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Imposible pero es verdad (Fanfic de koi suru boukun) por patyunam

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Notas del capitulo:

Este episodio está dedicado a Lidia Yosh por su cumpleaños. Espero que te guste y pases un día increíble. Te agradezco tu apoyo al leer las historias, espero te diviertas. ¡Muchas felicidades!

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Capítulo 7 Con todo mi amor.

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— ¡Ese bebé es mío! — grité con el asombro de los estudiantes que comenzaron a cuchichear a nuestro alrededor.

— ¡Morinaga cállate o no te lo perdonaré! Vamos a mi oficina para aclarar todo esto. ¡Todos! ¡Dije ahora!

La vergüenza en sus ojos casi podía delatarlo ¿Explicarme a mí? Cerré la boca con tal de evitarle disgustos, no puedo ser tan intransigente si puede perder al niño por causarle un enfado. Caminé tras la mujer y la miré con mucho desprecio, lo que me pareció más raro fue que Tomoe no dejaba de ver a Souichi y luego me vio a mí con una sonrisa. ¿Qué sabe que yo no?

Mi enfado aumentó mucho más al ver a aquella mujer con mirada retadora.

Al entrar todos y cerrar la puerta, la voz de la mujer se alzó:

— Tatsumi sensei, no quiero estar en el pleito de sus amantes. ¿Puedo retirarme?

— ¡De ninguna manera! Él es mi hermano y ese idiota de cabello azul es el padre de mi hijo. — Respondió sempai con una mirada furiosa la cual yo respondí con severidad sin pestañear, por lo cual pregunté sin reparos:

— ¿Quién es ella sempai?

— Ella es la culpable de que yo sea una mujer.

— ¡Hermano! ¡Voy a ser tío!

Lo abrazó Tomoe y yo me quedé con más dudas que respuestas. En realidad ya no sé qué pensar, pues el día que amaneció como mujer no aconteció nada en especial, ni tengo idea en qué momento sempai se convirtió o cómo.

— No lo entiendo sempai, ¿qué ocurre? No debería ser yo el primero al que le cuentas algo así. ¿No confías en mí verdad? Se supone que soy tu mejor amigo y tu compañero. Me duele que me ocultes algo así.

Se separó de Tomoe y caminó hasta mí respondiendo:

— Ella puede devolverme a la normalidad, pero yo no quiero. Antes que todo quiero que nazca.

— ¡Piensas que yo no! ¡Cómo te atreves! — Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí un nudo que parecía no dejarme hablar pero continué: — ¡Ustedes son mi familia, ya te lo he dicho! Tú sabes que no tengo a nadie más.

— Tenía miedo Morinaga, no podía arriesgarme a que renegaras de nosotros. Ya no me tienes el mismo afecto, sé que lo intentas pero no es suficiente. ¡No podía estar seguro!

— Preferiría morir yo a perderlos a ustedes. ¡Me decepciona que me creas capaz de ser tan superficial! Porque yo… porque yo te amo… En el interior sigues siendo la misma persona, te he podido ver estos meses, te he sentido y al cerrar mis ojos percibo la misma calidez de tu terco y desconfiado corazón.

— ¡Cómo podía saberlo sino lo habías dicho! ¡Eres tan tonto!

En un instante mi corazón saltó con sus brazos rodeándome. Sin embargo me sentí extraño, un mareo me hizo dar vueltas la habitación y me recargué en sempai hasta caer juntos al piso pues no resistió mi peso, aunque no me soltó a pesar de que intenté apartarme.

Todos se asustaron, pero de inmediato Tomoe me acercó un vaso con agua, mientras yo me sentí protegido sobre las piernas de sempai. Le di un trago al agua y la fatiga me sobrecogió.

— ¿Morinaga te sientes mejor?

— Me siento pesado, como muy cansado.

— No debiste salir de cama y seguirme, recuerda que todavía estás enfermo ¡tarado!

— Lo sien…

— Nada de que lo sientes, no puedes arriesgar tu salud porque tienes que conocer a tu bebé a nuestro bebé. Y yo prometo no volver a desconfiar de ti, te voy a decir cualquier cosa que sea importante.

Como por impulso bajó su rostro y mi cabeza que sujetaban sus manos fue atraída con mucha más suavidad hasta sellar su promesa con un pequeño beso que me demostró su preocupación. No sé cómo es que este par de días he terminado en sus brazos protectores con él cuidando de mí, en vez de yo cuidarlo a él.

— Disculpen, ¿eso quiere decir que prefiere quedarse como mujer? — Dijo Watanabe sonriendo con ternura, a lo que sempai se separó de mí para responder:

— No Watanabe, quiere decir que primero quiero dar a luz y luego volver a la normalidad.

Con cuidado me senté y pregunté con intriga:

— Un momento ¿pueden explicarme esto desde el principio?

— Si hermano, yo también quiero saber. — Cuestionó Tomoe ayudando a sentarme en la cómoda silla de la oficina de sempai.

— Hace algunos meses encontré a Tatsumi sensei en un bar y como sus enseñanzas fueron mi inspiración, lo llevamos a ver la máquina que construí al lado de algunos investigadores. Se supone que la máquina solamente tenía la facultad de leer el código genético de animales y plantas, además yo me arriesgué descubriendo que también podía modificar la estructura celular y repararla, por lo cual al llevar a Tatsumi sensei al laboratorio. El error que cometí es que jamás leyó el código genético masculino e interpretó como erróneos los datos, produciendo una reestructuración de todo el sujeto. Cuando lo sacamos de la máquina me asusté mucho, los efectos podrían no sólo ser físicos sino mentales. Lo malo es que ese día no pudimos devolverlo a la normalidad, ya que muchas partes de la máquina quedaron mal, por lo que tuvimos que volver a Tokio a repararla. El día que llevamos a sensei a su casa, nunca supimos que tuviera un compañero.

— Yo salí a una reunión con algunos amigos. Pero no volví tan tarde. Además al siguiente día me culpó de todo y casi me mata. — Respondí dudoso.

— Fue un error, yo no recordaba nada, además ellos me dejaron en el apartamento sin poner una nota, ni nada. ¿No recuerdo haberte dado mi número de teléfono? — Protestó sempai mirando a la chica.

— Nunca me lo dio sensei, pero cuando vine a preguntar por usted en la universidad y les dije que soy una investigadora importante en Tokio, me lo facilitaron. Y en vista que no vamos a devolverlo a la normalidad creo que me retiro pues mi equipo y yo tenemos que volver a Tokio cuanto antes.

— ¡Un segundo! Esta vez no te marcharás sin explicarme muchas cosas. Quiero ver nuevamente la máquina y tus apuntes. La siguiente vez cuando entre a esa cosa no quiero errores.

