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You're Mine [JaeDo/DoJae] [NCT] por Kuromitsu

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Corrió, con la luz del atardecer filtrándose a través de la hilera de ventanas e iluminando el pasillo que cruzó en menos de un segundo, demasiado emocionado como para no apurarse. Los músculos le ardieron como nunca al forzarlos a seguir corriendo —consecuencia del entrenamiento que le tenía hecho polvo—, pero incluso así siguió haciéndolo, sonrisa en labios. Estaba feliz.

Jung YoonOh sabía más que nadie la razón detrás de su emoción después de una agotadora jornada, y esa era…

—¡Hyung!

Alcanzó a abalanzarse sobre el sorprendido cuerpo de Kim DongYoung, abrazándolo con fuerza, antes de que una oleada de “¡shh!” le obligara a tratar de mantener la compostura. Sonrió ante la mirada reprobatoria del mayor y sin demora se sentó a su lado.

La razón por la cual todo valía la pena después de terminar la horrible semana llena de entrenamientos y estudios era que al fin tenía tiempo para estar con él.

—Qué te sucede, ¿es que no te das cuenta que estamos en plena biblioteca? —el mayor le miró con los ojos abiertos de par en par, susurrando para que las escasas personas sentadas en las mesas más cercanas no volvieran a quejarse—. Haz menos ruido por favor.

—No —rio bajito, aguantándose las ganas de dejar salir una carcajada porque DongYoung se veía a punto de explotar en cualquier momento ante su insistencia, y recordando la contextura de su cuerpo al tenerle abrazado tan solo segundos atrás se apoyó casualmente en su costado, sonriendo. Pasó los dedos por los apuntes que tan prolijamente estaban escritos sobre la mesa. Era sinceramente maravilloso ver el orden y la fuerza de voluntad que su hyung tenía para estudiar todos los días en cada momento libre posible, ¿cómo siquiera sacaba energías para todo eso?—. Ya se va a hacer de noche pero sigues acá, ¿no deberías darte un descanso, hyung?

—No soy el único en biblioteca como podrás ver. Estoy bien, tranquilo.

Miró a los lados y contó que, entre todos, no debían ser más de diez personas; poquísimo comparado con los más de mil estudiantes que abarrotaban el instituto día tras día. Se mantuvo ahí, apegado a su cuerpo. Que no lo apartara de su lado era sencillamente tranquilizador, porque a pesar de que debiera guardar las distancias para no levantar sospechas, a veces… era demasiado lo que necesitaba a DongYoung cerca como para aguantarse.

Y justo ahora era uno de esos momentos. Cerró los ojos por apenas un instante, disfrutando de su presencia. Cuánto le había extrañado.

—Definitivamente no eres el único pero… probablemente sí eres la única persona que pasa aquí todos los días hasta que cierran. Sé que es tu último año y que debes estudiar, sin embargo-

—Es que no estaba estudiando.

Parpadeó, perplejo, mirándole y posando la vista en los apuntes de forma consecutiva. Los apuntó insistentemente.

—Sí lo estabas.

—No —DongYoung pareció nervioso, arrugando algunos de los papeles con sus manos.

—¿Y entonces?

—No te diré.

Resopló, frustrado. Llevaba toda la pesada semana sin hablar con él, ni siquiera por mensaje de texto, y no realmente porque lo quisiera así: el estudiar para los exámenes finales y con ello no repetir su penúltimo año en el instituto se hizo una necesidad imperiosa, por lo que se obligó a sí mismo a prestar atención en clases y a dormir menos todo con tal de no fracasar estando a tan solo un año de salir. Definitivamente pasar todas las materias de nuevo era algo que no estaba en sus planes, y no porque fuese una acción agotadora de por sí.

Porque si demoraba su salida todo un año, significaría estar más tiempo alejado de su hyung, sin poder asistir al mismo centro educacional con él pues faltaba poco para verle partir al desconocido mundo universitario. Se aferró al borde de la mesa. Pensar en ello no le hacía bien.

—¿Por qué tanto misterio, hyung? —rezongó en voz baja.

DongYoung abrió la boca para responder mas un nuevo “shh” les obligó a callarse. Unos segundos pasaron, mirándose a los ojos, con el atardecer reflejándose en las pupilas nerviosas del mayor.

Y entonces, le escuchó responder al fin.

—Vayamos a un lugar en que estemos más tranquilos. Es difícil de explicar lo que pasa por mi cabeza justo ahora.

