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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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Dejó el lápiz flotando sobre el papel lleno de números desparramados por su superficie, a punto de tacharlos a todos con rabia y mandarlo al bote de la basura para que hiciera compañía al resto, tantos que ya casi completaban la capacidad de la papelera. Pasó las manos por sus cabellos, frustrado, y recordó de pronto que debía ir luego a la peluquería para volver a tener el color rubio intacto tal como le gustaba; mas, también recordó que con la agenda apretadísima que la universidad le dejaba probablemente se demoraría semanas en tener el tiempo suficiente para ello.

Además…

—Huele bien —suspiró, levantando la nariz como un perrito, sabiendo de dónde provenía exactamente ese encantador aroma y por qué se dejaba sentir siendo las casi diez de la noche.

…Además, si tenía tiempo disponible, Ji HanSol siempre lo utilizaba para acompañar a su pareja con la que llevaban más de tres años juntos, Nakamoto Yuta.  Sonrió apenas y desechó la idea de borrar el estúpido cálculo. Ya lo volvería a revisar, por ahora, su corazón —y su estómago— solo le guiaban hacia un lugar específico de la acogedora estancia.

Cruzó la puerta casi a puntillas y, luego de aligerar sus pasos mientras caminaba por el pasillo, se encontró con el iluminado espacio de la cocina que aunque minúscula era increíblemente funcional; prueba de eso era que Yuta la estaba utilizando justamente, revolviendo algo en una olla que su nariz no pudo identificar pero que —a pesar del pequeño sentimiento de “peligro” que alertó su mente, porque las habilidades culinarias del japonés siempre terminaban de alguna forma u otra arruinando el platillo por completo— terminó por abrirle el apetito por completo.

Suspiró con suavidad, viendo que Yuta todavía no advertía su presencia. El precioso cuerpo de su novio estaba ataviado en el negro delantal de cocina que compraron juntos en Navidad, esperando que fuese un símbolo de un nuevo comienzo para los dos. Al igual que la compra de una manta abrigadita, de simples velas aromáticas, o de un cuadro con un paisaje de montañas y bosques tal como a Yuta le gustaban.

Ninguno de los dos lo dijo en su momento, pero sabía que si las cosas iban bien terminarían eventualmente mudándose juntos.

¡Mierda!

El grito salió de los labios de Yuta cuando sin pudor alguno le abrazó por detrás, envolviéndolo a la altura de su fibrosa cintura que le gustaba tanto. Le escuchó reír con suavidad y quejarse con la excusa de que “los chicos llegarán pronto y no tengo nada preparado, suéltame ya, HanSol”, mas no le liberó. Se limitó a besarle el cuello, a abrazarle con fuerza, a sonreír débilmente y a suspirar con un deje de melancolía.

Porque a pesar de no lo dijeran en voz alta, las cosas no iban precisamente bien entre los dos.

———

—Podrían por favor, no lo sé, ¿separarse un poco?

Parpadeó, impresionado ante la honestidad de su novio que estaba sentado a varios metros de su presencia, comiendo el ramyeon instantáneo que se vieron obligados a preparar a toda prisa luego de que el experimento culinario que el japonés realizaba para impresionar a las visitas no funcionara del todo. ¿El saldo? Yuta tendría que ahorrar un poco del dinero que sus padres le enviaban mensualmente desde Japón para poder comprarse una nueva olla, luego de que una masa indescifrablemente oscura se quedara pegada al fondo, arruinándola por completo. Pero si existía algo tan desastroso como los platillos que Yuta insistía desde hace poco en hacer para el grupo a pesar de que nunca resultaran comestibles, era el ánimo desastroso que les envolvía en esos segundos.

Porque al inteligentísimo de DongYoung se le ocurrió la brillante idea de traerse a su novia con él a la junta que antes solo se limitaba a los cinco que originalmente conformaban el grupo, sin más ni menos. Sin embargo, aunque todos pensaran lo mismo —algo palpable en los rostros deprimentes y la falta de conversación que estaba instalada como una barrera entre todos—, nadie era capaz de decirlo.

