acostumbrado a salir de las cosas él mismo sin contar con nadie y aún se estaba adaptando a la vida en familia. Debía tener paciencia.


- Creí que le gustaba – dijo Chihiro al final – creo que he sido un poco idiota al pensar que podía gustarle a alguien. Sólo soy el chico del orfanato al que pueden devolver y tirar a la basura cuando no les interesa.


Aomine sonrió para el asombro de un Chihiro que no entendía aquella reacción. Por un segundo, observó a ese moreno mirar hacia las pocas nubes de aquel espléndido cielo.


- A mí me gustas – dijo Aomine – de hecho estás viviendo en mi casa y no tengo intención de devolverte, ni a ti ni a tu hermano.


- Es diferente – intentó aclarar Chihiro.


- Creías que Akashi sentía algo más intenso por ti, que quizá era amor y te seré sincero, yo también lo he pensado y creo que es cierto, no te equivocas en esa corazonada.


- ¿Entonces por qué dice que no podemos estar juntos?


- Conociendo a Akashi, es por tu edad. Sabes que se puede meter en un buen lío y no querrá hacerte esperar dos años por él. En dos años pueden cambiar muchas cosas, eres un adolescente. Vas al instituto, conoces gente nueva todos los días, puedes enamorarte, estás en la mejor edad para experimentar cosas pero… si te pierdes todo eso por esperar a un hombre del que puede ser que luego no quieras saber nada, Akashi no se lo perdonaría. Sólo quiere que seas feliz y encuentres lo que de verdad quieras.


- Es a él – dijo Chihiro confiado – le quiero a él.


- Si el destino dice que debéis estar juntos, lo estaréis. Da igual los giros que dé la vida, da igual cuánto tiempo tardéis o los contratiempos, el destino siempre encuentra la manera de unir los caminos. Si él debe ser para ti lo será. Akashi sólo quiere que vivas tus experiencias.


- Las viviré, pero sigo pensando lo mismo… no puedo enamorarme de nadie, sólo tengo ojos para él. Ya tarde dos años o cincuenta… quiero estar con él y esperaré entonces a ese destino del que hablas. Quiera o no quiera él.


Chihiro se levantó para irse. Estaba ya caminando cuando se giró una última vez mostrando por primera vez en aquellas dos semanas, la sonrisa más auténtica que jamás había tenido y el agradecimiento más honesto hacia la ayuda de Aomine. Por fin parecía que todo encajaba, era feliz en una familia y estaba con su hermano, sólo faltaba que Akashi se diera cuenta de las cosas… pero sabía que aquel pelirrojo no cambiaría de opinión fácilmente. Serían dos largos y duros años hasta que Akashi realmente decidiera que podían estar juntos, pero él estaba dispuesto a esperar lo que fuera necesario por la persona por la que creía que valía la pena el esfuerzo.


De vuelta a casa, Kagami observaba atento cómo Chihiro jugaba y sonreía con su hermano. No se atrevió a preguntar por el tema de conversación que habían mantenido, al menos no delante de Chihiro, así que no le quedó más remedio que esperar hasta llegar a casa y encerrarse en la habitación con Aomine tras acostar a ambos chicos.


Entró justo cuando Aomine se estaba quitando la camiseta, dejándole ver esa cicatriz cerca de su hombro, en el pecho. La bala le había destrozado y la cirugía había sido compleja, tanto… que no habría forma jamás de eliminar esa cicatriz. Se acercó hasta él rozando con las yemas esa cicatriz, escuchando cómo Aomine suspiraba y colocaba su mano sobre la de Kagami.


- ¿Aún te duele? – preguntó Kagami.


- No. Tan sólo es una horrible marca, nada más.


- La tienes por mí.


- No es cierto – sonrió Aomine – tú solo estabas allí de casualidad para apagar un incendio. Yo fui el que estaba metido en un problema.


- ¿Crees de verdad que todo se arreglará con tu padre? Es duro no verle, sé cuánto te habría gustado conocerle.


- Sí, pero quizá algún día, con el tiempo… pueda sentarme a hablar con él. Por ahora sigue siendo muy peligroso. Es mejor así. Tomó una buena decisión.


- A veces las buenas decisiones siguen siendo las más complicadas de llevar.


- Lo sé – dijo Aomine con una sonrisa.


- Pero si yo puedo hacer algo para ayudarte…


- Ya lo haces, todos los días y seguirías haciéndolo si vivieras conmigo definitivamente. Chihiro y Tetsu te adoran.


- Eso… tendrás que ganártelo – susurró Kagami con una gran sonrisa.


- Entonces déjame convencerte definitivamente – sonrió Aomine besando con pasión a Kagami, pasando su mano por la nuca hasta enredar sus dedos en aquel pelirrojo cabello.


Ambos se besaron con pasión, perdiéndose en aquel instante, deteniendo el tiempo. Por fin podían estar juntos, conociéndose en profundidad, ayudándose el uno al otro. Con cada caricia, Aomine se relajaba. No podía negar que siempre le había gustado dominar, pero por aquella vez y sólo con el objetivo de conseguir convencer a ese pelirrojo para que se quedase en su caso permanentemente, decidió hacer la excepción.