Obedeció en el más total de los mutismos, caminando a su lado hasta que llegaron a las afueras del recinto y el frío propio de la noche que se avecinaba terminó por helar el sudor de su piel después de tantos tiros de baloncesto. Se ofreció a llevar la pila de cuadernos y libros que DongYoung llevaba en los brazos con dificultad, pero no insistió cuando recibió una enérgica negativa y le vio distanciarse; centímetros que parecieron verdaderas brazadas de lejanía.

De lo que YoonOh estuvo seguro cuando subieron a un bus en el cual el mayor se mantuvo con la vista fija en el oscuro paisaje a través de la ventana, fue de que algo no andaba bien del todo con él, la persona de la cual estaba enamorada aunque ya casi no tuvieran momentos para salir juntos como antes. Añoró, por un segundo, volver a los apacibles días donde todo era más fácil y su única preocupación era que el día durara lo suficiente para jugar horas interminables con su mejor amigo, al que incluso en ese entonces quería tanto.

Y lamentó por enésima vez el haberse enamorado de alguien que jamás le correspondería.

———

La textura del pasto contra su espalda fue una pequeña incomodidad a superar. Estaba demasiado agotado como para sentarse tal como DongYoung lo estaba, arrancando briznas con los dedos solo para dejarlas caer en el aire, siendo transportadas muy lejos gracias al gélido viento nocturno. Estiró los brazos y suspiró, notando que el cielo estaba exento de estrellas debido a la contaminación lumínica que incluso ahí imponía su fuerza; ni siquiera el parque en el que se encontraban, uno de los pulmones verdes más grandes de la ciudad, tenía la capacidad para opacar esas molestas luces que ocultaban del firmamento uno de los espectáculos más lindos de la naturaleza. No obstante no se molestó por eso. Incluso siendo incapaz de mirar las bonitas estrellas tenía una vista mucho más encantadora a la cual apreciar.  

DongYoung se veía especialmente hermoso con el viento meciendo sus cabellos. Sonrió, admirando cada aspecto de su perfil.

—¿Y, hyung? ¿Quieres decirme ahora qué pasa? Ya estamos en un lugar tranquilo…

La última de las brizas cruzó hacia la derecha, lejos de donde estaban, y finalmente la inquieta mano del mayor se posó tranquilamente en el suelo. El grupo más cercano de personas estaba demasiado lejos como para escucharles incluso si gritaban, pero DongYoung se veía igual de rígido que en la biblioteca. Esperó.

—…Sabes que me quedan dos meses más antes de que parta a la universidad, ¿cierto?

Así que era eso. Giró un poco sobre su cuerpo para quedar de cara a él, posando uno de sus brazos debajo de su cabeza, tratando de adivinar alguna de sus expresiones. No logró leer nada.

—Sí. Cómo no saberlo —admitió, tratando de sonreír con naturalidad. Lo recordaba a diario, el tiempo pesando más que nunca antes en su corazón en un tic-tac interminable—. ¿Qué pasa con eso?

—Que dos meses se pasan en menos de lo que dura un suspiro y… sé que no podré entrar en la universidad que quiero.

Le golpeó suavemente a la altura del brazo con su mano libre, sin embargo, DongYoung no se molestó como de costumbre. Era ridículo que temiera porque vaya que su mejor amigo era inteligentísimo, sacando puntajes mucho más altos de lo que él mismo jamás podría obtener, ni aunque se pusiera a estudiar sagradamente todos los días después del horario de clases tal como el mayor hacía.

—¡¿Pero qué dices?! Eres el presidente, hyung, y con tus notas créeme que podrás entrar a cualquiera que te propongas, quizá solo estás un poco nervio-

—Corrección, soy el peor presidente que ha visto la historia del instituto. Confirmado.

Quedó mudo de la impresión. No podía estar hablando en serio. Trabajaba día tras día en jornadas interminables metido en la sala del consejo estudiantil, prácticamente pinchando con una ramita al resto para que se pusieran a trabajar de una vez por todas en pos de los múltiples proyectos que el instituto tenía en proceso. A veces hasta se parecía a HanSol, pues la chispa de pasión en sus ojos cada vez que delegaba algo o planeaba nuevas formas de que los clubes extraescolares tuvieran más prestigio era un rasgo característico del rubio.

Con ese nivel de esfuerzo y dedicación, ¿cómo podía decir una cosa como esa? Debía ser una broma.