— Descuide profesor, vamos entonces. Sabe algo… me sorprende que tenga un pareja tan versátil, a veces es tan difícil encontrar una persona especial que te acepte sin importar nada. Si un día me enamorara de un hombre que se tornase mujer, en realidad no sabría si podría aceptarlo. Me confunde la situación… ¿a su novio le gusta como mujer o como hombre?

— ¡No es mi novio!

— Hermano aquí vas de nuevo, ya acepta que tú y el son novios, una pareja. Van a ser padres, incluso podrían casarse por la ley, ya que te volviste una mujer. Además Morinaga dijo que te ama ¡que más quieres!

No iba a permitir que se enfadara si puede hacerle daño, de manera que respondí a Tomoe:

— No hagas enojar a sempai, no importan las nominaciones que le des a nuestra relación, yo planeo quedarme con él, mejor dicho con ellos dos, si él me sigue aceptando claro. Respecto a lo demás, mi nombre es Morinaga Tetsuhiro soy gay, pero con él...

— ¡Guarden silencio todos! Yo estaba hablando y me interrumpen. A decir verdad Morinaga y yo no somos novios, puesto que jamás hemos hablado de algo así, pero como él lo dice, no necesitamos nombrarnos de cierta forma pues hay cosas más importantes que estar pensando en eso. Ahora si me disculpan, tengo que llevar a este cabeza hueca al médico y ustedes dos me van a ayudar a llevarlo pues si se desmaya no puedo, ni debo cargarlo.

— No sempai ya estoy bien.

Sempai me observó con seriedad y me tocó la frente.

— No puedes ponerte en pie todavía. Estás pálido, necesitas un poco de café con mucha azúcar para reanimarte pero iremos al médico ¡y eso es todo!

Su persuasión nos llevó a los tres directo a una consulta, en la cual me recomendaron descanso pues mi presión y azúcar están un poco bajas por el vómito y diarrea del día anterior. Asimismo que no debo exaltarme y procurar permanecer relajado.

Al llegar a casa, Kurokawa parecía muy apenado por no haber previsto que yo escaparía. Yo quería ir con ellos a ver la máquina pero prometió tomar video para mí y así lo hizo con una video-llamada.

¿Entonces sempai volverá a la normalidad? Aquella idea tan buena dio vueltas en mi cabeza. Volveré a sentirlo completamente, su pene en mi boca. De inmediato me percaté que lo único que solía extrañar de él era su pene, pues de hecho él seguía siendo el mismo en casi todos sentidos. Aunque esa enorme pansa donde mi bebé yace no es una molestia, pues cómo no amar el dulce refugio que genera vida, que me traerá esa partecita de amor nuestro.

Recostado en la cama me relajé pensando en que mi vida ha tomado un rumbo totalmente inesperado. ¿En qué momento las cosas se han apresurado hasta este punto? Nunca entenderé qué hice para merecer tanta felicidad de golpe, de la forma tan ruda y difícil al inicio pero que ahora es tan simple. Un hijo y un esposo, tendré finalmente eso que había anhelado hacía tanto tiempo, una familia para cuidar, un lugar donde jamás seré rechazado. Enseñaré a que mi bebé entienda que la vida es diversa y la diferencia o igualdad entre los géneros no hace una distinción en el amor. Con ese pensamiento terminé por rendirme en la cama y descansé por primera vez como si pudiera dejarme llevar a los sueños que se funden en la realidad.

Unas manos tan tersas sobre mi faz me hicieron recordar a mamá, además de un beso en mi frente. Las palabras en boca de aquel cariño que mis memorias no podrían olvidar, me hicieron sentir tan frágil «mi niño» escuché mientras abrí pesadamente lo ojos. El olor de la comida al lado de mi cama me trajo de vuelta para notar a sempai que acomodaba las cosas en la mesa que podría en la cama. Exprimió un trapo y me miró notando que estaba despierto.

— ¿Cómo te sientes?

— Ya estoy bien sempai, no tengo que comer en la cama, puedo ir a la mesa con ustedes.

— Hace un rato tuviste un poco de fiebre, esta vez me harás caso. Comerás aquí en la cama.

— Pero no quiero comer solo, puedo pararme e ir.

— ¡Te digo que no! ¡Te quedarás aquí!

No respondí mientras lo observé marcharse sin decir nada más. Tomé la mesita para la cama y cuando me dispuse colocar la charola en ella, se abrió la puerta con él entrado junto con otra charola con comida.

— Tomoe y Kurokawa me asquean, tenía que apartarme de ellos.

— Gracias sempai, no sabe que feliz soy de tenerlo conmigo.

Se sentó a mi lado en la cama con su comida y colocó la otra mesa al lado de la mía. Sin decir palabras comenzó a comer. Yo no tenía tanta hambre, en realidad todavía me dolía un poco el estómago y los intestinos, con un poco de nausea pero me sentía mejor luego de haber descansado.

— Sempai… ¿Cómo te has sentido? No te he podido cuidar este tiempo desde que me enfermé. ¿Has comido bien?

— ¿No estás viendo? Sí que eres una molestia.

— Perdón, no quería importunarte. Me siento un poco apenado por desconfiar de ti y seguirte. Sólo me sentí inseguro pensando que tú pudieras querer tener al bebé con otra persona.

— ¿Acaso estás loco? ¿Me ha costado tanto tiempo aceptarte y piensas que cualquier extraño haría que me fuera lejos? Será mejor que me dejes comer, que tú serás el culpable si en la revisión el médico dice que tenemos anemia.

De inmediato volvió a sus alimentos con seriedad, pero noté en sus palabras una extraña emoción. Repasé las palabras escuchadas y me percaté que de hecho tiene razón, nos encontramos juntos en la misma cama. Sempai cuida de mí como lo hacen las parejas y ya no me golpea, además me desea. De inmediato eso me recordó los días pasados sin sexo, incluso en este estado de debilidad siento que mi cuerpo podría ponerse al rojo vivo con un poco de caricias.

Respiré profundamente evitando que mis pensamientos me produjeran sensaciones indeseadas, después de todo estamos en su habitación, en su cama y su hermano junto con su cuñado están en la sala.

— ¿Algo te molesta? — Preguntó sempai con un bocado a medio masticar.

— No es nada sempai, en seguida regreso.

Tomé los platos con la comida que no me cabía y me levanté para llevarlos a la cocina.

— ¿A dónde crees que vas? — Preguntó dejando su comida y mirándome con enfado.

— Voy a llevar los platos a la cocina y necesito usar el sanitario.