Nadie, excepto Yuta. Sonrió, sintiéndose un poco orgulloso. La franqueza que tenía su novio al hablar era algo que admiraba de cierta forma, algo que en su momento tal vez odió cuando apenas se conocieron, años atrás, con sus personalidades tan dispares que veía imposible que cualquier tipo de conversación se diera entre ambos; pero que con el tiempo se convirtió en su característica favorita del japonés.

Amaba su franqueza. Necesitaba de su honestidad.

—Agh, es que en el instituto no podemos estar todo el tiempo juntos que quisiéramos —SooYoung (o algo así se llamaba, aunque no le importase en lo más mínimo; no era el tipo de persona con la cual quisiera estar a menos de cien metros de distancia porque su actitud era increíblemente desagradable) se excusó y apoyó su cabeza en el hombro de DongYoung, quien se veía nervioso como nunca—. Prometo no volverle a besar, ¿está bien contigo, bebé?

DongYoung asintió con una rapidez que le hizo suprimir una sonrisa. Tal vez SooYoung no se daba cuenta, pero todos los demás debían estar al tanto de lo incómodo que se veía el de ojos grandes, mirando a todas direcciones en una actitud que era divertidísima. Ni siquiera en los momentos de instituto —que se veían tan lejanos ya— le notó antes tan ansioso, con una expresión de “sálvenme” que era palpable a simple vista.

Entendía a la perfección el porqué. DongYoung era el primero en quejarse en voz alta cuando veía una pareja demasiado acaramelada en los pasillos, o el primero en resoplar exageradamente cuando con Yuta se daban un pequeño beso en medio de las juntas. Si Yuta le decía a él que era un mojigato por ponerse nervioso a estas alturas de su relación cuando se daban de las manos en medio de la calle, entonces DongYoung era un mojigato de primera por no soportar siquiera el mirar las muestras de amor de las personas en general.

Y siendo ahora una víctima de su novia, demasiado entusiasmada, entonces debía sentirse poco menos que con ganas de salir corriendo de allí.

—¿Y a qué hora se supone que empezamos a ver la película que nos convoca? —se quejó públicamente la novia de DongYoung, aferrándose al brazo de su novio mientras se acurrucaba a su lado en el sofá—. Pero aviso de inmediato que no me gustan las de terror… aunque si con eso puedo aprovechar el momento entonces no me quejaría…

Una risita salió de sus pintarrajeados labios de rojo que tenían el color casi desvanecido, transfiriéndose lentamente a la boca de DongYoung que se veía poco menos que hilarante con las trazas de color poblando sus labios. Tal vez se habría reído de no ser por un pequeño y, a la vez, importantísimo detalle: en el sofá frente a la pareja de tórtolos, YoonOh no dejaba de mirar a un punto muy lejos de allí, haciendo como si no viese nada de las escenas excesivamente melosas del par.

Mas el color blanco de sus nudillos aferrados al apoyabrazos decía lo contrario.

—Descuida, no será una de terror —habló antes de que Yuta lo hiciera, casi adivinando sus pensamientos luego de tanto tiempo juntos—. Será una de…

—Una histórica. Muy larga y muy compleja, ¿segura que quieres quedarte?

La voz de su novio se alzó de todas formas y a punto estuvo de chocar palmas con él, pero se contuvo. Era lo primero en lo que estaban coincidiendo después de… ¿cuánto? Intentó hacer memoria pero fue un acto sencillamente inútil; los recuerdos de la vida tranquila, hombro contra hombro en el instituto, se veían difusos a esas alturas.

Extrañaba al Yuta de ese entonces.

—¡Claro que quiero quedarme! Yo…

—Traeré más snacks entonces, vuelvo enseguida —interrumpió, sintiendo la preocupante necesidad de huir de ahí y simplemente seguir estudiando en vez de estar malgastando su tiempo en una situación como esa.

Volvió al pequeño espacio de la cocina para dejar salir un gran suspiro. A punto estuvo de pegar su cabeza contra el refrigerador para enfriarse un poco porque de nuevo le estaba dando demasiadas vueltas a las cosas; a esas preguntas que le carcomían cada vez en que se quedaba a dormir en casa de su novio, o en cada situación en la que encontraban el tiempo para pasar unos segundos juntos.

Era imposible no pensar en eso cuando desde hace un par de meses que todo se estaba comenzando a desmoronar implacablemente.

—¿HanSol?