—Los profesores no me quieren dar buenas cartas de recomendación, y el director tampoco —como si le hubiese leído la mente, el mayor comenzó a explicar sin dejar de mirar el vacío cielo nocturno—. No es solamente por el hecho de que ya no soy la persona con los mejores puntajes del instituto, sino también porque no soy muy apreciado por el resto de los chicos. Me cuesta llevar a cabo las ideas si es que el resto del consejo sigue molesto conmigo después de lo de…

—Lo sé —interrumpió. No quería volver a escuchar el nombre de esa chica nunca más. Demasiados problemas había traído a su vida. Intentó desviar el tema, sin dejar de mirarle en ningún segundo—. Y respecto a lo otro… Kun realmente se esforzó para ser el mejor en los exámenes.

Qian Kun podría no ser el presidente, pero sus notas perfectas y su sonrisa llena de amabilidad lo hacían casi la figura de autoridad más importante dentro del instituto. Antes que preguntarle a DongYoung, tanto los estudiantes regulares como aquellos que eran líderes de los clubes o pertenecientes a los puestos del consejo estudiantil se dirigían todos, sin excepción, como primera opción donde el de nacionalidad china. Ya fuese por sugerencias que seguían de forma sagrada o incluso para poder planear nuevos torneos interescolares, Kun era siempre el escogido para aquella labor. De cierta forma estaba feliz por él, sí.

Pero ciertamente, en cada oportunidad que aquello sucedía, no podían evitar mirarse con incomodidad mientras DongYoung ponía una falsa sonrisa en su rostro y lograba susurrar un “está bien, no pasa nada si te prefieren a ti antes que a mí, Kun”. Lo conversaron un día incluso, mientras el presidente se encontraba demasiado ocupado ordenando unos informes como para escucharles; por lo mismo sabía que Kun se sentía culpable por estar cumpliendo un rol que no le correspondía pero que el resto le obligaba a hacer.

De haber estado en sus manos, habría forzado a todos a que le prestaran atención a su hyung.

—Pero no te preocupes, Kun se merece que le ayuden a llegar a la universidad en la que estudia HanSol, y más con la calidad de cartas de recomendación que ya le están entregando. De seguro que lo hará excelente —le escuchó decir con una débil sonrisa que se desvaneció más rápido que ninguna otra—. Lo más difícil es que creo que tendré que mudarme, sí…

Esta vez fue su turno de arrancar un puñado de césped, incrédulo, mientras veía a DongYoung bajar la cabeza lentamente para posicionarla sobre sus rodillas flexionadas, casi como si se estuviese escondiendo. Estaba acostumbrado a las malas noticias y a los infortunios que en general tenía su vida, sin embargo, eso era demasiado para aguantarlo sin más.

—¿Mudarte? —repitió en un murmullo—. ¿Dónde?

—Tenía previsto el irme de casa de mis padres apenas cumpliera la mayoría de edad, son excelentes conmigo pero ya sabes, es normal querer un poco de independencia.

—Entiendo. También quiero irme de casa apenas pueda —confesó en un susurro—. De verdad necesito hacerlo…

Le escuchó suspirar con pesadez y siguió con las manos aferradas al verde pasto. Algo no le daba buena espina.

—Te ayudaría con el proceso, pero no creo que sea capaz de hacerlo porque planeo irme más al sur, por Busan o-

—¡¿Busan?!

—Con lo mucho que le desagrado a los altos mandos, es obvio que no me alcanzará para la Universidad de Seúl. No tiene mucho sentido quedarme por acá si eso sucede, así que…

—No. No lo hagas.

Se incorporó lo suficiente para mirarle a los ojos de forma más directa, con el corazón desbocado. Suficiente sería con dejar de verle todos los días al almorzar juntos como hicieron durante las últimas semanas por temas de tiempo, o dejar de caminar los pocos metros que separaban al instituto de la estación de metro más cercana… ¿y que además se mudara a un lugar que quedaba a tantas horas de distancia? Aquello sin mencionar el gasto que hacer algo como eso —incluso solo semanalmente, o mensualmente en el peor de los casos— conllevaría para su bolsillo o para el de DongYoung en caso de que quisieran visitarse…

Sería imposible.

—¿Qué? ¿Por qué no debería hacerlo?