— Pero te quiero de vuelta rápido, no te pongas a lavar los platos. Necesitas descansar. Además vas a tomar las medicinas.

Asentí con emoción por aquellos tratos tan paternales de su parte, de manera que ingerí los medicamentos y partí a dejar los trastos. Entonces me percaté de algo particular: no había nadie en casa con nosotros. Antes de actuar apresuradamente pensé en ducharme pues no lo había podido hacer luego de las cosas ocurridas. La pesadez continuaba en mi cuerpo, supongo que el estrés no hacía sino agravar la infección.

Prendí el calentador y entré a nuestra habitación por un cambio de ropa. Él se levantó con los trastos vacíos y no dijo nada al verme entrar con la ropa al baño. Su actitud extraña tan distante y a la vez cercana me confundió sobremanera ¿Podría ser posible que nuestro acuerdo con la agenda esté de alguna forma involucrado? Sin duda la revisaría al salir de la ducha. Me asee apresuradamente pues tenía que saber.

Al salir corrí hasta la agenda y no había nada escrito. Fui a la cocina a asear los platos pero todos estaban limpios y en el escurridor. Es tan extraño que él se comporte tan amable lavando trastos y tan silencioso. Entonces comprendí que no debía molestarlo más.

Tomé la colchoneta del armario la puse en el suelo con algunas almohadas, sábanas y mantas, entre tanto, el continuó en su computadora sin prestarme atención.

— Todavía no te he puesto la inyección. No te duermas otra vez. — Me dijo colocando su computadora en el buró.

Esa inyección ardía como el infierno y con sempai siendo brusco me daba miedo pensar en que lo hiciera, pero me recosté en la cama con tal de recibirla. Me descubrí el glúteo y aguardé por el doloroso piquete. Fue peor de lo que esperaba, ardía el líquido entrado y sólo contuve un gemido mordiendo la almohada.

— No seas infantil, te lo mereces por buscarnos tanto problema. — Expresó burlonamente mientras me subió los pantalones del pijama.

— Eso arde horrible. De verdad creo que me quema toda la pierna. — Dije lloriqueando y sentándome en la cama.

Se sentó a mi lado y me miró extrañamente.

— Qué será de mi bebé si es un llorón como tú.

Tan cerca de mí me hizo sentir feliz, con ese par de ojos miel que no dejaron de observarme.

Con suma necesidad apreté mis labios contra los suyos, ella respondió tranquila, parecía tan ansiosa como yo de dejarnos llevar. Metí mi lengua lentamente probando el sabor de su boca y cerré mis ojos para recrear la fantasía. Anhelaba escuchar sus gemidos con mi apellido dicho de forma sensual. Entonces recordé que él había mentido y probablemente nos interrumpirían nuevamente, ya que Tomoe y Kurokawa no estaban en casa. Detuve el beso sonreí nerviosamente intentando evadir la creciente erección en mis pantalones, pues ya eran demasiados días sin sexo y mi cuerpo pedía a gritos la liberación. Me cubrí con ambas manos y me levanté abruptamente para darme alivio en el baño, a razón de que no podía más con estas situaciones tan tentadoras, sobre todo puesto que la agenda no decía que él quisiera tenerme de esa forma.

— ¡Maldita sea Morinaga! ¡Dónde demonios vas! ¡No te puedes ir! No te doy permiso de marcharte.

Justo en la puerta me detuve, respiré hondo y calmé las ímpetus de mi cuerpo.

— Yo quiero hacerlo sempai, no sé bien si tú quieres. Además no está tu hermano y seguro no tarda en llegar ¿Verdad? No soportaré que nos interrumpan otra vez.

— ¿Podría ser sólo una vez? Cuando lo hacías con la boca … bueno es que yo...

No pude evitar sonrojarme ante esa petición, su mirada estaba bastante apasionada con las pupilas dilatadas y sus gestos avergonzados. Sólo pude imaginar meter su pene hasta el fondo de mi garganta, sin embargo aquella figura distinta me recordó que las cosas no eran precisamente como yo fantaseaba. Aunque una idea bastante sucia me recorrió:

— Eres una mujer y nunca he hecho algo así, de hecho me parece un tanto aberrante, pero si tú me lo haces primero haré una excepción.

— ¡Olvídalo sucio degenerado! ¡Jamás!

— Sólo fue una sugerencia, para ambos es algo ridículo. Las otras cosas son tolerables y de hecho agradables, pero eso es algo muy privado y demasiado invasivo.

Giré la perilla para marcharme pero una voz casi inaudible se escuchó, por un instante. No entendí aquello, parecía una simple ilusión, entonces carraspeó pues de hecho fue muy leve lo que dijo:

— De acuerdo. — Había accedido a hacerme correr con su boca. Yo no cabía de anticipación. La dureza creció de expectación y me senté en la cama retirando mi pijama.

En ropa interior y con el levantamiento entre mis piernas, ella agachó la cabeza avergonzada, se sentó a mi lado todavía vestida. Levantó su rostro hasta verme directo a los ojos. Fue cuando lo vi a él, esa mirada ansiosa como todas las veces que mis dedos lo sometían ante el placer. Me olvidé de su cuerpo, de cada forma redonda que cambiaba la figura que yo conocía de años. Entonces y sólo entonces su corazón y el mío hicieron compás. Ahí estaba esa persona de mis pesares, de mis alegrías y mis miedos, pero que portaba el amor, el más dulce y bello amor que pudiera imaginar. No se trataba de algo común, podía conectarme de una manera tan perfecta con él, que sin necesidad de hablar yo conocía sus más profundos pensamientos.

— Mori… — Lo besé y le hice olvidar aquella vergonzosa petición.

Mientras mi lengua recorría con calma su boca, una de sus manos me tocó sobre la ropa interior. El placer se apresuró desde su mano aunque no lo hacía adecuadamente pues tocaba sobre la ropa.

La tumbé en la cama y continué con los tiernos besitos, uno tras otro hasta perder el aliento. Había sido demasiado y yo estaba al límite. Apagué la luz de la habitación y nos desnudé. Así en penumbras todo se desvanecía en el placer, con él, con ella, no importaba, simplemente sus sensuales gemidos agudos mientras mi pene se introducía dificultosamente pues la tenía de lado y yo justo detrás. Acaricié su vientre al tiempo que intenté mover a prisa mi cadera.

— Me aprietas tan rico…ahhh. — Expresé perdiendo la razón.