La voz inusualmente dulce de Yuta se dejó oír en la cocina, y sintió el peso de su cabeza apoyándose en su espalda junto con el largo de sus brazos envolviéndole con delicadeza alrededor del pecho. Cerró los ojos.

—¿Pasa algo, HanSol? ¿SooYoung te está poniendo de los nervios? Dímelo y la echaré sin problemas, no me interesa si DongYoung se molesta conmigo por ello porque tú eres lo más importan-

—No es solamente ella, Yuta.

Podría haber escuchado un alfiler caer en medio del silencio que les envolvió pesadamente. El abrazo del japonés se deshizo con lentitud y se dio la vuelta, notando la forma en que miraba a cualquier punto que no estuviese remotamente cerca de su presencia.

—Tal vez no fue tan buena idea que invitáramos a los chicos —susurró, tratando de encontrar su mirada sin éxito. Yuta simplemente no quería verle a los ojos—. Tú…

Un estridente sonido les interrumpió y el rostro de su novio se mostró sorprendido antes de que sus manos buscaran con desesperación al pequeño objeto que emitía aquel sonido: su celular. Antes de que pudiera hacer nada Yuta se marchó por la puerta trasera que daba al minúsculo jardín, con un portazo que remeció el lugar y su corazón.

No otra vez.

Era un acto poco menos que despreciable el espiar a su novio, pero no tenía más opción que comprobar si acaso sus sospechas eran ciertas porque Yuta no le respondería con la verdad ni aunque su vida dependiera de ello. Armándose de valor se acercó a la puerta y apegó su oído a la superficie de madera.

Y escuchó difusamente.

“…Es que… ¿mañana? Sí, tengo libre en la noche y… no, todavía no tengo una universidad en mente… ¿trabajar?”

Esperó, con el corazón latiéndole con fuerza. Yuta no hablaba con su familia; cuando lo hacía no era necesario huir a toda carrera y encerrarse lejos de su oído atento.

Hablaba con otra persona. O mejor dicho, con otras personas.

“Trabajar… así tendría más tiempo para salir con ustedes, ¿verdad?”

No eran celos lo que sentía ahí, pegado a la puerta como estaba. Solo era un gran y profundo sentimiento de preocupación.

De decepción, casi, porque Yuta le estaba mintiendo descaradamente desde hace un par de meses, como si pensara que era idiota y que no se daba cuenta de todo ello porque lamentablemente se veían pocas veces en la semana. Los días en que podía quedarse en su casa a dormir y terminaban haciendo el amor una, dos, hasta tres veces por noche eran los mejores, ¿pero y el resto? ¿Qué pasaba con él en esas noches en que debía disculparse porque tenía mucho que estudiar para los exámenes? A veces sus respuestas eran con data de las tres o cuatro de la madrugada, ¿qué andaba haciendo a esas horas, cuando se suponía que debía estar durmiendo para un nuevo día de instituto? Incluso ahora, graduado, el que le respondiera a esas altas horas de la noche le preocupaba más de lo que era capaz de verbalizar.

Y que Yuta simplemente ignorara el tema cada vez que le preguntaba solo podía apuntar a una cosa.

“Hablamos mañana, sí, en el mismo lugar de siempre. Cuídense”

Se alejó a tiempo para que la puerta no le golpeara cuando su novio entrase por ella. Le miró suspirar pesadamente, y solo después de unos segundos sus ojos se encontraron.

Estaba sorprendido. Asustado.

—Yuta, ¿con quién hablabas? —preguntó en un susurro, acercándose a él con la imperiosa necesidad de estrecharle entre los brazos; se sentía de cierta forma como si le estuviese perdiendo de a poco—. Es que… acaso… ¿has vuelto a las andanzas?

Más le daba vueltas, y más se daba cuenta de que solo podía significar aquello. De nuevo metido en pandillas. De nuevo haciendo añicos aquella promesa y con ello, su confianza.

Porque Yuta estaba siendo honesto con todos, menos con él. Y dolía.