Su hyung sonrió con una despreocupación que le dio a entender lo mucho que diferían sus formas de percibir un suceso como aquel. Apretó el puente de su nariz entre el índice y pulgar, y contuvo las ganas de dejarse llevar por sus sentimientos de la mejor forma posible. No se atrevió a decir exactamente lo que quería expresar porque el escenario más probable era el que, por unos segundos, le torturó mentalmente.

“—Porque si te vas… significará que ya no nos podremos ver. Que nos alejaremos.

—Algún día tenía que pasar, ¿no, Jaehyunnie?”

De tan solo imaginárselo le dieron ganas de golpear internamente a su cerebro, porque era imposible que DongYoung dijera algo como eso incluso si lo llegaba a pensar: el mayor era demasiado amable y respetuoso como para hacerlo. Mas, el miedo siguió ahí a pesar de las palabras lógicas que inútilmente articuló para calmarse a sí mismo.

Y por eso fue que trató de darle un enfoque diferente a lo precipitado de sus pensamientos.

—Porque… porque tu sueño es estudiar aquí, en la misma universidad que HanSol, ¿me equivoco?

—Los sueños no se hacen realidad, eso solo pasa en los cuentos de hada.

Sus manos largas volvieron a aferrarse del césped de un vibrante color verde, a punto de arrancarlo de raíz como antes y echarlo a volar, tal como estaba haciendo con sus sueños, eliminándolos antes de siquiera intentar realizarlos. Y se molestó.

Por eso fue que sin pensarlo siquiera atrapó su mano izquierda y entrelazó los dedos de su hyung con los suyos propios, logrando que toda su atención se volcara en su persona.

—¿Jaehyunnie…?

—Lo tuyo no es un simple sueño. Es algo alcanzable —recalcó, asiéndose con más fuerza a esa piel que se sentía tan suave contra la suya—. Tuércele la mano al destino y a los profesores que te quieren ver hundido en el fracaso, demuéstrales que tú sí puedes. No hay nada más satisfactorio que lograr algo cuando todo el resto piensa que no lo conseguirás… lo digo por experiencia propia.

DongYoung le quedó mirando, confundido ante lo débil de su voz y lo cálido de sus manos entrelazadas, dilatando el momento al no preguntar a qué se refería al decir algo como eso. La textura de la piel del menor era como verdadera seda, tranquilizadora. Calló cuando lo único que quería era saber qué ocultaba YoonOh, y para eliminar la tensión del momento logró liberar su mano de aquel agarre simplemente para lanzarse sobre el cuerpo de él, llenándolo de cosquillas por toda la extensión de su firme abdomen, sacándole varias carcajadas.

—¡Hyung! ¿Qué haces…? —le escuchó reclamar entre risas.

—¡Así está mejor! —respondió, fijándose en que la nube de tristeza y preocupación en sus ojos se disolvía como si jamás hubiera existido. Se quedó ahí, con las manos a cada lado de su cuerpo, listo para volver a atacar. YoonOh estaba sonrojado después de tanto reírse, y notó su sonrisa disolverse para convertirse en una expresión de ligero ensimismamiento, sus ojos batiendo las pestañas con lentitud, como si estuviera concentrado en algo. ¿Es que acaso estaba pensando de nuevo en experiencias tristes de las cuales no sabía nada? Pues no le dejaría hacerlo—. La noche está muy pacífica como para deprimirnos por cosas que no lo merecen, ¿no crees?

—Sí, hyung…

Su voz salió en apenas un susurro, desvaneciéndose al final. Duró un poco más en esa posición, mirándole, hasta que los brazos le dolieron por estar tanto tiempo apoyándose en ellos. Resopló, logrando que se movieran los cabellos rizados de YoonOh, y palmoteó una última vez ese tonificado torso para posteriormente salir de encima y recostarse a su lado. Posicionó sus manos detrás de la cabeza, simplemente concentrándose en lo pacífico que era todo así: disfrutar de la vida un momento, dejando las presiones del instituto atrás y, lo mejor, compartiendo aquel espacio de relajo junto a su mejor amigo hasta que se hizo muy tarde y debieron separarse, no sin antes prometerse mutuamente con una sonrisa que definitivamente encontrarían más oportunidades para salir a solas.

Pero, aunque disfrutara como nadie el estar unos momentos con Jung YoonOh, esas palabras cargadas de dolor y resentimiento quedaron resonando en su cabeza incluso años después de aquella agridulce noche.

Aunque definitivamente no fue lo único que recordó y por lo cual se aseguró de tomar cartas en el asunto tiempo después.

———

—¿Adónde vamos, Doyoung hyung?