En la puerta unos golpeteos parecían querer mermar la atmósfera de pasión, hasta que comenzó a empujar su cadera sobre mí. Olvidé los ruidos en la entrada y la voz de su hermano pidiendo que abriéramos. Me centré en los rítmicos movimientos de la presión que succionaba mi miembro y quería correrme. Controlé mis ímpetus que bombearon para forzarme la culminación, por lo que pegue mi cuerpo todavía más con tal de tocar su clítoris. La viscosidad en donde nos uníamos se sentía demasiado agradable, esa misma me permitió frotar en círculos sobre su punto placer. No podía más con todo, era demasiada espera y a pesar de que me moví lentamente sentía que el placer me impediría hacerla culminar.

Sin poder evitarlo me moví con prisa pues el límite me había alcanzado, sin embargo para mi sorpresa, la succión sobre mi pene casi me noquea por lo maravilloso de la sensación. Me quedé muy quieto mientras todavía sentía que se derramaba de mí esa calidez tan deliciosa y sus pulsaciones orgásmicas hacían el trabajo de enloquecerme desmedidamente. Lo abracé oliendo su cabello que caía en mi rostro.

— Te amo tanto sempai. — Le dije al oído.

Su respiración que se calmaba luego de nuestra actividad, comenzó a acelerarse. Unos sollozos muy silenciosos se escucharon.

— No vuelvas a asustarme otra vez… Mori…naga…— Su llanto no le permitía hablar.

— No pasó nada sempai, todo estará bien.

— ¿Cómo voy a cuidar este bebé sin ti?

— Aquí me quedaré para cuidarlos.

— Eso decía mamá y de todas formas... nos dejó solos y papá simplemente fue tan egoísta.

— Tu mamá está en todos ustedes, bien lo dijo tu padre en aquella reunión, que cada uno de ustedes lleva una parte de ella. Pero yo te prometo que sin importar nada me tendrás para cuidarlos.

— ¿De verdad?...

— No me iré nunca, menos ahora que somos una familia.

— Y si algo me pasara en el parto, promete que lo vas a cuidar. No te irás y vas a quererlo como me quieres a mi ¿verdad?

— Nada te va a pasar y nunca permitiría que creciera sin una familia. Los amo a ambos con todas las fuerzas de mi corazón y hasta mi último aliento.

Nos quedamos así, sucios, desnudos; recostados conmigo sujetando su cuerpo pacífico y necesitado de confort. A pesar de que ya no estaba dentro de él todavía sentía está adorada tibieza de nuestra unión muy dentro de mí. Acaricié su vientre mientras su respiración se hizo lenta y un par de suspiros relajaron ese momento de sufrimiento que poseía guardado y que seguramente por primera vez había logrado sacar, ya que jamás lo escuché reclamarle algo a su padre o expresar aquellos temores tan profundamente retenidos en sus memorias.

Sentí mucho miedo entonces, recordé que había leído artículos en los que referían a la muerte de las madres al dar a luz. En realidad no sé qué pasaría conmigo de perderlo, pero de una cosa estoy seguro y es que no abandonaría a nuestro enorme regalo divino.

Ella respiraba cada vez más tranquila, sin duda quedándose dormida luego de nuestro orgasmo. Yo también comencé a dejarme llevar hasta que de pronto lo sentí, un extraño movimiento en su vientre y pregunté con efusividad:

— ¿Lo sentiste?

— ¡Cómo no podría sentirlo si está dentro de mí!

— Es tan hermoso esto, ¡soy tan feliz!

— Ustedes dos parece que no me quieren dejar dormir.

No respondí dejando que él descansara. Me levanté a tientas buscando el papel higiénico y nos limpié un poco. Nos tapé con las mantas volviendo a abrazarlo hasta dormirme nuevamente.

Por la mañana me sentí mucho mejor y muy temprano me levanté dejando a mi durmiente amante descansar, yo había dormido demasiado y tenía más energía. La enfermedad parecía disiparse y con nuevos ánimos hice el aseo de nuestro departamento. En medio de la limpieza recordé que ayer dejamos a Tomoe en la entrada sin abrirle. No puedo evitar preguntarme si se molestará con nosotros y revelará todo. Me gustaría que Kanako y Matsuda supieran lo nuestro, además de lo del bebé. También sería muy bueno que su padre se enterara pues sería perfecto tener la bendición del que será el abuelo, puesto que no creo que sea buena idea contarle a mis padres, sólo pensarán que todo esto es una aberración de la naturaleza.

Con el desayuno preparado, sempai llegó de inmediato. Se sentó entusiasmado y sus ojos brillaron con emoción ante la comida que yo había preparado. Nada me da más felicidad que hacerle las cosas que más le gustan y no le dan ascos.

Nunca entenderé cómo puede comer tanto con el bebé empujando sus órganos internos, ¿no debería tener menos espacio?

Escuché la puerta y me levanté a abrir ya que sempai seguía comiendo con felicidad. Tomoe y Kurokawa traían muchos paquetes y bolsas. Los hice pasar bastante apenado pero no dije nada más que nuestro saludo. Ambos ingresaron hasta la sala y sempai se hizo disimulado continuando con su comida.

Tomoe tenía una expresión extraña, de esas que he visto en sempai cuando tiene una idea que resultará ser un castigo para mí.

— ¡Hermana! Ayer nos dejaron fuera por tener sexo, fueron muy malos.

Sempai escupió el té que estaba bebiendo.

— Estábamos durmiendo Tomoe, no escuchamos. — Respondí intentando cubrir la vergüenza de él.

— Bueno por culpa de ustedes tuvimos que ir a casa de Matsuda con estos paquetes y ahora todos saben que vas a tener un bebé.

La ira se fundió en los ojos miel y se levantó a prisa tomando por el cuello de su camisa a Tomoe.

— ¡Qué has dicho, gusano!

— Fue una broma, no dije nada hermano. No te exaltes que te hace daño. Dije que eran para una amiga que tendrá un bebé en América.

Casi muero de risa al ver las reacciones del intimidante sempai que es mi pareja, no importa su género es alguien de temer con ese mal genio. Incluso Kurokawa que estaba cerca de mí se colocó a mis espaldas ante esa respuesta.

Le propinó un coscorrón en la cabeza y se volvió a sentar a la mesa comiendo un pastelillo como si nada hubiera ocurrido.

— ¿Pero hermano no crees que deberías decirle a la familia?

Abruptamente se levantó como para escapar de Tomoe y respondió mirándonos:

— ¡No quiero! No entienden todos ustedes que esto es vergonzoso. ¡Soy una mujer por amor de Dios! ¡Yo que era un hombre! Tenía bello en el rostro, era más alto y … y …

Sempai comenzó a llorar. Me resulta tan extraño verlo frágil, llorón y además bipolar. Me aproximé para sujetarlo entre mis brazos y me dio un empujón.