—Yuta… por favor, respón-

No alcanzó a terminar la frase porque los labios de su novio se interpusieron, acallándole con un beso suave, lento, tranquilizador. Le abrazó a la altura de la cintura, acercándole más, queriendo fundirse con esa boca que conocía de memoria pero que de todas formas siempre terminaba por embobarle como la primera vez. Recorrió con la punta de los dedos toda la extensión de su columna vertebral hasta llegar a la base de su cuello y de ahí, se enredó con la textura suave de sus fragantes cabellos, acariciándolos con suavidad. Yuta le acercó aún más mediante las manos a cada lado de su rostro que le obligaron a intensificar el beso, algo que hizo gustoso.

Porque solo en esos momentos sentía que todo estaba bien, que no tenía por qué dudar de él.

—HanSol… —su nombre salió como un suspiro de sus ahora húmedos labios, y sintió su delicado aliento rozarle la cara debido a la casi nula separación entre ambos—. Sabes… ¿sabes que te amo, verdad?

—Sí —asintió, con una amarga sensación en el pecho.

En esos segundos se veía tan sincero que le terminó por hacer sentir mal por dudar siquiera un segundo de él. Yuta le amaba. Si le amaba, entonces no sería capaz de romper una promesa tan importante como aquella.

No debía ser capaz, pero entonces…

—¿Con quién hablabas? —volvió a preguntar, acariciándole la mejilla derecha con el roce de su pulgar—. ¿Con quiénes has estado saliendo todas estas noches, entonces?

Silencio. Su labio tembloroso. Su mirada esquiva.

Y luego, como si nada, una sonrisa amplia.

—Si no regresamos pronto los chicos se preguntarán si acaso nos pasó algo, o si estamos aprovechando unos momentos para hacer cosas inapropiadas —rio, palmeándole el hombro y alejándose en menos de un suspiro—. Vamos, que quiero ver la película y lograr que esa guapa pero tonta de SooYoung se vaya de una vez por todas, está bien que sea la novia de DongYoung pero nadie parece contento con su presencia aquí.

Suspiró. De nuevo, evadiendo el tema.

Y de nuevo simplemente le seguiría la corriente.

—Nadie, pero YoonOh menos que cualquiera.

—¿YoonOh? Oh, verdad…

Asintió, recordando la forma en que el de hoyuelos ignoraba cualquier tipo de contacto con SooYoung, y viceversa, como si se trataran de polos iguales, repeliéndose. Y la razón no era difícil de adivinar.

No lo era, desde aquel día en que Yuta le contó entre las sábanas del extraño encargo que había tenido que hacer para YoonOh. Esa carta con la palabra “oppa” escrita en ella que tuvo que dejar en el casillero de DongYoung, sin saber las razones detrás de ello.

Era bueno que Yuta se hubiese dado cuenta ya de lo obvio que era YoonOh al estar enamorado de DongYoung…

—Debe ser terrible que te guste la novia de tu mejor amigo, ¿cierto? No me gustaría estar en los zapatos de YoonOh.

…o tal vez todavía no se daba cuenta. Sonrió, a punto de reírse en su cara. Dios, realmente quería decirle, pero si lo hacía probablemente Yuta terminaría por exasperarse y tomar cartas en el asunto con nefastas consecuencias; a su novio no le gustaba la indecisión ni propia ni de los demás.

Y lo que menos quería era que Yuta terminara diciéndole a DongYoung algo como “¿sabías que YoonOh está enamorado de ti?”

Sintió escalofríos de solo pensarlo. No, sería la ruina total.

—Sí, horrible… —secundó con una pequeña sonrisa, abriendo el estante donde Yuta guardaba los snacks—. No puedo imaginar-

¡Bum!

La bolsa de papas chips que estaba a punto de abrir se escurrió entre sus manos y fue a dar muy lejos en el piso, pero ni siquiera reparó en ello. Yuta le devolvió la mirada, aterrado, y sin decir palabra cruzaron la puerta que daba hacia la sala de estar desde donde provino aquel ruido inconfundible.

Repasó la mirada por todos los presentes, todos tan o más sorprendidos que él. Solo uno no estaba sorprendido, ni un pelo.

YoonOh parecía un poco avergonzado, con un claro sonrojo en sus pómulos.

—¿Dónde está SooYoung? —preguntó Yuta aunque fuese inútil, porque el ruido del portazo todavía resonaba fuerte y claro. DongYoung se levantó, con claras intenciones de irse también.

—Ella… ella se molestó porque… —el de grandes ojos boqueó, sin saber qué hacer.