La voz ansiosa de YoonOh no logró aminorar su marcha y simplemente con un gesto le indicó que le acompañara a través de la estación de metro, subiéndose en un vagón concurrido que llevaba hacia el corazón mismo de la ciudad. Se bajaron exactamente donde sabía que debían hacerlo, y se movió en dirección al edificio que buscaba, sin tiempo que perder. Tampoco era como si tuviese ya momentos libres como para hacer un capricho como ese, sin embargo, ¿qué más daba ocupar una de sus últimas tardes en algo que no fuese estudiar antes de salir del instituto?

Notando la mirada curiosa de YoonOh lo confirmó por enésima vez: era por una buena causa.

—Jaehyunnie, falta poco.

Le vio asentir y solo eso fue necesario para continuar caminando con más decisión a su lado, a un ritmo al que se acostumbró después del último mes en que estuvo plagado de numerosas salidas juntos; tantas, que terminó por predecir ya los segundos en que le escucharía dar un comentario acerca del instituto, la música que escuchaba en su tiempo libre, el baloncesto o una nueva comida que quería intentar en su cocina. Sabiendo lo que se venía encima, aprovechar los instantes libres que tenía después de tanta planificación y estudio resultaba un ejercicio más que liberador; la risa de Jung YoonOh era tan contagiosa que solo eso necesitaba para alivianar un poco el peso en sus hombros.

Porque el tic-toc del reloj no dejaba de sonar, indicándole que faltaba menos de un mes para decirle adiós para siempre al instituto.

—Aquí es —indicó, sacando un llavero del bolsillo trasero de su pantalón apenas se hubieron plantado en una de las tantas puertas del octavo piso del edificio que tenía desde hace tiempo visto, e insertó la llave correspondiente en la cerradura, sin girarla aún—. Mamá dijo que si acaso podía echarle un vistazo, necesita mi opinión respecto a algunas cosas después de la compra y pensé que podría traerte a verla.

—Ya me lo dijiste, ¿pero para qué necesitas mi…?

El de rizos enmudeció apenas hubo abierto la puerta, empujándola, dejando su vacío interior a la vista. Le vio entrar paso a paso, lentamente, hasta que hubo cruzado el umbral y terminó deslizándose también al espacio carente de muebles y colores vivos en las paredes: un luminoso color blanco contrastaba con las oscuras tablas de madera, otorgándole una sensación de amplitud que bien conocía. Reconoció en YoonOh sus propios signos de sorpresa cuando recorrió por primera vez aquel rinconcito de paz en medio del bullicio citadino, lo suficientemente alto como para que el ruido de los autos y las personas se apagara por completo. Alcanzó la otra punta de la engañosamente espaciosa habitación y descorrió las cortinas del único ventanal, dejando entrar los rayos con los que el atardecer bañó cada centímetro de la ciudad.

—…Este lugar es asombroso.

Sonrió nerviosamente ante su emoción y dejó que el menor explorara —primero con la mirada, luego viéndole abrir las puertas disponibles con una curiosidad irrefrenable— el apartamento a sus anchas.

—¿Y qué pretende hacer tu mamá con un lugar como este? No puedo creer que lo haya comprado, dios, es un verdadero oasis —la puerta de la habitación principal fue abierta y le vio sentarse de forma muy tranquila en la orilla de la cama tamaño king, un verdadero lujo—. Lástima que no lo vayas a apreciar por mucho tiempo, hyung…

Una sonrisa carente de hoyuelos apareció en el rostro de YoonOh y se sentó a su lado, silencioso, sabiendo a qué se refería exactamente. En menos de un mes tendría que empacar sus cosas y mudarse al sur, cerca de Busan, donde una de las tantas universidades a las cuales postuló aceptó su carta de recomendación la que más que un facilitador se trató de un detractor; con un escrito que apenas mencionaba sus fortalezas y exacerbaba en cambio sus debilidades, bastante difícil fue el que siquiera le aceptaran allí. Faltaban bastantes días aún, pero prácticamente tenía planeado todo lo que llevaría en su maleta y lo que haría ahí apenas al instalarse. 

Eso le había contado al menor, al menos, y estaba siendo apoyado con todo fervor por él.

Se dejó caer hacia atrás en la mullida cama. YoonOh le miró, expectante, los ojos temblando ligeramente ante la luz del atardecer.

Y entonces no pudo aguantar más toda aquella farsa.

—Me quedo.