— ¡Esto es culpa tuya Morinaga! ¡Debería matarte!

— Lo siento sempai, de verdad lo siento. Ya no te enojes, le hace daño a nuestro bebé. — me agaché intentando que se tranquilizara. Aunque sólo quería reír por ser usado como una salida a sus emociones, de manera que no permití me viera a los ojos pues lo sabría.

— Tranquilízate hermano, recuerda que gracias a ese problema vas a ser mam…papá.

— Nadie lo entiende. Todos son tan egoístas y no parecen ponerse en mi lugar. ¿Tomoe te volverías mujer para concebir?

— Es que yo no quiero un bebé, por eso es que no lo haría.

Sin pensar dos veces respondí mirándolo a los ojos:

— Yo lo haría, cambiaría mi lugar contigo si pudiera. Con tal de tener algo nuestro, lo haría con gusto. No me importaría ser una mujer por nueve meses si tú me aceptaras, sólo eso pediría.

Suspiró tranquilizándose y me permitió abrazarlo.

— Muy bien hermano, no te molestaré más. Sólo les trajimos estos regalos para nuestra sobrina o sobrino. ¿Ya saben que será?

No pude evitar responder emocionado.

— No, de hecho el médico nos dijo que en la próxima revisión podremos saber. Pero a mí me gustaría que fuera sorpresa. ¿A ti también sempai?

— Ya te dije que en realidad lo menos importante es si es un niño o una niña. Lo fundamental fueron esas pruebas para comprobar su salud y todo salió bien, así que no importa lo demás.

Tomoe nos dejó en la mesa mientras sempai se sentó a comer un par más de pastelillos, mientras recogió sus cosas pues debería volver a América a regresar a su vida, ya que había solucionado las cosas con Kurokawa. Con tristeza en la entrada de nuestra casa abrazó a sempai con efusividad.

— Gracias por ser tan buen padre y madre hermano. Creo que harás un buen trabajo con tu bebé. Jamás en toda mi vida me he sentido solo pues estabas tú para golpearme con tu rudo amor. No olviden avisarnos cuando el bebé nazca, ya que me gustaría conocerlo. Vendremos a Japón en cuanto nos avisen. Y una cosa más, creo que deberían pensar en qué apellido llevará el bebé, además de formalizar su relación. Recuerden que el bebé debe ser legalmente de ambos, por lo que yo sugiero una boda en América.

— ¡No se atrevan a decidir por nosotros! ¡Esas cosas no les conciernen! Además el bebé es hijo de nosotros. Si alguien intentara quitárnoslo basta con un par de pruebas de paternidad.

— Sólo lo decía por el bien de mi sobrino, ya que quiero que crezca en una familia completa.

El gesto de enfado en sempai me preocupó, no deben estresarlo así, entonces de inmediato respondí:

— Tomoe no te preocupes pero yo creo que lo que hace a una familia no es el mismo apellido, sino el amor que puedan brindarse los unos a los otros. Recuerda que las personas que te educan y se preocupan por ti son tu verdadera familia, aunque no compartan lazos de sangre.

Sempai hacía sus ejercicios de respiración con tal de no enfadarse más y se detuvo a mirarme cuando terminé de hablar. Parecía comprender que yo me hablaba justo del desamor de mis padres y su forma de apartarme de su lado. Por supuesto con referencia a que pertenezco ahora a la familia Tatsumi y sobre todo a él, pues cuida de mí.

La despedida emotiva puso sentimental a sempai que permitió el abrazo de su hermano correspondiendo los sentimientos y además observé con alegría que le tocó el vientre con ternura despidiéndose del bebé también. Con ojos vidriosos entramos al departamento y nos relajamos ese día.

Ahora que ya me sentía completamente bien con esa última terrible inyección del tratamiento, al siguiente día volvería al trabajo. Me preocupó dejarlo solo, ya que los anteriores días él tenía mi compañía y la de su hermano, sin olvidar que antes solía asistir al laboratorio entre otras cosas. ¿Pero qué sería de él sin nada que hacer, ni a dónde ir? Mis propios complejos y preocupaciones me hacían reflejarme en él, porque yo detestaba sentirme solo.

Por la mañana me levanté un tanto pensativo y a pesar de prepararle el desayuno, la comida y algunos postres, fui a molestarlo cuando salió de bañarse:

— Sempai, te dejé el desayuno y la comida. Si te sientes solo podemos ir a comer juntos en mi hora de comida.

— ¡Ya basta empalagoso! No me subestimes, yo tengo cosas importantes que hacer y no tengo tiempo para ir a tu trabajo a perder el tiempo. Hay proyectos que necesito investigar, libros que leer, resultados que revisar. Así que ve tranquilo a trabajar o me obligarás a golpearte y no debo estresarme.

Las cosas definitivamente eran tan similares a nuestra vida antes de su cambio, por lo que me fui a trabajar sin preocuparme tanto por ella, no obstante al llegar de trabajar la llené de preguntas sin que por ellas se fastidiara. Creo que ahora que no tiene con quién hablar me cuenta los detalles de sus lecturas y se siente tan agradable charlar largas horas con ella, luego hacerle el amor en la oscuridad de nuestra habitación pues no tengo que dormir en el suelo. He podido descansar de las sesiones excesivas de sexo pues se nota más cansada y no tiene tanta energía, puesto que por las tardes da un paseo por el parque para la circulación de sus piernas. Y otras me acompaña a realizar las compras en el centro comercial, en el que le he comprado varias batas de embarazada, ya que todos sus pantalones no le quedan y se siente cómoda con ellas, sin olvidar que no puede ocultar que es una mujer con esa pansa que crece todos los días un poco. De cierta forma me gustaría verlo como el chico que es, pero aguardaré por el nacimiento de nuestro hijo para tenerlo de vuelta.

Un mes después me dieron una mala noticia, el director de la sección en Kyushu de la farmacéutica había fallecido y mi deber como director en la de Nagoya era estar al tanto de los movimientos y funcionamientos adecuados. El dueño de la empresa que dirige las cosas desde Tokio me pidió en una llamada el quedarme un tiempo en Kyushu hasta encontrar algún remplazo adecuado. Incluso me sugirió que de agradarme el lugar me ofrecía una casa como regalo de la compañía, el motivo era que en Kyushu las cosas no estaban funcionando adecuadamente con el remplazo del director. El dueño sabía de mi prometida embarazada y por esa razón me exhortó a llevarla conmigo con todos los gastos pagados en una lujosa habitación de hotel, ya que yo era un empleado muy eficiente que había duplicado la producción en tan sólo un mes estando a cargo, de hecho había entrenado tan bien al equipo, que mi presencia no era urgente en Nagoya.