- Estás muy tranquilo hoy – sonrió Kagami mientras deslizaba sus manos por el abdomen de Aomine.


- Supongo que es tu regalo siempre y cuando decidas quedarte – sonrió Aomine con cierto toque juguetón.


- ¿Sólo si decido quedarme?


- Por supuesto – confesó Aomine besando una vez más los labios de aquel pelirrojo.


- Si vas a ser tan complaciente… creo que sería bueno probar a vivir juntos. Me gusta este método para convencerme de las cosas. Quizá deberías convencerme para cambiar el mobiliario de la casa – sonrió Kagami sabiendo que ahora tenía las de ganar. Cada vez que Aomine quisiera convencerle de algo, esta sería una opción muy utilizada.


- No te pases Kagami – sonrió Aomine – tengo más métodos de persuasión.


- Y los descubriré todos.


Aomine sonrió al escuchar aquellas palabras, más sabiendo que Kagami decidía entonces quedarse allí con ellos de forma permanente.


- Supongo que deberíamos ir a por tus cosas – dijo Aomine.


- Oh por favor… iré yo, tú aún estás convaleciente, y en segundo lugar, no quiero hablar de eso en este momento – sonrió Kagami besando con pasión a Aomine.


Ninguno de los dos volvió a decir palabra, aquella sonrisa cómplice lo decía todo. No era momento para que las palabras nacieran, sino para que la pasión surgiera. Pese a ello, ambos sabían aún que Aomine seguía convaleciente, debían tener cuidado.


Con lentitud y suma delicadeza, Kagami apoyó sus manos sobre los hombros de Aomine indicándole con algo de presión que se sentase en el colchón. Aprovechando aquel momento, Kagami se sentó encima de las piernas del moreno a la vez que le indicaba con sutileza que se tumbase. Ninguno de los dos quiso separar aquel intenso beso, tan sólo se dejaban llevar por la pasión del momento, olvidándose de aquellas últimas semanas y del tratamiento que Aomine había recibido y seguía recibiendo. Al menos en unos meses no podría volver a su trabajo, pero eso también les daba la posibilidad de estar más tiempo juntos y conocerse en profundidad, pese a que Aomine detestaba que le vieran en su momento de mayor vulnerabilidad.


Pese al cansancio y la costosa respiración por culpa de su herido pulmón, Aomine no pensaba retirarse de aquello, sin embargo, Kagami seguía observando lo débil que aún estaba. La rehabilitación era lenta y más tras haber tenido que reparar el pulmón. Al ver cómo el moreno trataba de mantener el ritmo e incluso de aumentarlo, Kagami se apresuró a detener sus manos.


- ¿Qué ocurre? – preguntó alarmado Aomine.


- Nada, es sólo… no quiero que te esfuerces. Aún no te has recuperado.


- Ni lo haré en mucho tiempo, pero eso no quiero que me impida estar contigo.


- Ni yo, pero no así. Déjame esta vez hacer a mí el esfuerzo, tú sólo… relájate.


- Vale – se enfurruñó Aomine pese a saber que Kagami tenía razón.


Kagami sonrió antes de empezar a bajar la bragueta del pantalón del moreno. Aomine simplemente suspiró un par de veces dejándose llevar por el placer de sentir las manos de Kagami recorriendo su cuerpo, recorriendo aquella extremidad que empezaba a despertar. Quería moverse pero Kagami se lo impidió cuando tras lubricar sus dedos, los empezó a introducir en su interior, consiguiendo que gimiera levemente. Kagami no dejó de besar aquellos labios, absorbiendo aquellos sonidos que el moreno le regalaba.


Tras casi quince minutos de caricias entre ambos, Kagami decidió pasar a la acción. Su miembro ya no aguantaba más estando allí preso entre la ropa. Fue el mismo Aomine quien le ayudó a desvestirse, a quitarse aquellas últimas prendas que le faltaban. Kagami se colocó mejor dispuesto a entrar. Pese al nerviosismo de Aomine, éste parecía calmado y sobre todo, decidido a descubrir una experiencia nueva.


Kagami entró en él muy despacio, sintiendo cómo todo el cuerpo de Aomine se estremecía mezcla entre dolor, extrañeza y quizá un leve placer muy al fondo, un placer que lentamente empezaba a despertar con mayor intensidad. Kagami besó con mayor pasión al moreno, esperando que el dolor cediese a medida que se movía en su interior, entrando y saliendo muy despacio, cogiendo mayor velocidad a medida que sentía que Aomine se relajaba, dejándose llevar por los sentimientos y el placer.


Los gemidos de ambos llenaron la habitación, el sudor salía por todos y cada uno de los poros de la piel de Kagami, derramando aquellas saladas gotas sobre el torso de Aomine. Se movía cada vez más rápido, cansándose pero sin ceder a ese instinto. Quería llegar a su clímax y llevar a Aomine al suyo. El moreno fue el primero en llegar en cuando el pelirrojo mordió su cuello, sabía perfectamente que ese era el punto débil de Aomine. Una vez ambos llegaron, se dejaron caer sobre el colchón mientras se limpiaban con unas toallitas húmedas. Fue entonces, a la vez que entrelazaban sus dedos y se acariciaban, que decidieron hablar de todo lo sucedido entre Chihiro y Akashi.


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