—Lo que pasa es que… —Kun suspiró, cambiando su expresión de sorprendida a divertida, con una sonrisa en los labios mientras se estiraba en la silla de plástico que estaba usando—. SooYoung quería ver una película de alienígenas y YoonOh dijo que aquello le asustaba y pues… la chica se burló y DongYoung le dijo que no se burlase de YoonOh, que no tenía por qué hacerlo. Portazo y adiós. Eso es todo.

Yuta prorrumpió en risas, pero ninguna salió de sus labios.

—Fobia… fobia a los alienígenas… —comentó entre risas, ante lo cual YoonOh pareció bajar un poco más la cabeza—. Perdón amigo, pero debes admitir que es muy divertido.

DongYoung parecía contrariado en medio de la sala de estar, demasiado cerca del pomo de la puerta para su gusto. Le miró a los ojos, queriendo leer sus intenciones.

¿De verdad iría por alguien como SooYoung, que se enojaba como una niña pequeña por ser reprendida por una actitud tan tonta como esa? ¿De verdad iría por ella, mientras que YoonOh parecía hundirse en el sofá más y más?

—Ya déjalo, Yuta.

Sonrió, orgulloso, cuando DongYoung —su, en los años de instituto, mejor aprendiz— se acercó al cuerpo de YoonOh y le rodeó la espalda con uno de sus brazos, palmeándole con suavidad.

—Si a YoonOh le dan miedo no tienes por qué burlarse, ni tú ni ella ni nadie —YoonOh levantó la cabeza, parpadeando con rapidez, con un pequeño sonrojo todavía en sus mejillas—. Además, Yuta, ¿es que acaso tú no le tienes fobia a los gusanos? Podría capturar uno y…

—¡No menciones a esos bichos horrorosos!

Rio esta vez junto a todo el grupo cuando su novio pareció contorsionarse del miedo; si era divertido cuando mencionaban la palabra con “g” entonces cuando estaba en presencia de uno, pues… Se dobló en sí mismo por la risa de solo recordarlo. Yuta podía ser muy valiente para algunas cosas, pero para otras era simplemente cobarde.

Como para decirle la verdad.

Mas no dejó que ese pensamiento empañara su humor y simplemente rio junto a los demás, sentándose junto a Yuta en el sofá que antes ocupaban DongYoung y su novia; ahora libre, porque el par de buenos amigos se encontraban uno junto al otro en el segundo de los desvencijados sofás que con tanto esfuerzo Yuta compró en una tienda de segunda mano, pero que sin embargo eran perfectos.

Perfectos, porque —además de Kun, quien se mantenía sonriente desde una silla de plástico mirando la película de acción que terminaron escogiendo— estaban bien ajustados para todos. Sostuvo la mano de Yuta a pesar de todo, y le acarició con dulzura el dorso de su mano cuando la distancia se redujo entre ambos, acompañados por la tenue iluminación que emanaba desde la televisión.  Mientras que todos parecían concentrados en la escena de una balacera en la que el protagonista parecía perder la batalla, levantó la vista y la fijó en el sofá al frente del suyo. Y lo confirmó, ese espacio era perfecto para todos.

La sonrisa que YoonOh tenía en los labios, apoyado tímidamente en el hombro de DongYoung mientras este tenía descuidadamente la mano sobre el muslo del menor, era la mejor confirmación que ese espacio estaba hecho solamente para ellos. Los cinco, sin intromisión de esa irascible mujer.

Y esperó, con todas sus fuerzas, que eso nunca cambiara. Que pudieran mantenerse unidos, que una tipa como ella no lograse separar a DongYoung y YoonOh; que nadie en realidad fuese capaz de separarles como grupo.

Besó con suavidad los cabellos de Yuta, recibiendo un cálido apretón en su mano como respuesta.

Porque a pesar de todo y las dudas, el amor que sentía por él era incapaz de describirlo exactamente en palabras. Le amaba más que a nadie. Solo esperaba que él hiciera lo mismo.

Y que la promesa siguiera intacta. 

 

Notas finales:

¡Hola! Espero les haya gustado este nuevo capítulo, con una actualización de cómo van las cosas con el YuSol <3 

Un comentario sería muy agradecido <3 ¡Nos vemos! 


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