Con cinco meses de embarazo, sempai no quiso dejar nuestro departamento para acompañarme, de hecho se molestó cuando mencioné que me ofrecieron una casa si me quedaba a vivir en ese lugar…

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PDV SEMPAI

El trago amargo de verlo como un completo loco no me dejaba reaccionar adecuadamente:

— ¡Morinaga cállate o no te lo perdonaré! Vamos a mi oficina para aclarar todo esto. ¡Todos! ¡Dije ahora!

Me sentí apenado, molesto y sobre todo quería desaparecer con tantas cosas en mis hombros, como un amante perturbado, un hermano metiche y chantajista, además de una científica loca que me había transformado en mujer y se había dado cuenta que estaba embarazado.

Me resigné a tantos problemas en medio de abrazos, reclamos y explicaciones, pues todas mis dudas salieron sin pensar, yo no quería cambiar si eso significaba perder al bebé.

— Preferiría morir yo a perderlos a ustedes. ¡Me decepciona que me creas capaz de ser tan superficial! Porque yo… porque yo te amo… En el interior sigues siendo la misma persona, te he podido ver estos meses, te he sentido y al cerrar mis ojos percibo la misma calidez de tu terco y desconfiado corazón. — gritó con efusividad Morinaga en respuesta a mis dudas.

Fue justo ahí cuando lo entendí, él dependía de nosotros, no pensó un instante en sacrificar nuestro vínculo. Sus palabras habían llegado nuevamente, los «te amo» infinitos que solía decir antes de mi cambio que no habían sido pronunciados hasta ese momento. No podía creer que ese hombre gay pudiera aceptarme siendo una mujer. Entonces no pude más y lo sujeté entre mis brazos con las emociones a flor de piel, con estas malditas hormonas. Pero de pronto parecía desvanecerse entre mis brazos, no iba a dejarlo ir menos por su declaración, así que me aferré a él hasta que mis rodillas tocaron el suelo con él recargado sobre mí. Su cabeza se quedó entre mis piernas mientras se veía bastante mal.

La culpa me agobió, si yo le hubiera explicado todo no estaría tan mal, seguramente estaría en casa descansando, de manera que lo llevamos a consulta, con ayuda de Tomoe y Watanabe a sostenerlo pues no podía caminar bien. De ahí partimos a casa, ahora con más recomendaciones de descanso, evitarle estrés excesivo junto con muchos líquidos y una dieta sana.

Finalmente nos marchamos Watanabe y yo con el estorbo de Tomoe a ver la máquina, aunque un hermano ingeniero fue de ayuda cuando revisó los cálculos en el programa de computadora y se percató que todo estaba en orden.

Pude ver esa máquina infernal y recordé más partes, como el dolor que sentí por todo el cuerpo, junto con las miradas extrañas que me habían dado. Todo se debía a que me había vuelto una mujer y nadie tuvo la delicadeza de decirme.

Me vi en la necesidad de hacer una llamada con video a Morinaga con tal de que viera la máquina puesto que lo había prometido. Le mostré rápidamente todo y colgué antes de sentirme más estúpido de lo que ya me sentía.

— Muy bien Tatsumi sensei, yo esperaré por su llamada. Aunque si usted gusta puede venir directo a Tokio con tal de que todo sea más rápido, le dejo mi tarjeta con la dirección.

— Me puedo quedar con una copia de tus apuntes. Necesito revisar todo en casa, de verdad no quiero que surja algún problema con todo esto.

— A mí también me gustaría una copia señorita Watanabe. Además que en la compañía donde yo laboro, seguro les sería de utilidad una investigadora como usted. Si le parece adecuado yo puedo mostrar su proyecto a la junta y le llamarán. Es posible que su trabajo sea más remunerado en América. — Afirmó Tomoe.

— Gracias, le agradecería mucho. — Respondió la chica.

Finalmente nos despedimos y me llevé un sinfín de libros y copias de apuntes que debería revisar con tal de entender el experimento con esa máquina. Tendría un par de meses para revisarlos.

Una vez en casa, Kurokawa nos informó que Morinaga se había quedado en cama todo el tiempo; esta vez me tranquilizó saber que estaba descansando y no haciendo labores domésticas. Sin embargo, al ingresar a la habitación él dormía algo agitado y su frente estaba algo caliente. Mientras Tomoe y Kurokawa salieron a visitar a la tía y a realizar las compras anunciándome que regresarían algo tarde, yo fui por un par de trapos y con agua, los coloqué en su frente y me senté un rato a su lado leyendo uno de los libros. Se veía tan frágil y enfermo de esta forma, que me invitó a acariciar sus cabellos azules tranquilizando su malestar. Al tiempo que hice aquello, no pude evitar pensar en que mi bebé quizás será idéntico a él, con el cabello azul y ese par de ojos verdes que me hacen temblar las rodillas con una mirada.

Al cabo de algunas horas, fui por comida a un restaurante cercano y la coloqué en algunos trastos. Cuando ingresé en la habitación, le retiré el trapo húmedo de su frente y no pude evitar darle un pequeño beso para comprobar su temperatura. Afortunadamente todo estaba en orden, se sentía ligeramente fresco. Acomodé la comida de la charola antes de despertarlo pero de inmediato me miró tranquilamente.

Lo exhorté a quedarse a cenar en cama, él insistió en ir a la mesa aseverando que nos encontrábamos acompañados por mi hermano y yo no lo contradije pues de hecho había pensado en cenar a su lado en la cama, de manera que fui por mi comida y cenamos juntos usando de pretexto a mi hermano.

Me incomodaron sus palabras, no tenía intensión de charlar sobre ello, pues me hace sentir tan indefenso el que a este tipo le ocurra algo, que prefiero evadir esos pensamientos. Los suspiros pesados de él me indicaban que algo en su cabeza la molestaba. ¿Qué podrá ser? Poco después salió de la habitación e incluso fue a ducharse, entre tanto yo debería ayudarlo para que no se ponga como un loco a limpiar como es su costumbre, así que lave los trastos y regresé a la habitación a estudiar.

Me hizo recordar a mis hermanos pequeños cuando le atemorizó la inyección, y su forma de quejarse tan infantil, quizá así sea el pequeño Morinaga que aguarda en mi vientre. De manera que le dije:

— Qué será de mi bebé si es un llorón como tú.