Le vio parpadear rápidamente y lo repitió una, dos, tres veces, con una sonrisa tan amplia que le dolieron los músculos de la cara.

—Mientes —YoonOh susurró, con una sonrisa nerviosa—. Tú… me dijiste que te ibas a Busan, hyung, y…

—¿No fuiste tú acaso el que me dijo que le torciera la mano al destino? —respondió, emocionadamente, sentándose a su lado de nuevo—. Pues eso estoy haciendo.

Y entonces le vio sonreír como hace meses no lo hacía, antes de caer en un abrazo tan apretado que por poco no le cortó la respiración. Palmoteó su espalda como pudo y respondió todas sus palabras de agradecimiento con simples “de nada” que pronto se convirtieron en “suéltame ya, Jaehyun, dios”. Incluso cuando lo hizo no dejó de mirarle con una sonrisa, feliz de verle tan emocionado por algo que ni siquiera era su futuro, pero que a todas luces le alegraba como si lo fuera.

Ante las insistentes preguntas de “¿cómo lo hiciste, hyung?” relató en resumidas cuentas cómo la carta de recomendación había sido apenas suficiente para ser admitido en su universidad soñada —junto, tal vez, con un poco de presión por su parte y eternas reuniones con el rector, aprendiendo rápidamente de las palabras de valentía que YoonOh le entregó tiempo atrás—; y dio explicaciones cortas de dónde pondría los muebles de segunda mano en su nuevo hogar durante la semana de mudanza que se venía pronto, aclarándole también que ni de muerte podría haber comprado su madre un lugar como ese y que solo se trataba de un lugar rentado tanto con el dinero de su familia como con el suyo propio, el que aparecería apenas buscara un trabajo de medio tiempo.

Solo ahí fue capaz de abrir la única puerta en la que no vio antes al menor curiosear, lo suficientemente calmado después de que el nerviosismo y la emoción del momento abandonaran su ser. YoonOh recorrió el lugar con la mirada y volteó, dejando de sonreír en un instante.

—¿Una segunda habitación? ¿Y esto? ¿Es que compartirás el espacio con otra persona?

Y confesó aquello por lo cual terminó accediendo a gastar más dinero en alojamiento; por lo cual estaba también dispuesto a trabajar y estudiar, todo con tal de verle un poco más feliz.

Tal vez solo lo quería y apreciaba demasiado su amistad, o más que eso, a YoonOh por completo.

—Recuerdo que alguien me dijo que también querría independizarse y pues si no te molesta, podríamos, ya sabes…

Sus labios se abrieron en una mueca de sorpresa total y luego, una sonrisa hizo brotar sus hoyuelos como nunca antes. Se dejó abrazar esta vez sin decir ni una palabra de reclamo. Ver esa súbita demostración de alegría en su rostro fue todo el pago que necesitaba, después de tantos días buscando el apartamento ideal en el que podrían instalarse apenas el menor saliera del instituto, cotizando un hogar que no solo fuese económico sino también pacífico: un lugar donde, en resumidas cuentas, Jung YoonOh pudiese iniciar una nueva vida universitaria sintiéndose lo más a gusto posible.

Porque él fue uno de los incentivos para no irse a Busan y abandonar con ello sus sueños. Jamás de los jamases podría irse de su lado, no con lo mucho que habían pasado juntos, tantos años de amistad, risas, alegrías.

Su Jaehyunnie significaba mucho más que de lo que era capaz de expresar con palabras.

—Claro que no me molesta, al contrario, me encantaría —le escuchó murmurar—. Gracias, hyung. Gracias…

Y a pesar de lo mucho que le advirtió que no podría mudarse hasta que terminase el instituto, o que tendrían que compartir gastos, o que nada de dejar cosas sucias en el suelo y tantos otros puntos… aquella sonrisa de agradecimiento no desapareció hasta que tuvieron que despedirse, viéndole partir hacia la casa que, esperaba, dentro de un año ya no fuese su hogar permanente.

Faltaba mucho, pero ya quería que YoonOh se viniera a vivir con él. Al compartir nuevas experiencias con el de bucles y sonrisa contagiosa, todo parecía mucho más fácil y menos atemorizante.

Mucho, mucho más feliz.



Notas finales:

¡Hola a todos! Espero les haya gustado este nuevo capítulo, que hace bastante tiempo no les traía una actualización del JaeDo ;; Si quieren dejar un comentario es más que bienvenido y agradecido <3

¡Nos vemos!


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