Nuevamente caí en cuenta que me gusta, me atrae esa forma tan deseable de ser suya, aunque de cierta forma me deteste por permitirme aquello me perdí en un beso. Tenía tantos días sin ese alivio, sin relajarme completamente que le permití hacer de mí cualquier cosa, yo lo requería, anhelaba dejarme llevar hasta las últimas consecuencias, aunque jamás podría decirlo abiertamente. Que un hombre con esa bestialidad tan poderosa se apoderara de mi interior hasta hacerme completamente suyo, no era algo que un hombre pudiera aceptar con facilidad. Entonces detuvo todo abruptamente y se levantó para escapar de mí.

— ¡Maldita sea Morinaga! ¡Dónde demonios vas! ¡No te puedes ir! No te doy permiso de marcharte.

Él tenía razón y era muy probable que nos atraparan como el día anterior. No obstante esa urgencia mía me hizo pedir esa caricia privada con su experta boca que siempre solía hacerme venir apresuradamente. Pero no esperé a recibir esa petición, el miserable egoísta podía correrse por sí mismo si así lo deseaba y yo con estos cambios podía hacerlo únicamente con su cuerpo. Yo sabía que era gay y por esa razón no haría semejante cosa conmigo.

No entendí en qué momento lo detuve nuevamente aceptando su petición. ¡Por qué rayos yo iba a meter su cosa en mi boca! El malnacido se quitó su camisa y los pantalones sentándose en la cama. Tragué saliva nerviosamente ¿de verdad podría hacer algo tan incómodo? ¿Qué se sentiría probarlo? Más aún, observé que se puso completamente erecto bajo sus calzoncillos.

Debía rehusarme, no podría hacer aquella cosa tan vergonzosa. Entonces lo miré, tan tranquilo y excitado; con esos gestos que yo conocía perfectamente pues luego de todas esas veces que nosotros nos hemos llenado de placer, no puedo evitar observar y memorizar detenidamente cada una de sus expresiones. Debería hacerlo quedarse a como diera lugar, por lo que tomé valor y lo acaricié sobre su ropa interior haciendo que olvidara su petición tan incómoda.

Tantos y tantos besos que irracionalmente me incitaban a sentirme alegre, feliz y completamente sumiso a sus requerimientos. De un momento a otro, desnudos con las luces apagadas sentí la ardiente intrusión suya, se deslizó con facilidad con esa humedad que posee mi cuerpo naturalmente. Nunca me lo había hecho de esa forma tan calmada y a la vez llena de su ansiedad y la mía. Su respiración en mi cuello con esos movimientos lentos pero profundos me hacían quejarme silenciosamente y apretar las sábanas entre mis dedos.

La voz de mi hermano menor en la entrada parecía detener nuestro encuentro, aunque esa erección dentro de mí no parecía ceder, de manera que decidí olvidarme de todo, yo quería culminar de esta forma tan intensa, lo necesitaba con urgencia. Moví mi cadera indicándole mis deseos y me complació. Sus manos hábiles acariciaron esa zona hasta que a prisa se agitó dentro de mí, tan profundo y constante que me corrí aumentando mi goce con su semilla que se regaba caliente y agradablemente dentro mí.

El orgasmo se perdía calmadamente con esa sensación de pasividad y absoluta relajación. Fue justo en ese instante que mi corazón se comprimió luego de escuchar sus palabras: «Te amo tanto sempai». Recordé que he estado a punto de perderlo. Si ese maldito acosador le hubiera hecho algo y ya no pudiera verlo nunca más… No volver a sentir esos labios, sus miradas y su estúpido y dulce amor que me invade, entonces yo… Sin quererlo respondí con la voz casi atorada en la garganta:

— No vuelvas a asustarme otra vez… Mori…naga…

Me sentí sobrecogido ante aquellas emociones de pérdida, él era frágil como cualquier ser humano, con una vida finita, podría dejarnos y marcharse para no volver.

— ¿Cómo voy a cuidar este bebé sin ti? — pregunté sin reparar a mis juicios que decían que no necesitaba de nadie más que de mí mismo.

— Aquí me quedaré para cuidarlos.

Eso era una completa mentira, mamá se había marchado aún después de decirnos que siempre nos iba a cuidar. Yo la odié por mentirosa por muchos años, no pretendía sacar esas emociones, ¿cómo pudo mentir? Más porque sabía que moriría, no podía justificarse con sus explicaciones del más allá. Se fue para no volver.

El sabio hombre que se encontraba detrás de mí sujeto en un abrazo, me hizo comprender una cosa importante, de cierta forma ahora yo era la mamá, ¿qué tal si yo muriera al dar a luz? Pero él era distinto a papá, pues prometió quedarse a cuidar a nuestro bebé.

Suspiré luego de sus palabras, la tranquilidad del orgasmo se desvanecía y con ella la sensación de realidad se evaporó lentamente para hacerme cerrar los ojos y dormir. De pronto esos movimientos extraños del bebé comenzaron, hacía días que se movía y yo podía percibirlos, lo peor fue que intenté ignorarlos para dormir pero Morinaga los hizo notorios. Ese par son mi perdición, uno molestando desde dentro y el otro por fuera.

— Ustedes dos parece que no me quieren dejar dormir.

La luz que me indicó la llegada del nuevo día, me invitó a levantarme, con esta nariz de sabueso de inmediato reconocí ese olor a pastelillos recién horneados, corrí a desayunar y observé toda la casa completamente reluciente. Este tipo nació para ser la sirvienta, de verdad que no puede estar un poco sucia la casa porque su obsesión lo enloquece.

Esta vez había postres, tantas cosas dulces que tenía ganas de brincar de alegría, ya era hora de comer algo decente preparado por él. Desafortunadamente las cosas dulces llegaron con un trago de enfado, pues Tomoe le encantaba molestarme desde que descubrió mi problema y para colmo estas odiosas hormonas me hacen llorar como un niño a la menor provocación. Ninguno de ellos podría entender las complicaciones que son ser una mujer embarazada, aunque el idiota de Morinaga siempre sabe que decir para hacerme sentir bien.

Me alegró que por fin las cosas serían normales, ya que Tomoe se despidió de nosotros en la entrada para regresar a América. No comprendo esta confusión en mi cabeza, por una parte me dio tanta nostalgia dejarlo irse lejos y por otra no podía esperar a volver a mi vida, aunque contuve con todas mis fuerzas las lágrimas al darle el último abrazo. ¿Cuándo mi bebé nazca sentiré tristeza de verlo hacer su vida?

Con esos extraños pensamientos volvimos a descansar, luego compramos la despensa y las cosas para la comida de los días siguientes.

Por la mañana el sonido de trastos y el increíble aroma de la comida recién hecha me levantó a tomar una ducha. ¡Cómo detesto su mirada de preocupación! Ahora resulta que no tengo qué hacer por estas vacaciones. Casi lo empujo de casa para que se marchara a trabajar, también requería un poco de espacio, no he sido capaz de estar a solas desde hace mucho tiempo.

Estar completamente solo en casa todas las mañanas y tardes no era tan bueno como parecía al inicio, sin un lugar al cual ir o tener obligaciones, todo se tornó similar. Los días pasaron lentos y pausados, no bastaba salir a caminar por algunas horas al parque pues no había con quien charlar, a quién mandar y a quién explicarle cosas. Morinaga lo sabía de cierta forma, pues llegaba temprano casi todos los días, así que muy a mi pesar me emocionaba esperar por él en casa. Tenía que contarle sobre los libros que leía y escuché atentamente sus dudas en algunas cosas de su trabajo, siempre era un reto el aprender lo que él conocía en su trabajo.

A pesar de que vivíamos cerca de la universidad, no temía ser reconocido con esta pansa y la ropa de maternidad, sin duda ya no era yo mismo. Pero no iba a vestir incómodamente, quería esa pansa sin presión ni molestias, así que me resigné fingiendo que Morinaga me obligaba a vestir así. Si supiera que lo uso como pretexto…

La rutina me obligó a aprender labores, comencé a volverme independiente, sin nada qué hacer. La primera vez que lavé la ropa quedó jabonosa pues no tenía idea que existía el ciclo de enjuague con suavizante. Morinaga me explicó tantas cosas sobre las labores, yo necesitaba aprender un poco pues un bebé no sería fácil de cuidar y no podía atenerme a que él estuviera para atenderlo. Por ello decidí aprender a cocinar también, cosa que se volvió la cosa más complicada del mundo, hasta que por medio de práctica y seguir las recetas paso a paso en videos, logré hacer algo un tanto decente, pero nada como lo que él sabía hacer. ¿Por qué tenía que ser tan bueno es todo el miserable?

Esa tarde llegó angustiado y supe por su forma de mirarme que algo tenía entre manos, así que aguardé hasta que nos acostamos a dormir para escuchar sus palabras.

— Sempai tengo que ir a Kyushu. El jefe me ha pedido quedarme ahí un tiempo hasta encontrar un remplazo del dirigente que falleció hace algunas semanas. Y sucede que quiero que me acompañes.

— No quiero. Es tu trabajo y yo prefiero quedarme en casa, que estar en un lugar desconocido. Además ya sé cuidarme solo, no necesitas preocuparte por mí.

— Pero me ha dicho que si nos gusta el lugar, la compañía nos regala una casa en Kyushu.

— ¡Qué dices! ¡De ninguna forma! Yo tengo toda mi vida aquí, cuando el bebé nazca y yo sea un hombre, voy a retomar todo, ¡así que no!

Se encogió de hombros y al siguiente día se marchó para estar probablemente un mes completo en Kyushu. En un principio la soledad fue casi igual, el problema era que no tenía con quien hablar, incluso charlar con él por teléfono o con Kanako, no era lo mismo. Poco más de una semana bastó para hacerme llorar de tristeza en la soledad. Había colgado la llamada de Morinaga que se escuchaba cansado ese miércoles por la noche, no atendía a mis palabras y me entristeció sentirme tan distante de todo. Mis sollozos no serían escuchados por nadie, no tenía los dulces mimos de Morinaga, ni sus palabras tiernas.

Esa costumbre de tenerlo siempre, que se perdía olvidada en mis memorias. Todo cuanto necesitaba era un poco de él, de sus bromas tontas, sus palabras melosas y los cuidados para conmigo. Intenté centrarme en las labores, en las lecturas y hasta me inscribí en un curso de cuidados prenatales. Lo peor de eso es mirar a las mueres con sus esposos abrazarse, ¡Detesto pensar en él como si fuera indispensable! Pero lo es. Además de todo, no dejó de decir cada día en el teléfono:

«Te extraño, te quiero, te amo, te necesito.»

Todas esas palabras sobraban cuando no se tiene a la persona a un lado tuyo.

Esa sensación me enloquecía, daba vueltas ese último par de días y se escuchaba interminable una y otra vez como un eco exasperante de ansiedad. No podía más con todo ello, lo necesitábamos demasiado, así que tomé una maleta y temprano partí a buscarlo. Tomé un avión y afortunadamente en el aeropuerto nadie se fijó que mi identificación decía que yo tenía género masculino. Así esa mañana llegué al lugar, le llamé al tonto alocado que se salió del trabajo con tal de ir a recogerme al aeropuerto. Soy un tonto sentimental pues estúpidamente me sentí emocionado al verlo llegar y cargarme entre sus brazos con efusividad.

— ¡Sempai! ¡Mi sempai! No sabes cuánto te extrañé.

Yo estaba hecho un mar de lágrimas, no pude contenerme de tenerlo finalmente cerca. Ya me había ablandado completamente, estaba rendido de afecto por estas locas hormonas del embarazo. Recibí un beso suyo frente a todas las personas sin importarme nada, yo lo necesitaba tanto como él a mí.

Caminamos hasta el enorme hotel en donde me detuve un poco sofocado de caminar tan aprisa y estas emociones tan impetuosas de mis sentidos.

— ¿Estás bien sempai?

— Si, sólo necesito un minuto.

Respiré un par de veces y de pronto me cargó avergonzándome.

— ¡Bájame ahora Morinaga!

Todas las personas de la estancia del hotel me miraron y un par de ellos nos observaron contrariados. Aunque él hizo que olvidara todo cuando al bajarme me plantó un beso. ¡Diablos! Se sentía tan bien tenerlo conmigo, así que no lo golpee.

— Si te sientes mal te puedo llevar cargado hasta nuestro cuarto. — insistió.

— Te digo que no soy un inútil.

— De acuerdo sempai vamos entonces.

Así que me rendí a alejarme de él, ese par de semanas fui a comer todos los días con él y a recogerlo del trabajo. Las personas nos miraban con admiración pues era bastante obvio que éramos una pareja esperando un bebé. Más por las palabras mimosas que se le salían a cada momento dirigidas a mi pansa.

Conmigo haciéndome un imbécil enamorado, me entregué ante las sensaciones de bienestar, ante sus caricias y los abrazos que había extrañado más que a nada en este mundo.

Todo parecía estar más que bien cuando volvimos a casa, hasta que recibimos una visita inesperada…

— ¿Mamá, papá? — Expreso Morinaga consternado justo en la puerta del departamento…

.

 

Notas finales:

ESTA HISTORIA CONTINUARÁ…

Un agradecimiento a Gaby por la tierna y sensual ilustración, además a todos ustedes que leyeron. Gracias por sus bellos comentarios y nos vemos mañana con el nuevo episodio de «La respuesta»


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